Cuidé de mi gemelo discapacitado cuando nuestros padres se divorciaron: años después él cuida a mis hijos a cambio - Historia del día
Esta es la historia de dos hermanos gemelos que fueron inseparables durante su infancia, hasta que el destino los distanció. Años más tarde, tuvieron la oportunidad de volver a encontrarse, pero ¿las cosas volverán a ser iguales entre ellos?
No recuerdo una sola tarde de nuestra infancia en la que Tony y yo no estuviéramos tirando piedras al viejo lago de nuestra ciudad natal, hablando de nuestros sueños y temores.
Vivíamos en la casa más pobre de la cuadra y, sin embargo, éramos los niños más felices del vecindario. “Tornados gemelos”, nos llamaban los vecinos por lo traviesos que éramos.
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Estoy seguro de que la mayoría de los adultos del vecindario desconocían que nuestros nombres eran Tony y Tadeo. Éramos gemelos idénticos, y no creo que hubiera alguien capaz de diferenciarnos, excepto por la silla de ruedas de mi hermano.
Mi campeón, mi amado Tony, fue diagnosticado con una discapacidad que lo hizo tener que usar una silla de ruedas desde los cuatro años. Pero aunque sus pies no se movían, su espíritu era libre.
Tony amaba todos los deportes, y era el único que podía superar mis mejores movimientos de baloncesto. Nos conocíamos como nadie más y nos defendíamos mutuamente.
Hubo una fase en nuestras vidas cuando vi a Tony en su punto más débil. Fue cuando teníamos 15 años y las cosas iban de mal en peor entre nuestros padres.
Nuestra madre solía expresar en voz alta lo arrepentida que se sentía por haberse casado con papá. Nos contaba cómo había roto todas las promesas que le había hecho de darle una vida cómoda.
Y nuestro padre era un hombre que ponía a sus amigos por encima de su familia. A pesar de que éramos muy pobres y apenas teníamos lo suficiente para llenar nuestros estómagos, él podía gastarse lo poco que tenía para ayudar a sus amigos en crisis.
Esta diferencia entre mamá y papá se hizo cada vez más grande hasta que los volvió amargados y resentidos. Cuando nos sentaron un día y nos dijeron que se iban a divorciar, Tony se derrumbó y les rogó que resolvieran las cosas.
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“Ya tengo un cuerpo roto, ¡por favor, no rompan nuestro hogar!”, les pidió llorando.
Sin embargo, ellos ya habían tomado su decisión y Tony estaba devastado. Y aunque yo también lo estaba, tenía que ser fuerte por mi hermano que se había encerrado en la habitación.
Mientras mamá y papá estaban ocupados peleando en las oficinas de los abogados y los tribunales, Tony tenía una fiebre constante. Durante semanas, yo era el único que lo cuidaba. Le hacía sopa, le daba baños de esponja y lo calmaba cuando lloraba de dolor.
Y mi mundo se destrozó cuando mis padres finalmente se divorciaron y decidieron quedarse cada uno con uno de nosotros. Nos separaron, a los niños más felices, en un santiamén. ¿Cómo pudieron hacer eso?
Durante años, estuve solo con mi padre, tratando desesperadamente de averiguar sobre Tony. Le preguntaba a viejos amigos, me escabullía en la habitación de papá y revisaba su billetera o el teléfono en busca de una pista. Pero todo fue en vano.
Eventualmente, mi padre falleció y, a la edad de 24 años, conocí y me casé con la mujer de mis sueños. Crecí en medio de la pobreza, y mi escasez de dinero parecía no terminar en la adultez, al lado de mi esposa y mis dos hijos.
Pero éramos muy felices con lo poco que teníamos, hasta que una tragedia lo cambió todo. Hubo un incendio en la casa de nuestro vecino y mi esposa murió tratando de salvar a una anciana que vivía adentro.
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Me había quedado solo con mis bebés, Jessica y Mariana. Eran la única familia que me quedaba. O eso pensé.
Una noche, estaba llorando hasta quedarme dormido cuando recibí una llamada telefónica. La voz que escuché era inconfundible. Mi corazón se estremeció y sentí que podía respirar de nuevo.
“¡Tony! ¿Cómo estás, hermano? Te he extrañado muchísimo”. Mi voz tembló y caí de rodillas al suelo.
Supe que mi madre y mi hermano se habían mudado a otro país. Tony tuvo una vida muy diferente a la mía. Supe qué mamá había muerto poco después de que se mudaran a España, y él tuvo que valerse por sí mismo antes de cumplir los 18 años.
Pero se tomó estos problemas con calma; pudo pagar su propia educación y se destacó en todo lo que hizo. En este momento, se había convertido en el gerente regional de un banco en mi ciudad.
Recuerdo no poder dormir por la emoción de volver a encontrarme con mi hermano después de todos esos años. Nos reuniríamos en un café al día siguiente. Pero una vez más, el destino me dio una mala mano…
En el momento en que vi a mi hermano al otro lado de la calle, di mis primeros pasos para cruzar y un automóvil vino a toda velocidad. Volé en el aire antes de aterrizar a unos metros de distancia, inconsciente.
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Recuerdo haber pensado en mis hijas y mi hermano antes de desmayarme de dolor. Dos días después, abrí los ojos y me encontré en una habitación de hospital con mis niñas sentadas a mi lado en la cama.
Estaban escuchando atentamente a un hombre frente a ellos, que estaba contando una historia que sonaba extrañamente familiar. Era una historia de mi infancia. Y solo había otra persona en el mundo que conocía esa historia.
“¡¿Tony?! ¡Dios mío, Tony!”. Mi hermano y yo nos abrazamos incómodos entre la silla de ruedas y mi cama de hospital. Había soñado con ese abrazo un millón de veces. Y me llevó a la época en que éramos niños, tirando piedras al lago y hablando de dominar el mundo.
Habían pasado décadas desde entonces. Debido a mi accidente, estuve en silla de ruedas durante un año. Tony encontró eso muy gracioso; decía que éramos “tornados gemelos en silla de ruedas” y se dedicó a enseñarme a jugar al baloncesto sobre ruedas.
Todo ese año, mientras me esforzaba por recuperarme, Tony estaba en casa, cuidando a mis hijas, enseñándoles las mismas travesuras que yo le había enseñado en la infancia y pagando mis cuentas. También buscó un nuevo y mejor hogar para mudarnos.
“Cuidaste de mí durante toda mi infancia, y solo puedo hacer lo mismo por ti, Tadeo”, me dijo, secándome las lágrimas.
Finalmente, pude ponerme de pie nuevamente y estaba listo para un nuevo capítulo en nuestras vidas. Me había reencontrado con mi hermano, y esta vez, nada nos iba a separar.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los hermanos son para siempre: El destino había obligado a Tony y Tadeo a vivir separados durante varios años. Cuando volvieron a encontrarse, su conexión siguió siendo igual de profunda, a pesar de todos los desafíos que la vida les había presentado.
- No es justo que los hijos sean separados a consecuencia de un divorcio: Los padres de Tony y Tadeo decidieron separar a los gemelos tras su divorcio, lo que afectó la vida de ambos. Ellos jamás debieron vivir eso, ni ningún otro niño. La familia debe estar unida, aun cuando los padres se separen.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.