Mujer vuelve a casa del trabajo y descubre que su hijo, quien se quedó con su padrastro, ha desaparecido - Historia del día
Sylvia era una madre soltera hasta que se casó con Daniel. Una noche, regresó del trabajo y descubrió que su hijo Oliver había desaparecido. Su esposo estaba en casa con el niño, y no tenía idea de donde podía estar.
Sylvia trabajaba como maestra en una escuela privada, y para cubrir sus gastos mensuales, daba clases particulares por las noches. Siempre estaba muy ocupada, por lo que no pasaba mucho tiempo con su hijo Oliver, de 8 años.
Él se quejaba por eso; quería que su madre le prestara más atención, jugara con él en el tiempo libre y soltara el celular de vez en cuando.
Una noche, Oliver comenzó a insistirle a su madre para que lo llevara a un parque de diversiones el fin de semana. Sylvia estaba absorta en la pantalla del celular y apenas le prestaba atención.
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Oliver quiso saber que la tenía tan distraída, por lo se asomó sobre su hombro para curiosear y vio que le enviaba un mensaje de texto a un tal Daniel.
“¿Quién es Daniel, mamá?”, preguntó.
“Es mi novio. Vendrá a cenar este viernes y…”, comenzó a decir su madre y al levantar la vista notó que Oliver tenía lágrimas en los ojos. “Lo siento, cariño”, dijo, avergonzada. “Pensaba contarte sobre él cuando viniera a casa”.
Oliver no dijo nada. Corrió a su habitación y cerró la puerta. Estaba celoso de Daniel y del tiempo que Sylvia le dedicaba, por lo que decidió hacerle pasar un mal rato.
Cuando Daniel llegó a cenar ese viernes, Sylvia preparó una rica sopa. Mientras ayudaba en la cocina a buscar los platos, Oliver añadió en secreto más chile en polvo y sal a la sopa del odiado novio.
Empezaron a comer, y Sylvia le preguntó a Daniel: “¿Qué te parece la sopa, cariño?”, con una gran sonrisa en su rostro.
Daniel casi no podía respirar por el picante, pero hizo un esfuerzo para forzar una sonrisa antes de responder. “Está deliciosa. Perfecta…”, mintió.
“Me alegra que te guste”, respondió ella, sonriendo. Y fue entonces cuando Daniel miró al sonriente Oliver y comprendió que todo era obra suya. Sin embargo, guardó silencio. Cuando Sylvia fue a la cocina, le dijo que no estaba enojado. El niño lo miró con odio.
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Después de la cena, Daniel y Sylvia se sentaron a pasar el rato con sus celulares, sin prestarle atención a Oliver. Eso siguió ocurriendo después de que celebraran su boda. El niño sentía que era totalmente invisible para ellos.
Un día, Sylvia, que era la maestra de su hijo, le pidió a todos los alumnos que escribieran un ensayo titulado “Mi deseo”. Oliver se había esmerado en su trabajo y esperaba con emoción a que su madre lo leyera, pero pronto se dio cuenta de que ni ella, ni Daniel, tenían el tiempo para revisarlo.
Esa noche, el niño decidió hacer algo drástico para llamar la atención de su madre. Buscó en internet trucos para fingir fiebre. Sorprendentemente, uno de ellos funcionó y esperaba que ella se preocupara por él.
Pero cuando trató de decirle que no se sentía bien, ella le dijo que tenía un compromiso urgente y lo dejó al cuidado de Daniel. Oliver estaba furioso y arremetió contra su padrastro.
“¡Déjame en paz! ¡Tú no eres mi padre! ¡Te odio!”, gritó antes de precipitarse a su habitación.
De camino a casa, Sylvia se detuvo en una tienda de comestibles para comprar algunos artículos esenciales y llamó a Daniel para preguntarle si necesitaban algo, pero él no respondió a su llamada.
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Eso era extraño, considerando que vivía con el celular en la mano. Así que lo llamó una y otra vez, pero no hubo respuesta.
Ahora estaba preocupada. Llegó a casa en unos minutos y notó que el teléfono de su esposo se estaba cargando en la sala y él estaba viendo una película en su habitación.
“Daniel, ¿Sabes cuántas veces te llamé?”, preguntó, irritada.
“¿Me llamaste? ¡Oh, lo siento, el teléfono estaba en silencio y cargándose!”, dijo, y siguió viendo su película.
“¡No puedes volver a hacer eso! ¡Prométemelo! ¡Estaba tan preocupada!”.
“Lo siento, cariño. Pero todo está bien. Ya no te preocupes. Vamos a ordenar tu pizza favorita esta noche. ¡Déjame compensarte!”.
“Está bien. Llamaré a Oliver”, dijo, y fue a su habitación. Cuando abrió la puerta, se sorprendió al ver que estaba vacía. Miró en el baño, debajo de la cama y en toda la casa, pero el niño no estaba.
“¡Daniel!”, gritó angustiada. “¿Dónde está Oliver? ¡No está en casa! ¡Ya lo busqué por todas partes! Estabas a cargo. ¿Dónde está mi hijo?”.
“¿Qué?”. Daniel hizo una pausa. “Lo dejé en su cuarto. Tal vez fue a la casa de un amigo... ¡Cálmate!, vamos a llamarlos a todos”.
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Buscaron la libreta de contactos de Oliver y comenzaron a llamar a sus amigos, pero ninguno de ellos sabía nada del niño. Sylvia entró en pánico, preguntándose dónde había desaparecido su hijo de 8 años y se hundió en su cama, llorando.
