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Interior de un avión con pasajeros sentados y auxiliares de vuelo. | Foto: Shutterstock
Interior de un avión con pasajeros sentados y auxiliares de vuelo. | Foto: Shutterstock

Hombre es grosero con una anciana en un avión: al día siguiente se la encuentra en la oficina de su jefe - Historia del día

Tadeo se indignó cuando una azafata intentó convencerlo de que cambiara su asiento de primera clase por el de una anciana en clase turista que se sentía mal. Sin embargo, cuando se volvió a cruzar con la mujer mayor, se arrepintió de haberla tratado groseramente.

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Tadeo terminó de escribir un correo electrónico en su computadora portátil y pulsó “enviar” con más fuerza de la necesaria. Tomó el refresco que le había llevado la azafata y se lo bebió de un trago.

El hombre contempló por un momento las comodidades de las que disponía en la sección de primera clase del avión. Por fin, su jefe apreciaba su trabajo lo suficiente como para permitirle viajar con el lujo que se merecía.

Sin embargo, este privilegio podría desaparecer si fracasaban sus últimas negociaciones. Tadeo volvió a concentrarse en su computadora portátil. Esta vez escribió otro mensaje dirigido a otra parte interesada y también lo envió.

Acababa de recibir una respuesta al primer mensaje cuando una azafata apareció junto a él. Una mujer mayor le seguía los pasos.

“Disculpe, señor”, dijo la azafata. “Esta señora se siente enferma, así que nos gustaría pasarla a primera clase durante el resto del vuelo. ¿Sería tan amable de cambiar de asiento con ella?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“No”, espetó Tadeo. “¿Cómo se atreve a hacerme esa pregunta? ¿No ve que estoy trabajando aquí?”.

“Le aseguro que puede seguir disfrutando de nuestro wifi a bordo en clase turista, señor”, le dijo ja azafata, sonriendo.

“¿Y qué pasa con el espacio para mi computadora portátil? No puedo seguir trabajando en clase turista, y usted lo sabe. ¿Por qué me lo pregunta a mí y no a los demás?”.

La señora mayor gimió y se apoyó en el reposacabezas del asiento del hombre.

“¡Aléjese, vieja horrible!”, dijo Tadeo, levantando la mano para empujarla, pero lo pensó mejor. “No quiero sus gérmenes por todo mi asiento. Vuelva a la clase económica, que es donde debes estar”.

El hombre del otro lado del pasillo se levantó y le ofreció su asiento a la señora.

“Puede ocupar mi asiento”, dijo el hombre. Luego miró a Tadeo “A diferencia de otras personas, yo sé lo que significa respetar a mis mayores”.

“Da igual”, dijo Tadeo. “Ahora, si no les importa, tengo trabajo que hacer”, agregó, antes de continuar trabajando en su computadora portátil.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El hombre escribió varios correos electrónicos durante la hora que quedaba de vuelo y atendió una llamada con uno de los socios comerciales. Tenía los nervios a flor de piel. Necesitaba cerrar el trato y no entendía por qué los socios de su empresa eran tan difíciles.

“¿Por qué no ven que esto les beneficia?”, murmuró.

Cuando su vuelo aterrizó, Tadeo se sorprendió al ver a su jefe, Carlos, esperándolo. ¿Alguno de los socios se había puesto en contacto directamente con su jefe para quejarse de las negociaciones? Una oleada de pánico aceleró su corazón. Seguro que su jefe no había venido hasta allí para recibirlo.

Tadeo se acercaba arrastrando los pies hacia Carlos cuando vio que el hombre se abalanzaba para abrazar a la anciana enferma del vuelo. Tadeo se detuvo en seco al oír que su jefe la llamaba mamá.

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Pensó en dar marcha atrás y salir corriendo hacia el estacionamiento. Después de todo, Carlos estaba allí por su madre, no por sus fallos. Cuando se dio la vuelta para marcharse, su jefe lo miró a los ojos y le hizo un gesto con la mano.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Tadeo, ven aquí. Quiero presentarte a mi madre, Amanda”.

El hombre se acercó. Empezó a sonreír, pero Amanda le dirigió una mirada severa.

“No me sentía bien en el vuelo, Carlos...”, dijo la mujer mayor.

A Tadeo se le cortó la respiración. Estaba a punto de quedar en evidencia por ser grosero y cruel con la madre de su jefe.

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“...y ahora mismo no quiero hablar con nadie”, continuó ella.

“Por supuesto”, dijo Carlos, ofreciéndole el brazo a su madre.

“Vamos a casa. Tadeo, te veré por la mañana para informarte de las negociaciones, ¿de acuerdo?”.

