Indigente repara el techo de una anciana abandonada por su hijo: ella le cumple el sueño de su infancia a cambio - Historia del día
Tras una dura infancia, un hombre quedó en la calle por un problema de salud. Un día, ayudó a una anciana con las goteras de su tejado y ella escuchó su desgarradora historia. Más tarde, la anciana le reveló una gran sorpresa que hizo que sus sueños se hicieran realidad.
A los 29 años, Miguel sufrió un ataque al corazón, el colofón de una vida dura. Su infancia no fue muy buena después de que su madre muriera cuando él tenía ocho años y su padre cayera en malos hábitos.
Las cosas se pusieron tan mal económicamente, que el hombre le quitó a Miguel su único consuelo, un saxofón que su madre le había regalado años atrás. Tiempo después murió, al incendiarse su casa, y Miguel fue enviado a un hogar de acogida.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Una vez que alcanzó la mayoría de edad, empezó a trabajar en la construcción con el sueño de recomprar su saxofón. Quería comprárselo a la misma persona a la que su padre se lo había vendido años atrás. Por suerte, el hombre aún vivía en su antiguo barrio.
Miguel ahorró durante años para conseguir su objetivo. Sin embargo, el vecino tomó su dinero y desapareció sin decir nada. Nadie volvió a saber de él y Miguel quedó destrozado.
Sin embargo, no estaba derrotado. En todo caso, estaba más motivado para ahorrar y comprar otro saxofón para poder seguir haciendo lo que le gustaba de niño: tocar jazz para los demás. Por eso, trabajó duro en la construcción, incluso aceptando los trabajos más peligrosos y extenuantes que había.
Desgraciadamente, su estilo de vida le provocó un ataque al corazón que lo dejó en cama durante varios meses. Perdió su empleo y finalmente su apartamento. A pesar de todos sus esfuerzos, acabó sin hogar, saltando de albergue en albergue y a veces alojándose en moteles baratos durante una o dos noches. Estaba demasiado débil para volver a la construcción, pero a menudo encontraba trabajo lavando platos en los restaurantes locales.
Una noche, llovía a cántaros, y Miguel se equivocó de camino, alejándose de su habitual refugio para indigentes y tropezando con un barrio modesto. Caminó con la esperanza de poder quedarse bajo un porche y esperar a que la lluvia disminuyera un poco.
Pero, de repente, la puerta de la casa de una anciana se abrió y le llamó. "¡Joven! Joven!", dijo agitando el brazo con fuerza. Miguel no sabía qué quería, pero tal vez le pediría que se quedara bajo su techo durante un tiempo, así que se acercó a ella.
"Buenas noches, señora", dijo, metiéndose bajo su toldo y limpiándose las gotas de lluvia de la cara.
"Joven, ¿qué hace usted ahí fuera con este tiempo?", le preguntó ella, cruzando los brazos de forma protectora.
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"No tengo a dónde ir", respondió Miguel, encogiéndose de hombros.
"Ah, bueno. ¿Sabes algo de reparar tejados?", preguntó la señora mayor con toda naturalidad.
"De hecho, sí", respondió con una sonrisa tímida.
"Bien, porque mi casa se está inundando ahora mismo. ¿Puedes ayudarme?", continuó ella, señalando el interior de su casa. Miguel se inclinó para mirar a través de la puerta, y ella tenía razón. Había varias goteras en el techo.
"Oh, señora. Esto es malo. ¿Tiene herramientas y materiales con los que pueda trabajar? Porque esas goteras no serán fáciles de arreglar”, le preguntó.
"No estoy segura... Mi hijo... solía arreglar mis cosas en mi antigua casa... pero cuando la vendí y me mudé a aquí, ya no se molestó", dijo la mujer mayor, rodeándose de nuevo con los brazos. "Pero puede que haya algunas cosas en el garaje. Vamos a echar un vistazo".
Miguel sintió curiosidad por sus palabras, pensando que si su propia madre siguiera viva, no la dejaría sola en un lugar así. Como mínimo, se aseguraría de que su techo estuviera en perfecto estado. Entonces la siguió y descubrió varias cosas útiles en su garaje.
"Soy Miriam, por cierto", dijo mientras él tomaba lo que necesitaba. "También hay una escalera por allí".
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"Soy Miguel, señora. Ya lo veo. Me pondré a trabajar enseguida", asintió él.
"¿Incluso con la lluvia?", preguntó ella, sorprendida por su fácil aceptación de ayudarla.
"Sí".
"Muy bien, te prepararé algo para cenar y un poco de chocolate caliente, y creo que aún tengo algo de ropa para cuando termines", sonrió Miriam y entró.
La lluvia no hacía más que arreciar, y Miguel hacía lo posible por llegar al tejado. El trabajo era más duro de lo que solía ser antes de su infarto, y se quedó casi jadeando después de terminar de reparar una sección. Pero siguió adelante para ponerse a prueba y asegurarse de que la casa de la mujer no sufriera más daños.
Cuando terminó, vio a Miriam utilizando una escobilla de goma para el suelo para sacar el agua de su casa. Miguel la tomó y le dijo a Miriam que secara otras partes de su casa. Siguieron trabajando durante un rato, ya que la lluvia no hacía más que empeorar. Pero al menos el tejado ya no goteaba y pudieron secar la mayoría de sus cosas.
Después, Miriam le dio la ropa que había encontrado y prácticamente le empujó a que tomara una ducha caliente. Hacía muchos años que no se duchaba con agua caliente. Fue una delicia. Se relajó durante todo el tiempo que pudo y luego salió rápidamente.
