logo
página principalHistorias Inspiradoras
Un hombre durmiendo en un banco | Foto: Shutterstock
Un hombre durmiendo en un banco | Foto: Shutterstock

Hombre rico se burla y echa al prometido pobre de su hija: 10 años después se reencuentran - Historia del día

Mayra Pérez
09 abr 2022
16:30

Un industrial millonario se burla del prometido de su hija y lo llama “vagabundo”, porque no es un hombre rico y provoca la ruptura de su relación. Pero años después, descubre que siempre estuvo equivocado.

Publicidad

Como la mayoría de los padres, Diego Robinson quería lo mejor para su hija y creía saber qué era eso. Entonces, cuando Elizabeth, la única hija del industrial millonario, le dijo que estaba enamorada, sintió curiosidad y preocupación.

Elizabeth era la niña de sus ojos y para él, nadie era lo suficientemente bueno para su pequeña princesa. Cuando conoció a Javier Hurtado, se horrorizó. ¡Su hija se merecía mucho mejor que un vagabundo universitario de pelo largo!

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Javier era alto y guapo, y tenía una amplia y honesta sonrisa; Diego podía ver por qué Elizabeth se había enamorado de él. Pero su buena apariencia no era suficiente para este preocupado padre. La seguridad financiera y las perspectivas de futuro sí lo eran.

Publicidad

“Entonces”, dijo Diego con una sonrisa helada dirigida a Javier. “¿Exactamente cómo planeas mantener a mi hija?”.

“¡Papá!”, gritó Elizabeth enojada. “¡No necesito que nadie me mantenga! Muy pronto tendré mi título de arquitecta…”.

Diego levantó la mano. “Le pregunté a Javier, no a ti, Lisa”, dijo. “¿Qué hacen tus padres y cuáles son tus planes para el futuro?”.

Javier miró a Diego a los ojos. “Mi padre es conserje y mi madre es ama de casa. No tenemos dinero, Sr. Robinson, si eso es lo que está preguntando. Pero amo a su hija y estoy preparado para trabajar muy duro por ella”.

“Eso suena bien”, dijo Diego, burlonamente. “¡Trabajar muy duro, dices! ¿Y qué tipo de trabajo es el que haces?”.

“En este momento estoy trabajando en la universidad. Trabajo como camarero”, explicó Javier. “Vivo con unos amigos…”.

“¡Un indigente!”, gritó Diego. “¿Se supone que debo aceptar que mi hija se case con un vagabundo? ¿Crees que soy estúpido? ¡Fuera de mi casa!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

“¡Papá!”, gritó Elizabeth. “¡PARA!”.

Pero Diego, un hombre grande y fornido, tomó a Javier por el brazo y lo llevó hacia la puerta. Lo empujó con fuerza y el joven aterrizó con un grito en el piso de la entrada.

Elizabeth intentó correr hacia Javier, pero su padre la detuvo. “¡No vuelvas por aquí, perdedor! ¡Mi hija se merece algo mejor, y si realmente la amas, lo aceptarás!”.

Diego cerró la puerta de golpe y se volteó para mirar a su enojada y desconsolada hija. “¿Cómo pudiste, papi?”, dijo ella entre lágrimas. “¡Lo amo!”.

“Cariño”, dijo Diego. “Solo quiero lo mejor para ti. Si este joven te ama, hará cualquier cosa para merecerte. Así que vamos a ver qué pasa…”.

Pero nada pasó. Después de que lo echaran de la casa de su novia, Javier desapareció. Nunca volvió a ponerse en contacto con Elizabeth, y nunca atendió sus llamadas. Sus amigos dijeron que se había ido, y no sabían adónde.

Diego le dijo a su hija que esa era una clara señal de que Javier había sido un cazador de fortunas. Él había perdido el interés cuando vio que su juego había terminado.

Después de meses llenos de lágrimas, Elizabeth comenzó a pensar que tal vez su padre tenía razón. Cuando terminó la universidad tres años después, comenzó a salir con un hombre aprobado por su padre, Freddy Garrido, su mano derecha en su empresa y un hombre inteligente y ambicioso.

Publicidad
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Cuando Freddy le propuso matrimonio, Elizabeth reflexionó durante varias semanas antes de decir ‘sí’. Había estado a punto de casarse por amor y todo se había desmoronado.

No amaba a su nuevo novio, pero le gustaba y disfrutaba de su compañía, y él la trataba como si ella fuera una preciosa princesa.

“Si el amor puede morir”, se dijo Elizabeth, “también puede crecer…”. Esa noche, Elizabeth lloró por Javier por última vez y, al día siguiente, le dijo a Freddy Garrido que se casaría con él.

