Chico ayuda a señora mayor a cargar sus compras: ve en su casa la foto de un niño que se parece a él - Historia del día
Un niño ayudó a una anciana a llevar sus bolsas de compras a casa y se sorprendió al encontrar dentro una foto de un chico que se parecía a él. El corazón de su madre se rompió cuando supo quién era ese niño.
“¡Lelo, lero! ¡Lero, lero!”. Ricardo iba caminando hacia su casa, con las manos en los bolsillos, mirando a los padres que recogían a sus hijos de la escuela.
La casa del niño de 9 años estaba cerca a una distancia caminable. Aunque estaba tranquilo con lo poco que su madre soltera podía pagar, a menudo deseaba que su padre estuviera con él para que mejoraran las cosas.
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“¡Jaaaaa!”, suspiró el chico. Iba corriendo a casa emocionado para comer su pastel de manzana favorito. De repente, una mujer mayor en medio de una calle muy transitada llamó su atención.
¡Ay no, se acerca un camión!”, exclamó, corriendo hacia la señora que luchaba por cargar sus bolsas.
El camión pasó a toda velocidad muy cerca de la mujer mayor y Ricardo mientras él la ayudaba a llegar a la acera justo a tiempo. Ella arrastraba sus pesadas bolsas, jadeando.
“¿Estás bien, abuela? Por favor, ten cuidado al cruzar la calle. No habías visto al camión”.
“Muchas gracias, cariño. No me había dado cuenta de la señal de tráfico cuando dejé caer mi bolso en el cruce de peatones”.
Ricardo suspiró aliviado y decidió ayudar a la anciana a llevar sus bolsas a su casa.
“¿Estás seguro? ¿No tienes que ir a algún lado?”, le preguntó la mujer.
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“No, mi casa está cerca. ¿Dónde está la tuya, abuela? Soy Ricardo, por cierto”.
“¡Franca!”, se presentó la mujer. “Mi casa está a diez minutos a pie de aquí”.
“Está bien, vamos entonces”, dijo el chico, levantando las pesadas bolsas.
Momentos después, llegaron a la casa de Franca y ella estaba más que complacida de invitar un refrigerio a su pequeño salvador por ayudarla.
“Cariño, ¿por qué no entras y tomas un poco de té y pastel de manzana?”.
Ricardo tenía hambre y no pudo resistir la oferta cuando la escuchó decir pastel de manzana. Él la siguió al interior y quedó asombrado. “¡Guau! ¡Tu casa es muy grande y bonita, abuela!”.
Justo cuando Franca servía un poco de té de la tetera y le servía la merienda, Ricardo se sintió atraído hacia un cuadro en la pared.
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“Ese chico en esa foto se parece a mí. ¿Quién es él?”, preguntó con curiosidad. “Y este pastel, lo he probado antes. Sabe exactamente como lo hace mi mamá”.
“Pero ese no eres tú, querido”, respondió Franca.
“¿No soy yo? Es extraño. ¿Me estabas espiando? ¿Qué hace mi foto aquí?”, replicó Ricardo. También le dijo a Franca que le contaría a su madre.Dominada por el miedo, Franca le reveló su historia al niño y le mostró algunas otras fotos para ganarse su confianza.
“Y él está en el extranjero. Es solo una coincidencia que se parezca a ti, nada más. Mira, ellos son sus padres. Ahora, ¿me crees?”.
“Mmmmm”. El niño estaba observando las fotos mientras dudaba.
Franca sonrió, fingiendo que estaba bien. Pero Ricardo rápidamente vio sus ojos llorosos y reconoció que estaba triste.
“¡Vaya! ¡Tienes un nieto que se parece a mí en todas estas fotos!”, exclamó el chico, mientras le daba otro bocado al pastel. “Lamento haber dudado de ti. ¿Estás bien? ¿Y dónde está él?”.
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Franca ya no pudo contener las lágrimas. “Han pasado dos años desde la última vez que lo vi. Vive con su madre en el extranjero y apenas viene a ver a esta abuela”.
Ricardo se conmovió y consoló a la mujer, prometiéndole volver a visitarle. Aun así, algo sobre su extraño parecido con el chico de la foto le hacía dudar. Se despidió de Franca y desapareció en la concurrida calle. Quería contarle a su madre lo que había visto.
“Y vi una foto, mamá. Te sorprenderás”, narraba felizmente a su madre, quien lo interrumpió a mitad de camino.
“¡Mi cielo, me alegro de que la hayas ayudado! Ahora date prisa, termina tu tarea. Tengo que irme temprano al trabajo mañana”.
Sara era camarera en un restaurante y, aunque le costaba llegar a fin de mes, siempre había querido lo mejor para su hijo. Ella hacía todo lo posible para criarlo bien, a diferencia de su exnovio, quien la dejó por una mujer rica cuando le dijo que estaba embarazada.
La madre le había mentido a Ricardo sobre su padre. Le había dicho que había muerto en un accidente para evitarle la amarga verdad. Y el chico le creyó ciegamente.
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Pasaron varios días cuando Franca se encontró por casualidad con Ricardo en el mercado mientras estaba con su madre. Ella felizmente se acercó a ellos, sabiendo poco sobre lo que se desarrollaría.
“¿Eres la madre de Ricardo?”, le preguntó la anciana a Sara.
“¡Ah, sí! ¿La conozco? ¿Nos hemos visto antes?”, respondió la madre, curiosa y confundida.
