Esposa compra huevo de Pascua en mercado con sus últimos $50: esposo la sermonea hasta que lo abre accidentalmente - Historia del día
Un esposo arremete contra su esposa por gastar sus últimos $50 en un huevo de Pascua "peculiar" que compró en un mercado de pulgas. Pero de pronto, el hombre lo abre sin querer y descubre algo impactante en su interior.
Rosa y Jorge eran huérfanos que se casaron siendo jóvenes y construyeron una vida maravillosa con sus gemelas y tres niños. Pero su casa fue destruida por un incendio y se vieron obligados a vivir en un remolque.
La pareja trabajaba duro para llegar a fin de mes. Pero a pesar de su situación económica, criaron a sus hijos con cariño y nunca les hicieron sentir que se perderían algo por estar atravesando una situación difícil.
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No tuvieron grandes y lujosas fiestas de cumpleaños o vacaciones exóticas en la playa. Pero disfrutaron de modestos pícnics familiares o fogatas todos los fines de semana. Además, tenían los pasteles recién horneados de Rosa para las celebraciones y nuevos atuendos que la madre cosía para sus hijos.
Una vez, meses antes de Pascua, Rosa y Jorge planearon organizar una gran celebración para los niños. Habían comenzado a ahorrar con tiempo de antelación. Pero desafortunadamente, las cosas no salieron como esperaban y, al final, todo lo que tenían eran $50 guardados.
Para ahorrar en gastos, Rosa decidió ir a comprar decoraciones a un mercado de pulgas. Esperaba encontrar una corona hecha a mano y lindos huevos de plástico pintados. También una canasta y velas aromáticas, por mucho menos de lo que cuestan en una tienda normal.
Sin embargo, mientras caminaba por el mercado de pulgas, un peculiar huevo de Pascua llamó su atención. Tenía la forma de un conejito con una extraña sonrisa cómica y un impresionante estampado de girasoles y lavanda. Rosa no sabía la razón, pero no pudo evitar comprarlo.
"¿Cuánto por el huevo?", preguntó ella. El anciano que lo vendía se lo entregó y ella lo giró en su mano, recorriéndolo rápidamente con los ojos para verificar que no estuviera dañado.
"¡Esa es una elección maravillosa, señora!", dijo el vendedor, mientras sonreía. "Lo habría vendido por $70, ¡pero te daré un descuento especial de Pascua y lo haré por $50!".
"¿$50?", exclamó Rosa. "¡Eso es demasiado! Oh, estoy segura de que podrías bajar el precio un poco más", dijo dulcemente, con la esperanza de persuadir al comerciante. Pero todo fue en vano.
"$50 es el precio final, señora. O lo toma, o alguien más tendrá la buena fortuna de poseerlo", declaró con confianza.
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Rosa estaba en un apuro. Quería tener ese huevo. Sacó $50 y lo compró. Cuando llegó a casa y Jorge descubrió que había gastado sus últimos ahorros en un huevo, su ira no tuvo límite.
"¡¿50 dólares?!, Rosa. ¿Estás loca? ¡Ese hombre te estafó! ¿50 dólares por un huevo de adorno?".
"¡Oh, Jorge, vamos! Sé que parece una locura, pero mira el conejito. ¡Es divertidísimo! ¡Seguro que a los niños les encantará!".
"¡Divertido, Rosa! ¡Sabes que hemos estado ahorrando para esta Pascua durante mucho tiempo! ¿Cómo pudiste siquiera...?".
Jorge estaba tan furioso que le arrebató el huevo de la mano a Rosa y lo arrojó al suelo. Pero de repente, escuchó algo: un tintineo proveniente del interior. Cuando volvió a examinar el huevo, se dio cuenta de que dentro del conejo algo se movía ligeramente.
"Tiene algo dentro", dijo Jorge, torciendo la mitad superior del huevo y haciendo que se abriera.
En el interior, Rosa y Jorge descubrieron un colgante, una pieza de joyería que parecía estar hecha de diamantes.
"¿Un collar?", preguntó Rosa. "Se ve encantador. Alguien debe haberlo dejado adentro".
"¿A quién le importa?". Jorge se rio. "¡Parecen ser diamantes genuinos! ¡Necesito que lo evalúen!".
"Cállate, Jorge", expresó Rosa y le arrebató el colgante. "No me importa si es un diamante o no, ¡se lo devolveré al comerciante que me lo vendió! No quiero vivir del dinero de otra persona".
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"¿Hablas en serio? ¡Podemos mudarnos de esta furgoneta a una casa mejor! ¡Parece ser una prenda valiosa!".
"¡No me importa, Jorge! ¡Lo devolveré, y eso es definitivo!".
Rosa regresó al mercado de pulgas en busca del hombre que le vendió el huevo, pero no estaba allí. Les preguntó a algunos vendedores si sabían cuándo volvería, pero nadie sabía nada.
