"¡Inconcebible!": Mamá se sorprende al hallar bebé escondido en la habitación de hija de 13 años - Historia del día
Prudence trabajaba duro para pagar la matrícula de su hija en otro estado cuando recibe una impactante llamada del colegio: la chica lleva una semana faltando a clase. Sospecha que algo va mal, y cuando vuelve a casa, un bebé en la habitación de la adolescente confirma sus peores temores.
Katie tiró su mochila en el sofá del salón y se dirigió a la cocina pasando por delante de su madre. Abrió uno de los armarios de madera, sacó sus galletas bajas en grasas y carbohidratos y se sentó en la encimera, refunfuñando.
"En serio, odio mi vida", murmuró mientras comía una galleta.
"¿Qué te pasa, cariño?", preguntó Prudence, uniéndose a su hija en la encimera con un vaso de zumo. "Toma. ¿Ha pasado algo en el colegio?".
"¡Basta, mamá!", espetó Katie. "¡No hace falta que actúes como si te importara!".
"¿Cómo dices?".
"No me gusta lo que estás haciendo ahora, ¿vale?", gruñó. "Así que... ¡Para!".
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
"Bueno, jovencita, no olvides que estás hablando con tu madre. Y tengo derecho a preguntarle a mi hija si algo le molesta".
Katie permaneció un rato en silencio, sin pronunciar una sola palabra. Entonces se dio cuenta de que necesitaba hablar con alguien, así que lo soltó todo delante de su madre. "¡Lo odio todo, mamá!", dijo, ablandándose un poco. "Odio que seamos tan... pobres".
"¿Qué? ¡Nunca te ha faltado nada! Hacemos todo lo que podemos por ti, cariño. ¿Cómo puedes decir eso?".
Katie suspiró. "¡Mis compañeros de clase son literalmente las personas más ricas que he conocido, mamá! Sus padres les han regalado apartamentos y pueden pasar sus cumpleaños en yates, ¿y por qué a mí nunca me invitan a esos maravillosos lugares y ocasiones? Porque somos pobres, mamá. Nunca podremos igualar su estatus".
Prudence se dio cuenta de por dónde iba el tema cuando Katie siguió explicando el lujoso estilo de vida de sus compañeras ricas. Conocía demasiado bien a su hija, y sabía que tenía la idea de que el mundo giraba en torno a ella y que se merecía lo mejor.
Ser hija única a veces produce eso, así que no era del todo culpa de Katie. No era capaz de reconocer los sacrificios de sus padres por darle lo mejor. Siempre estuvo insatisfecha y creció siendo desagradecida por lo que tenía.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Prudence, de 51 años, se había sometido a muchos tratamientos de fertilidad y tuvo una cesárea para traer a Katie a este mundo. Después de eso, no tenía dinero para criar a su hija, así que ella, su esposo, Frank, y la pequeña Katie vivían en casa de los abuelos. Pasaron años antes de que pudieran mudarse.
Mientras Prudence la escuchaba, le preocupaba cómo daría la noticia a su hija de 13 años sobre su actual situación económica. Frank trabajaba turnos extra y ella le había pedido a su jefe que la enviara a otro estado, a una fábrica más grande, para ganar más dinero y que Katie no tuviera que faltar a la escuela o a la universidad.
Dar mucho amor a los hijos es más importante que gastar dinero en ellos.
Los padres de Katie no le habían dicho que sus ahorros estaban casi agotados y que pasaban apuros para pagar sus cuentas, que incluían la hipoteca de la casa, los préstamos y la matrícula escolar. Prudence sabía que tarde o temprano tendrían que contarle que se trasladaba a otro estado, y no había mejor momento que este.
Así que respiró hondo, se sentó junto a su hija y le cogió las manos con cariño mientras le decía: "Bueno, supongo que ahora puedo solucionar algunos de esos problemas. Tengo un traslado, cariño, y me iré esta semana".
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
"¿Te mudarás? ¿Por qué, mamá?".
