Señora cose vestido de graduación para la mejor amiga de su nieto: le agarra la mano mientras da a luz años después - Historia del día
Una mujer mayor que perdió a casi todos sus seres queridos encuentra compañía en la mejor amiga de su nieto y le cose un vestido de graduación. Años más tarde, la chica la llama y le pide que le coja la mano durante el parto.
Para la mayoría de la gente de su urbanización, Tamara era una mujer de 70 años que nunca se relacionaba con sus vecinos.
Sabían que tenía un nieto al que había estado criando sola después de que su única hija y su yerno murieran en un accidente de coche. Como el esposo de Tamara había fallecido hacía mucho tiempo y el difunto padre de Henry era huérfano, ella era lo único que tenía el niño.
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Aunque Tamara se había hecho cargo de él, sufría en silencio. Cuando Henry dormía, se sentaba a solas durante horas con la foto de su hija y lloraba.
"Debería haber sido yo, cariño", le decía a su difunta hija. "Dios fue injusto. Debería haberme llevado a mí, no a ti".
Con el paso de los años y la adolescencia de Henry, Tamara aprendió a sobrellevar el dolor. Decidió recomponerse por el bien de su nieto. Pero todo ese dolor la dejó de mal humor y poco sociable.
A Tamara no le gustaba relacionarse con nadie, excepto con Henry. Pero un día, una joven cambió el mundo de Tamara.
La mujer estaba sentada en su porche, bebiendo té y leyendo un libro, cuando oyó un suave llanto a su alrededor. Levantó la vista de su libro y vio a una chica que estaba sentada en la casa de al lado.
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"Puedes llorar en otro sitio", dijo Tamara con brusquedad. "Estás molestando mi lectura".
La joven levantó la vista y Tamara se dio cuenta de que tenía los ojos rojos de tanto llorar.
"Lo siento", sollozó. "No quería molestarte".
"¡Pues lo has hecho!", dijo Tamara. "¿Por qué lloras?".
"No tengo vestido para el baile", respondió. "¡Y tampoco dinero!".
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"¡Pues entonces deja de entorpecer con mi lectura y ve a pedirles algo a tus padres! ¡Llorar no te ayudará!".
"No tengo madre", expresó. "Y a mi padre… a él… no le importa".
La confesión de la chica entristeció a Tamara. "Mi nieto tampoco tiene padres, pero me tiene a mí. ¿No tiene a nadie más que le ayude?".
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La joven negó con la cabeza.
Tamara suspiró. No quería hacerlo, pero sintió lástima por ella. "¿Qué tal si entras y me dices qué tipo de vestido quieres?", dijo tras una breve pausa. "Podría hacerte uno".
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"¿Lo harías?", preguntó mientras se le iluminaban los ojos. "¿De verdad?".
"¡No puedo prometerlo, pero puedo intentarlo!", contestó Tamara. "¡Puedes decidir si quieres seguir llorando o si quieres el vestido!".
Así que la joven corrió a casa de Tamara y, al entrar, se presentó como la mejor amiga de Henry.
"¡Eres la abuela de Henry!", dijo mirando las fotos de la pared. "Él es mi mejor amigo. Soy Sandra".
"Tienes un nombre precioso", dijo Tamara con una sonrisa, y luego se dio cuenta de que estaba haciendo un cumplido a alguien por primera vez en años. Rápidamente, frunció el ceño y dijo: "¿De verdad eres la mejor amiga de mi nieto? Nunca te había visto con él".
"Eso es porque nunca puedo quedar con Henry después del colegio. Trabajo a tiempo parcial en una cafetería", dijo Sandra. "Papá no se preocupa por mí. Se gasta todo su dinero en, bueno, cosas que ninguna chica de mi edad debería ver".
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"En fin, ya soy mayorcita para cuidar de mí misma, pero papá se ha llevado todo el dinero que tenía ahorrado y no sé qué hacer con el vestido del baile. No ha venido a casa desde ayer. No es la primera vez. A veces desaparece varios días seguidos".
A Tamara casi se le saltan las lágrimas al oír lo que decía Sandra. Aquella noche se sentó sola, preguntándose si estaría preparada para volver a coser. Sacó su vieja máquina de coser y lloró como una niña mientras pasaba los dedos por ella.
Hacía varios años, antes de que Tamara diera a luz a la madre de Henry, había sufrido varios abortos. Había cosido vestidos para sus hijos no nacidos en aquella máquina de coser, y mirarla le traía dolorosos recuerdos.
"Mi querida Sandra", se dijo a sí misma, mirando a la joven. "Esta chica me necesita. Me necesita más que a nada. Puedo dejar a un lado mi dolor y hacer esto. Oh, sí que puedo".
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Tamara desempolvó la máquina y dibujó un esquema del vestido que quería hacer para Sandra. Y después de horas de intenso trabajo, cuando Sandra llevó el vestido al baile de graduación, Tamara se encontró llorando porque la joven estaba preciosa.
