Policías compran pizza para una chica sin hogar: luego ella los visita en un auto de lujo - Historia del día
Dos agentes de la policía se percataron de que una joven sin hogar tenía hambre y le ofrecieron pizza. Años más tarde se sorprendieron al verla en un coche de lujo.
Los oficiales Miguel y Pedro patrullaban diariamente diversos urbanismos de su comunidad y vigilaban a los indigentes de la zona.
Miguel redujo la velocidad del vehículo, mientras Pedro veía que las personas sin hogar tendían sus cartones y mantas para dormir la siesta.
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Justo cuando Pedro pensaba que todo parecía normal, vio una nueva cara dentro del grupo de indigentes. La chica estaba sentada en el suelo leyendo un libro.
"Hay algo raro ahí, ¿verdad Miguel?", le dijo su compañero señalando a la joven.
Su pelo parecía arreglado, su ropa se veía limpia y nueva, y estaba leyendo su libro como si su vida dependiera de ello.
Miguel echó un vistazo a la chica y estuvo de acuerdo. "Podría ser una de esas voluntarias o activistas. Pero sí, definitivamente hay algo extraño ahí".
Cuando Pedro y Miguel estaban a punto de salir del coche y acercarse a la chica, recibieron una llamada por la radio de la patrulla. Los policías tenían que acudir a la escena de un robo a unas manzanas de distancia.
Al ver partir a los oficiales, Milena cerró el libro y soltó un suspiro de alivio.
Al día siguiente, Miguel y Pedro volvieron a patrullar entre los indigentes para asegurarse de que no había nada fuera de lo normal.
"¡Ahí está otra vez!", dijo Miguel.
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Y a diferencia del día anterior, Milena no se percató de que los oficiales habían llegado al lugar. Estaba absorta mirando a un anciano.
El hombre comía un sándwich y Milena imaginaba que era ella quien lo degustaba. En ese momento, el anciano la sorprendió mirando su comida y la chica se sonrojó de vergüenza.
El sujeto se levantó y se dirigió a otro sitio lejos de la joven para disfrutar su comida.
Milena notó que todas las personas a su alrededor la miraban. Bajó la cabeza y empezó a llorar.
Pedro tenía una sobrina de la misma edad que esa chica, y no pudo ignorar su mirada de desesperación.
"Tiene hambre Miguel. Mírala", el oficial la observó y pensó lo mismo que su compañero. Miró su reloj y dijo: "¡Uy! Hora de comer".
Pedro salió del coche de policía y, aunque Miguel no entendía lo que hacía su compañero, le siguió.
Fue entonces cuando Milena vio a los policías. Al principio se asustó, pero cuando los vio caminar en dirección contraria, se sintió mejor.
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Su estómago gruñó. Enfadada por tener hambre, Milena cogió una fina manta de su mochila, se tumbó en el polvoriento suelo de cemento y se obligó a dormir.
Unos minutos después, la voz de un hombre desconocido la sobresaltó.
"¿Hola? Hola, señorita". Milena abrió los ojos y vio a los dos policías de pie ante ella.
Se incorporó sorprendida y se quedó paralizada.
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"¿Cuánto tiempo llevan aquí? ¿Han venido a detenerme? ¿Han revisado mis cosas?". Milena no podía pensar con claridad.
"No hay que tener miedo, ¿ok? Nos hemos dado cuenta de que tenías hambre, así que te hemos traído algo de comer. Toma, ten esto", Milena vio como uno de los policías le ofrecía una caja de pizza.
Todavía estaba conmocionada y su cuerpo se negaba a moverse un centímetro o incluso a hacer contacto visual con los hombres.
"Está bien. Lo dejaremos aquí para ti. Adelante, come", dijo Pedro.
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"Mañana se sentirá más preparada para hablar", expresó el experimentado policía.
Sin esperar el más mínimo reconocimiento de gratitud por parte de la chica, los dos hombres se alejaron tranquilos.
Al día siguiente, cuando los oficiales fueron al lugar, la chica no aparecía por ninguna parte. Pedro preguntó a algunas personas que vivían allí, y todo lo que obtuvo fue que la joven se dirigió a la parada del autobús, se subió a uno y se marchó.
