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Dos niños en un autobús. | Foto: Flickr.com/fhwrdh (CC BY 2.0)
Dos niños en un autobús. | Foto: Flickr.com/fhwrdh (CC BY 2.0)

Mamá envía a sus hijos en autobús con su tío: "¡Nunca llegaron!", dijo él horas después - Historia del día

Tras el fallecimiento de su esposo años atrás, Linda se convirtió en madre soltera de sus dos hijos. Ella se esforzaba por criarlos como personas cariñosas y amables. Un día, después de que sus hijos no llegaran sanos y salvos a casa de su tío, se enteró de que sus esfuerzos no habían sido en vano.

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Linda era viuda y madre soltera de dos hijos, su hija de 11 años, Diana, y su hijo de 10, Damián. Los tres vivían en un pequeño pueblo rural.

La madre tenía dos trabajos para poder mantener a su familia y, aunque no era tarea fácil, el amor que sentía por sus hijos la sostenía. Durante mucho tiempo temió las consecuencias de que sus hijos crecieran sin un padre.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Así que Linda dedicó su vida a criarlos para que se convirtieran en adultos dignos. Siempre anteponía su bienestar y su educación, y hacía todo lo posible por educarlos con una moral sólida.

“La vida siempre nos brinda oportunidades para ser útiles, y ser útil es una oportunidad para compartir tu amor. Recuérdenlo siempre”, solía decir Linda a sus hijos.

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Tras el fallecimiento de su esposo años atrás, su hermano Nicolás era lo más parecido a un padre para sus hijos. Los niños adoraban a su tío Nicolás.

A diferencia de su hermana, que se centraba en regalarles valores esenciales, Nicolás prefería una forma más material de regalar. Siempre les compraba juguetes y regalos caros, cosa que Linda apreciaba mucho porque ella no podía.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Un día, Linda recibió una noticia preocupante: su hermano estaba gravemente enfermo. “Oh, no, Nicolás. Lo siento mucho... ¿Saben los médicos qué te pasa?”, preguntó Linda, de pie en la cocina con gran preocupación mientras hablaba con su hermano por teléfono.

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“No están seguros, Linda. Todavía estamos esperando algunas pruebas más, pero tiene mala pinta. A juzgar por mis últimas conversaciones con el médico, sea lo que sea no será barato de tratar”, dijo Nicolás, abatido.

“Me gustaría ver a mis sobrinos. Los extraño mucho. Desde que me dieron el alta, sólo pienso en ellos”, dijo Nicolás.

“Lo siento mucho, Nicolás. Estoy aquí para lo que necesites. No puedo hacer mucho económicamente, pero estoy aquí para ti. Sólo tienes que pedirlo”, le aseguró Linda a su hermano, con la voz quebrada por la angustia que la embargaba.

“Lo sé, hermanita. Siempre me has apoyado, desde que éramos pequeños. Ahora, por favor, no te atrevas a llorar porque entonces lloraré yo, y esta llamada será más triste de lo que ya es”, dijo Nicolás mientras él y su hermana compartían una ligera risita.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Hablo en serio, Nicolás. Cualquier cosa, lo que sea”, insistió Linda.

“En realidad, hay algo que me gustaría que hicieras por mí”, dijo Nicolás.

“Cualquier cosa”, dijo Linda.

“Me gustaría ver a mis sobrinos. Los extraño mucho. Desde que me dieron el alta, sólo pienso en ellos”, dijo Nicolás.

“¡Ay! Ellos también te extrañan. No hay problema, me las arreglaré para que vayan mañana. Estoy un poco atareada en el trabajo, pero estoy segura de que mi vecino, Daniel, podrá ayudarme”, dijo Linda.

“Gracias, hermanita”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Linda preparó las maletas de sus hijos aquella tarde y les explicó que al día siguiente irían a casa de su tío.

“¿Vendrás con nosotros, mami?”, preguntó Diana.

“No, cariño. Mamá tiene que trabajar mañana. Pero le pedí a Daniel, el vecino, que se asegure de que lleguen bien”, respondió Linda.

“Ah, OK. Estoy deseando ver al tío Nicolás”, dijo Diana emocionada. “¡Sí, yo también!”, agregó Damián, saltando de emoción.

Al día siguiente, Linda, los niños y su vecino de 17 años, Daniel, se dirigieron a la estación de autobuses. “Gracias por acceder a hacer esto por mí, Daniel”, dijo Linda, entregándole al joven dinero para los boletos de autobús de los niños.

“Es un placer, Sra. Linda. No se preocupe, me aseguraré de que lleguen sanos y salvos”, le aseguró Daniel.

“Y ustedes dos, pórtense bien”, dijo la madre, besándolos a los dos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Linda llamó a su hermano un rato después para ver cómo estaban los niños. Le dijo que habían llegado sanos y salvos, y que la estaban pasando muy bien.

