Viuda en duelo descubre que herencia de su esposo es para los vecinos que se mudaron allí días antes de su muerte - Historia del día
El esposo de Mónica, Gerardo, murió de un ataque cardíaco repentino y la familia quedó conmocionada. Pero su sorpresa fue mayor cuando su abogado dijo que le había dejado todo a los vecinos. La razón fue impactante.
“Eso es imposible”, gritó Mónica García cuando su abogado leyó el testamento de su difunto esposo. Ella confiaba en que su hijo, Mark, heredaría el patrimonio, pero todo, excepto la casa, fue a parar a mano de sus vecinos, la familia Hernández.
Miró sorprendida a la señora Hernández y la vio intercambiando una mirada con su esposo. Sabían algo que ella no. “¿Qué está pasando?”, les preguntó directamente.
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El abogado trató de calmar la situación, pero Mónica estaba a punto de explotar. “Señora García, hay algo que debe saber... sobre nuestro hijo, Tomás, y su hijo, Mark”, comenzó a decir el señor Hernández.
Algunas semanas atrás…
Mónica y su esposo Gerardo estaban disfrutando una agradable mañana de sábado. Llevaban muchos años casados, y a pesar de su diferencia de edad de 18 años, se llevaban muy bien y su amor siempre había prevalecido.
Su hijo Mark ya tenía 25 años, y ellos estaban muy orgullosos de él. Los visitaba a menudo, a pesar de que vivía en otra ciudad. Ese día se había quedado a dormir y aún no se levantaba de la cama.
A los 77, Gerardo era la viva imagen de la salud, y Mónica pensaba que tendrían muchos más años juntos. Nunca se había preocupado mucho por el futuro ni llegó a considerar en lo que sucedería si él no estaba.
Su mañana fue interrumpida por un golpe en la puerta. Fue a abrir y vio a dos personas que les sonreían amablemente. “¡Hola! Somos los Hernández. Nos acabamos de mudar al lado y queríamos presentarnos. Espero que esté bien”, dijo la amable señora. Le ofreció un pastel a Mónica.
“¡Deberíamos ser nosotros los que les diéramos un pastel de bienvenida a ustedes! Pasen Hablemos un poco”, dijo con una sonrisa. “Ese es mi esposo, Gerardo”.
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El hombre mayor se puso de pie y saludó a sus invitados. Se sentaron en la mesa del comedor mientras Mónica servía té y pastel y comenzaron a charlar. Hablaron durante mucho tiempo antes de que Mark se despertara y bajara.
“¡Hijo! Conoce a los vecinos. Estos son Diana y Roberto Hernández”. Mark se acercó para presentarse.
“Es un gusto conocerlos. Pero tengo que darme prisa”, respondió el joven poniéndose la chaqueta. “Adiós, mamá, adiós, papá”
Mónica sonrió cuando su hijo se fue y no se dio cuenta de que los Hernández estaban congelados en su lugar, pero Gerardo sí. Mientras recogía, su esposo trató de determinar por qué sus invitados habían comenzado a actuar de manera tan extraña después de ver a Mark.
Pero Roberto se puso de pie abruptamente, anunciando que se iban. Mónica no entendía por qué se habían ido tan rápidamente.
“¿No notaste que comenzaron a actuar de manera extraña después de ver a Mark?”, le preguntó su esposo. Ella le resto importancia, y le dijo que lo dejara pasar.
Desafortunadamente, Gerardo no lo dejó pasar. Unos días después, lo vio llegar a casa con la cara muy pálida.
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“Cariño, ¿qué pasó?” le preguntó preocupada. Pero Gerardo simplemente negó con la cabeza, la besó en la frente y se fue a su dormitorio. En retrospectiva, sabía que debió haberlo presionado para obtener una respuesta.
Unos días más tarde, Gerardo sufrió un ataque al corazón inesperado, y los Hernández asistieron al funeral, lo que a Mónica le pareció muy amable. Sin embargo, nunca esperó verlos en la lectura del testamento, ya que apenas se conocían.
