Pobre mujer cuida a su vieja maestra: días después encuentra el testamento de la señora en su buzón - Historia del día
Ángela quedó desconsolada cuando reconoció a su maestra favorita en un estado pobre e indefenso. A pesar de que se esforzaba para ganarse la vida, la mujer hizo lo mejor que pudo por la anciana. Su amabilidad tuvo una consecuencia inesperada.
“Cariño, no sé si puedes oírme allí, pero si puedes, escucha esto”. Ángela estaba hablando con el bebé en su vientre que ya era notable.
“Esta mañana, mamá estaba trabajando en su turno en la tienda de comestibles como de costumbre cuando vio a una mujer extrañamente familiar caminando por los pasillos”.
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“Era mayor y caminaba con pasos pequeños y rápidos por el lugar. Había algo vagamente familiar en el rostro de esa mujer”. “Después de un tiempo, no se la veía por ningún lado y mamá se puso a trabajar. Ya sabes cómo es en la tienda de comestibles. Siempre estoy alerta”.
Mientras caminaba hacia la cocina, Ángela hizo una pausa en su narración y trató de llenar un vaso de agua sin despertar a su esposo.
Eran las 2 a. m. Pedro, su marido, acababa de llegar a casa de su segundo trabajo como guardia de seguridad. Y antes de tener que levantarse y dirigirse a su turno matutino en el hospital local, estaba recuperando sus tres horas diarias de sueño.
“Pero luego, cuando salí para un bocado rápido, ¡ahí estaba ella de nuevo! Y esta vez, mamá la reconoció al instante: ¡era mi maestra favorita en la escuela, la Sra. Figueroa!”.
“Ahora déjame decirte, bebé: cuando crezcas y vayas a la escuela, encontrarás algunos maestros increíbles. Algunos van a ser estrictos y otros van a ser amigables. Pero algunos van a ser humanos contigo”.
“Maestros así te van a enseñar a cómo ser una buena persona, más que enseñarte literatura o matemáticas. La Sra. Figueroa era ese tipo de maestra”.
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“Las largas obras literarias que mandaba a leer eran simplemente un medio para que ella me enseñara bondad y coraje en este mundo”.
“Entonces, cuando reconocí a mi maestra, me sentí como su pequeña alumna otra vez. Estaba muy nerviosa y emocionada mientras conversábamos.
“Pero cuando la vi de cerca, había cosas en ella que me sorprendieron y me rompieron el corazón, bebé”.
“¿Por qué? ¿Qué viste?”, preguntó Pedro, que se había despertado y había estado escuchando atentamente.
“Estaba en mal estado, amor. Llevaba un vestido roto que intentaba ocultar bajo un chal viejo. Parecía terriblemente desnutrida y estaba tratando de sostener sus brazos para dejar de temblar”.
“Su voz era ronca. Ella tiene un fuerte resfriado. Lo peor fue cuando miré sus pies, los zapatos también estaban rotos, Pedro. ¡En este frío!”.
El hombre se sintió mal por lo que le contó su esposa. “¿Hablaste con ella? ¿Está enferma o tal vez endeudada?”.
“Hablé con ella. Y su historia me conmovió hasta las lágrimas. ¡Ningún maestro debería tener que vivir así jamás!”.
“Perdió a su esposo cuando trabajaba en la escuela. Apenas llegaba a fin de mes en ese entonces, también. Y luego la retiraron de la institución porque la escuela quería ingresar maestras con ‘caras más jóvenes y frescas’”.
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“Ella les rogó que le permitieran seguir trabajando. Pero no se lo permitieron, ni siquiera cuando le pasó lo peor. El año pasado perdió a su único hijo, y no estaba casado”.
“Ahí fue cuando la Sra. Figueroa tocó fondo. Ahora se quedó sin ingresos, con pocos ahorros y una casa vieja donde pasa los días sola”.
“Parecía que no había comido en dos días, Pedro. Me rompió el corazón. Ella fue quien me enseñó cómo ser audaz y franca cuando era niña. Ella me moldeó. Yo no podía soportar mirarla en ese estado”.
“Ángela, cariño”, dijo Pedro tratando de consolar a su esposa, que se estaba llorando.
“Así que hice lo menos que pude. Me di cuenta de que la maestra solo estaba comprando una pequeña barra de pan. Dudaba, pero la convencí de que esperara en el auto mientras yo recogía algunos comestibles de la tienda. Yo recordaba dónde vivía y la ayudé a llegar a casa”.
“Cuando llegué a su vivienda vi lo solitaria que era su vida. Entonces, decidí tomarme el día libre”.
“La casa era espaciosa, pero estaba casi vacía. No había nada en la nevera ni en la cocina. Las sábanas y las cortinas no se habían cambiado en mucho tiempo, y solo una luz en toda la casa funcionaba sin parpadear”.