"Hermosa", susurró. "¡Estás hermosa!".
"¡Muchas gracias, abuela Tamara!".
Sandra besó inesperadamente a Tamara en la mejilla, y los ojos de la anciana se abrieron de par en par.
"Oh, gracias… cariño", dijo.
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Sandra sonrió. "¡Eres increíble abuela Tamara! De verdad que lo eres".
Esa noche, la joven se robó el show con el hermoso vestido de la abuela Tamara. El propio Henry no podía apartar los ojos de ella, y fue coronada reina del baile.
Cuando Henry regresó a casa, le enseñó a Tamara un vídeo en el que Sandra le dedicaba su discurso de graduación, lo que hizo que la anciana se conmoviera. A Tamara se le llenaron los ojos de lágrimas de alegría, felicidad y amor por primera vez en mucho tiempo. Se había sentido querida por Sandra. Se había sentido querida por una desconocida.
***
Pasaron varios años y Tamara se hizo mayor. Henry se había mudado y estaba sirviendo en el Ejército, así que lo único que le quedaba a su anciana abuela era su soledad y los libros.
Un día, Henry llamó a Tamara y le anunció que se casaba con Sandra. "Le propuse matrimonio, abuela… todo pasó demasiado rápido, pero no queríamos seguir adelante con la boda sin ti".
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Tamara se sorprendió porque no sabía que estaban saliendo. "Bueno", dijo, sonando emocionada, "Estoy feliz. Sandra es una chica muy, muy guapa. Pero no la he visto desde que se mudó".
"Está viviendo con una amiga, abuela. Trabajan en la misma empresa. Pero ella está en la ciudad y dijo que pronto se mudaría a su antigua casa hasta que yo vuelva. Su padre abandonó la casa hace años para vivir con otra mujer".
Tamara estaba muy contenta. No pudo contener las lágrimas. "¡Oh, estoy tan feliz por ti! ¡Tan feliz!".
Pero la boda tuvo que ser pospuesta porque Henry no pudo llegar a casa a tiempo. Envió una carta a Tamara diciendo que volvería a casa meses más tarde.
Así que Tamara se sintió sola otra vez. Deseó que Sandra estuviera allí con ella. Hacía años que no la veía.
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Un día, Tamara estaba desayunando cuando sonó su teléfono.
"Abuela…", oyó una voz entrecortada al otro lado de la línea, que la preocupó. "¡Soy yo! Sandra".
"¡Cariño!", respondió Tamara. “¿Qué sucede? ¿Estás bien?".
"Necesito que estés aquí, abuela Tamara", dijo sin aliento, "Por favor… por favor, solo ven".
"Oh cariño, ¿pero dónde estás? ¿Qué pasa?".
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"Mensaje de texto…", dijo Sandra, y la llamada se desconectó.
Tamara recibió una dirección en el mensaje y se subió a un taxi para llegar allí. Se quedó perpleja cuando, minutos después, se encontró frente a un hospital de maternidad.
"¿Sandra Herrera?", preguntó a la recepcionista, que la dirigió a urgencias.
Cuando Tamara entró en la habitación, se sorprendió al encontrar a Sandra llorando. "Cógeme las manos, abuela Tamara…", dijo sin aliento. "Quería que mi familia estuviera aquí mientras doy a luz a mi hijo… ¡Henry no está aquí, pero tú sí!".
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"¡Empuja!", le dijo el médico a Sandra. "¡EMPUJA! Te pondrás bien!".
Tamara sujetó las manos de Sandra entre las suyas mientras ella empujaba con todas sus fuerzas. Y después de una serie de intentos y un fuerte grito, Sandra finalmente se relajó, y el llanto del bebé retumbó en toda la habitación.
"Abuela Tamara", dijo Sandra. "Tu bisnieto… Estoy tan contenta de que te tenga como bisabuela".
"Oh, querida…", Tamara lloró mientras sostenía el bebé en sus brazos. No podía creer que ahora fuera bisabuela.
"Sandra, trajiste la luz a mi vida. Y este niño ilumina aún más mi vida. Le llamaremos Roberto".
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Cuando Henry regresó del ejército, estaba emocionado al saber que había sido padre. Sandra dijo que quería sorprenderles a él y a Tamara juntos, pero Tamara se enteró antes.
"Roberto completó mi familia", lloró Tamara. "Realmente lo hizo. Mi corazón se ha curado hoy. Estoy tan feliz".
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El amor es paciente y bondadoso: Puede curar los corazones rotos. Sandra hizo que Tamara se sintiera amada, y el amor de Roberto curó aún más su corazón.
- Cuando Dios nos quita algo, siempre nos da algo a cambio: A veces, ese algo se convierte en una cosa preciosa para nosotros. Dios le quitó a Tamara a su hija y a su yerno, pero la bendijo con una familia, una familia amorosa, años después.
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