“Muchas gracias por esto, hermana. Pensé que sería un poco duro, dado mi estado. Pero ha sido absolutamente increíble, y los niños me han ayudado mucho. Tenerlos cerca ya me ha levantado el ánimo”, dijo Nicolás encantado.

“Es maravilloso oír eso. Si es así, supongo que tendremos que hacer estos viajes más a menudo”, concluyó Linda.

Los niños regresaron unos días más tarde, encantados con el viaje. “Fue muy divertido, mamá. El tío Nicolás nos enseñó a hacer tortitas”, explicó Diana emocionada.

“¡Sí! Y tocó música en su piano, ¡y bailamos! Diana no era muy buena, ¡pero yo estuve increíble!”, dijo Damián con orgullo.

“¡Eso no es verdad! Es que no me gustaba la canción”, replicó Diana, poniendo los ojos en blanco.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Linda no paraba de reír con las anécdotas de la visita a su tío. Parecían haber disfrutado de verdad. Incluso Nicolás parecía de mejor humor la siguiente vez que hablaron. Él preguntó a su hermana si podía llevarlos de nuevo y ella accedió.

Una semana más tarde, los niños volvieron a visitar a su tío. Por desgracia, Linda seguía sin poder hacer el viaje debido a compromisos laborales. Se puso de acuerdo con Daniel para que los acompañara de nuevo, y él aceptó.

Sin embargo, esta vez las cosas no fueron tan bien. Como de costumbre, Linda llamó a su hermano un rato después de su partida para comprobar cómo habían viajado. La conversación le produjo escalofríos.

“En realidad estaba a punto de llamarte, hermanita. Los niños... nunca llegaron”, dijo Nicolás, confundido.

“¿Cómo que no llegaron? Ya deberían haber llegado hace tiempo. ¡Oh, no! ¿¡Mis bebés!?”, gritó Linda, presa del pánico. Inmediatamente cortó la llamada y llamó a Daniel, con la esperanza de que tuviera alguna respuesta.

“Daniel, ¿dónde están los niños?”, le preguntó de inmediato mientras el joven contestaba, descartando cualquier conversación trivial.

“¿No llegaron a su destino?”, preguntó Daniel, asustado.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“¿En serio me lo preguntas a mí? Se suponía que eras tú quien debía asegurarse de que llegaran sanos y salvos”, espetó Linda.

“Lo siento, Sra. Linda”, dijo Daniel, empezando a llorar.

“Yo... yo... no quería dejarlos, pero mi novia me llamó y me invitó a que la visitara. Ella vive cerca”, dijo Daniel, con la voz temblorosa.

“¿Así que consideraste oportuno dejar a dos niños sin compañía para que viajaran solos?”, preguntó Linda, furiosa.

“Ellos dijeron que conocían el camino y que podían llegar fácilmente a casa de su tío. Así que me bajé del autobús... Lo siento mucho...”. Linda, furiosa, cortó la llamada antes de que Daniel pudiera terminar la frase.

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La madre llamó a la policía local y al servicio de autobuses. La policía le dijo que aún era demasiado pronto para denunciar una desaparición y que poco podían hacer para ayudarla.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Linda estaba completamente angustiada. Lloraba amargamente presa del pánico, recordándose constantemente a sí misma que cada segundo que perdía llorando era otro segundo que podría emplear en localizar a sus hijos.

Abrumada por el miedo y la incertidumbre, ella no sabía qué hacer consigo misma. Decidió ir a la estación de autobuses y hablar con el conductor que estaba de guardia cuando los niños viajaron.

Después de un rato investigando, por fin encontró al conductor. Le enseñó una foto de sus hijos y le preguntó si los había visto y si los había dejado en su destino, el vecindario de Nicolás.

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“Ah, sí. Me acuerdo de ellos. Unos niños encantadores. No entendía por qué estaban solos. Pensé que estaban con el joven, pero se bajó un par de paradas antes que ellos. Sin embargo, no se bajaron en el destino que usted mencionó. No... Se bajaron un par de paradas más adelante”, explicó el conductor.

El hombre le indicó a Linda el lugar donde se habían bajado los niños, y ella le dio las gracias y le dijo a la policía lo que había averiguado.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Para asombro de la madre, la policía le explicó que tenían noticias de alguien con niños desaparecidos. Las autoridades le dieron una dirección y le dijeron a Linda que se reuniera con ellos allí.

La madre llegó a la dirección, una casa desconocida rodeada de patrullas de policía. Al pasar por delante de las patrullas con sus luces azules intermitentes, vio por fin a sus dos hijos sentados en el porche. Linda salió rápidamente de su auto, rebosante de alegría, y corrió hacia sus hijos.

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“Debería estar orgullosa de ellos. Y de usted misma por criarlos. Son realmente únicos”.