Rosa pensó que no volvería a verlo nunca más, pero entonces se le acercó una anciana que la llevó hasta un rincón.
"Él no va a volver", le dijo. "Deberías ir a su ciudad natal. Su nombre es Alfredo, se fue después de vender todo".
"¿Tan rápido?", preguntó Rosa.
"Ha estado queriendo irse a casa, pero no tenía suficiente dinero. Te vi comprándole ese huevo. Esa fue una de las últimas cosas que vendió. Espera, tengo su dirección. Solía ser mi vecino, pero luego me mudé a otra casa".
Rosa agradeció a la mujer por su ayuda y volvió a casa. Necesitaba dinero para viajar a la ciudad natal de Alfredo, pero no tenía, así que tuvo que pedírselo a Jorge.
"Hola, Jorge. Nos queda algo en el fondo de emergencia del mes pasado, ¿verdad? Recuerda que dijimos que lo usaríamos en caso de una emergencia. Supongo que podemos utilizar ese dinero para devolver el colgante".
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"¿Y qué te hace pensar que te apoyaría en eso? Te dije que vendiéramos ese collar, pero no me escuchaste. Entonces, ¿por qué debería hacerlo yo?", refutó con molestia.
"Eso es porque nuestra decisión es importante para nuestros hijos, Jorge". Ella tomó sus manos entre las suyas y le explicó pacientemente. "¿Quieres que nuestros hijos nos vean como personas que se aprovechan de los demás?”.
“Debemos devolverlo por el bien de nuestros hijos y darles un buen ejemplo, Jorge. Escucha, la Pascua está a la vuelta de la esquina y estoy segura de que Dios tenía algunos planes para que hiciéramos algo bueno, por eso nos encontramos con este huevo. ¿Podemos ir a su ciudad natal, por favor?”.
Habiéndose calmado un poco y dándose cuenta de que no tenía razón, Jorge accedió a la petición de Rosa.
Ese sábado, cuando visitaron a Alfredo en su ciudad natal para devolverle el colgante, el vendedor no pudo contener las lágrimas.
"¿Vinieron hasta aquí por esto? Oh, gracias, ¡gracias! Este colgante no es como ningún otro. Es de diamantes y es muy especial para mí". Abrió el dije que tenía la prenda y les mostró una fotografía en el interior. “Ellas son mi esposa y mi hija. Las perdí hace años en un accidente automovilístico".
Jorge y Rosa intercambiaron una mirada de lástima. "Lo sentimos mucho", dijo la mujer.
"Oh, no hay necesidad de eso. Pasen. Permitan que les prepare un poco de té. Y también podemos comer algunas galletas. ¿Está bien, niños?". Alfredo les sonrió a los hijos de Jorge y Rosa.
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Mientras Alfredo les traía el té, Jorge le hizo una oferta al anciano. "Bueno, señor", dijo. "Espero que no te importe si te pedimos que te unas a nosotros para las celebraciones de Pascua este año. Mi esposa y yo somos huérfanos y nuestros hijos nunca han tenido abuelos".
"Oh, me encantaría", dijo Alfredo sonriendo. "¡Gracias!".
Alfredo pasó la Pascua con Rosa, Jorge y sus hijos ese año y, hasta la fecha, la pareja considera que es la mejor Pascua que han tenido. Tal vez fue la sensación de que habían hecho lo correcto, razón por la cual tener a Alfredo con ellos los hizo sentir mejor.
A partir de ese momento, la pareja visitó a Alfredo durante las vacaciones de verano de sus hijos. Las mellizas y los chicos comenzaron a referirse a él cariñosamente como el abuelo Alfredo.
Así pasaron los años hasta que un día Alfredo partió hacia su hogar celestial. Jorge y Rosa se encargaron de los arreglos del entierro y sepultaron el colgante con él.
Unos días después del funeral, el abogado de Alfredo les envió un sobre. En el interior, encontraron una carta escrita por él junto con un conjunto de documentos.
"Queridos Rosa y Jorge,
Gracias por alegrarme la vida cuando este anciano no tenía ganas de vivir. Te estaré eternamente agradecido por lo que has hecho por mí. Así que decidí devolverle su amabilidad dejándole un pequeño regalo dentro del sobre”.
“Son los papeles de propiedad de mi casa. Espero que esto los ayude y que sus hijos tengan una vida mejor”.
Con amor, Alfredo Tomás".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las buenas obras vuelven a ti de una forma u otra: Rosa y Jorge le devolvieron el collar a Alfredo y, a cambio, el anciano les dejó su casa.
- La felicidad no depende del dinero: Rosa y Jorge no eran ricos, pero sabían disfrutar de las cosas sencillas con amor, por eso sus hijos tuvieron una infancia amorosa y feliz.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.