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Lavadoras con botellas de detergente colocadas encima. | Foto: flickr.com/auxesis (CC BY 2.0)
Lavadoras con botellas de detergente colocadas encima. | Foto: flickr.com/auxesis (CC BY 2.0)

Mientras lava la ropa del jefe, empleada doméstica encuentra el testamento de su difunta esposa con su nombre - Historia del día

Una empleada doméstica revisó la chaqueta de su jefe antes de lavarla cuando sus uñas tocaron un papel doblado dentro del bolsillo. “¿Qué es esto?”, se preguntó mientras sacaba un papel, sin saber que leerlo la obligaría a dejar su trabajo y a llamar a la policía.

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Marisa había empezado a trabajar de empleada doméstica cuando cumplió dieciocho años. Había trabajado en tres casas antes de que Mary la contratara como empleada a tiempo completo.

Ella le había ofrecido un sueldo que Marisa no había podido rechazar: dinero que le permitiría enviar a su hija a una buena escuela.

Aunque la lujosa mansión de Mary estaba a kilómetros de distancia de la destartalada casa de un dormitorio de Marisa, pasar una hora viajando al otro extremo de la ciudad cada mañana no le parecía a la empleada doméstica una tarea espantosa. Pensar en el dinero que recibiría a final de mes la motivaba a hacer un esfuerzo extra.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Ella le pidió a su anciana madre que cuidara a su hija de cinco años mientras trabajaba. Estar lejos de su pequeña durante largos periodos la entristecía, pero se sentía aliviada al saber que por fin podría enviar a su hija a la escuela.

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A veces, la hija de Marisa y su madre iban juntas a casa de Mary después de que la criada le pidiera permiso a su jefa. La niña y su abuela miraban los muebles artesanales, las brillantes arañas de cristal y los cómodos sofás, y pensaban que Mary y su esposo, Stan, eran afortunados por vivir en una mansión tan lujosa.

“¿Por qué no vivimos en una casa así de grande, mami?”, le preguntó la niña a Marisa.

“Puedes vivir en una así si estudias mucho, cariño”, le decía su madre.

Sin embargo, después de trabajar en casa de Mary durante unas semanas, Marisa comprendió que el dinero no bastaba para resolver todos los problemas. Antes de trabajar en esta casa, pensaba que la vida de Mary y Stan sería maravillosa, pero la realidad era otra.

Como Marisa pasaba la mayor parte del día con los dos esposos, descubrió que tenían muchas diferencias. La mayoría de sus amigos y familiares pensaban que eran la pareja perfecta porque fingían ser felices durante las fiestas y reuniones anuales.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Mary era hija de un rico hombre de negocios fallecido diez años atrás. Tras la repentina muerte de su padre, Mary no tuvo más remedio que hacerse cargo de la empresa paterna.

Trabajaba día y noche para que su empresa obtuviera enormes beneficios, pero Stan se quedaba en casa y no contribuía a las finanzas.

Después de pasar cinco años con él, Mary pensó que casarse había sido el mayor error de su vida. Stan solía trabajar como directivo en una empresa farmacéutica antes de conocer a su esposa.

Sin embargo, dejó su trabajo después de casarse porque sabía que los padres de Mary le habían dejado suficiente dinero. Él creía que ganaba una miseria comparado con lo que su esposa había heredado de sus padres.

Cuando Mary se enteró de que Stan no estaba interesado en trabajar en su anterior empresa, le pidió que se uniera a la compañía de su difunto padre.

“Puedes ayudar a nuestra empresa a obtener beneficios con tus conocimientos y experiencia, Stan”, le decía ella a su esposo. “¡Creo que tenemos una vacante que encaja perfectamente con tu perfil!”.

“Ah, ¿sí? Me incorporaré a tu empresa el mes que viene, Mary”, mentía el hombre.

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Cada vez que Mary le pedía que fuera a trabajar con ella, él inventaba una excusa. Ella desistió cuando se dio cuenta de que a él no le interesaba ganar dinero.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Trabajar en la lujosa mansión hizo que Marisa se diera cuenta de la realidad sobre la vida de los ricos. Ella pensaba que no tenían problemas como los pobres, pero ver cómo se deterioraba la relación de Mary y Stan cambió su perspectiva.

Un día, Marisa estaba limpiando el cuarto de baño de la pareja cuando escuchó llorar a Mary en el dormitorio. Inmediatamente salió corriendo a preguntarle a su jefa qué había pasado.

