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Niño. | Foto: Shutterstock
Niño. | Foto: Shutterstock

Niño huérfano trabaja a diario para ayudar a su mamá adoptiva enferma: se entera de que un extraño pagó sus facturas médicas - Historia del día

Georgimar Coronil
17 oct 2022
20:00

Un niño huérfano estaba desesperado porque su madre adoptiva se enfermó. Intentó recaudar dinero para sus gastos médicos y recibió una gran ayuda.

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Cuando Sara entró por la puerta de la casa de acogida y le sonrió a Joel, surgió una conexión especial entre los dos.

El chico llegó al orfanato cuando su mamá biológica murió de cáncer. Joel había visto a muchos niños conocer a sus nuevas familias, ya tenía tres años allí.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Joel sabía que Sara era la indicada. Desde el primer día que se conocieron, establecieron un vínculo especial. Ella estaba divorciada, pero siempre había querido ser madre. Con Joel, su sueño se hizo realidad.

Durante mucho tiempo, Joel creyó que estaba a salvo. La terrible historia de haber perdido a su padre y a su madre, había terminado. Ahora sería un niño feliz.

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Pero un día, Sara se desmayó. Estaba en la cocina haciendo la cena, riéndose con Joel, cuando perdió el conocimiento.

Se le cayó la sartén y se quemó la mano, aunque solo lo sintió cuando se despertó. Joel insistió en que fuera al hospital para que la examinaran, y así descubrieron que estaba muy enferma.

Sara le dijo a Joel que no se preocupara, pero él la escuchó discutiendo por teléfono con el empleado del seguro sobre su cobertura médica. Al parecer, no cubría todo el tratamiento y ella no tenía suficiente dinero.

"¿Es por mi culpa?", preguntó Joel. "Sé que tener un hijo es costoso".

"¡No, cariño!", respondió Sara "¡Nunca pienses eso!".

Pero Joel lo hizo, y se preocupó. Recordó haber leído una vez en un libro que algunos niños vendían limonada para recaudar dinero. Tal vez él podría hacerlo. Pero necesitaba limones.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Fue al supermercado y compró una bolsa de limones y medio kilo de azúcar. Esa tarde, preparó dos jarras grandes de limonada y puso una mesita al frente de su casa.

"Un dólar el vaso", le dijo a sus vecinos. "¡Es la mejor limonada que podrán probar!".

A los adultos les pareció bonita la acción del niño. Cuando Joel contó el dinero, ¡solo tenía 8 dólares! El chico se dio cuenta de que, con lo que costaban los limones y el azúcar, apenas podía cubrir los gastos.

Estaba recogiendo la jarra y la mesa cuando vio una cartera tirada en el césped. La agarró y buscó un documento de identidad. Pertenecía a un hombre llamado David y vio la dirección de su casa. En ese momento, Joel observó un enorme fajo de billetes en la billetera, más dinero del que había visto nunca.

Tenía que devolverle la cartera a David, así que Joel guardó cuidadosamente el dinero en los bolsillos de su chaqueta, metió la cartera en el bolsillo de su pantalón y se fue.

Dos horas después, estaba llamando a la puerta del Sr. David. "Hola", le dijo. "¡He encontrado su billetera y su dinero!".

Le entregó la cartera a David y buscó el dinero en los bolsillos de su chaqueta. No estaba. Joel buscó desesperadamente en sus bolsillos una y otra vez, y luego rompió a llorar.

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"Yo no he robado su dinero", sollozó Joel. "¡Lo juro, no lo hice!".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

"Está bien, Joel", dijo el hombre con suavidad. "El dinero no era lo importante. Mira". David le mostró a Joel una foto que estaba metida en la cartera.

"Esta es la última foto que me hice con mi mujer antes de que falleciera", dijo. "Esto vale más que cualquier cantidad de dinero. Puedo ganar más dinero, pero no puedo reemplazar esto".

Joel no podía dejar de llorar. "Es la mala suerte", gritó. "¡Es mi culpa que Sara esté enferma, y es mi culpa que mamá y papá hayan muerto y que su dinero haya desaparecido!".

"Esa es una gran carga para un niño pequeño", dijo David. "¿Por qué no me lo cuentas todo?".

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Joel lo hizo, y David escuchó atentamente. Al final, estrechó la mano de Joel y le dijo que no se preocupara. "Tengo la sensación de que tu suerte ha cambiado, joven, ¡espera y verás!".

Tenía razón. Dos días después, Sara recibió una llamada telefónica. Le dijeron que alguien había pagado su tratamiento en una clínica exclusiva especializada en su enfermedad.

Joel la acompañó. Quería asegurarse de que Sara estaba bien. Para su sorpresa, la primera persona que vio fue a David, que llevaba una bata blanca y un estetoscopio.

"Hola, Joel", sonrió. "¿No te he dicho que tu suerte ha cambiado? Te ha traído a mi puerta, y te prometo que tu madre se va a poner bien".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

Las cosas maravillosas suceden cuando menos las esperamos: Joel pensaba que tenía mala suerte, pero gracias a él, Sara fue tratada por el mejor médico y se curó.

Vive cada momento y sé fiel a ti mismo: Joel y Sara aprendieron a apreciarse mutuamente y a aprovechar al máximo cada día que estaban juntos.

Comparte esta historia con tus amigos. Puede que les alegre el día y les inspire.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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