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Fachada de una casa deteriorada | Foto: Shutterstock
Fachada de una casa deteriorada | Foto: Shutterstock

Hombre rico sigue a su hijo de 12 años, entra a una casa abandonada y lo ve con un bebé en brazos - Historia del día

Mayra Pérez
13 dic 2022
15:40

Un hombre fue a recoger a su hijo de la escuela, pero lo vio entrar en una casa abandonada. Se sorprendió al descubrir que el niño sostenía a un bebé en sus brazos. Sin embargo, la verdadera sorpresa llegó cuando supo la verdad.

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“¿Has notado que Eduardo ha estado actuando un poco extraño últimamente?”, le preguntó Robert a su esposa, Carina. El niño se acaba de ir a la escuela.

Ella se encogió de hombros. “Bueno, sabes que está llegando a la adolescencia. Eso sucede a veces. Pero también has estado muy ocupado con el trabajo”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

“Lo sé… Me tomaré la tarde libre y lo recogeré. Tal vez podamos ver la nueva película de Marvel. ¿Quieres venir?”.

“No, creo que a ustedes les vendría bien un tiempo de padre e hijo. Nadie quiere que la madrastra se entrometa en eso”, Carina negó con la cabeza y se rio.

“No te entrometerías”, lo aclaró Robert. Él amaba el humor de su esposa, pero su afirmación era correcta. Necesitaba pasar tiempo con su hijo.

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En la tarde, detuvo su auto frente a la escuela de Eduardo y miró su reloj mientras los niños salían lentamente del edificio. Algunos de ellos, como su hijo, se marchaban en autobús, mientras que a otros los buscaban sus padres. Así que sería una sorpresa para el niño.

Finalmente, Eduardo salió de la escuela y Robert tocó la bocina. Su hijo no levantó la mirada. Estaba concentrado en algo que tenía en la mano, pero él no podía ver bien qué era. Segundos después, el niño comenzó a correr por la calle.

Eso no era propio de él. Eduardo era un buen chico. Siempre llegaba a tiempo a casa y nunca se metía en problemas. ¿Podría estar escondiendo algo? ¿Era esta la razón por la que estaba tan distante últimamente? Robert se preocupó y encendió el auto para seguirlo.

Para su sorpresa, su hijo entró en un lado extraño de la ciudad con casas abandonadas y se metió en una de ellas. “Oh no. Debe estar haciendo algo raro”, dijo Robert, estacionándose rápidamente y corriendo para proteger a su hijo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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El sonido del llanto de un bebé y el olor a aire viciado asaltaron sus sentidos cuando cruzó la puerta. “¡Eduardo! ¡Eduardo! ¿Estás bien?”, gritó, preocupado.

“¿Papá?”, preguntó Eduardo, confundido, y Robert siguió el sonido de su voz.

“Eduardo, ¿qué está pasando?, ¿qué haces aquí?”, preguntó, ahora desesperado.

“Papá, mira”, dijo su hijo, y Robert no supo cómo reaccionar

Su hijo de 12 años sostenía a un bebé que lloraba en sus brazos. Robert pensó lo peor. “¿Es tu bebé?”, preguntó, angustiado. Había leído que los niños de hoy en día maduran demasiado rápido, y parecía estar ante un terrible escenario.

“¿Qué? ¡No! Papá, por favor”, dijo Eduardo, exasperado, y metió la mano en su bolsillo, sacando una hoja de papel.

Robert lo tomó en sus manos y comenzó a leer, frunciendo el ceño cada vez más a medida que avanzaba.

“Él es mi hermano”, explicó Eduardo antes de que su padre pudiera decir algo.

Cuando su hijo tenía solo dos años, la situación laboral y económica de Robert era muy precaria. La madre de Eduardo, Sarah, decidió abandonarlos. Había conocido a un hombre muy rico.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

La vida había mejorado mucho desde entonces. Había conocido a Carina, su actual esposa, y juntos habían comenzado una empresa que había despegado y después de algunos años, tenían una buena fortuna.

La carta que tenía en sus manos había sido escrita por Lucas, el hombre con quien se había ido Sarah. En ella explicaba que su esposa había muerto en el parto y que no quería hacerse cargo del bebé.

“¿Cuándo recibiste esta carta?”, preguntó Robert, furioso. “¿Es por eso que has estado raro y distante últimamente?”.

“No, papá. Reprobé el examen de matemáticas y no quería decírtelo”, respondió el niño. “La carta estaba hoy en mi casillero, e indicaba esta dirección. Tenía que venir. Después de todo, es mi hermano”.

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Robert respiró hondo, tratando de controlarse. No le importaba un estúpido examen de escuela primaria. “No, ese bebé no es tu responsabilidad. Tu madre nos abandonó”, dijo lentamente.

“Lo sé. Pero igual es mi hermano. Tenemos que hacer algo. No puedo dejarlo aquí”, dijo Eduardo, meciendo al bebé y mirándolo con amor.

Robert sabía que su hijo tenía razón, al menos sobre no dejar al bebé en esa casa abandonada. La única alternativa posible en ese momento era llevárselo a casa.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Vamos a casa. Allá trataremos de encontrar una solución”, dijo Robert. Estaba seguro de que su esposa encontraría la mejor manera de manejar esta difícil situación.

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“¿Qué quieres decir con que podemos mantenerlo? ¿Crees que es la mejor solución?”. Robert cuestionó a Carina, quien había sugerido que se quedaran con el bebé.

“Es el hermano de tu hijo. No podemos abandonarlo. Es familia”, continuó Carina, frunciéndole el ceño.

“¡No es mi familia! ¡No! ¡No puedo criar al bebé de mi exesposa con otro hombre!”, exclamó, cada vez más enojado.

