Abuelo teje calcetines para niños huérfanos: se emociona al verlos en su puerta años después - Historia del día
Robert estaba en casa recordando que a su difunta esposa le encantaba tejer. Justo cuando pensaba que iba a pasar otro día de Acción de Gracias solo, aparecieron en su puerta unos visitantes inesperados.
"¿Alguien ha visto mi suéter?", preguntó Robert en voz alta.
Cuando tengas casi 75 años y hayas vivido solo durante los últimos ocho años como Robert, es posible que también empieces a hablar en voz alta, con los objetos de la casa.
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"¡Lo encontré!", los ojos de Robert se iluminaron.
Se lo puso con emoción y se miró en el espejo.
"Bueno, ¿qué te parece, espejo? ¿Me sigue quedando genial?", preguntó Robert.
"Mi esposa Gina me lo hizo unas semanas antes de morir", expresó.
Robert podía imaginarse a Gina sentada en la silla junto a la ventana, tejiendo durante horas y mirando a la gente que pasaba fuera.
Recordó lo emocionada que estaba cuando recibió su primer ovillo y sus agujas de tejer en su fiesta de jubilación.
"Se pasaba horas aprendiendo a tejer, practicando diferentes tipos de tejidos", dijo Robert mientras se sentaba en la silla junto a la ventana.
"Y la alegría de su cara cuando tejió sus dos primeros pares de calcetines para nuestros nietos recién nacidos. Estaba emocionada", dijo.
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Cuando a los bebés les quedaron pequeños los calcetines, su madre estaba a punto de tirarlos y Robert intervino. "Llevaré estos y algunas otras prendas al refugio para niños", dijo.
Esa fue la primera vez que vio la vida de los niños en un orfanato. A Robert se le rompió el corazón cuando observó a algunos de ellos con calcetines rotos.
"Así que llegué a casa y le dije a Gina que debía tejer más calcetines para los chicos del albergue. Y a ella le pareció maravilloso", recordó.
"Así que al año siguiente, Gina tejió más. Yo visitaba la casa de acogida cada mes, entregando nuevos pares de calcetines a los niños que los necesitaban”.
"Hasta que una tarde, mientras estaba leyendo en la cama, ella se acercó a mí con una extraña actitud”.
"Me besó, se recostó sobre mi pecho y dijo: ¡Te quiero, Robert!”.
"Y nunca se despertó de esa pacífica siesta”.
"Pasaron las semanas y el grupo de calcetines sin terminar yacía en su asiento tal y como lo había dejado. En un momento decidí aprender a tejer, para poder terminar lo que mi Gina empezó", dijo Robert, levantando sus gafas para secarse las lágrimas.
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"Empecé a tejer y a entregar los calcetines yo mismo. Pero mis visitas al refugio se convirtieron en mucho más que eso”.
"Un grupo de cinco chicos del orfanato solía esperar para verme cada semana”.
"Esos chicos eran enérgicos y traviesos, pero querían conocer el mundo que les esperaba fuera de la casa hogar".
Robert, al que le encantaba hablar con los niños, se sentaba con ellos en el césped y les contaba historias de valor y bondad, y les hacía preguntas que les hacían reflexionar.
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"Por otro lado, mis propios hijos pensaban que estaba loco. En primer lugar, no esperaban que un profesor de Física jubilado se dedicara a tejer. Y en segundo lugar, pensaban que era un tonto por hacerles regalos.
"Así que mi nuevo propósito de vida les dio a mis hijos una razón más para alejarse de mí. E incluso el día de Acción de Gracias, encontraron una forma de escabullirse para no venir a visitarme”.
Uno de los hijos de Robert le pidió fuera a su casa a visitarlo. "Debes tomar dos autobuses y caminar unos 15 minutos. Puedes hacerlo, ¿verdad?".
"Así que aquí estoy, solo, pasando otro Día de Acción de Gracias", suspiró Robert, mirando a su alrededor en la casa vacía.
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"Ojalá mis hijos y mis nietos entraran por esa puerta ahora mismo, con sus caras sonrientes y sus voces diciendo: ¡Feliz Acción de Gracias!".
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta.
Robert abrió la puerta, sin saber que su deseo estaba a punto de hacerse realidad.
"¡Feliz Acción de Gracias, abuelo Ro!".
Cinco jóvenes estaban de pie en su porche, aplaudiendo juntos. Sus rostros le resultaban vagamente familiares. Robert se tomó un momento para reflexionar y su corazón dio un vuelco cuando se dio cuenta de quiénes eran.
Eran los mismos chicos con los que Robert había pasado tiempo en el refugio años atrás.
“Esta es una sorpresa hermosa", pensó mientras abrazaba a cada uno de ellos y les daba la bienvenida a su casa.
Creyó que los chicos se habrían olvidado de él, sobre todo después de que todos encontraran padres adoptivos. Robert dejó de visitarlos por el deterioro de su salud.
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"Abuelo Ro, esperamos que te alegre nuestra visita. Vinimos a pasar Acción de Gracias contigo y nuestros padres también quisieron acompañarnos. Están fuera en sus coches. Vienen con comida y cosas para festejar. ¿Está bien si se unen a nosotros?".
Robert no podía estar más contento de conocer a los orgullosos padres de los jóvenes.
Ver cómo la casa vacía cobraba vida, era un sueño hecho realidad para Robert. Estaba muy feliz de tener compañía.
"Por cierto, ese suéter te sigue quedando muy bien", dijo uno de los cinco jóvenes. "Y te hemos traído algo para que lo acompañes".
Se colocaron alrededor de Robert y le entregaron un regalo. Un gorro, una bufanda de punto y un par de calcetines de lana hechos a mano. Todo estaba envuelto en papel dorado.
"Has conservado los calcetines que te tejí... ¡incluso después de todos estos años!". Robert no podía creer lo que estaba viendo.
"¡Todos lo hicimos! Los estamos guardando para nuestros hijos!", añadió otro joven.
Robert suspiró de alegría y rompió a llorar.
A partir de ese momento, el abuelo Ro siempre estuvo acompañado el día de Acción de Gracias, rodeado por las familias de aquellos cinco jóvenes que lo admiraban.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No olvides a las personas mayores que te han formado: Pueden ser tus profesores, los miembros de tu familia o personas como Robert que ocuparon un lugar especial en tus años de crecimiento. No los olvides: se merecen todo el cariño y el aprecio que podamos darles.
- La amabilidad siempre será recompensada: Robert demostró su bondad, no solo aprendiendo a tejer para poder hacer calcetines para los niños necesitados, sino también con los cinco jóvenes que le admiraban. Sus buenas acciones volvieron a él como una bendición en sus años de soledad.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.