Prudence forzó una sonrisa. "Bueno, es que me han ofrecido un sueldo más alto, así que tendré que trasladarme. A partir de ahora no viviré aquí. Tu padre y yo íbamos a decírtelo, pero estábamos esperando el momento oportuno".
Katie estaba enfadada y furiosa. ¿Cómo era posible que sus padres no le contaran un cambio tan importante en su vida? ¿Cómo podían ocultarle que su madre pronto se mudaría de su casa y se alejaría de ella?
Una vez que Prudence se mudara, Katie odiaría aún más su vida. Tendría que prepararse el desayuno, lavar la ropa e incluso limpiar su cuarto porque Frank casi nunca estaba para ayudarla.
No era el tipo de vida adolescente que Katie se había imaginado. Ella quería salir con sus compañeros ricos y divertirse. No hacer tostadas por las mañanas y lavar la ropa por las tardes. Así que un día, meses después de que Prudence se hubiera mudado, la llamó y le rogó que volviera.
"¡Mamá, por favor! Por favor. Vuelve. Te echo mucho de menos".
"Cariño", dijo Prudence. "Yo también te extraño. Pero sabes, estoy haciendo esto por nosotros, por ti. Un año", añadió. "No puedo volver antes de eso. No puedo desafiar mi contrato de trabajo".
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Katie parecía deprimida por teléfono y Prudence le aseguró que todo iría bien y que la vería pronto. Quería creer que todo estaba bien casa. Confiaba en que a su hija no le pasaría nada.
Pero meses después de mudarse, Prudence recibió una llamada preocupante del colegio de Katie. Era el director de la escuela y parecía muy preocupado cuando le dijo que las notas de la adolescente estaban bajando y que podrían expulsarla.
"¿Va todo bien en casa, señora Delaney?", preguntó el director. "Sabe, a veces el entorno familiar realmente los impacta a estos jóvenes, y estoy preocupado por Katie, ya que ha sido una estudiante fantástica, excepto por este trimestre".
"Bueno, no, nada de eso, señor", dijo Prudence, avergonzada. "Quiero decir, hablaré con Katie. Ella ha estado bien. No pasa nada en casa. Su padre y yo siempre la hemos apoyado".
"Me temo que su rendimiento indica lo contrario", comentó el director. "La vamos a dejar esta vez, pero ya sabe que no tendremos otra opción si sus notas siguen bajando".
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Prudence colgó el teléfono y llamó inmediatamente a Frank para saber qué pasaba con su hija, pero él dijo que no tenía ni idea. "Apenas estoy en casa, Prudence. ¿Cómo voy a saberlo? Y no es que nuestra hija comparta nada conmigo. Ni siquiera sé cuándo está en casa".
"¿Qué clase de padre eres, Frank? A nuestra hija le va fatal en el colegio, ¿y a ti no te importa?".
"Oye, relájate, ¿vale? Hablaré con ella, y...".
"No, no es necesario. La llamaré esta noche".
"¡Todos los hombres son iguales!", pensó Prudence enfadada mientras le colgaba el teléfono a su marido. Esa noche, llamó a Katie, y la joven lloraba como un bebé, rogándole que volviera.
Katie la echaba de menos. "Por favor, mamá. Puedes tomarte un día libre, ¿verdad? Tenía muchas ganas de que volvieras para Pascua. Te echo de menos".
"Yo también te extraño, mi niña", dijo Prudence. "Y te aseguro que intentaré estar pronto en casa".
Prudence y Katie hablaron seriamente esa noche, y la joven prometió concentrarse en sus estudios y dar lo mejor de sí. "Me ha costado adaptarme a todo desde que te fuiste, mamá", le dijo. "Te juro que lo haré mejor".
Prudence decidió confiar en las palabras de Katie. Ella también se moría por verla, pero le preocupaba que si dejaba el trabajo, no podría pagar la escuela y, más tarde, la universidad, así que decidió quedarse.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
"Espero que todo vaya bien", susurró entre lágrimas mientras colgaba el teléfono.
