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Una camioneta | Foto: Shutterstock
Una camioneta | Foto: Shutterstock

Viuda con 5 hijos alimenta a anciano pobre y después de un tiempo recibe camioneta nueva de regalo - Historia del día

Vanessa Guzmán
22 jun 2022
08:00

Cuando el esposo de Amanda murió, ella tuvo que aceptar varios trabajos para poder atender sus necesidades y, aun así, se le hacía difícil. A pesar de sus dificultades, comenzó a ayudar a un hombre mayor de su vecindario que no tenía mucho. Un día, tocaron su puerta y recibió una gran sorpresa.

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El esposo de Amanda, Marcos, murió hace unos años de un repentino ataque al corazón. De ser ama de casa, al cuidado de cinco niños, tuvo que aceptar varios trabajos para llegar a fin de mes. Incluso tuvo que mudarse a un vecindario menos costoso donde podía pagar el alquiler de una casa modesta.

No era lo ideal, pero era lo mejor que podía darles a sus hijos. Afortunadamente, los mayores eran adolescentes, que entendieron la situación y se ofrecieron para cuidar a los niños más pequeños.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Amanda siempre se sintió terrible por eso. No quería que sus hijos sacrificaran su juventud por la familia, pero no podía hacer nada, especialmente cuando tenía tres trabajos.

Por las mañanas limpiaba una casa en un elegante conjunto residencial. Al terminar iniciaba su turno como cajera en un supermercado. Además, tenía un trabajo nocturno en una tienda de conveniencia de una estación de servicio.

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Cada noche, sus piernas se sentían como gelatina cuando llegaba a casa, y la mayoría de los niños ya estaban dormidos para entonces. Los extrañaba y deseaba poder pasar más tiempo juntos.

Un acto de bondad al azar puede cambiar la vida de alguien.

Su hija mayor dijo que ayudaría a ahorrar dinero para comprar un automóvil. Los niños habían estado tomando el autobús escolar hacia y desde la escuela, pero Mía dijo que un vehículo podría ser una fuente de ingresos para ellos, gracias a las aplicaciones de entrega y transporte.

La joven adolescente tenía casi 15 años y no podía conducir de forma independiente, pero trabajaba en el cine local para ayudar.

La segunda hija de Amanda, Gisela, cuidaba a los niños después de la escuela. Ella tenía 13 años y cocinaba, bañaba y ayudaba con sus tareas. Amanda esperaba que algún día pudiera pagar todos sus sacrificios, pero por ahora, esta era su vida.

Al mediodía, Amanda caminaba hacia el supermercado para comenzar su turno allí cuando vio a un hombre mayor mirando la ventana de la panadería de al lado.

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El olor a pan recién horneado impregnaba el aire, y los deliciosos postres eran exhibidos en la ventada. Sin embargo, el hombre simplemente suspiró y comenzó a alejarse.

Amanda se sintió muy mal por alguna razón desconocida y detuvo al hombre. "Oiga, señor. Creo que lo he visto antes en la tienda", saludó.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

"Sí, por supuesto, jovencita. Trabajas en la caja registradora, ¿verdad? Es un placer verte", el hombre mayor inclinó su sombrero hacia ella y comenzó a alejarse.

"Espera. ¿Necesita algo? No lleva bolsas de la tienda y debo admitir que te atrapé mirando la panadería", dijo Amanda, sonriendo amablemente.

"Bueno, jovencita. Honestamente, hubo una gotera en mi techo este mes, y tuve que gastar todo mi mes de pensión en eso. No tengo mucho dinero para golosinas o comestibles. No hay nada como el pan de orégano y parmesano para hacer que se me haga la boca agua", dijo y se rio.

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"Pero no sé cuándo podré volver a comprar algo de eso. Todos los meses, los precios suben y mi dinero parece gastarse en un santiamén", comentó.

Amanda frunció los labios y le dijo que esperara. Corrió a la panadería y compró una hogaza del famoso pan de orégano y parmesano, que adoraba todo el vecindario. Era bastante caro en comparación con lo que podías conseguir en cualquier otro lugar, pero valía la pena.

Sabía que comprarlo dañaría sus finanzas, pero la mirada en el rostro del hombre mayor tiró de su corazón: "Aquí tienes", dijo, entregándole la bolsa cuando salió de la panadería.

"No puedo aceptar esto", trató de rechazar, pero Amanda insistió.