"Muchacho ven a la mesa. Vamos a comer. Espero que te guste la lasaña casera", dijo Miriam mientras sacaba un envase de su horno, y el delicioso aroma de la carne y los tomates golpeó su nariz.
"Oh, señora. Eso suena como un sueño hecho realidad", dijo frotándose las manos y sentándose.
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"No sé qué habría hecho sin ti, así que come todo lo que quieras. También tengo gelatina en la nevera para el postre", reveló ella, sonriéndole. Miguel se zambulló en la comida y se vio transportado a los pocos buenos recuerdos de su infancia cuando su madre cocinaba para él.
"Señora, cuénteme más sobre su hijo. No he entendido lo que ha dicho antes", dijo Miguel, y la señora mayor suspiró con fuerza.
"Bueno, es una larga historia", comenzó y le contó a Miguel todo sobre su hijo, al que crio sola después de la muerte de su marido. Tuvo varios trabajos para sacarlo adelante y años después, cuando él quiso montar un negocio, ella vendió su casa para darle el dinero.
Ahora residía en esta zona, en una vivienda vieja que necesitaba muchas reparaciones. "Me prometió que la arreglaría, pero nada. De hecho, le llamé cuando empezó a llover antes, pero me dijo que estaba ocupado y colgó. Entonces te vi y pensé que debía pedirte ayuda".
"Bueno, me alegro de haber estado aquí para ayudar y esta comida es un pago más que suficiente. Pero gracias también porque me habría quedado bajo la lluvia si no me hubiera llamado", dijo Miguel y alcanzó una segunda ración de lasaña.
"Háblame de ti. Dijiste que no tenías dónde ir. ¿Qué quieres decir?", preguntó Miriam, comiendo con delicadeza.
"Esa es una historia aún más larga, señora", bromeó él, pero ella le obligó a contarle todo sobre su dura infancia y su actual situación. "Pero mejorará. Acabo de demostrarme a mí mismo que puedo trabajar duro, así que quizá pueda dedicarme a la construcción y hacer por fin realidad mis sueños."
"¿Cuáles son tus sueños?".
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"Quiero conseguir un saxofón. De pequeño se me daba bastante bien, pero mi padre tuvo que vender el mío", respondió y le habló de su antiguo vecino estafador.
"Chico, veo que has tenido mucha mala suerte, pero también creo que está a punto de cambiar", aseguró Miriam.
"¿Por qué?", preguntó Miguel frunciendo el ceño de forma incrédula.
"Mi querido y difunto marido era profesor de música... de saxofón, y tengo varios de sus instrumentos todavía aquí", reveló Miriam.
Miguel dejó caer su tenedor lleno de lasaña.
"No...", respiró él, negando con la cabeza.
"Sí, los tengo. Así que come, y ya veremos lo que puedes hacer después de la cena", le indicó la mujer mayor.
Luego de recoger la mesa y lavar los platos, Miriam tomó uno de los viejos saxofones de su esposo y se lo entregó al chico. Miguel lo recibió con respeto, como si no pudiera creer que lo tuviera. Se lo llevó a los labios y tocó una de las melodías que conocía desde la infancia.
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Miriam se sentó y escuchó, sonriendo todo el tiempo. "Bueno, muchacho. Sí que tienes habilidades. A mi marido le habría encantado enseñarte. Tengo algunos de sus viejos libros de música. Puedes quedarte con ellos y con el saxofón también".
"No podría. Es demasiado", Miguel negó con la cabeza.
"Hiciste más por mí de lo que mi hijo ha hecho en años. Por primera vez en mucho tiempo, no me siento tan abandonada, así que por favor, tómalo. Hazlo mejor, y tal vez, te ayude a poner tu vida en orden. A veces, todo lo que necesitas es una pequeña cosa o un momento que cambie las cosas para mejor. Espero que este saxofón y este momento lo hagan por ti", le dijo Miriam con sabiduría, y el corazón de Miguel se llenó de calor y esperanza.
La mujer mayor también le ofreció el sofá para pasar la noche porque la lluvia no cesaba. Miguel salió al día siguiente y llamó a su antiguo jefe en la empresa de construcción. Por suerte, volvían a tener una vacante y lo contrataron a tiempo parcial. Después de ver que podía trabajar tan duro como antes, lo pasaron a tiempo completo.
Por la noche, se paraba en las esquinas y tocaba el saxofón, dejando un sombrero en el suelo para que la gente diera propina. Las mismas aumentaban a medida que mejoraba y pronto tocó versiones de las canciones más actuales que la gente adoraba escuchar.
Con su trabajo estable y la actividad musical paralela, encontró un pequeño apartamento para él y poco a poco fue ahorrando para arreglar bien el tejado de Miriam. Tras escuchar la historia, su jefe le ofreció un descuento y sus compañeros también trabajaron para la anciana por un precio más bajo.
La mujer mayor se sintió conmovida. "A partir de ahora, puedes pensar en mí como una madre, Miguelito, querido", le dijo, besando su mejilla cuando el tejado estuvo terminado.
Miguel asintió y aguantó las lágrimas hasta que regresó a su apartamento, donde liberó todo el dolor de su vida a través de los sollozos y se maravilló por todo lo que finalmente había recibido. Nunca daría por sentado el amor de Miriam ni el regalo que le había hecho.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Sé amable siempre que puedas porque seguramente te será retribuido: Miguel arregló el tejado de Miriam bajo la lluvia sin esperar nada a cambio. Pero ella le devolvió su gesto con un regalo que él valoraría para siempre.
- Nunca dejes de soñar y de trabajar por tus objetivos: A pesar de sus dificultades, Miguel nunca dejó de soñar con volver a tener un saxofón. Por fin hizo realidad su sueño, y fue mucho más de lo que había imaginado.
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