Durante las semanas siguientes, Prudence llamó a casa con frecuencia para ver cómo estaba Katie y asegurarse de que Frank le prestaba suficiente atención. Cuando su esposo le dijo que estaba ayudando a la chica con sus estudios y que sus notas estaban mejorando, su corazón de madre se sintió aliviado.
Pensó que todo volvería a la normalidad. Pero unos meses más tarde, poco antes de Pascua, recibió otra llamada de la escuela de Katie. Esta vez, era una profesora, quien le dijo que la chica había faltado a clase una semana entera.
"Creía que estaba enferma, señora Delaney, pero después de no verla durante una semana, pensé que debía llamarla".
Prudence le aseguró a la docente que investigaría el asunto y hablaría con su hija. Pero tenía otra cosa en mente. Esta vez, no dijo nada a su esposo ni a su hija y decidió volver a casa de improviso para averiguar qué pasaba. ¿Por qué Katie no iba a la escuela?
Pidió un permiso urgente y voló de vuelta a casa.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Al llegar, encontró su casa extrañamente silenciosa. "¿Katie? ¿Frank?", llamó, pero no obtuvo respuesta.
Prudence subió las escaleras hacia la habitación de Katie, convencida de que no podía oírla porque usaba auriculares. "¿Adónde habrá ido? Es sábado, debería estar aquí", se dijo.
Cuando entró a la habitación de su hija, sintió un olor nauseabundo. "¡Dios mío! ¿Qué es ese olor?". Se tapó la nariz y miró a su alrededor, pero no encontró nada.
Entonces, de repente, oyó el llanto de un bebé. Los ojos de Katie se abrieron de par en par al oír el ruido. Venía de un extremo de la habitación.
Cuando Prudence corrió las cortinas de la alcoba, se sorprendió al ver lo impensable: ¡un bebé de verdad! "¡Dios mío! ¿Qué hace un bebé aquí? ¿De quién es este niño? No me extraña que apestes, amiguito, ¡hay que cambiarte el pañal!".
Prudence se dio cuenta de que necesitaba cambiar los pañales del bebé, ¡pero no había ninguno en casa! Buscó en el armario y en los cajones de Katie, pero no encontró nada.
Inmediatamente, llamó a su hija. Pero la joven no contestaba al teléfono. Prudence siguió insistiendo y, en un momento dado, Katie contestó.
"¿Dónde diablos estás?", preguntó Prudence. "¿Qué demonios hace un bebé aquí... en tu habitación?".
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
"¿Mamá? ¿Estás en casa?".
"Sí, lo estoy, y tengo a este pequeño bebé lloriqueando conmigo ahora mismo que necesita un cambio de pañal. Por favor, ¡dime que no es lo que pienso, Katie! ¡¿DE DÓNDE HA SALIDO ESTE BEBÉ?!".
Prudence llevaba casi seis meses fuera de casa y no había esperado que las cosas fueran tan terriblemente mal. "Bueno, mamá...", tartamudeó Katie. "Estoy en el supermercado cercano comprando artículos para el bebé. Hablaré contigo cuando vuelva, ¿vale?".
"Katie, espera. ¿Hola? ¿Hola?".
"¡Qué le pasa a esta chica!", gritó Prudence, mientras tiraba su teléfono sobre la cama. Estaba sentada en la habitación de su hija, esperando a que volviera. Pareció una eternidad antes de que oyera abrirse la puerta y Katie volviera a casa.
***
"¡Dame un pañal ahora mismo! Y toallitas húmedas", exigió Prudence. Luego cambió el pañal del bebé.
"Ahora", se enfadó. "¡Vas a contarme todo sobre lo que está pasando a mis espaldas, que es por lo que a veces tus notas bajan y al momento siguiente dejas de asistir a clase! Katie, ¡por favor dime que no estás relacionada con este bebé! ¡Por favor!".
"Mamá, lo estás llevando demasiado lejos, ¿vale? ¡Ese bebé no es mío! Siéntate, por favor. Tienes mucho que saber... Todo empezó después de que te mudaras...".