“Claro, allí estaré”, dijo Tadeo sonriendo, pero por dentro temblaba de nervios. Puede que Amanda no hubiera dicho nada ahora, pero estaba seguro de que se lo contaría todo a su jefe de camino a su casa.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Al día siguiente, cuando llegó a la oficina, Tadeo seguía hecho un manojo de nervios. Ensayó mil veces lo que le diría a Carlos sobre su comportamiento en el avión mientras esperaba a que lo llamaran a la oficina de su jefe.

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Tadeo volvió al trabajo al día siguiente y quedó atónito al ver a la mujer mayor del avión con su jefe, Carlos.

Sin embargo, la citación nunca llegó. Tadeo se fue a casa y metió una comida en el microondas. Se había mareado al pensar en comer durante el almuerzo, y ahora se moría de hambre. Al sentarse, recibió una llamada de Carlos.

“Tadeo, hola. Perdona que llame a deshoras, pero quiero hablar contigo de las negociaciones. No recibí ningún contrato en mi escritorio, así que supongo que hay problemas que resolver”.

“Sí. A Márquez no le gusta el nuevo proveedor, y a Hernández le preocupa la ubicación del almacén adicional”, dijo Tadeo, suspirando. Estaba tan aliviado de que Carlos no lo hubiera llamado por lo de su madre que estos problemas le parecían menores en comparación.

“También son testarudos al respecto”, continuó. “Les expliqué que los cambios son necesarios para nuestra imagen y para el aumento de beneficios a largo plazo que prevemos, pero necesitan más convencimiento”.

“Conseguiremos que se pongan de acuerdo. Voy a llamar a una experta para que te ayude a proceder”, le dijo Carlos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Tadeo tenía mucha curiosidad por saber quién podía ser ese experto. Se apresuró a ir a la oficina de Carlos cuando lo llamaron al día siguiente y quedó atónito al ver allí a su madre.

“¿Te acuerdas de mi madre, Amanda?”, le dijo Carlos a Tadeo.

“Es la experta de la que hablé anoche. Aunque ahora está jubilada, mi madre construyó esta empresa desde cero. Es una excelente negociadora y ha accedido a ayudarte con nuestra situación actual”.

“Estoy deseando trabajar con usted”, dijo Tadeo.

Amanda lo miró de arriba abajo y arqueó las cejas. “Sí, seguro que sí”, dijo ella.

En ese momento, Tadeo comprendió por qué Amanda no le había contado a Carlos su comportamiento en el avión y por qué se había ofrecido voluntaria para ayudarlo. Pretendía castigarlo ella misma por su comportamiento. Quizá incluso quería sabotearlo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Amanda acompañó a Tadeo a su oficina después de la reunión. Caminaron en silencio, lo que a al hombre le pareció siniestro. Cuando él le acercó una silla para que la usara mientras trabajaban, ella la aceptó con un recatado agradecimiento.

“Manos a la obra”, dijo Amanda cuando Tadeo le ofreció una copa. “Me gustaría empezar repasando tu presentación. Es demasiado fácil caer en hábitos descuidados cuando se presentan nuevos planes a socios con los que ya se tiene una relación”.

Tadeo había invertido horas de trabajo en su presentación, pero sacó el expediente sin objeciones. Amanda lo observó sin hacer ningún comentario, salvo algún asentimiento o tarareo ocasional.

“Bien, cuéntame su reacción inicial a todo esto”, dijo Amanda.

Tadeo empezó a esbozar las quejas de Hernández y Márquez, pero Amanda lo interrumpió con preguntas sobre sus posturas y su lenguaje corporal. El hombre se sintió inepto al instante. No había tomado nota de todos los detalles que ella insistía en que eran importantes.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El segundo día de trabajo de Tadeo con Amanda fue muy parecido. Le hizo preguntas sobre la correspondencia que había mantenido con sus socios desde las negociaciones y se fijó en detalles en los que él nunca se había fijado.

“Es lo que sospechaba”, dijo Amanda al marcharse.

“Te apoyaste tanto en tu relación con Márquez y Hernández que te descuidaste. Ignoraste las pistas que te habrían permitido abordar sus preocupaciones antes de que las plantearan”.

Tadeo la miró estupefacto. ¿Cómo se atrevía a calificar su trabajo de descuidado? Sus sospechas eran ciertas: ella planeaba sabotearlo.

“Pero aún podemos salvar la situación”, continuó Amanda. “Te diré lo que tengo pensado cuando te vea mañana”.

“Claro”, respondió Tadeo. “Estoy impaciente por ver qué se le ocurre. Después de todo, usted es una experta”.

Amanda lo miró con extrañeza. Parecía a punto de decir algo, pero se marchó sin mediar palabra.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Esto es una locura”, dijo Tadeo cuando Amanda le contó su plan al día siguiente. “Nunca los convencerá y, lo que es peor, pensarán que estamos intentando engatusarlos”.