En ese momento, Daniel notó algo en la pantalla de la computadora de Oliver. Era el sitio web del parque de diversiones, adonde tantas veces había pedido que lo llevaran.
“Creo que sé donde puede estar”, dijo señalando la pantalla.
Condujeron hasta el parque y lo encontraron sentado en un banco, sosteniendo su bolso y comiendo helado.
“¡Oliver!”, gritó Sylvia. “¿Quién te dio permiso para salir de casa?”.
“Te pedí muchas veces que me trajeras…”, intentó justificarse Oliver.
“¡No voy a escuchar nada de lo que digas! ¡Estás castigado!. Nada de videojuegos durante todo un mes, ¡y ni siquiera vas a salir a jugar con tus amigos!”, interrumpió su madre.
Sylvia estaba tan furiosa que encerró a Oliver en su habitación después de que regresaran del parque. El niño cenó solo en su habitación.
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Antes de acostarse esa noche, Sylvia comenzó a leer los ensayos que había asignado a sus alumnos, y uno de ellos la hizo llorar.
“¿Qué te pasa, cariño?”, preguntó Daniel, preocupado. “¿Sigues molesta por lo que hizo Oliver? ¡Es solo un niño!”.
“Por favor lee esto”. Le entregó a Daniel la hoja de papel, y él comenzó a leer.
“Mi deseo es muy complicado”, comenzó el ensayo, “pero mi mamá siempre me dice que nada es imposible”.
“Lo que quiero es pedirle a un científico que me ayude a convertirme en un teléfono inteligente. Mis padres siempre están ocupados con sus teléfonos. Juegan juegos, se envían mensajes y sonríen después de leerlos, y pasan todo su tiempo libre en eso.
Tal vez, si me convierto en un teléfono inteligente, podré pasar más tiempo con ellos. Me prestarían atención, jugarían conmigo y estarían felices de verme. A menudo, cuando le pregunto a mamá si puede pasar tiempo conmigo, dice que no. Eso no me gusta. Quiero estar con ella.
Espero que algún día mi deseo se haga realidad porque si yo fuera un teléfono inteligente, sé que pasaría más momentos divertidos con mis padres”.
“¡Qué terrible!”, dijo Daniel al terminar de leer. “Me siento triste por el niño. Sus padres deben estar demasiado ocupados para darse cuenta de que quiere pasar tiempo con ellos. ¿Quién lo escribió? ¿Uno de tus estudiantes favoritos?”.
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“Voltea la hoja”, dijo ella. “Los estudiantes escribieron sus nombres en la parte de atrás”.
Daniel dio vuelta al papel y casi se le cae de las manos cuando vio el nombre. “¿Oliver?”.
Silvia asintió. “Nuestro hijo tiene razón. Estoy tan ocupada con el trabajo que apenas le presto atención. ¡Ni siquiera me di cuenta de lo mucho que quería ir al parque de diversiones!”.
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“Tienes razón, Sylvia. Yo también me siento horrible. Tenemos que compensarlo... Ven conmigo. Tengo una idea”.
Daniel y Sylvia fueron a la habitación de Oliver y lo encontraron sentado en su cama, mirando por la ventana. “Oliver”, dijo Sylvia. “¿Podemos pasar?”.
Oliver se dio la vuelta, todavía enojado con ellos. “Pueden hacer lo que quieran. Siempre lo hacen”, dijo y se volvió hacia la ventana de nuevo.
La pareja intercambió una mirada. “Bueno, Oliver”, dijo Daniel. “Estábamos pensando en hacer un pícnic este fin de semana, y nos preguntamos si te gustaría unirte a nosotros, solo nosotros tres. Si quieres, ¡también podemos ir al parque de diversiones!”.
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“¿De verdad?”. Oliver se dio la vuelta, emocionado. “¿Nosotros tres? ¿Realmente saldremos?”.
“Sí, cariño”, asintió Sylvia. “Y no usaremos los teléfonos. Tampoco lo haremos en casa a partir de ahora. Pasaremos más tiempo juntos”, dijo mientras se acercaba a su lado y lo abrazaba. “Me disculpo por no pasar más tiempo contigo, cariño. Acabo de terminar de leer tu ensayo. Por favor, perdónanos”.
“Yo también lo siento, Oliver. Debería haberme ocupado más de ti. Te prometo que no te decepcionaré de ahora en adelante”, agregó Daniel.
Oliver fijó su mirada en ellos por un momento antes de abrirles los brazos. “Está bien. Los quiero mucho. Estaba molesto porque me sentía invisible. Siento por la sopa, papá... Espero poder llamarte así”.
“Por supuesto que puedes, campeón. ¡Te quiero!”, dijo su padrastro y lo abrazó.
“¿Cuál sopa?”, preguntó Sylvia, confundida.
Daniel y Oliver se miraron y sonrieron. “Nada, mamá”, dijo Oliver. “Papá solo quería hacerme un poco de sopa una vez, y dije que no. Eso es todo”.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Es importante dedicarle tiempo de calidad a los niños y a la familia. Después de leer el ensayo de Oliver, Daniel y Sylvia reconocieron que pasaban demasiado tiempo en sus teléfonos y se estaban perdiendo el crecimiento de su hijo.
- Los niños necesitan atención y amor para crecer saludablemente. Oliver solo quería que sus padres estuvieran allí para él, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para llamar su atención. Era muy infeliz y eso lo hacía portarse mal. Tan solo necesitaba algo de atención.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.