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Katie había quedado destrozada cuando Prudence se mudó, y fue entonces cuando se dio cuenta de lo desagradecida que había sido con sus padres toda su vida. Su vida no era nada sin ellos.
Tendría que arreglárselas sola sin su madre, y cuando sus notas empezaron a bajar, su padre dejó de trabajar varios turnos para poder estar en casa y ayudarla con los estudios. Así de grande era su amor, ¡y ella solo les había hecho exigencias toda la vida!
En el colegio, Katie recibió el encargo de su profesora de literatura, la señora Lester, de hacer una presentación sobre las buenas acciones que habían hecho antes de Pascua. Ella había sido una adolescente egoísta toda su vida, así que le preguntó a la docente si podía hacer una presentación sobre otra cosa. Nunca había pensado en hacer una buena obra.
La profesora sonrió y le dijo: "Mira a tu alrededor. ¡Encontrarás una buena acción que hacer! Hay tanta gente ahí fuera que puede necesitar tu ayuda. Solo tienes que mirar".
El egoísmo no te lleva a ninguna parte en la vida.
Katie ni siquiera sabía dónde buscar. Nadie la entendía. Entonces, un día, vio llorar a la señora Lester y se enteró de que la pobre mujer cuidaba sola a su nieto de 11 años y a su nieta recién nacida.
Su hija y yerno habían muerto en un accidente de coche, así que ella quedó a cargo de sus nietos. Katie decidió hacer una buena obra ayudándola, así que preparó una tarta y cogió sus viejos juguetes que nunca había compartido con nadie y le hizo una visita. La docente se mostró agradecida con la adolescente.
Unos días después, la señora Lester sufrió un derrame cerebral y quedó postrada en cama. Tenía miedo de ir al médico porque se correría la voz de que no estaba capacitada para cuidar de sus nietos, y entonces intervendría el Servicio de Protección de Menores y perdería la custodia.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Así que Katie y el nieto de la señora Lester se alternaban para cuidar a la bebé. Ese día, le tocaba a ella cuidar de la niña. "Papá está fuera por algún proyecto, así que no sabe nada de esto...".
Prudence tenía lágrimas en los ojos y abrazó a su hija. "Buen trabajo, cariño. Estoy muy orgullosa de ti".
Prudence decidió ayudar a la señora Lester, pues le entristecía su difícil situación. La convenció para que fuera al hospital y se pusiera bien por el bien de sus nietos. Y mientras estaba en el hospital, ella cuidaría a sus nietos.
Katie estaba tan encantada de tener a Prudence de vuelta que le rogó que no volviera a irse por su trabajo. "Pero es por tu escuela, cariño. No puedo quedarme aquí indefinidamente", dijo la madre.
"No voy a pedir nada, mamá, y lo resolveremos juntas aquí. ¿Por favor?", le suplicó a su madre, rodeándola con los brazos.
Prudence no tenía elección. Tenía que marcharse. Pero Katie volvió a hacer algo impensable, lo que hizo que su madre cambiara de decisión.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Consiguió un trabajo a tiempo parcial para ayudar a sus padres y puso en marcha una organización benéfica escolar en la que niños de familias adineradas donaban su dinero de bolsillo, ropa, libros y juguetes a niños desfavorecidos.
Finalmente, Prudence decidió quedarse en casa porque se dio cuenta de lo importante que era su presencia en la vida de su hija. Katie había cambiado, y sus padres no podían estar más orgullosos de ella.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Dar mucho amor a los hijos es más importante que gastar dinero en ellos. Al final, Prudence se da cuenta de que su hija la quería y la echa de menos, así que decidió quedarse en casa.
- El egoísmo no te lleva a ninguna parte en la vida. Sé feliz ayudando a los demás. Después de que Prudence se mudara a otro estado, Katie se da cuenta de lo egoísta y arrogante que había sido al no apreciar a sus padres. Cambia para bien y decide ayudar a su profesora en problemas.
Si te ha gustado esta historia, puede que te guste esta: Compañera de clase convence a niña de salir a jugar, se encuentra a su "difunto" papá esperándola - Historia del día
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.