“Tadeo, a veces en los negocios, la gente espera un poco de adulación”. Se inclinó hacia delante en su asiento y lo miró con severidad. “Harías bien en tenerlo en cuenta, sobre todo cuando trates con gente como Hernández y Márquez”.

“¿Qué se supone que significa eso?”, espetó Tadeo.

“Significa que tienes que mejorar tu don de gentes. Hernández es un hombre de familia, y las visitas al nuevo almacén se sumarán a su tiempo de desplazamiento. A Márquez, en cambio, le preocupan aún más que a nosotros la imagen y la huella de carbono”.

Amanda se sentó y cruzó las manos sobre su regazo. “La solución es sencilla, Tadeo. Hernández necesita ver que este nuevo desarrollo no le quite tiempo con su familia, mientras que Márquez necesita pruebas de que nuestro proveedor siga las mejores prácticas”.

“Los incentivos que sugerí son para demostrar que nos preocupamos por nuestra relación comercial y entendemos sus preocupaciones”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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A Tadeo no le gustó el plan de Amanda. Estaba seguro de que estaba intentando sabotearlo por cómo la había tratado en el avión, pero no tenía forma de contrarrestarlo. A menos que le contara todo a Carlos y se arriesgara a ser despedido o degradado, su única opción era seguir adelante.

“Al menos podré decir con sinceridad que todo este desastre fue idea suya cuando nos explote en la cara”.

Tadeo trabajaba en el documento que esbozaba el plan de incentivos de Amanda.

Para su sorpresa, ambos socios habían respondido positivamente al final del día. Querían discutir el nuevo plan más a fondo. Tadeo propuso una videoconferencia esa misma semana.

Cuando le dio la noticia a Amanda, ella le sonrió por primera vez.

“¿Lo ves? Al fin y al cabo, soy una experta”, dijo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Ese viernes, Tadeo convenció a Hernández y a Márquez para que se comprometieran con el plan que Amanda había propuesto. Prometió entregarles los contratos modificados para el lunes y esa noche salió a celebrarlo.

Mientras Tadeo estaba sentado en su bar favorito, no dejaba de pensar en cómo había juzgado mal a Amanda y en lo mal que se había portado con ella en el avión. Tampoco le había contado a Carlos lo que había pasado.

“Le debo una disculpa enorme”, decidió él.

Ese lunes, Tadeo compró un enorme ramo de flores y lo llevó directamente a la oficina de Amanda. En cuanto ella lo invitó a entrar, él empezó a disculparse.

“Fui muy grosero con usted en el avión, y usted tuvo la amabilidad de ayudarme a pesar de mi mal comportamiento. No entiendo por qué no aprovechó esta oportunidad para vengase de mí, y espero que pueda encontrar en su corazón la forma de perdonarme”.

Le tendió el ramo a Amanda, pero ella no respondió como él esperaba.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¿Venganza?”, dijo ella riendo. “Tadeo, he vivido lo suficiente para aprender que el rencor y la mezquindad no hacen más que envenenar a quien los utiliza”.

Tomó las flores y las olió.

“Además, ya sabía quién eras en el avión. Puede que esté jubilada, pero me mantengo al día de lo que pasa en este negocio. Cuando fuiste tan grosero e insistente sobre el trabajo, supuse que tus negociaciones habían ido mal”.

“¿Sabía quién era yo todo el tiempo?”, preguntó Tadeo.

“Acabo de decirlo. También sabía que ibas a negociar una nueva propuesta de negocio. Como mencionó Carlos, estoy acostumbrada a tratar con socios y muy familiarizada con todas las complejidades de esas relaciones”.

“Podría haberle contado a Carlos tu comportamiento, pero eso no habría servido de nada”, dijo Amanda, encogiéndose de hombros.

“Estoy segura de que él investiga a sus empleados lo suficiente como para asegurarse de que no está pagándole a gente que es habitualmente maleducada, y no vi ningún sentido en hacerte sufrir por tus reacciones cuando estabas claramente estresado”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Tadeo miró a Amanda con asombro. Sentía como si le hubiera enseñado una forma totalmente nueva de percibir a los demás durante la semana que habían estado trabajando juntos.

Ella se preocupaba de verdad por los demás y trataba de entenderlos, lo cual, se dio cuenta, era la razón por la que sus ideas habían convencido a sus socios.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Todos podemos intentar ser menos egocéntricos: Tadeo estaba tan absorto en sus preocupaciones que ni siquiera le importó que Amanda se sintiera mal durante el vuelo. No habría sido tan grosero si se hubiera tomado un momento para pensar en sus sentimientos.
  • La venganza es veneno: Cuando vives tu vida con la intención de causar daño o con miedo a las repercusiones por el daño que causaste en el pasado, acaba consumiendo todos los aspectos de tu vida.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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