Pobre chofer prueba su amor a su jefa al salvarla en una tormenta de nieve, más tarde ella se aparece en el hospital - Historia del día
Un pobre chofer que estaba locamente enamorado de su rica jefa, le demostró su amor salvándola de una terrible tormenta de nieve. ¿Reconocerá ella por fin sus sentimientos?
Alice había decidido buscarse un hombre rico y devoto cuando perdió a su madre a los 12 años. Su padre estaba demasiado ocupado con sus negocios, así que la crio una niñera que siempre fue cariñosa con ella.
Pero la vida enseñó a Alice que el dinero no lo era todo. Podía proporcionarte la mejor casa, vestidos caros y una vida cómoda. Pero nunca podría conseguir que la gente la quisiera de verdad.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
A los 33 años, cuando Alice dirigía el negocio de su difunto padre, se sentía segura económicamente y buscaba a su príncipe azul para casarse. Sin embargo, solo tenía citas con hombres adinerados.
Eran caballeros que le abrían la puerta del auto cuando la buscaban para una cita y le sacaban la silla al llegar al restaurante. Pero luego llegaba el champán y empezaban a preguntarle por su dinero y sus negocios.
Alice estaba cansada de que los hombres se interesaran en sus negocios pero no en ella. Así que decidió tomarse un tiempo para desconectar y visitar el bosque invernal que quedaba en las afueras de la ciudad para fotografiar el paisaje y pasar un buen rato.
"Me temo que en ese caso tendremos que saltarnos la reunión con los inversores alemanes. Tengo que llevarte mañana temprano a la oficina", le recordó su chófer al recogerla tras otra cita infructuosa.
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"El Sr. Ferguson se encargará de ello", le respondió ella al chófer. "Saldremos de mi casa mañana a las 14:00".
"Te sugiero que lo reconsideres, Alice. Sé que no me corresponde aconsejarte nada, pero sé que estabas entusiasmada con el trato…".
"¡Es mi trabajo, y lo conozco mejor, Tom!", lo interrumpió ella rotundamente. "¡Tienes que recogerme mañana y eso es lo único que debería importarte!".
Al día siguiente, Tom buscó a Alice en su casa a las 14:00 en punto. Se dio cuenta de que parecía disgustada mientras se acomodaba en el auto, pero no dijo nada aunque quería hacerlo.
Tom era cinco años mayor que Alice y estaba locamente enamorado de ella. Era el tipo de hombre que podría mover montañas y bajar los cielos por ella, pero Alice nunca lo tomaría en cuenta porque no era rico. Así que, aunque ella conocía sus sentimientos, había preferido ignorarlos.
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"Supongo que deberíamos volver a la ciudad, Alice", dijo Tom unos kilómetros antes de llegar a su destino. "Hace mal tiempo y hay alerta de tormenta de nieve".
"No es como si nunca hubiéramos estado en una tormenta antes", respondió ella con indiferencia, absorta en su teléfono. "Sigue conduciendo".
Estaba oscureciendo. Tom vio árboles caídos a lo largo de la vía principal, y las carreteras estaban resbaladizas por las gruesas capas de nieve. En algún momento quiso dar media vuelta y regresar a la ciudad. Pero antes de eso, algo ocurrió, y el auto se detuvo. Tom intentó ponerlo en marcha, pero el motor se negó a arrancar.
"Quédate dentro", le dijo a Alice. "Iré a ver".
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Tom agarró la linterna y salió del vehículo, solo para darse cuenta de que tendrían que llevar el carro a reparar. Cuando miró a su alrededor, no pudo ver nada más que árboles. Estaban varados en el bosque.
"¿Cuál es el problema?", preguntó Alice mientras se bajaba, cerrándose el abrigo.
"Algún problema con el motor, supongo", contestó Tom. "Tengo que llevarlo a una estación de servicio".
"Puedo buscar una en mi teléfono", dijo ella. Pero luego se dio cuenta de que no había señal.