Pasaron los años y Miguel y Pedro progresaron en sus carreras, pero seguían haciendo la patrulla vespertina con tanta dedicación como cuando empezaron.
Una de esas tardes, pasaban por la zona cuando vieron un coche negro de lujo detenerse.
"Parece que alguien está a punto de alegrar el día a estos indigentes", dijo Miguel, sabiendo que era habitual que la gente rica llevara comida y ropa a los pobres.
Pero no eran los indigentes los que se iban a llevar una sorpresa reconfortante. Fueron Miguel y Pedro.
Observaron con asombro cómo una cara conocida salía del coche. Tenía el pelo bien peinado, la ropa bien planchada y una cara inocente que ninguno de los dos había olvidado.
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"Espera ¿no eres tú la indigente que estuvo aquí hace tantos años?", preguntó Pedro a la mujer y miró a su compañero: "¿No te acuerdas, Miguel?".
Miguel creyó conocer su rostro y recordó todo cuando la dama contó su historia.
"Cuando me viste en la acera, asustada y hambrienta, estaba viviendo la peor semana de mi vida. Acababa de llegar a la ciudad esa mañana, con los ojos soñadores y a dos días de mi primer día de universidad".
"Pero en cuanto me bajé del autobús, me robaron el equipaje y el teléfono. No tenía dónde ir. Vengo de un pueblo pequeño y no conocía a nadie".
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Miguel y Pedro la acompañaron mientras ella seguía revelando lo que había pasado.
"Me costó incluso convencer a alguien de que me prestara su teléfono un minuto para poder llamar a mis padres".
"Todo el mundo me miraba porque iba demasiado vestida para ser una indigente. Un par de fotógrafos que pasaban por allí incluso me hicieron una foto sentada con los demás, como si fuera una especie de cuadro".
Los policías y Milena miraron a su alrededor, y todavía había gente que pasaba junto a los indigentes sin importarles su presencia.
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"No dejaba de pensar en todo lo que mis padres hicieron para cumplir mi sueño de ser médica”.
"Y cuando vi pasar un coche de policía", relató Milena, "me vinieron a la cabeza todas las historias de policías que había oído desde la infancia".
"Literalmente, habría pasado hambre antes de acercarme a pedir ayuda, así de asustada estaba".
Miguel y Pedro conocían muchas de esas historias de acoso y brutalidad policial. Sabían muy bien lo que se siente al ser vistos como un peligro.
"Pero entonces", dijo Milena con un cambio en su tono, "ustedes aparecieron con una pizza y lo cambiaron todo. Por fin conseguí algo de comer, aclaré un poco mis pensamientos y descubrí una forma de salir del problema".
"No teníamos ni idea de que estabas pasando por todo eso. Si lo hubiéramos sabido, podríamos haberte ayudado más".
"Hicieron más de lo que nadie estaba dispuesto a hacer. Y durante todos mis años en la universidad, seguí reviviendo ese momento en que me entregaron la pizza y se fueron. Me reproché por no haberles devuelto el agradecimiento”, les dijo.
"Está bien. Nos alegra ver que te ayudamos". Los oficiales estaban contentos de que la chica recordara el gesto de amabilidad.
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"Ahora que por fin soy médica y puedo permitírmelo, quería devolverles la amabilidad. Tenía la corazonada de que los encontraría aquí a estas horas, así que he venido en coche para darles esto", Milena metió la mano en el coche y sacó una tarta de manzana.
"¿Una pizza por una tarta? De haberlo sabido, habríamos comprado dos pizzas", bromearon.
"Miren debajo de la tarta", dijo Milena.
Miguel y Pedro se sorprendieron al encontrar un folleto de viajes.
"Este es mi mapa de la suerte: el que compré cuando soñaba con ser médico y viajar por el mundo".
"Quiero que señalen cualquier lugar en él y les regalaré un viaje con todos los gastos pagos para que vayan con sus familias".
Los policías se sintieron conmovidos por el amable gesto de Milena.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Ayuda a los necesitados: Miguel y Pedro podrían haber ignorado a la joven y seguir con su día. Sin embargo, decidieron ofrecerle una pizza sin esperar nada a cambio.
- Sé agradecido: Milena podría haber olvidado la amabilidad que le mostraron los policías. Sin embargo, no lo hizo y cuando pudo les retribuyó la ayuda.
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