Fue la boda del año. Fue tan extravagante que apareció en la portada de todas las revistas de sociedad, y Diego no podría haber estado más orgulloso. Su hijita estaba casada con un buen hombre, tal y como siempre lo deseo

Publicidad

Los años pasaron con rapidez. Elizabeth estaba completamente entregada a su trabajo como arquitecta, y aunque no era feliz, aceptaba su vida con resignación. Diego a veces sentía que algo no estaba bien, pero con una sonrisa ella le decía que todo estaba bien.

Un día, el jefe de contabilidad de Diego se acercó a él luciendo muy preocupado. “Señor Robinson”, dijo. “Me gustaría tener una reunión con usted y el Sr. Garrido”.

“Me temo que tendrás que conformarte conmigo, Henry”, dijo Diego. “El Sr. Garrido se fue a Indonesia ayer. Está supervisando la reestructuración de la planta…”.

Henry se puso mortalmente pálido. “¿Se fue?”, preguntó. “Señor... ¡Eso es un desastre!”. Le temblaban las manos cuando le mostró a Diego las copias impresas que mostraban que Freddy Garrido había autorizado la transferencia de 210 millones de dólares a una cuenta en el extranjero.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

“¡Debe haber una explicación!”, exclamó Diego, y tomó su teléfono. Pero Freddy no contestó el teléfono y no estaba en Indonesia. Se había ido, y con él se fue la fortuna de Diego y los miles de puestos de trabajo que proporcionaba su empresa.

“Mi Elizabeth”, susurró. “¡Estará desconsolada!”.

Diego sintió un terrible dolor en su pecho y cayó de rodillas. A lo lejos escuchó gritos de auxilio de Henry y su secretaria; luego todo se oscureció.

Cuando se despertó, estaba en una habitación de hospital y Elizabeth, pálida y mucho más delgada, estaba sentada junto a su cama. “¡Papi!”, dijo al borde de las lágrimas. “¡Gracias a Dios!”.

“Lisa”, susurró Diego. “Lo siento mucho, me equivoqué con Freddy... lo siento mucho…”.

“Está bien, papá”, le dijo Elizabeth con suavidad. “Yo estoy bien. Solo lamento lo que te hizo a ti y a todos los trabajadores de la compañía”.

“¡Yo estaré bien mientras te tenga a ti! ¿Pero qué dicen los doctores?”, preguntó su padre.

Publicidad

“Tuviste un ataque al corazón, papá”, dijo Elizabeth. “Y has estado en coma durante tres semanas, pero el doctor Hurtado dice que puede operarte y así recuperarás la salud”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

En ese momento, entró un hombre alto con bata de médico. “Buenas tardes, Sr. Robinson”, dijo. “¿Cómo se siente?”.

“Débil”, respondió Diego. “Pero vivo. ¿Así que tú eres el hombre que salvará mi vida?”.

“Así es”, dijo el médico. “Soy Javier Hurtado”.

El doctor estrechó su mano y sonrió, y algo en esa sonrisa vino a su memoria. “Te conozco”, susurró. “Tú... Tú eres aquel chico... ¡El que eché de mi casa!”. Diego estaba pálido y sus manos temblaban.

Publicidad

“Por favor, Sr. Robinson”, dijo Javier, con mucha empatía, “No se altere. Eso fue hace mucho tiempo; yo lo dejé atrás, y usted también debería hacerlo”.

“Tú... ¿Tú me vas a operar?”, preguntó Diego.

Elizabeth se levantó y puso su brazo alrededor de Javier. Le sonrió a su padre y dijo: “Sí, papá. Verás, Javier es un experto en arreglar corazones rotos y ahora que ha reparado el mío, ¡va a encargarse del tuyo!”.

Seis meses después, Diego estaba de nuevo en pie y lo suficientemente sano como para llevar a su hija hacia el altar, donde se casaría con el amor de su vida. Ese hombre que ella nunca olvidó y que nunca la olvidó, el que había despreciado y que ahora llamaba hijo con orgullo, Javier Hurtado.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • No juzgues el valor de un hombre por su cuenta bancaria. Diego quería que su hija se casara con un hombre rico y exitoso, por lo que rechazó a Javier, pero la vida le enseñaría que había estado en un error.
  • Las personas de buen corazón no guardan rencor. A pesar de que Diego lo había humillado, Javier pudo disculparlo y lo operó para que pudiera tener una vida normal.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

Publicidad
Publicidad
Publicaciones similares