Mamá nota que hombre extraño llora cada día mientras ve a una niña en el parque - Historia del día
La madre de un niño se sorprendió al ver llorar a un hombre mientras miraba jugar a una niña. Luego quedó maravillada por la paciencia del señor.
La vida pasa muy rápido y a veces, en nuestras prisas, perdemos de vista lo que realmente importa y nos olvidamos de vivir cada momento.
Abigail Pérez estaba sentada en un banco del parque viendo jugar a su hijo de cinco años y mirando su reloj con impaciencia.
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¡Tenía muchas cosas por hacer! Era sábado, todavía tenía que preparar la cena para la familia, y quería seguir adelante con su nuevo proyecto, el proyecto que podría hacer despegar su carrera. “¡David!”, llamó a su hijo. “¡Es hora de irse a casa!”.
Pero el pequeño la ignoró y corrió a subir la escalera para lanzarse nuevamente en el tobogán. “Hijo”, dijo enfadada. “¡No tengo tiempo para esto!”.
El hombre a su lado preguntó: “¿Ese es su hijo?”. La mujer había visto antes al hombre en el parque con una niña de la edad de David.
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Siempre había pensado que él era un poco extraño por la forma en que vigilaba a su hija con lágrimas en los ojos, extraño y obsesivo.
Pero ella le respondió cortésmente: “Sí. Es un amor, ¡pero a veces pone a prueba mi paciencia!”.
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En ese momento, la hija del hombre pasó en una bicicleta rosa, tocó el timbre y lo saludó. El padre levantó la mano y le devolvió el saludo, y Abigail vio que las lágrimas le corrían por la cara de nuevo.
“¿Esa es su hija?”, preguntó la mujer. “¡Es muy linda!”.
El hombre se secó las mejillas y sonrió. “¡Sí, se llama Emilia!”. Levantó la mano y saludó a la pequeña. “¡Emilia, cariño! Es hora de irse a casa. ¡Mami te está esperando!”.
Emilia siguió pedaleando e hizo pucheros. “¡Por favor papá! ¡Cinco minutos más!”. El hombre asintió y respondió: “Está bien, mi amor, ¡solo cinco minutos más!”. Emilia sonrió y pedaleó más rápido. Sus coletas volaban.
Abigail suspiró. “¡Mi David hace lo mismo! ¡Siempre pide cinco minutos más! Honestamente, ¡estoy ansiosa porque sea más independiente!”.
El hombre apartó la mirada. “¿En serio? Yo quiero disfrutar cada segundo de la infancia de mi Emilia. Sigo rezando para que no crezca demasiado rápido y me siga necesitando...”.
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“Ah”, dijo la madre. “¡Pero es que tengo muchas cosas que atender! Y ahora mi carrera está empezando a despegar... ¡Debería estar en casa tomando notas para mi nuevo proyecto y no aquí en el parque viendo a David pulir el tobogán con su trasero!”.
El hombre volteó a ver a la mujer. Él tenía treinta y tantos años, pero había profundas líneas de sufrimiento marcadas alrededor de su boca y tristeza en sus ojos. “Solía pensar como usted”, dijo en voz baja. “Pero la vida me enseñó mi lección...”.
En ese momento, la pequeña Emilia pasó a toda velocidad y gritó: “Papá, ¿me das cinco minutos más?”. El hombre levantó la mano para saludarla y le devolvió una sonrisa de aprobación.
Abigail suspiró. “Bueno, debo decir que no tengo su paciencia”, dijo la mujer. Luego llamó a su hijo nuevamente. “¡Vamos, David, ya te he llamado dos veces!”.
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El hombre sacudió su cabeza. “Yo tampoco era paciente”, confesó. “Pero hace seis años, mi hijo Jaime, que tenía 10 años, me pidió que fuera a andar en bicicleta con él. Yo tenía trabajo que hacer, así que le dije que fuera con sus amigos, que lo acompañaría en otra ocasión”.
“Pero no hubo una siguiente ocasión. Jaime iba con sus amigos y un conductor perdió el control de su automóvil. Mi hijo perdió la vida tras ser arrollado y nunca superé la idea de que si hubiera ido con él las cosas hubieran sido diferentes”.
“Entonces me di cuenta de cuántos momentos importantes de la vida de Jaime me había perdido mientras estaba ocupado construyendo mi marca y llevando mi carrera al siguiente nivel. Entonces, cuando mi esposa quedó embarazada de Emilia, hice una promesa”.
“Me prometí a mí mismo que estaría presente en cada momento de la vida de mi hija, cada fiesta de cumpleaños, cada paseo en bicicleta”.
“Cada cinco minutos adicionales que Emilia me pide para andar en bicicleta, son cinco minutos adicionales que puedo disfrutar de mi hermosa niña, algo que no hice con Jaime”.
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Abigail apartó la cara para que el hombre no viera las lágrimas rodando por sus mejillas. “Siento mucho su pérdida”, susurró la mujer. De repente se imaginó perder a David. No poder volver a ver su dulce rostro. Entonces, un dolor terrible golpeó su corazón.
Se giró hacia el hombre y le agarró la mano. “Gracias”, susurró ella. “Gracias por compartir su historia. ¡No sabe lo que significa para mí!”.
El hombre sonrió y saludó a Emilia, que estaba acercando su bicicleta. “¡Estoy lista para irme a casa, papá!”, dijo la pequeña. “¡Tengo MUCHA hambre!”.
Abigail observó con lágrimas en los ojos cómo el hombre y la niña se alejaban. Luego se giró hacia el tobogán. Allí estaba su hijo, deslizándose con las manos en alto, gritando de alegría. “¡Mírame, mami!”, dijo el pequeño. “¡Cada vez voy más rápido!”.
La madre le devolvió el saludo. “¡Sí, vas muy rápido! ¡Sigue, hijo!”. Luego se recostó en el banco y vio a su pequeño hijo correr y jugar a sus anchas, y no miró su reloj otra vez.
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Abigail y David llegaron a casa después del anochecer y su esposo le preguntó qué prepararía para cenar. “¡Pide una pizza!”, dijo la mujer. “¡Es la comida favorita de David y acabamos de tener el día más hermoso de todos!”.
A partir de ese momento, la mujer nunca volvió a contar el tiempo que pasaba con su hijo.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No dejes pasar las oportunidades. Es posible que no tengas una segunda oportunidad. El hombre se había enfocado en su carrera y perdió la oportunidad de pasar todo el tiempo que podía con su hijo y lo lamentó por el resto de su vida.
- Lo más preciado en tu vida es tu familia. Ninguna cantidad de dinero, prestigio o éxito puede compensar la pérdida de un ser querido.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.