Mujer de 86 años se muda a un hogar de ancianos: se entera de que el hombre de la habitación de al lado es su hijo perdido - Historia del día
Patricia era una viuda de 86 años cuyo hijo la abandonó hace años para estar con su novia. Después de internarse en un hogar de ancianos, se sorprende al ver regresar a su único descendiente.
A los 86 años, Patricia era una viuda jubilada que vivía sola. Odiaba la soledad y había estado recaudando dinero durante la última década y media para mudarse a un hogar de ancianos y volver a ser parte de una familia y una comunidad. Su hijo la había dejado para estar con su entonces novia hace muchos años, y ella vivía sola desde entonces.
Finalmente se mudó a un hogar de ancianos, y era todo lo que había esperado y más. Patricia hizo numerosos amigos, desde el personal hasta los residentes, y era popular en los viejitos que habitaban el lugar. Se integró a varias actividades como mini golf y caminatas.
Patricia estaba feliz de estar en la comunidad unida a la que había llegado a llamar familia. Sin embargo, echaba de menos a los suyos y pasaba algunos días revisando sus viejos álbumes de fotos.
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Su hijo, Arnold, le había hecho un hermoso cuadro cuando aún era un niño pequeño. Patricia lo pegó en la puerta de su armario y, a menudo, lo miraba durante horas todas las mañanas. Era una de sus posesiones más preciadas.
Un día, Patricia estaba jugando al ajedrez con una de las enfermeras, Agnus. Esto se había convertido en una rutina diaria por la tarde para ellas. Patricia ganaba siempre, es decir, a menos que Patricia la dejara ganar. Siempre le decía a Agnus que las pérdidas eran excelentes para desarrollar la resiliencia.
"¡Mate!", dijo Agnus, tocando la pieza ganadora. Patricia se limitó a mirarla con una sonrisa maliciosa.
"Me dejaste ganar de nuevo, ¿no?", preguntó Agnus.
"¿Yo? ¡No! Ese triunfo fue todo tuyo. Me ganaste limpiamente", respondió Patricia.
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“Está bien, pero las posibilidades de que eso suceda son de una en un millón. Hablando de posibilidades, ¿ves a ese hombre de allí?", dijo Agnus, señalando a un hombre robusto sentado al otro lado de la habitación.
Patricia miró al hombre, entrecerrando los ojos, tratando de verlo mejor. Después de 86 años de uso, su vista no estaba en las mejores condiciones. Sin embargo, sintió que conocía al sujeto por lo poco que podía ver. Además de lo que podía ver con sus ojos, era más un sentimiento profundo en su interior.
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"Se mudó al vecindario hace unos días, pero ha sido voluntario aquí durante casi dos semanas. Sorprendentemente, ustedes comparten apellido. ¿Cuáles son las posibilidades de eso, eh?, preguntó Agnus.
Un escalofrío recorrió la espalda de Patricia cuando Agnus habló. Estaba empezando a tener sentido. Pero tenía que estar segura, así que preguntó: "¿Cómo se llama?".
"Creo que su nombre es Arnold", dijo Agnus, y cuando dijo ese nombre, Patricia se puso pálida al instante.
"¿Estás bien, Patricia?", consultó la enfermera, sorprendida por el repentino cambio de comportamiento de su amiga.
"Estaré bien. Creo que solo necesito recostarme un rato, eso es todo. Te veré luego, querida", dijo Patricia, y se fue a su habitación.
Cuando llegó a su habitación abrió instantáneamente su álbum de fotos y en él había una foto del mismo hombre, pero más joven. Patricia comenzó a llorar cuando los recuerdos comenzaron a inundarla.
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Patricia tuvo a su hijo, Arnold, cuando tenía 20 años. Su esposo falleció en un accidente automovilístico cuando ella aún estaba embarazada de su único hijo. Entonces, Patricia había criado a Arnold sola.