“Preparé una comida caliente a la Sra. Figueroa, la alimenté, aseé y la arropé para que durmiera la siesta. Mientras tanto, hice lo poco que pude: puse la ropa a lavar y secar, sacudí el polvo y limpié el piso”.
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“Pero la maestra estaba tosiendo mientras dormía. Sabía que tenía que llevarla al médico. Justo cuando llegamos a la casa del doctor, recibí una llamada de la tienda de comestibles. Mi jefe estaba furioso porque me había ido”.
Él dijo: “Llegue aquí en 15 minutos y cubra sus horas, o de lo contrario, no se moleste en volver”.
“No podía correr el riesgo. Tuve que regresar rápidamente. El médico tuvo la amabilidad de asegurarme que llevaría a la Sra. Figueroa a casa de manera segura”.
“Debes haberte sentido terrible por dejarla así”, dijo Pedro.
“Me sentí terrible. Ni siquiera se me ocurrió tomar el número de teléfono de la maestra. El resto de la noche, compensé mis horas de trabajo, pero mi mente no estaba allí”.
“Ella me agradeció un millón de veces hoy, Pedro. Y sus ojos se llenaban de lágrimas cada vez. Todavía puedo sentir sus manos sobre mis hombros”.
Hubo un largo silencio mientras Ángela y su esposo imaginaban cómo sería la vida de la Sra. Figueroa.
“¿Qué podemos hacer, Pedro? No tenemos dinero. Nuestra casa es demasiado pequeña para alojarla aquí. Sé que tendremos un bebé y debemos ahorrar. Pero debe haber algo que podamos hacer”.
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Ángela temía que su esposo dijera que no podían hacer nada.
“¡Hay tanto que podemos hacer, mi amor! Puedes visitarla todos los días y llevarle comida. Mañana iré a su casa entre turnos”.
“Haré un inventario de todo lo que esté roto en su casa y hablaré con un amigo para arreglarlo. Hablaremos con la escuela y lucharemos para recuperar el trabajo de la Sra. Figueroa. Hay muchas cosas más que podemos hacer por ella, y las haremos”.
Ángela abrazó a Pedro y dejó escapar un suspiro de alivio. Él había demostrado una vez más ser su alma gemela.
Salió el sol y era hora de que la pareja comenzara su rutina matutina. Se estaba preparando una taza de café, Pedro estaba planchando su uniforme y Ángela salió para botar la basura.
Ella instintivamente revisó su buzón de correo. Esperaba que le cayeran algunas facturas. En cambio, encontró un manojo de llaves y una carta dirigida a ella. “Alguien debe haberlos dejado aquí por error”, pensó.
“Pedro, encontré algo extraño en el buzón. Lee esta nota conmigo”.
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La pareja se sentó con su café y Ángela comenzó a leer la carta en voz alta:
“Mi dulce Ángela,
¿Sabes que cambiaste mi vida en un solo día?
Después de que saliste de la clínica, el médico me preguntó a qué me dedicaba. Sus ojos se iluminaron cuando le dije que era profesora de inglés.
Resulta que estaba buscando un tutor de inglés para su hijo adoptivo, Ali.
Quería a alguien que pudiera quedarse con ellos y preparar al niño con los conceptos básicos antes de ingresar a una escuela aquí. Me ofreció un hogar, comidas caseras y un pago que todavía no puedo entender.
¿Pero sabes la verdadera razón por la que dije que sí? Fue porque me recordaste algo que había olvidado.
Me demostraste que eras un buen ser humano y me aseguraste que yo era una buena maestra.
Elegí aceptar la oferta.
Sé que no puedo pagarte por cómo has cambiado la vida de esta pobre anciana. Pero sé que estás esperando un bebé y no tienes una casa lo suficientemente grande.
Bueno, ahora la tienes. Estas son las llaves de mi vivienda, que ahora es oficialmente tu nuevo hogar. Ese viejo lugar tendrá suerte de que lo habites. Llénalo de amor y felicidad.
Una vez que hayas terminado de instalarte, ven a verme. La dirección está en la parte de atrás de la carta.
¡Te amo! Tu maestra, la Sra. Figueroa”.
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Pedro y Ángela se miraron. Los dos estaban sin habla. La mujer dejó escapar un grito de emoción antes de inclinarse hacia los brazos de su esposo. Él la abrazó y besó su vientre, sabiendo que sus vidas habían cambiado para siempre.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Sé amable, incluso no tienes mucho. Ángela y Pedro tenían que trabajar muy duro para llegar a fin de mes y hacer planes para su bebé. Pero eso no impidió que se ofrecieran a ayudar a la Sra. Figueroa, que estaba pasando muchas más dificultades.
- Las oportunidades pueden surgir de los lugares más improbables. En un solo día, la Sra. Figueroa se topó con una amable estudiante y una oferta de trabajo que cambió su vida. No te desanimes, tus dificultades serán superadas.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.