“Bueno, no nos conocemos. Pero conocí a tu hijo la semana pasada. Me ayudó a llevar mis bolsas de compras a casa”.
“Ah, ¿entonces fue usted a quien ayudó? Ricardo me habló de usted. Me alegro de conocerla, señora...”.
“¡Soy Franca! Y has criado a un niño muy adorable”, dijo la abuela. No dudó en invitar al niño y a la madre a su casa.
“¿Les importaría pasar por mi casa a tomar un té? Está cerca”, dijo Franca. Sara y Ricardo accedieron. La madre no tenía idea de que estaba a solo cinco minutos de distancia de descubrir la verdad más sorprendente de su vida.
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“¡Bonita casa!”, dijo Sara mientras se sentaba en la mesa del comedor, mirando alrededor. Entonces vio la foto. “Dios mío... ¿Usted estaba espiando a mi hijo? ¿Cómo se atreve?”, dijo ella furiosa.
“No, no, Sara, te equivocas”, dijo Franca, palideciendo después de ver que la cara de la madre se estaba poniendo roja de la furia.
“Entonces, ¿qué hace la foto de mi hijo en su casa?”.
Franca odiaba tener que llorar de nuevo, pero no le quedó otra opción. Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras le contaba su historia a la madre.
“Han pasado dos años desde que vi a mi nieto, Kevin”, explicó.
“Espere un minuto... su nieto se parece a mi hijo. ¿Cómo explica eso?”, replicó Sara, todavía sospechando algo.
“Un segundo, déjame mostrarte algo”, dijo Franca, quien se fue y regresó segundos después con una foto en la mano. “Este es mi hijo, David. Murió hace tres años en un accidente automovilístico. Kevin es su hijo”.
Los ojos de Sara comenzaron a brillar con lágrimas. Una chispa iluminó su rostro y comenzó a tartamudear. “¿D-D-David era su hijo?”.
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Al final resultó que, David era el exnovio de Sara que la había dejado cuando supo que estaba embarazada. La había dejado para casarse con una mujer rica y nunca más volvió con ella.
Sara se derrumbó en el sofá con la foto, narrando su trágico pasado a Franca, quien estaba igualmente sorprendida. La madre le mostró una foto antigua que tenía de David como prueba.
“Incluso me enseñó cómo hacer un pastel de manzana, diciendo que era la receta favorita de su madre”, exclamó Sara.
“Dios mío, lamento mucho que mi hijo te haya hecho esto. No sé qué decir”.
Sin palabras y sorprendida, Sara se fue a casa con Ricardo. Todavía no podía procesar el hecho de que una verdad tan impactante hubiera salido a la luz después de tantos años.
Se negaba a ver a Franca cada vez que pasaba por su casa. Luego le pidió un tiempo para poder asimilar todo.
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“Por favor, hablaré con usted cuando logre procesar todo. Por ahora, necesito un poco de tiempo para superar esto. Espero que lo entienda”, le rogó a la anciana la última vez que la vio.
Pasaron varias semanas y Sara no volvió a ver ni a saber nada de Franca. Una mañana, estaba a punto de ir a verla cuando recibió una llamada de un número desconocido, pidiéndole que visitara la oficina de un agente inmobiliario para hacer algunos trámites.
“La Sra. Fernández le dejó su casa y todo su dinero. Soy Darío Sánchez, su abogado”, dijo la persona que llamó. “Ella falleció anteayer”.
Sara estaba desconsolada y no podía aceptar la realidad. “¿Qué? ¿La Sra. Fernández murió?”, dijo llorando.
“Sí. Tenía una enfermedad terminal y había preparado su testamento recientemente. Dijo que estaba feliz de haber pasado sus últimos días en paz. Visite al agente de bienes raíces para completar el papeleo y nos encontraremos pronto”.
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Más tarde, Sara y Ricardo fueron a la casa de Franca, desconsolados porque ella ya no estaba allí para darles la bienvenida. De repente, vieron un sobre sobre la mesa de la cocina que estaba dirigido a ellos. Curiosa, la madre lo recogió y lo abrió.
Sara, gracias por alegrar mi vida que estuvo oscura durante demasiado tiempo. Espero que ya no estés enojada conmigo. Por favor, perdona a mi hijo por lo que hizo. Te agradezco por criar a un niño tan maravilloso y estoy segura de que estarás feliz de mudarte a mi casa.
También te he dejado mi saldo bancario. Mi abogado hablará contigo sobre lo que debes hacer. Por favor, perdóname. Mis bendiciones siempre estarán contigo y con Ricardo. — Con amor, Franca
Sara lloró como una niña después de leer la carta. Fue a la tumba de Franca y pasó el resto de la noche llorando. “Lo siento. Perdono a tu hijo... ¡y gracias!”, exclamó mientras el cielo de la tarde se iluminaba con estrellas y una nueva esperanza.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Vale la pena ser amable con los demás. Ricardo ayudó a Franca a llevar las bolsas de su compra a su casa. Ella se conmovió por su amabilidad y lo invitó a él y a su madre a tomar el té más tarde. Luego descubrió que el niño era su nieto. Antes de morir, les dejó a Ricardo y a su madre su casa y su dinero como muestra de disculpa, buscando el perdón hacia su hijo.
- A veces, debes perdonar a las personas y superar ciertas cosas antes de que sea demasiado tarde. Cuando Sara decidió aceptar la disculpa de Franca y reunirse con ella, se enteró de que la anciana había muerto. En última instancia, solo pudo disculparse y expresar su pesar ante la tumba de Franca.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.