Ana regresa del trabajo llorando todos los días hasta que su esposo irrumpe en la oficina de su jefe - Historia del día
Simón le aseguró a su esposa de sesenta y siete años que todavía era muy hermosa, después de que ella mencionara lo descontenta que estaba con su apariencia. Cuando descubrió el motivo de su inseguridad, decidió tomar medidas drásticas.
"Estoy pensando en que me gustaría someterme a una cirugía plástica", dijo Ana.
"¿Por qué?". Simón frunció el ceño a su esposa sentada a su lado en el sofá de dos plazas. Ambos tenían sesenta y tantos años, pero Ana siempre se había preocupado por la salud y se veía increíble para su edad.
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"Mira estas arrugas". Ana señaló las finas líneas en las comisuras de los labios y la frente. "También tengo terribles bolsas oscuras debajo de los ojos. Todos los días tengo que cubrirlas con capas de corrector".
Simón negó con la cabeza. "Ambos somos mayores ahora, pero estás tan hermosa hoy como lo estabas el día de nuestra boda. Además, pensé que habíamos acordado ahorrar dinero para la boda de Patricio".
Ana frunció los labios con disgusto.
"Ya sé. Solo estaba diciendo lo que me gustaría hacer para poder lucir joven y bonita de nuevo".
Simón se acercó y tomó la mano de Ana entre las suyas. "No necesitas lucir joven para ser hermosa, mi amor. Además de que eres la mujer más inteligente, elegante, amorosa y amable que he conocido".
Ana le sonrió a Simón. "Siempre has sabido usar las mejores palabras".
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"Solo estoy diciendo la verdad", respondió él con cariño.
Poco después, Ana se fue a trabajar. Trabajaba como vendedora líder en una joyería exitosa y ganaba un buen salario. Dado que una lesión en la espalda obligó a Simón a jubilarse antes de tiempo, necesitaban el salario de ella.
Simón se había dedicado al arte y a la repostería para mantenerse ocupado los días en que no le dolía demasiado la espalda. Sin embargo, siempre esperaba con ansias que su esposa llegara a casa.
Cuando ella regresó esa tarde, él la estaba esperando cerca de la puerta con sus magdalenas favoritas. Se los mostró cuando ella entró en la casa, pero ella pasó corriendo junto a él y se encerró en el dormitorio.
"Debe haber tenido un mal día en el trabajo", pensó. Eso había estado sucediendo más a menudo últimamente. Simón dejó las magdalenas y se dirigió a la puerta del dormitorio. Mientras levantaba los dedos para tocar la madera, escuchó un sonido conocido desde el interior.
Ana estaba sollozando y se percibía que estaba muy angustiada. El corazón de Simón comenzó a latir más rápido e irrumpió en la habitación.
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"¿Qué está pasando?", preguntó.
Ana estaba sentada en el borde de la cama con la cabeza entre las manos, pero rápidamente se compuso.
"Oh, no es nada". Se secó los ojos.
"Yo… acabo de enterarme de que Bob, el vecino de al lado, falleció. Era un hombre tan bueno".
Simón se sentó al lado de Ana y la abrazó. Ella siempre había sido de buen corazón, y ambos habían querido a Bob. Él también se sintió triste por la noticia de su fallecimiento.
Al día siguiente, Ana aún estaba llorando. Ella sonrió y fingió estar bien, pero Simón la conocía demasiado bien. Empezó a pensar que se estaba tomando la noticia de la muerte de Bob demasiado a pecho.
Esa preocupación se confirmó más tarde esa noche. Ana y Simón se acostaron temprano. Él se estaba quedando dormido cuando sintió que su esposa se estremecía a su lado. Levantó la cabeza cuando empezó a sollozar.
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Se dio la vuelta y la abrazó, pero al día siguiente se sorprendió al ver lo rojos que estaban los ojos de Ana. ¡Debió haber llorado toda la noche!
"¿Qué está pasando, Ana?", preguntó Simón. "Algo grande te está molestando y siento que es algo más que la partida de Bob".
Ana suspiró. "Tienes razón. Estoy triste por Bob, pero también estoy preocupada por el trabajo".
"¿Por qué? Eres genial en tu trabajo".
"Lo sé, pero mi jefe cree que soy demasiado mayor. Lo escuché decirle a Cristal que el personal de ventas de la joyería debe ser joven y atractivo para atraer compradores, y que ya no tengo la apariencia apropiada".
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"¡Eso es ridículo!", exclamó Simón. "¿Cómo se atreve a decir esas cosas a otros miembros del personal? Eso no es profesional".
Ana rio amargamente.
"Si te parece que eso no es profesional, te encantará la parte en la que tiene una aventura con Cristal".
Simón se quedó boquiabierto.
"Lo cual es probablemente parte de la razón por la que quiere darle mi trabajo", continuó Ana.
Simón estaba furioso. No quería interferir en el trabajo de Ana, pero cuanto más pensaba en su situación, más se enojaba. Sentía que iba a explotar.
Finalmente, no pudo soportarlo más. Simón condujo hasta el centro comercial e irrumpió en la joyería donde trabajaba su esposa.
"Buenos días, señor, soy Cristal. ¿Cómo puedo ayudarlo?".
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Simón miró a la joven parada frente a él. "Puedes dejar de besuquearte con tu jefe para mejorar tu carrera".
Simón pasó junto a ella y entró en la oficina del jefe.
"No puede simplemente entrar aquí, señor". El hombre detrás del escritorio se puso de pie.
"Lo acabo de hacer". Simón cerró la puerta.
"Planeaba denunciarte ante el estado por tus terribles prácticas comerciales, pero decidí darte la oportunidad de hacer lo correcto".
El hombre sacudió su cabeza. "No sé de qué está hablando".
"Edadismo y mala conducta grave. Está teniendo una aventura con una empleada y planea despedir a otra por su edad para darle un ascenso a su amante", expuso, al tiempo que negaba con la cabeza.
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"Ana es una mujer inteligente y trabajadora", continuó Simón. "Ha sido Empleada del Mes varias veces y ha recibido elogios de la oficina central en múltiples ocasiones por sus cifras de ventas. Lamentaría profundamente despedirla".
"Tiene una idea equivocada aquí, señor". El hombre levantó las manos apaciguadoramente. "No hay necesidad de presentar ninguna queja al estado. El trabajo de Ana está a salvo".
"Me alegra saberlo". Simón agitó su dedo hacia el hombre. "De lo contrario, iré directamente a su esposa. Le contaré sobre su aventura y cómo está manipulando a la joven ofreciéndole ascensos a cambio de una relación".
Ana se sintió muy mortificada cuando descubrió lo que había hecho Simón, pero entendió que había actuado con mucha valentía y valoró sus acciones.
Unos días después, un representante de la oficina central de la joyería visitó la sucursal donde trabajaba. Despidió a su jefe por mal desempeño y ascendió a Ana a su puesto.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La profesionalidad no depende de la edad: Los años de experiencia que tenía Ana en ese cargo y sus grandes habilidades la hacían muy valiosa para ejercer con éxito su trabajo. No era justo despedirla por su edad.
- No cambies para adaptarte a las expectativas de otro: Cada persona es única y envejecer es una parte de la vida que nadie puede evitar. En lugar de satisfacer puntos de vista estrechos de miras, debemos celebrar nuestra individualidad.
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