Mamá le pide a señor mayor que cuide a sus 3 hijos: regresa a casa y no encuentra a nadie allí - Historia del día
Una madre soltera le pide a su vecino que cuide a sus hijos, y al regresar encuentra la casa vacía. Cuando estaba a punto de llamar a la policía, recibe una llamada de un número desconocido que le revela algo impactante.
Mónica Gómez era una madre soltera con tres hijos que acababa de mudarse a un nuevo vecindario después de su divorcio. Aún no había tenido tiempo de interactuar con sus vecinos.
Sin embargo, había escuchado hablar sobre su vecino Manuel Parra, de 82 años. Algunos decían que tenía problemas mentales, mientras otros rumoraban que había asesinado a su hijo.
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Mónica intentaba hacer oídos sordos a tal tipo de chismes. Sin embargo, cuando vio por primera vez al señor Parra, llamó su atención su atuendo andrajoso, su bastón viejo y su estilo de vida solitario.
Un día, Mónica regresaba del supermercado cuando se encontró con él. Estaba parado junto a un semáforo y cuando la luz se puso verde, comenzó a mirar a su alrededor. Ella se dio cuenta de que necesitaba ayuda para cruzar la calle, así que se acercó a él.
“Buenos días, señor Parra. Soy Mónica. Recientemente, me mudé a su vecindario. ¿Puedo ayudarlo con algo?”, preguntó suavemente.
El anciano le sonrió. “¡Hola, Mónica! ¡Sí, sí, te vi hace unos días! ¿Te importaría ayudarme a cruzar la calle?”.
“Claro que sí. Por favor, venga conmigo”, respondió ella, sonriendo.
Cuando los dos llegaron al otro extremo de la calle, el anciano le dio las gracias. “Eres una mujer amable, Mónica. Que tengas un buen día”, dijo y se alejó.
“¡Gracias! Buen día para usted también”, dijo Mónica, mientras lo observaba alejarse lentamente con su bastón.
Después de conocerlo, Mónica se dio cuenta de que era alma solitaria que todos juzgaban mal. Estaba decepcionada de que la gente difundiera esos rumores sin siquiera tratar de conocerlo.
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Antes de mudarse al vecindario, Mónica había dejado su trabajo anterior y estaba buscando uno nuevo. Cuando finalmente lo encontró, supo que estaría en un período de prueba durante la primera semana, trabajando 14 horas al día, incluidos los turnos de noche.
Mónica dudaba en aceptar el trabajo porque no tenía a nadie que cuidara a sus gemelos de 3 años, Boris y Adán, y a su hija de 5 años, Carla. Pero entonces Mónica recordó a su vecino.
Una vez, regresaba del parque de diversiones con sus hijos cuando vio al señor Parra sentado en una silla de descanso en su porche. Ella lo saludó, y durante la charla, él le reveló que sufría de insomnio.
Mónica pensó que podría pedirle que cuidara a los niños mientras ella estaba fuera, ¡incluso durante sus turnos de noche! Cuando ella le preguntó al respecto, él dijo que estaría encantado de ayudar.
Cuando el señor Parra llegó a la casa de Mónica, resultó evidente que se llevaba muy bien con los niños. Casi de inmediato comenzaron a jugar, mientras ella terminaba de arreglarse y se iba al trabajo.
“Muchas gracias, señor Parra. Estoy en el turno de la noche hoy, así que regresaré temprano en la mañana”, explicó antes de volverse hacia sus hijos. “No molesten al vecino, niños, ¿de acuerdo?”.
“¡Está bien, mami!”, respondió Carla alegremente.
“Que tengas un buen día en el trabajo. Y no te preocupes por los niños”, comentó el hombre, sonriendo, mientras todos se despedían de ella.
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Mónica se sintió aliviada de ver a sus hijos relajados y felices. Pensó que estaban en buenas manos. Sin embargo, cuando llegó a casa temprano en la mañana siguiente, vio que la puerta principal estaba abierta y no había nadie.
“¿Carla? ¿Boris? ¿Adán? Si están escondidos, ¡salgan ya! Mami tiene miedo”, dijo, pero nadie respondió.
El corazón de Mónica latía rápidamente mientras buscaba en toda la casa. También llamaba al señor Parra, sin recibir respuesta.
“¡Oh, Dios mío! ¿Qué hizo ese viejo con mis hijos?”. Estaba temblando de ansiedad y todos los horribles rumores sobre su vecino pasaron por su mente.
Estaba a punto de llamar a la policía y hacer la denuncia cuando de repente sonó su teléfono. La llamada era de un número desconocido y le informaron que su hijo Adán estaba en el hospital.
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Mónica llegó en pocos minutos, y se enteró de que su hijo había tenido un ataque de epilepsia y el señor Parra lo había llevado allí. Ella se había olvidado de contarle sobre la condición de Adam, pero el anciano había sabido qué hacer.
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La angustiada madre se echó a llorar cuando vio a Boris y Carla fuera de la habitación de Adán, junto a su anciano vecino.
“¡Ay, Mónica!, se lamentó el hombre al verla. “Adán tuvo un ataque y no quería dejar a los otros niños solos en casa, así que los traje conmigo. Me disculpo por no haberte llamado, pero era urgente traerlo lo antes posible. Le pedí a uno de los médicos que te llamara porque dejé mi teléfono. Lo siento mucho”.
Mónica se sintió terrible por haber dudado de él y a la vez, muy agradecida. Después de que el niño fuera dado de alta del hospital, ella comenzó a pasar por la casa de su vecino para ayudarlo con las tareas de la casa.
En una de esas visitas, él le contó que era viudo y que tenía un hijo llamado Luis Eduardo, con el que estaba peleado desde hacía algunos años. También era abuelo de una adorable pequeñita llamada Lily.
Cuando Mónica le contó sobre los rumores que corrían en el vecindario sobre que había asesinado a su hijo, el señor Parra se rio de buena gana. “Me siento tan mal”, admitió ella entre risas. “¡Para ser honesta, les creí por un breve momento!”.
Ella insistió en que debería llamar a su hijo e intentar hacer las paces, y al final lo convenció. El anciano lloró cuando Luis Eduardo y la pequeña Lily lo visitaron. Agradeció profundamente a Mónica por ello.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los rumores solo son eso, y nunca debes usarlos como referencia. El señor Parra era solo un anciano solitario y no un asesino o un enfermo mental como habían asumido sus vecinos.
- No permitas nunca que el rencor y el orgullo te alejen de tu familia. El anciano tenía años alejado de su único hijo y de su nieta, pero su agradecida vecina lo convenció de llamarlo y reanudar su relación filial.
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