“¡Oh, mis bebés!”, dijo Linda, abrazándolos con fuerza. “¿Cómo terminaron aquí?”, preguntó ella, asombrada. En ese momento, una anciana de sonrisa amable salió con dos vasos de jugo para los niños.

“La Sra. Marla nos ayudó”, dijo Diana, señalando a la anciana, la Sra. Marla.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“¡Oh, gracias, señora! ¡Muchas gracias!”, dijo Linda, abrazando fuertemente a la Sra. Marla.

“No, gracias a usted por criar a unos niños tan maravillosos”, respondió la anciana.

La Sra. Marla y los niños le explicaron a Linda lo sucedido. Los pequeños se habían equivocado de parada. Cuando se dieron cuenta, el autobús ya se había ido y empezó a llover a cántaros.

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Diana empezó a llorar mientras Damián intentaba averiguar cómo llegar hasta su tío desde donde estaban. Damián convenció a Diana de que conocía el camino, pero, por desgracia, se perdieron aún más. Para entonces, la lluvia estaba empeorando, así que fueron a buscar cobijo bajo el porche de una vieja casa abandonada.

Mientras esperaban a que amainara la lluvia, los niños vieron a una empapada Sra. Marla luchando con su equipaje. Las ruedas de sus maletas estaban rotas y tenía que llevar la pesada carga bajo la lluvia.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Deberíamos ayudarla, Damián”, dijo Diana.

“¡¿Estás loca?! ¡No voy a hacer eso!”, dijo Damián, sacudiendo la cabeza.

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“Recuerda lo que mamá siempre dice. La vida siempre nos brinda oportunidades para ser útiles, y ser útil...”, empezó Diana mientras su hermano se unía, completando su frase, diciendo: “...es una oportunidad para compartir tu amor”.

Damián suspiró. “Bien, vamos”.

Los niños se acercaron a la Sra. Marla y se ofrecieron a ayudarla con las maletas. Ella se mostró sumamente agradecida y les explicó que su hijo, que era médico, debía recogerla, pero lo habían llamado urgentemente del hospital donde trabajaba.

“¿Y ustedes dos? Paren demasiado pequeños para estar aquí solos”, dijo la anciana mientras caminaba con los niños.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Nos perdimos de camino a casa de nuestro tío. Nuestra madre le había pedido a nuestro vecino que nos acompañara, como hacía normalmente, pero él se bajó del autobús antes que nosotros para encontrarse con su novia”, explicó Diana.

“Oh, no. Siento oír eso. Bueno, les agradezco mucho que me hayan ayudado. Cuando lleguemos a casa, los ayudaré a ponerse en contacto con su madre”, dijo la Sra. Marla.

Cuando llegaron a casa de la mujer mayor, ella les dio a los niños té y ropa de abrigo. Luego llamó a la policía e informó de todo lo que les había ocurrido a ella y a los pequeños. Linda estaba asombrada de lo bien que se habían portado sus hijos.

“Debería estar orgullosa de ellos. Y de usted misma por criarlos. Son realmente únicos”, le dijo la señora a la madre de los niños.

Linda intentó contener las lágrimas, pero no lo consiguió. Todo este tiempo había estado preocupada por su capacidad como madre, temiendo fracasar. Pero ahí estaban sus increíbles hijos, un testimonio viviente de que iba por el buen camino y no era ninguna fracasada. Sus hijos la consolaron mientras lloraba y, tras despedirse de la Sra. Marla, todos se fueron a casa.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Después de que Linda contara el incidente a los padres de Daniel, lo regañaron y lo enviaron a trabajar como voluntario en una casa de acogida para que aprendiera un par de cosas sobre el cuidado de los niños.

La Sra. Marla y Linda siguieron en contacto. La anciana incluso se puso en contacto con su hijo y le pidió que la ayudara con el tratamiento de Nicolás. Su hijo se ofreció a tratarlo gratuitamente y, con su ayuda, Nicolás se recuperó y pudo volver a pasar más tiempo con su hermana y sus hijos.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Uno de los regalos más valiosos que puedes darles a tus hijos es una moral basada en el amor y la bondad: Linda había enseñado a sus hijos a ser serviciales y amables, y eso les granjeó el favor de la Sra. Marla, que no solo pudo ayudarlos a volver a casa, sino que también ayudó a Nicolás a recuperarse.
  • No dejes que tus miedos te aparten de la verdad: Linda luchó durante mucho tiempo contra el miedo a fracasar como madre soltera. Sin embargo, al final se dio cuenta de que sus esfuerzos no eran en vano y de que lo estaba haciendo mejor de lo que pensaba.
  • A veces somos demasiado duros con nosotros mismos: Linda era demasiado dura consigo misma cuando se trataba de criar a sus hijos. Una parte de ella sentía que no podía hacerlo cuando lo había estado haciendo con éxito todo el tiempo.
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