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Un vehículo en una carretera. | Foto: Flickr.com/foilman (CC BY-SA 2.0)
Un vehículo en una carretera. | Foto: Flickr.com/foilman (CC BY-SA 2.0)

Anciana cree que conductor la lleva a un ancianato: Se da cuenta de que se mete en el bosque - Historia del día

Sentada en el asiento trasero de un automóvil, a una anciana se le encogió el corazón cuando se dio cuenta de que el conductor la llevaba hacia el bosque. “¿Por qué conduces en dirección contraria?”, le preguntó tocándole el hombro, pero el hombre no respondió hasta que llegaron a su destino.

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Incluso después de cumplir 77 años, Susana no quería descansar como otras personas de su edad. Era enérgica y quería trabajar todo el día en su finca, cultivando maíz y patatas. Vivía en una pequeña finca a las afueras de la ciudad en la que trabajaba su hijo. Ansiaba reunirse con Jaime, pero él nunca tenía tiempo para ella.

Había enviado a Jaime a estudiar a la ciudad, pero no se había imaginado que enviarlo lejos significaba que nunca volvería. Se había casado con una chica que había conocido en el trabajo y vivía contento con ella. A los 42 años, Jaime trabajaba como abogado en uno de los mejores bufetes de la ciudad. Su apretada agenda no le permitía pasar tiempo con su familia.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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A pesar de echar de menos a su hijo, Susana estaba inmensamente orgullosa de lo lejos que había llegado en la vida. Se sentía aliviada sabiendo que él estaba en un buen momento de su vida, lo que la ayudaba a vivir feliz en su pequeña finca, hasta que un incidente inesperado puso su vida de cabeza.

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Era un día normal para Susana cuando regresaba a casa después de trabajar incansablemente en la finca. Había cosechado muchas verduras frescas y estaba impaciente por enviárselas a su hijo y vender algunas en el mercado.

“¡Parece que volvieron a cortar la luz!”, refunfuñó al ver su casa a oscuras. Tuvo dificultad para llegar a la cocina en la oscuridad, pero cuando lo logró tomó una vela del cajón y la encendió.

“Estoy muy cansada”, dijo, estirando los brazos antes de sentarse en el sofá. “Esperaré a que vuelva la luz”.

Apoyada en el reposacabezas, Susana no se dio cuenta de cuándo se había quedado dormida. Unos minutos más tarde, se despertó con un panorama aterrador: un fuego abrasador envolvía los muebles de madera y las paredes. Sintió que el corazón le daba un vuelco, se levantó y corrió hacia la puerta.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Por suerte, escapó a tiempo, pero su casa no se pudo salvar. Como vivía lejos de la ciudad, los bomberos tardaron en llegar y el fuego lo destruyó todo. Una vez extinguido el incendio, sólo le quedaron los muebles quemados.

Cuando Jaime se enteró del desafortunado incidente, salió de la ciudad apresuradamente para rescatar a su anciana madre. Al llegar allí y evaluar la situación, se dio cuenta de que tenía que llevar a Susana a su apartamento porque lo había perdido todo.

“Tranquila, mamá”, le dijo, rodeando su hombro con el brazo y acariciándolo. “Tranquila. No te preocupes, por favor. Puedes vivir conmigo en la ciudad”.

Mudarse al apartamento de su hijo significaba que Susana pasaría todo el día en un espacio reducido. No le gustaba usar aparatos, ver la tele ni descansar en la cama. Quería aprovechar su energía trabajando, pero vivir con Jaime significaba cambiar su estilo de vida.

“No quiero ser una carga para ustedes”, dijo. “Creo que deberías dejarme en un hogar de ancianos”.

Al adaptarse a su nuevo estilo de vida sintió como si hubiera apagado el fuego que llevaba dentro. Pasaba todo el día en el apartamento de su hijo después de que él y su esposa se fueran a trabajar. Se quedaba cerca de la ventana y veía los vehículos moverse como hormigas por la avenida desde el décimo piso.

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Susana creía que no estaba hecha para vivir dentro de casa. Se sentía en paz al aire libre, pero la ciudad no le ofrecía esas oportunidades. Sólo podía pasear por el parque en medio de la jungla de concreto en la que vivía su hijo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Pocos días después de mudarse con Jaime, Susana se dio cuenta de que él había dejado de desayunar con ella. Se quedaba hasta tarde en el trabajo, mientras su esposa regresaba a casa y se metía en su habitación. El comportamiento de ambos hizo que Susana se sintiera indeseada. Pensaba que ella no les importaba, así que habló de sus preocupaciones con su hijo.

“Jaime, tengo que hablar contigo de algo importante”, le dijo al día siguiente sentada en la sala.