“¿Qué pasó? ¿Por qué llora? ¿Está todo bien?”, dijo Marisa, sentándose en el suelo junto a la cama. Luego miró a Mary, que lloraba como una bebé.

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“Puede contarme sus preocupaciones”, intentó consolar Marisa a su jefa. “Estoy segura de que eso la hará sentir más ligera”.

Mary miró a Marisa y se secó las lágrimas. “Estoy enferma, Marisa. Los médicos me diagnosticaron cáncer hace poco y no tienen demasiadas esperanzas después de revisar mi estado”, dijo la mujer entre sollozos.

“¡Eh, se pondrá bien enseguida!”, dijo la empleada doméstica, tomando a Mary del brazo. “Usted es una mujer muy fuerte. Estoy segura de que vencerá al cáncer y le contará al mundo su experiencia, como hacen la mayoría de los supervivientes. Usted es la mujer más valiente que he conocido, Mary”.

Después de tranquilizar a su jefa, Marisa volvió al cuarto de baño y cerró la puerta tras de sí antes de echarse a llorar en silencio. Se tapó la boca con la mano y se echó a llorar pensando en Mary. “Por favor, Dios, ayúdala”, rezó con el corazón y los ojos cerrados.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Unas semanas más tarde, Mary dejó de ir a trabajar porque los médicos le habían dicho que descansara. Múltiples máquinas rodeaban su cama mientras ella yacía bajo sábanas blancas y limpias.

Marisa abría la puerta cada mañana y veía a los médicos marchar hacia el dormitorio de Mary con bolsas de material médico. Sabía que el estado de salud de su jefa empeoraba cada día que pasaba.

Además de limpiar la casa, Marisa tenía ahora la responsabilidad adicional de cuidar a Mary. En lugar de irse a casa todas las noches, se quedaba con su jefa en todo momento y visitaba a su familia los domingos.

Con el paso del tiempo, la empleada doméstica comenzó a notar que Mari se estaba debilitando cada vez más. Su piel, antes fresca y regordeta, se había vuelto seca, y sus pómulos se habían vuelto demasiado prominentes.

No podía ir al baño sin la ayuda de Marisa, ni tenía energía suficiente para sostener un vaso de agua y llevárselo a la boca. Mientras la empleada hacía todo lo posible por cuidar a su jefa, Stan visitaba a su esposa una vez al día y se quedaba fuera con sus amigos el resto del día.

Fingía preocuparse por ella cada vez que la visitaba, pero la verdad era que no le importaba. Un día, Marisa estaba preparando sopa para Mary cuando escuchó a Stan gritar pidiendo ayuda desde su habitación. “¡Marisa! ¡Ven aquí! ¡Mira lo que le pasó a Mary!”, gritó.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Marisa corrió hacia el dormitorio y se horrorizó al ver una línea recta en el monitor cardíaco junto a la cama. "¡Dios mío! Tenemos que llamar al médico", dijo ella.

La mujer marcó inmediatamente el número del médico y le pidió que viniera rápidamente. No sabía que los doctores no podían hacer nada para salvar a Mary. Ya había fallecido.

Cuando llegaron los médicos y examinaron a la mujer, llegaron a la conclusión de que había muerto de muerte natural. Stan empezó a preparar el funeral y Mary fue enterrada esa misma noche.

Su muerte había dejado desconsolados a todos sus amigos y familiares, incluida Marisa. Después de trabajar en la mansión durante meses, la empleada doméstica había desarrollado un estrecho vínculo con Mary. Deseaba poder hacer algo para traer de vuelta a su jefa.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Semanas después de la muerte de la mujer, Marisa se disponía a lavar la ropa en la mansión. Llevó el cesto de la ropa sucia a la zona de lavado y revisó los bolsillos de la ropa de Stan como hacía cada vez antes de lavarla.

Cuando deslizó la mano dentro del bolsillo de una de sus chaquetas, sintió un papel doblado. “¿Qué es esto?”, se preguntó mientras sacaba el papel. Al abrirlo, se dio cuenta de que era el testamento de Mary. “¿Por qué lo guarda en el bolsillo interior de la chaqueta? ¿Esconde algo?”.

Sospechando algo, Marisa leyó el documento, y su corazón dio un vuelco cuando se dio cuenta de que Stan había estado ocultando algo enorme al mundo todo este tiempo. “¿Cómo pudo?”, se preguntó.