Presente…
“Mamá, cálmate, por favor. Debe haber una explicación para esto”. Mark tomó la mano de su madre y miró a los Hernández.
El hijo de ellos, Tomás, estaba allí y tampoco parecía entender lo que estaba pasando. “Mamá. Papá. ¿Por qué un extraño nos dejó todo su dinero?”, quiso saber.
Roberto finalmente respiró hondo y comenzó a hablar. “¿Recuerdas el día que nos conocimos? Hablamos durante mucho tiempo, pero cuando bajó tu hijo, nos fuimos?”.
Mónica asintió y frunció el ceño. “La razón por la que nos fuimos es que… tu hijo… luce exactamente igual que yo a su edad”.
“¿Qué?”, dijo Mónica, mirando a Mark. Ella siempre había pensado que Mark se parecía a su abuelo y que por eso no se parecía a Gerardo.
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“Bueno, unos días después de eso, Gerardo vino a la casa y comenzamos a hablar al respecto. Él también lo había notado, pero luego conoció a Tomás. Se sorprendió y nos mostró una foto de él cuando estuvo en el ejército”, continuó Roberto, sosteniendo la mano de su esposa en señal de apoyo. “Nuestro hijo y él eran idénticos”.
“No entiendo”, murmuró Tomás, y Mark pensó lo mismo.
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Diana habló. “Pagamos para que nos hicieran algunas pruebas de ADN y se confirmaron nuestras sospechas. Es probable que Tomás y Mark hayan sido intercambiados en el hospital, ya que ambos nacieron allí el mismo día. Gerardo iba a investigar más. Pero luego... bueno”.
“¿Por qué nadie me dijo esto?”, dijo Mónica. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Mark y Tomás se miraban el uno al otro, totalmente sorprendidos.
“Gerardo no quería alarmarte hasta que estuviéramos seguros. La prueba de ADN acaba de llegar, pero esperábamos más respuestas del hospital. Lo siento mucho, Mónica. Nunca imaginé que cambiaría su testamento y tan rápido”, trató de explicar Diana. “Nunca le pedimos nada”.
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“Entonces, ¿mi esposo decidió favorecer al hijo que nunca conoció? ¿Al que no crio sobre el que creció a nuestro lado?”. Mónica se lamentó y su hijo la abrazó con fuerza.
“Está bien, mamá. No necesito ese dinero”, dijo.
“No queremos ese dinero. ¿Verdad, mamá? ¿Verdad, papá?”, dijo Tomás con seriedad. “No podemos cambiar el pasado. Pero tengo una madre y un padre que me aman. Ellos son mis padres. No me importa lo que pasó en un hospital hace años. No necesito una nueva familia, ni el dinero de tu esposo. Así que, quédatelo, por favor”.
Mark asintió, todavía abrazando a su madre. “Tiene razón. Tengo a mis padres y no necesito nada más. No importa lo que diga el ADN o lo que haya pasado en el hospital, tú eres mi madre”, le dijo a Mónica, apretando sus brazos alrededor de ella.
“Te quiero mucho, hijo”, le dijo y lloró un poco más en su pecho.
Al final, las dos familias acordaron una distribución más equitativa de la herencia de Gerardo. Los chicos siguieron con sus vidas, sin darle mucha importancia al gran descubrimiento. Sin embargo, tanto Mónica como los Hernández se llenaban de nostalgia al ver a sus hijos biológicos, esos que no tuvieron la oportunidad de criar y amar.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los lazos del amor van mucho más allá de la sangre. Debido a un extraño incidente, Mark y Tomás fueron intercambiados al nacer, pero eso no cambió el hecho de cuanto amaban a los padres que los criaron.
- La comunicación y la honestidad son indispensables en una relación de pareja. Las decisiones de Gerardo sorprendieron a Mónica, quien ignoraba completamente todo lo que había ocurrido en sus últimos días de vida y el por qué decidió rehacer su testamento. Eso la lastimó profundamente.
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