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“Mamá, se me hace tarde para ir a trabajar”, respondió él, mirando su reloj inteligente.

“No tardaré, te lo prometo”, dijo Susana mientras jugueteaba con los dedos.

Una vez que Jaime se sentó a su lado, ella le contó lo sola que se sentía viviendo en su apartamento. “No quiero ser una carga para ustedes”, dijo. “Creo que deberías dejarme en un hogar de ancianos”.

“¿Por qué, mamá?”, dijo Jaime, sorprendido. “No necesitas vivir en un hogar de ancianos cuando tu hijo puede mantenerte en su apartamento”.

“Pero...”.

“Espera, mamá”, dijo él mientras se levantaba. “Haré algunos arreglos más para ti, ¿de acuerdo? Ahora me voy a trabajar”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Jaime y su esposa se fueron a trabajar como de costumbre mientras Susana miraba las paredes, sentada sola en el dormitorio de invitados. Más tarde, Jaime volvió a casa y le presentó a su madre a una chica que había contratado como enfermera.

“Mamá, ella cuidará de ti a partir de ahora”, dijo Jaime, con una sonrisa. “Cocinará para ti, te traerá comida, te lavará la ropa y hará todo lo que le digas”.

Mientras Jaime creía que estaba ayudando a su madre al contratar a una criada, Susana pensaba que su hijo no la quería. No quería que nadie la ayudara con las tareas domésticas porque ella lo había hecho todo sola durante toda su vida.

Jaime veía a su madre llorar a menudo en su habitación. Un día, él entró y la consoló mientras lloraba en silencio.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Mamá, por favor, no llores”, le dijo mientras la abrazaba. “Te quiero y quiero que te quedes conmigo en mi apartamento”.

“No quiero quedarme aquí porque sé que soy una carga”, dijo Susana. “Jaime, quiero que vendas la parcela de tierra que queda de mi finca”.

“¿Por qué, mamá?”, preguntó Jaime con curiosidad.

“Para que puedas pagar la cuota del asilo”, dijo ella llorando. “Quiero que me envíes pronto a una residencia de ancianos. No quiero vivir aquí”.

“Está bien, mamá. Cálmate, por favor”, dijo el hombre, tomándola de la mano.

“Todavía no he encontrado comprador. Venderé tu terreno en cuanto me hagan una buena oferta”.

Susana no entendía por qué su hijo no la obedecía. Le parecía raro que siguiera retrasando lo que ella decía porque siempre le hacía caso. Sentía que algo raro estaba pasando, pero no supo lo que era hasta unos meses después.

Durante ese tiempo, Susana le decía a Jaime que la enviara a un hogar de ancianos, pero él sólo le pedía que esperara. La mujer mayor estaba segura de que no vendía su tierra porque su trabajo lo mantenía ocupado. Ella creía que él mentía sobre la espera de una buena oferta porque quería que ella se quedara en su apartamento.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Un día, Jaime entró en el dormitorio de Susana y le pidió que recogiera sus pertenencias. “Mamá, quiero que firmes estos documentos antes de irte”, le dijo y le dio una carpeta a su madre.

Como Jaime esperaba, Susana firmó los papeles sin leerlos. “¡Gracias, mamá!”, le dijo él. “Podrás irte dentro de unos días. Hasta entonces, por favor, asegúrate de haber empacado todo”.

A Susana no le gustaba tener que irse así la casa de su hijo, pero pensaba que era lo mejor para ella y para Jaime. Unos días después, él la llamó y le dijo que iba a enviar a un amigo a recogerla.

“Mamá, siento no poder ir a recogerte yo mismo, estoy ocupado en el trabajo, pero mi amigo te llevará a tu destino”, le dijo. “Espero que no te importe”.

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“No hay problema, Jaime”, dijo la mujer mayor, fingiendo una sonrisa. “No pasa nada, siempre que tu amigo me deje en un hogar de ancianos”.

Susana le mintió a su hijo, pero se alegraba de no tener que vivir en su apartamento. Quería vivir de forma independiente, como hacía antes de que se incendiara su finca.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Unos minutos más tarde, Susana estaba sentada en el asiento trasero de un automóvil mientras lo conducía un amigo de su hijo. Miró por la ventanilla, emocionada por mudarse del apartamento de Jaime.

No dejaba de pensar en su hijo durante el trayecto cuando, de repente, algo extraño llamó su atención.

“¡Oh, mamá!”, exclamó. “¡Mira quién está aquí!”.

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Mientras miraba hacia el exterior, se dio cuenta de que el amigo de Jaime la estaba llevando fuera de la ciudad. Sabía que el hogar de ancianos estaba en el centro de la ciudad, lo que significaba que el conductor la estaba llevando en dirección contraria.