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Después de leer el testamento, Marisa fue a la habitación de Stan y le dijo que quería dejar su trabajo. Pensó que Stan le preguntaría por qué, pero no se molestó. Le dio el visto bueno y le pidió que se marchara, sin saber que se había enterado de su secreto más profundo y oscuro.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Unas horas más tarde, Marisa regresó a la mansión con tres agentes de policía. Stan se sorprendió al abrir la puerta y ver a su exempleada doméstica. No entendía por qué había llamado a la policía hasta que uno de los agentes le mostró el testamento de Mary.

El rostro de Stan palideció de inmediato y miró a Marisa con rabia. “¿Por qué me hiciste esto? ¡Pagarás por esto!”, refunfuñó mientras un agente de policía iba detrás de él y le colocaba un par de esposas en las muñecas.

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“Queda detenido por ocultar el testamento de su esposa, señor Stan”, le dijo el policía.

Meses atrás, Mary había escrito su testamento y lo había guardado en su armario. Pensaba ultimarlo después con su abogado, pero su enfermedad no le dio la oportunidad.

En su testamento, Mary escribió que sus propiedades, negocios y otros bienes se dividirían entre su esposo, algunos refugios y su empleada doméstica, Marisa. Mencionó que la mayor parte sería para Marisa, mientras que su esposo sólo recibiría el 10% de su patrimonio.

Un día, Stan abrió el armario de Mary para buscar una camisa que Marisa le había lavado a su jefa. Estaba revisando diferentes cajones cuando se topó con su testamento. “¿Qué? ¿Cómo es posible?”, refunfuñó tras leerlo. “¡No permitiré que esto ocurra!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Se dirigió furioso hacia Mary, que estaba recostada bajo las sábanas mientras los médicos comprobaban sus signos vitales. Cuando se fueron, Stan le pidió a Marisa que le preparara comida a su esposa para poder estar un rato a solas con ella.

Cuando no había nadie en la habitación, sacó el testamento del bolsillo y discutió con su enferma esposa. “¿Creías que podías salirte con la tuya?”, gruñó él. “¿El diez por ciento? ¿El diez por ciento? Eso es todo lo que merezco, ¿eh?”.

“Stan...”, pronunció Mary con dificultad. “Quiero que le entregues mi testamento a mi abogado".

“¿Crees que voy a hacer eso?”, dijo Stan dejando escapar una risa malvada. “Soy y seguiré siendo el único heredero de tus bienes, ¿de acuerdo?”.

“Pero, Stan...”, susurró Mary.

“No quiero oír nada. Te traeré una nueva hoja de papel y quiero que escribas que me quedaré con toda tu riqueza. No le darás nada a esos refugios ni a esa molesta criada, ¿de acuerdo?”.

“No cambiaré mi testamento”, dijo Mary, negando lentamente con la cabeza. “No lo haré”.

Stan podía ver la ira en los ojos de su esposa. Ella no quería compartir su riqueza con él porque pensaba que no se la merecía. Ella creía que regalarla a los pobres era mejor que dejar que su esposo la heredara.

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“¡TE ACABO DE DECIR QUE CAMBIES TU TESTAMENTO, MARY!”, gritó el hombre. “¿Por qué quieres dárselo todo a gente que ni siquiera conoces?”.

Antes de que Mary pudiera responder, el pulsómetro empezó a pitar rápidamente y Stan vio cómo el cuerpo de su esposa se estremecía. “¡No! ¡No! ¡No!”, gritó. “¡No puedes morirte todavía!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Luego, le pidió ayuda a Marisa y fingió sentirse triste. Respiró aliviado cuando llegaron los médicos y concluyeron que Mary había fallecido de forma natural. Sólo él sabía que había muerto porque se había peleado con ella.

Cuando los abogados demostraron que Stan hubiera podido salvar la vida de su esposa y que había peleado con ella a pesar de que los médicos le habían dicho que no la estresara, el juez anunció su decisión contra el hombre.

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Stan fue encarcelado y las autoridades repartieron los bienes de Mary según su testamento. Después de que él fuera a la cárcel, Marisa ya no tuvo que trabajar en la mansión. Volvió con su hija y pronto recibió una suma de dinero que Mary había dejado para ella y que le cambió la vida.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • La riqueza no garantiza la felicidad: Marisa siempre pensó que la gente rica no tenía problemas en la vida, pero su perspectiva cambió cuando empezó a trabajar en la mansión de Mary y vio como peleaba con su esposo.
  • La verdad siempre sale a la luz: Cuando Mary murió, Stan pensó que ocultaría su testamento y nunca dejaría que nadie supiera por qué había muerto. Poco se imaginaba que un día iría a la cárcel.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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