Hasta sus últimos años de adolescencia, el chico y su madre eran inseparables. Siempre habían sido ellos dos contra el mundo. Tenían un vínculo profundo y hermoso. Sin embargo, cuando Arnold cumplió 20 años, conoció a una chica, Jane, y se enamoró de ella.
Arnold pronto decidió que se mudaría de la casa de su madre y se iría con Jane. Patricia estaba desconsolada porque su hijo la dejaba, pero respetó su decisión y entendió que era una progresión natural de la vida. Después de todo, tuvo a Arnold cuando solo tenía 20 años.
Arnold invitó a su madre a reunirse con Jane para cenar un día, y las cosas dieron un giro bastante rápido. Patricia notó que Jane estuvo luchando por la atención de Arnold durante toda la noche. Patricia no se sintió intimidada por ella, era la mujer con la que su hijo había elegido estar y todo lo que quería hacer era conocerla un poco mejor.
Sin embargo, se dio cuenta de que Jane estaba tratando de poner a su hijo en su contra y comenzó a preocuparse por Arnold. Después de la cena, Jane le mintió a Arnold y le dijo que su madre había tratado de sobornarla para que se mantuviera alejada de él. Se había dado cuenta de que Patricia conocía cuáles eran sus intenciones impuras con su hijo.
Arnold confrontó a su madre, pero cuando ella trató de explicarle que nunca había hablado con Jane desde la cena, él no le creyó.
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"Arnold, sé que esto puede ser difícil de aceptar, pero Jane no es la persona que aparenta. Puedes tener una mujer mucho mejor, hijo mío. Ella es una mentirosa", dijo Patricia sin pesar.
"No, mamá. ¡Tú eres la mentirosa! Jane me ha apoyado todo este tiempo, pero no puedes aceptarla", arremetió Arnold.
"¡Oh! ¿Crees que yo te haría daño?", respondió Patricia.
"¡Si fuera lo contrario no le habrías ofrecido dinero para dejarme!", replicó Arnold.
"¿Eres sordo, Arnold? ¡Nunca le di dinero a esa chica! ¡Pero ahora te digo que no es más que un problema! Si continúas con ella, saldrás lastimado, hijo mío", dijo Patricia.
Esas fueron las últimas palabras que le dirigió a su hijo. Él se fue ese día y se distanció de ella por completo. Intentó llamar, pero él no respondió a sus llamadas. Más tarde cambió de número y se mudó a otro estado.
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Y ahora, mientras Patricia estaba sentada allí mirando la foto de su hijo, se enfrentó a la realidad de que él estaba en la habitación de al lado. Esta era su última oportunidad de hacer las cosas bien con su único hijo, y la idea de fracasar la asustaba hasta la médula.
Finalmente se armó de valor y se acercó a Arnold, simplemente diciendo: "Hola, Arnold. Soy yo, tu madre". Arnold instantáneamente se echó a llorar.
"Lo sé, mamá", confesó Arnold llorando. Patricia lo abrazó en un abrazo mientras él comenzaba a explicar su historia.
"Te localicé y me mudé aquí para estar más cerca de ti y disculparme por todo... Pero tenía miedo. Lo siento mucho, mamá. Tenías razón sobre Jane", dijo Arnold.
Arnold explicó los acontecimientos de su vida después de dejar a su madre. Arnold y Jane se fueron a otro estado y se casaron. Ella lo obligó a cambiar su número y cortar el contacto con su madre, diciendo que siempre trataría de mantenerlos separados y que era hora de que Arnold fuera un verdadero hombre.
Y luego, hace varios años, Jane dejó a Arnold por otro.
Ella tomó la mitad de su negocio y sus propiedades. Arnold se quedó solo y desconsolado. Había cortado a toda su familia por Jane, solo para que ella lo abandonara más tarde.
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Después de todos estos años de estar separado de su madre, tenía miedo de volver con ella, aunque lo anhelaba profundamente. Todos lo habían dejado. Incluso se había alejado de sus amigos por Jane, pero ella lo había dejado en un abrir y cerrar de ojos.
