Bibliotecaria triste bota pila de papeles en contenedor de basura y oye una voz débil adentro - Historia del día
Un día, Janet tiró años de trabajo a un basurero. Pero justo cuando estaba a punto de irse, una voz extraña y un crujido del bote de basura la detuvieron. Al revisar con atención, hizo un descubrimiento que cambió su vida para siempre.
Janet Torres había estado sola la mayor parte de su vida. Nunca consideró casarse o tener hijos; no estaba interesada en tener una familia. Su pasión eran los libros y la escritura.
Había trabajado en la misma biblioteca durante 15 años, y pasaba sus días rodeada de lo que más amaba: los libros. Su amor por ellos la había llevado a escribir una obra de teatro seis años atrás.
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Sabía que la obra era fantástica, pero le había dado miedo de compartirla con alguien imaginando las críticas. También había escrito algunas novelas que acabaron en su armario por su inseguridad. Ella era sumamente tímida, y eso la hacía apartarse de las personas.
Solía quedarse en el trabajo muchas horas; no disfrutaba de llegar temprano a casa. Y en sus ratos libres leía y escribía. Así pasaban su vida.
Un día, durante una pausa para almorzar en su trabajo, decidió terminar una obra de teatro que tenía en mente desde hacía mucho tiempo. Estaba tan absorta en armarlo todo que no se dio cuenta de la hora y su jefe, Ronny, se acercó a ella.
Se enfureció cuando la vio inmersa en su “pasatiempo” en lugar de trabajar. “¡Janet!”, gritó a todo pulmón. “¿Te pago para que hagas esto? ¿Para qué pierdas el tiempo en tus pasatiempos inútiles?”.
“¡Discúlpame!”. Janet se puso en pie de un salto, aterrorizada. “Perdí la noción del tiempo. Pensé que podía terminar este proyecto durante mi hora de almuerzo”.
Él levantó la mano y golpeó su reloj con enojo. “¡Han pasado cinco minutos desde que terminó tu descanso! Mira, Janet, ¡hablo en serio! ¡Deja de perder el tiempo en ese ridículo pasatiempos y vuelve al trabajo!”.
“¿Crees que al escribir esas tonterías ganarás fama y fortuna?”, preguntó en tono de burla. “Mírate, Janet, eres muy tímida y eso no juega a tu favor. Y tus obras... ¡Son espantosas! Deberías considerar mejor botarlas o quemarlas... ¡Regresa a tu trabajo ahora!”.
Janet había tenido días terribles en su vida, pero la burla de Ronny por su obra la hizo pedazos. Agarró la pila de papeles y salió corriendo, bañada en lágrimas. Se sentía muy angustiada y no tenía rumbo fijo.
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Caminó hasta que se encontró con un bote de basura. Examinó la pila de papeles en su mano. “Ronny tiene razón”, se dijo a sí misma. "¡Todo esto es una tontería!”.
Janet arrojó la pila de papeles a la papelera y se dio la vuelta para irse, mientras se secaba las lágrimas. De repente, una voz débil, casi como el sonido de una respiración, la asustó.
Se dio la vuelta y no vio nada fuera de lo normal, por lo que lo descartó como un producto de su imaginación. Pero luego escuchó un crujido proveniente del interior del contenedor. Entonces supo que no estaba alucinando.
Se acercó al basurero, aterrorizada, y se encontró con los ojos más brillantes que jamás había visto. “¡Dios mío!”, gritó sobresaltada.
En ese momento, la niña de 6 años le hizo una pregunta: “¿Ya se fue?”, preguntó con voz chillona.
“¿Es una niña? ¿Qué está haciendo aquí?”, se preguntó Janet, con el corazón muy acelerado. Se calmó y preguntó en voz alta: "¿De quién estás hablando?”.
“Del perro”, respondió la niña. “Me estaba persiguiendo, y me escondí aquí. ¿Ya se fue?”.
“¡Ah!”. Janet hizo una pausa y miró a su alrededor. “Sí, sí, se ha ido. Sal de ahí”, dijo, ofreciendo su ayuda a la niña para salir del contenedor.
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Cuando salió, Janet le sacudió el polvo del vestido. “¿Cómo te llamas? ¿Y qué hace una niña tan pequeña aquí solita?”.
“Me llamo Nicole”, dijo la niña. “Vivo en un orfanato cercano. Estaba jugando con mis amigos cuando un perro comenzó a perseguirnos. Me escondí dentro del contenedor y no estoy segura de adónde fueron mis amigos. Tengo miedo de volver sola”.
“No te preocupes”, le dijo Janet. “¿Qué tal si te acompaño a tu orfanato? ¿Sabes la dirección?”
Nicole asintió. “Gracias... ¿Cómo te llamas?”.
“Janet”, dijo, sonriendo.
Nicole le devolvió la sonrisa. “Gracias, Janet”.
“Entonces, ¿vamos?”. Janet extendió su mano para que Nicole la sostuviera y las dos se dirigieron al orfanato.
Cuando estaba despidiéndose de la niña, ella le preguntó: “¿Vendrás a verme de nuevo? Me siento muy sola aquí. Mi mamá y mi papá se fueron al cielo”.
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“Sí, claro... lo haré encantada”, respondió Janet, conmovida.
“¡Gracias!”, dijo Nicole y entró corriendo.
Janet se sorprendió de haber accedido a volver. Nunca antes se había sentido cómoda con ninguna persona. Le gustaba mantener la distancia, pero por alguna razón, se había sentido distinta con la niña.