Susana temía que enfrentarse al conductor pudiera acarrearle problemas, así que llamó a su hijo. “¡Contesta! ¡Contesta!”, pensó, pero Jaime no respondió a su llamada. Después de llamarlo varias veces, a Susana le empezaron a temblar los pies de los nervios.

Mientras el vehículo circulaba por una carretera recta, Susana esperaba que el conductor la llevara a otra residencia. Se sentía segura hasta que el automóvil giró hacia el bosque. A la anciana se le aceleró el corazón al ver que el vehículo se movía bajo la oscura sombra de árboles verdes, grandes y frondosos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¿Por qué giraste el auto hacia el bosque? ¿Adónde me llevas?”, le preguntó mientras le tocaba el hombro. Empezó a llorar cuando él no respondió.

“Mi hijo quiere deshacerse de mí, ¿verdad?”, preguntó, sollozando. “¿Qué te dijo? ¿Adónde me llevas?”.

Mientras miraba al exterior, Susana de repente se dio cuenta de que había visto este lugar antes.

Unos instantes después, el conductor se detuvo frente a un vecindario que le resultaba familiar, pero la mujer mayor no daba crédito a lo que veían sus ojos. Estaba a punto de echarse a llorar cuando el amigo de Jaime la ayudó a salir del automóvil.

Susana había llegado a su antiguo vecindario, y estaba delante de una flamante casa de campo que Jaime había construido para ella. Se dio cuenta de que él siempre le había dicho que esperara porque no le iba a vender el terreno. Estaba ocupado construyendo una nueva casa para su mamá.

Mientras la anciana se limpiaba las lágrimas de las mejillas, vio a Jaime caminando hacia ella. “¡Sorpresa, mamá!”, exclamó y la abrazó. “Siento haber tardado tanto en reconstruir tu finca. Espero que te guste”.

“¡Me encanta, Jaime!”, dijo Susana apoyando su cabeza en el hombro de su hijo, mientras le daba las gracias.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Jaime llevó a su mamá al interior de la nueva casa y se la enseñó. “Ésta es tu habitación, mamá”, le dijo. “La construí exactamente como te gustaba”.

Susana se sintió encantada al saber que su hijo había puesto tanto empeño en renovar su finca y su casa. Se sentía feliz al ver la chispa en sus ojos mientras le contaba los detalles de cada habitación.

Unas horas más tarde, la anciana estaba tomando café en su nueva casa cuando sonó el timbre. “Voy a ver quién es”, dijo Jaime, dirigiéndose hacia la puerta.

“¡Oh, mamá!”, exclamó. “¡Mira quién está aquí!”.

“¡Estamos muy contentos de que hayas regresado!”, vitorearon los vecinos de Susana antes de que pudiera darse la vuelta para ver quién estaba en la puerta.

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“¡Dios mío!”, exclamó la anciana poniéndose la mano en el pecho. Quedó muy sorprendida al verlos a todos.

“Tenemos algo para ti”, dijo uno de ellos. “Por favor, sal”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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La anciana siguió a sus vecinos al exterior y quedó atónita al ver a una adorable ternera en el porche de su casa. “¡Queremos que críes a esta bebé en tu nueva finca!”, le dijo un vecino.

“¡Oh, gracias!”, dijo la mujer mayor abrazando a la ternerita. “¡Es tan linda!”.

“Susana, tienes mucha suerte de tener un hijo como Jaime”, dijo una mujer. “Lo hemos visto trabajar sin descanso para renovar este espacio, ¡y nos encanta cómo ha quedado ahora!”.

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“Es lo menos que podía hacer por mi mamá”, interrumpió Jaime.

“Sólo quería hacerle saber lo mucho que la quiero”.

Susana pasó toda la velada con sus vecinos, recordando lo bien que se la pasaban juntos en la finca. Pasó un rato fantástico con todos después de tanto tiempo.

La anciana pasó los meses siguientes cultivando verduras en su finca y criando a su ternera. Se sentía encantada de volver a su vida cotidiana mientras su hijo la visitaba con frecuencia.

Un año después, Susana conoció a un agricultor viudo y no pudo evitar enamorarse de él. Le encantaba pasar tiempo con él e incluso le presentó a Jaime, que estaba feliz de ver a su mamá viviendo la vida al máximo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Demuéstrales a tus padres cuánto los quieres: Jaime siempre le decía a Susana que la quería, pero ella nunca lo creía de verdad hasta que él renovó su finca. Algunas situaciones exigen que los hijos demuestren su amor, y no deben dudarlo.
  • El destino sustituye los malos acontecimientos por cosas buenas: Susana quedó destruida cuando se quemó la casa de su finca, pero nunca pensó que su hijo reconstruiría su casa desde cero. Se sorprendió cuando vio la vivienda, y se sintió agradecida.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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