Arnold finalmente vendió todo lo que tenía y donó la mayor parte de las ganancias a la caridad. Finalmente encontró el coraje para regresar a casa con su madre, pero cuando llegó allí, ella ya no vivía en el mismo lugar. Tras una minuciosa investigación, se enteró de que se había mudado a un asilo de ancianos en el campo.
Luego, Arnold compró una pequeña cabaña cerca del hogar de ancianos. Había planeado acercarse a su madre en el momento en que llegara al hogar de ancianos. Sin embargo, cuando la vio, se congeló. Estaba demasiado asustado. Decidió que se ofrecería como voluntario para estar cerca, pero mantendría la distancia. Una vez que finalmente encontrara el coraje, hablaría con ella.
"Mamá, lo siento mucho. Pensé que ella era la indicada y perdí la noción de todo lo que era importante para mí en su búsqueda. Por favor, podrás perdonarme dentro de tu corazón”, dijo Arnold, después de contarle a Patricia su historia.
Patricia estaba desconsolada al escuchar todo lo que había pasado su hijo. Arnold, por otro lado, temía la conversación de "te lo dije" que seguramente surgiría. Estaba avergonzado de sus acciones, y por mucho que hubiera querido reconciliarse con su madre, había temido este momento durante mucho tiempo.
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"Oh, mi querido Arnold", dijo Patricia, acariciando suavemente su cabello. "¿Por qué no llevas una chaqueta? Hace mucho frío afuera. Incluso te escuché toser antes. Déjame traerte una manta, luego podemos tomar un té y reírnos como en los viejos tiempos", dijo Patricia cálidamente.
Arnold se sorprendió por la amabilidad de su madre. Esperaba que ella lo atacara por no escucharla.
"Eres increíble, mamá. No te merezco", dijo Arnold emocionado.
"Oh, mi niño. Siempre me merecerás. Ahora ven, antes de que te enfermes", dijo Patricia, mientras buscaba abrigo para su retoño.
Cuando Patricia colocó la manta alrededor de su hijo, de repente lo abrazó. Estrujándolo con fuerza mientras se echaba a llorar. Se sentaron allí, uno en brazos del otro, durante casi una hora seguida, llorando por todos los años perdidos.
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En los brazos de su madre, Arnold sintió algo que no había sentido en mucho tiempo. Se sentía necesitado y amado. Se sentía como un niño de 10 años otra vez, y era la mayor paz que había experimentado en años.
Desde entonces, Patricia y Arnold eran tan inseparables como lo habían sido siempre. Eran solo ellos dos contra el mundo otra vez. Todos estaban felices por ellos y admiraban su relación.
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Arnold finalmente mudó a Patricia a la cabaña que había comprado y vivieron juntos. Patricia todavía podía pasar el rato con sus amigos en el hogar de ancianos cuando quería, pero también tenía su propio espacio.
Por otro lado, Arnold estaba contento de estar en casa donde su corazón siempre estuvo verdaderamente. Y después de haber mejorado sus habilidades de pintura a lo largo de los años, le hizo a su madre otra obra que ella apreció mucho.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Confía en la intuición de una madre: Si Arnold hubiera confiado en los sentimientos de su madre hacia Jane, podría haberse ahorrado mucho dolor a largo plazo.
- El vínculo y el amor entre madre e hijo son poderosos. Y la amabilidad es mejor que guardar rencores: Arnold abandonó el amor de su madre para perseguir a alguien que no tenía sus mejores intereses. Sin embargo, al final, su madre no se enojó con él; ella simplemente le mostró que era amado.
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Esta pieza está inspirada en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrita por un escritor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes son solo para fines ilustrativos. Comparte tu historia con nosotros; tal vez cambie la vida de alguien. Si desea compartir su historia, envíela a info@amomama.com.