Janet no pudo dormir esa noche. No dejaba de pensar en Nicole y en la alegría que desbordaba. De hecho, extrañaba tanto a la niña que no pudo resistir la idea de visitarla. Al día siguiente, tan pronto como terminó su turno, fue hasta el orfanato.
“¡Janet!”, exclamó Nicole llena de alegría cuando la vio. “¡Viniste!”.
“Por supuesto que vine”, dijo Janet, abrazándola. “Y te traje un pequeño regalo”. Sacó un paquete de minicroissants y se lo dio.
“Gracias... ¿Qué son?”, preguntó, girando el paquete en sus manos varias veces.
Janet la miró con sorpresa. “Son croissants pequeñitos, Nicole. ¡Mira!, aquí lo dice”, dijo, señalando la etiqueta frente al paquete.
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“¿En serio? ¡Me encantan!”, dijo Nicole alegremente, abriendo el paquete y devorándolos. “No sé leer”, admitió.
“¿De verdad?”. Janet estaba atónita y entristecida por esta revelación. Decidió hablar con el director del orfanato al respecto y así se enteró de algo impactante.
“Bueno, señorita Torres. Hemos estado tratando de enseñarle, pero ella se resiste. ¡No parece estar interesada en lo absoluto!”.
Janet suspiró. “Eso no suena nada bien…”.
Se sentía preocupada de que Nicole no estuviera recibiendo la educación adecuada. Así que tomó las palabras del director del orfanato como un desafío y decidió intentar enseñarle a la niña por su cuenta. Comenzó a visitarla después del trabajo y a leerle sus libros.
Nicole vaciló al principio, pero después de algunos sobornos con chocolates y sus croissants favoritos, comenzó a leer. De hecho, aprendió tan rápido que en un mes estaba a la par con otros niños, y el director del orfanato estaba muy agradecido por eso.
“No podemos agradecerte lo suficiente”, dijo. “Parece que le gustas mucho a Nicole. Nunca la había visto acercarse tanto a alguien”.
Y fue entonces cuando Janet reveló lo que había estado rondando en su mente. “Siento lo mismo. En realidad, estoy pensando en adoptarla. Le preguntaré sobre eso. Solo espero que funcione. Espero que no haya ningún problema”.
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“Desde luego que no. Estoy seguro de que la niña estará encantada. ¡Buena suerte!”. El director del orfanato no se equivocó.
¡Nicole estaba encantada de tenerla como su madre! Después de que Janet la acogiera, la inscribió en una escuela normal y ahora sentía que tenía una razón para salir temprano del trabajo porque tenía a su adorable hija esperándola en casa.
Cuando llegaba, le leía a Nicole las obras que había escrito, las que habían estado guardadas por años en su armario. La niña las escuchaba extasiada.
Al crecer, Nicole eligió seguir una carrera en dirección. Incluso recibió una beca que le ayudaría alcanzar sus sueños. Pero entonces sucedió algo terrible.
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A Janet le encontraron un tumor. Necesitaba una cirugía inmediata, pero no podía pagarla. “No es canceroso”, explicó el médico, “pero debe ser extirpado lo antes posible”.
Nicole estaba angustiada. Aceptó un trabajo de medio tiempo para ayudar a pagar la cirugía de su madre, pero sabía que no sería suficiente. Compartió su situación con su profesor, Adam Barrios.
A él se le ocurrió una solución maravillosa. Conocía las obras de Janet, y le propuso a Nicole que presentaran una de ellas en un teatro local y usara las ganancias para pagar la cirugía.
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¡A Nicole le encantó la idea! Pidió la ayuda del profesor para reclutar actores de su universidad y montar el espectáculo. Muchos acudieron a la convocatoria y la presentación fue un gran éxito.
Janet estuvo presente en el espectáculo, y cuando vio a Nicole interpretar a uno de los personajes centrales, no pudo evitar que las lágrimas corrieran copiosamente por su rostro.
Cuando terminó la obra, Nicole llamó a su madre al escenario y dijo: “Gracias a todos por venir aquí hoy. Esta es mi maravillosa madre, Janet Torres. Ella es la creadora de esta obra. Tiene mucho talento y yo solo tengo palabras de agradecimiento para ella y para todos ustedes por su apoyo ¡Infinitas gracias!”.
Janet no podía creer lo que estaba pasando. ¡Su sueño se había hecho realidad! Y fue Nicole quien la había ayudado a conseguirlo. Sus obras de teatro alcanzaron mucha popularidad y gracias al dinero recaudado, pudo optar por la cirugía.
Después de recibir el alta, Janet reflexionó sobre lo ocurrido. Su diagnóstico, la recaudación de fondos y el éxito de sus obras. ¡Estaba entusiasmada! Sentía confianza; sus obras de teatro eran mucho mejores de lo que había imaginado.
Ese día tomó una gran decisión: renunció a su trabajo y se dedicó a escribir. Años después, su hija representó una de sus obras en uno de los teatros más importantes de su país.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El amor puede cambiar tu vida de muchas maneras. La decisión de Janet de adoptar a Nicole y criarla como propia no solo llenó de alegría su vida, sino que le dio la confianza para seguir sus sueños.
- Trabajar en aquello que amamos siempre es la mejor decisión. Janet disfrutaba escribir y leer, y ponía su corazón y su alma en todo lo que escribía. Al final, fue recompensada por ello.
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