"Por favor, déjame hacer algo amable por alguien hoy. Todos deberíamos ser más amables unos con otros", continuó, dándole la bolsa. "Soy Amanda, por cierto. Me puedes encontrar en la tienda por las tardes. De hecho, mi turno está por comenzar. ¡Nos vemos!".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"¡Gracias! ¡Mi nombre es Héctor!", gritó el hombre mayor, y ella se despidió de él mientras corría a la tienda porque llegó un poco tarde después de ese encuentro. Pero pasó el resto del día feliz.

En los días siguientes, Amanda veía a Héctor a diario y le traía algo de comer. Por la noche, cuando preparaba el almuerzo del día siguiente para ella y los niños, también incluía algo para el hombre mayor.

Héctor estaba muy apenado por la ayuda que le estaba brindando constantemente Amanda, pero aceptaba lo que ella le daba. Honestamente, lo necesitaba, por lo que terminaba tomando cada comida.

Eventualmente, se hicieron amigos, e incluso se ofreció a cuidar a sus hijos si alguna vez lo necesitaba. Su oferta fue bien recibida porque sus hijos adolescentes mayores podrían aprovechar el descanso. Héctor vivía cerca de su casa y era conveniente.

Pero un día, Amanda salió de su puerta con los niños listos para la escuela cuando todos se detuvieron en estado de shock. "¡Mamá! ¿Qué es eso?", preguntó Mía. Vio que la boca de su hija se abría y su dedo apuntaba a algo.

Había una furgoneta nueva estacionada al frente de su casa. "Oh, debe ser un repartidor o algo así", dijo, animando a sus hijos mientras tenían que ir a la parada del autobús.

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"No, mamá. ¡Está estacionada y parece nueva!", intervino su otra hija, Gisela, mientras los otros niños la miraban emocionados.

"No sé por qué está ahí. Tal vez un vecino no tenía otro lugar para estacionar", dijo Amanda. Pero a su alrededor, notó muchos espacios de estacionamiento vacíos. No tenía sentido que alguien se estacionara frente a su casa. De repente, Héctor apareció detrás de la camioneta.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Sorpresa", dijo en voz baja.

"¿Qué?", preguntó confundida.

"¡Esto es tuyo!", reveló el hombre mayor. Los niños vitorearon encantados y tocaron la furgoneta por todas partes. Pero Amanda no podía creerlo todavía.

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"Héctor, ¿cómo conseguiste el dinero para algo así?", le preguntó ella, preocupada de que él hubiera hecho algo loco.

"Amanda, te has convertido en mi amiga y me has recibido en tu familia sin hacer preguntas. Nunca podré pagar eso, pero tenía un reloj viejo guardado. Pertenecía a mi abuelo, quien lo trajo de Alemania después de la guerra. Era muy valioso", dijo, palmeando suavemente su hombro.

"No puedo con esto. Ese dinero realmente podría ayudarte", se negó, con el rostro arrugado por la preocupación.

"Mía me contó sobre el auto que quería comprar, y de cómo hacer entregas podría ayudar a su familia más que sus muchos trabajos actuales. Tenía que pagarte de alguna manera", insistió Héctor con una sonrisa.

Amanda estuvo debatiendo con Héctor sobre el regalo por varios minutos hasta que Mía se acercó con una sonrisa. "Mamá, es posible que puedas dejar uno o dos de tus trabajos y dedicar más tiempo a esto. ¡Podrías pasar más tiempo en casa ahora!".

Al mirar el rostro esperanzado de su hija, Amanda se dio cuenta de cuánto la necesitaban más a menudo. Abrazó a Héctor con fuerza, agradeciéndole este gesto y toda su ayuda, aunque nunca quiso nada a cambio.

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Pronto, Amanda se registró con prestadora de servicio en aplicaciones de despachos a domicilio y comenzó a tener buenas ganancias. Algunos de los niños la acompañaban en varias entregas y siempre volvía a casa para la hora de la cena.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Un acto de bondad al azar puede cambiar la vida de alguien: Amanda decidió darle un pequeño obsequio al pobre anciano que estaba afuera de la panadería, y se convirtió en parte de su vida. Luego, él le devolvió su amabilidad con un gran gesto.
  • Todos necesitan ser mejores unos con otros: Los tiempos son difíciles para casi todos, y ayudar a alguien puede marcar la diferencia en el mundo.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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