“¡Papá! Esto no es justo. Es solo un bebé, y mamá murió. Es inocente y está solo en el mundo. Además, me gustaría mucho tener aquí a mi hermano”, expresó Eduardo, pero Robert se giró y levantó el dedo.

“Ve a tu habitación, Eduardo. Por favor”, dijo con los labios apretados.

El niño de 12 años negó con la cabeza y se dirigió molesto a su habitación. Cuando Robert y Carina finalmente estuvieron solos, él la miró con seriedad.

“No. No vamos a hacer esto. No puedo tener a ese bebé en mi casa. Él me hace recordar a su madre, quien nos abandonó en nuestro peor momento; es lo mismo que mi madre le hizo a mi padre”, comenzó a explicar Robert.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Carina intentó argumentar, pero él la detuvo.

“No, por favor. Tú sabes sobre esto. Mi madre nos dejó, se casó con otra persona y tuvo un bebé con él, al que siempre quiso más que a mí. No puedo. No puedo. Esto es solo un recordatorio de todo eso. No tengo un hermano, y tampoco Eduardo”, dijo en forma tajante.

“Claro que tienes un hermano. Un hermano que te quiere muchísimo, Robert”, dijo Carina.

“¡Carina! ¡Por favor! ¿Qué barbaridad estás diciendo?”.

“¡Él te salvó!”, gritó ella, y los ojos de Robert se abrieron desmesuradamente.

“¿De qué estás hablando?”, preguntó, totalmente desconcertado.

“Él te salvó de la bancarrota. De perder tu primera casa. ¡De no poder alimentar a tu hijo! ¡Fue él!”, gritó Carina, revelando cosas que había prometido no decir nunca.

“¡Lo que estás diciendo es absurdo!, espetó con desdén.

“Fue él. Tu hermano, medio hermano, como quieras llamarlo. Yo te mentí”, admitió Carina. Sus ojos mostraban exasperación y alivio al mismo tiempo.

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“¿Recuerdas mi herencia? ¿La que invertimos en tu idea y la convertimos juntos en un gran negocio? Nunca tuve una herencia. Tu hermano me dio ese dinero”, confesó.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“¡No…!”. Robert respiró, sacudiendo la cabeza.

“Sí. Él lo hizo. Porque a pesar de cómo lo rechazaste todos esos años, él siempre te ha querido. Tu madre también te amaba, pero no le diste una oportunidad después de que se divorció de tu padre”.

“Entiendo cómo te sentías y por qué no querías una relación. Pero tu hermano vio que estabas pasando por un mal momento y quiso ayudarte. No pude rechazar su oferta”.

“Teníamos pocos meses juntos en ese momento, y sabía que necesitabas ese apoyo económico para salir adelante. Hice esto por ti”, terminó de explicar Carina, y su voz se apagó.

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Robert se dejó caer en el sofá. “Entonces, ¿todo mi negocio pertenece a mi medio hermano?”.

“No, él no quiere nada del negocio. Ese dinero te lo dejó tu madre como herencia, pero él sabía que lo rechazarías, así que hizo arreglos para que yo te lo diera. Además, ha estado comprando el producto de la compañía y eso ha generado confianza en nosotros”, agregó Carina.

“Cariño, tienes un hermano. Uno que te ama y siempre ha querido conocerte y ser parte de tu vida”.

Roberto suspiró. “¿Y qué tiene eso que ver con este bebé?”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Bueno, él es el medio hermano de Eduardo, y solo te molesta por tu pasado. Lo que hizo tu ex te recordó lo que viviste con tu madre. Pero ese bebé es inocente. Necesita una familia, y separar hermanos no está bien. Creo que sería una gran idea criarlo aquí”, agregó su esposa, sentándose a su lado y palmeando su hombro.

Robert miró a los ojos de su esposa y supo que tenía razón. Estaba abrumado por la información y la montaña rusa de emociones, por lo que decidió que el bebé podía quedarse hasta que pensara en una solución.

La solución nunca llegó. El bebé se parecía cada vez más a Eduardo y su hijo lo amaba mucho. Carina y Robert hablaron con un abogado de la familia acerca de obtener la tutela legal y comenzaron el proceso para adoptarlo.

Decidieron llamarlo Julián, un nombre que a Carina siempre le había gustado. En la carta no se mencionaba cuál era su nombre del recién nacido.

Y ese no fue el único cambio en la vida de Robert. Finalmente, se armó de valor y llamó a Kevin, su hermano menor. Cuando se encontraron en persona, él le explicó con más detalles lo que ya le había dicho su esposa.

Poco a poco, Robert comenzó a sanar las profundas heridas de su infancia. Por insistencia de su esposa, aceptó ir a terapia para trabajar en su resentimiento y eso le ayudó mucho.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Hablaba con Kevin una vez a la semana y se reunía con él en persona una vez al mes. Tuvieron oportunidad de conocerse de verdad como hermanos. Esa Navidad, celebraron juntos por primera vez.

Kevin llevó a toda su familia a casa de Robert y tuvo la oportunidad de conocer a Eduardo y al pequeño Julián. Ese día, las risas y la felicidad cargaron el ambiente en ese hogar. Finalmente, eran una gran familia donde no había cabida al rencor.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • La familia es lo más importante: A pesar de ser solo un niño, Eduardo sabía que no podía abandonar a su medio hermano, aunque debiera enfrentar a su padre para lograrlo.

  • Cuando eliminas el rencor de tu vida, encuentras la verdadera paz y armonía: Robert había albergado un profundo rencor hacia su madre, su medio hermano y su ex. Sin embargo, gracias al valor de su hijo Eduardo, pudo trabajar en sus problemas y disfrutar de la verdadera felicidad familiar.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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