"El mío está muerto", dijo Tom, sacando su celular. "Vamos a hacer una cosa. Tú quédate en el auto, y yo iré a echar un vistazo".
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"No, iré contigo", respondió ella.
"No seas tonta. Aquí fuera hace un frío terrible, y no sé cuánto tardaré en encontrar ayuda. Quédate dentro del carro".
"¡No creo que deba acatar órdenes tuyas, Tom!", dijo ella obstinadamente mientras le arrebataba la linterna y empezaba a caminar hacia el bosque. Él suspiró y la siguió.
No habrían pasado más de veinte minutos cuando Alice ya no podía caminar y estaba temblando. Por fin había llegado la tormenta de nieve.
"Yo… no puedo caminar", dijo débilmente, sujetándolo del brazo. "Hace mucho frío aquí".
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"¡Te dije que era una mala idea!", gritó él, quitándose la chaqueta y poniéndosela sobre los hombros. "Vamos a llevarte de vuelta al auto, ¿de acuerdo?"
"¡Pero tenemos que encontrar ayuda!", protestó ella. "¡Tenemos que seguir caminando! Tenemos que caminar!"
"¡Basta, Alice!", la regañó él suavemente. "¡Hazme caso! Por favor".
Tom llevó a Alice de vuelta al carro y la cubrió con su chaqueta. Pero ella seguía teniendo frío, así que él se quitó la camisa y la envolvió con ella antes de dejarla en el asiento trasero del vehículo.
Tom se adentró en el bosque solo con unos pantalones y un chaleco. Se estaba muriendo de frío por las gélidas ráfagas de viento de la tormenta de nieve. Pero siguió caminando hasta que llegó a una cabaña de madera a unos kilómetros de distancia.
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Su piel era de un azul pálido, y todo su cuerpo parecía ya sin vida. "Yo… necesito ayuda", consiguió decir a las amables personas que le recibieron dentro. "Hay un auto y una mujer… He estacionado". Y entonces se desmayó.
Cuando Tom abrió los ojos, ya no estaba en el bosque. Vio tenues paredes azules a su alrededor y a Alice sentada a su lado en lo que parecía una bata de hospital.
"¿Qué ha pasado? ¿Qué estamos haciendo aquí?", preguntó.
"Lo… lo siento mucho, Tom. Todo ha sido mi culpa. Gracias por salvarme la vida. Estaba tan asustada…", antes de terminar la frase, lo abrazó y empezó a sollozar como una niña.
Tom tenía las mejillas coloradas y no entendía muy bien lo que estaba pasando, hasta que un médico le explicó que a él y a Alice los habían llevado al hospital los lugareños. Ambos habían perdido la consciencia a causa del frío, pero Tom había estado más grave debido a la hipotermia.
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"¿Sabes qué, Tom?", le dijo Alice cuando el médico se marchó. "Siempre has estado ahí para mí, a diferencia de los chicos que solo se interesan por mi dinero. Sé que quizá no sea el mejor momento, pero ¿quieres casarte conmigo?", le preguntó, sacando de su dedo índice el anillo de su madre.
"El momento parece inapropiado, el anillo parece inapropiado, y sé que me equivoqué al no apreciar tus sentimientos. Pero sé qué he hallado al hombre adecuado. Un hombre que me ama y se preocupa genuinamente por mí. ¿Quieres casarte conmigo, Tom?".
Tom no podía creer lo que estaba pasando, pero dijo que sí, y se abrazaron y compartieron un apasionado beso mientras él yacía en la cama del hospital.
Un mes más tarde, finalmente se casaron, pronunciaron los votos y prometieron envejecer juntos. Tom siguió trabajando como chófer de Alice y fueron felices, muy felices.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El amor y la familia son los mayores tesoros de la vida: Aunque a Alice no le faltaban riquezas, nunca tuvo una familia que la amara. De lo que se dio cuenta tras la muerte de su madre.
- El amor genuino nunca decepciona: Tom amaba a Alice genuinamente, y un día, Alice tuvo que reconocer y apreciar los sentimientos que él tenía por ella.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.