Jubilada cose un vestido al día para ayudar a niños necesitados - Historia del día
Una mujer de unos 60 años sentía que su vida no tenía sentido tras jubilarse después de cuatro décadas de duro trabajo. Un día decidió utilizar su antigua afición, la costura, para ayudar a los niños necesitados a llevar ropa decente al colegio.
Lucy era una secretaria jubilada que había trabajado en la misma empresa desde los 20 años. Estaba tan sumergida en su trabajo que, cuando llegó el momento de jubilarse a los 63 años, se sintió perdida.
El esposo de Lucy, George, había fallecido una década atrás. Sus hijos trabajaban en el extranjero, y apenas tenían tiempo para estar con ella; se sentía constantemente sola.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Un día, cuando volvía a casa del supermercado, vio que su vecina Amanda había colocado una caja en su jardín. "ACEPTAMOS DONACIONES DE ROPA INFANTIL", decía la caja.
Su vecina trabajaba en una ONG que ayudaba a familias con bajos ingresos y era una gran apasionada en esa actividad. Un par de veces antes había intentado reclutar a Lucy como voluntaria, pero en esas ocasiones había declinado la invitación; su empleo la absorbía.
"¡Hola, Lucy!", saludó Amanda cuando la vio pasar por el patio. "¿Cómo has estado?".
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Lucy sonrió a su vecina y se acercó. "¡Hola, Amanda! Bueno, aquí estoy, encontrando cosas que hacer cada día ahora que estoy jubilada. Me alegro de que sigas colaborando con la ONG. ¿Para qué son las donaciones?", preguntó.
Amanda reveló que estaba colaborando con una escuela pública local para proporcionar a sus alumnos ropa adecuada. "Esta escuela trabaja con familias de comunidades de bajos ingresos, inmigrantes y refugiados", reveló.
"Algunas niñas llevan ropa de sus hermanos mayores, aunque esté raída y demasiado grande. Tienen que arreglárselas con lo que tienen porque sus padres no pueden permitirse comprarles la ropa adecuada y las mochilas que necesitan", siguió explicando Amanda.
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Lucy se horrorizó al oír esto, sabiendo lo difícil que era para estos niños ir al colegio con ropa incómoda. En ese momento, se le ocurrió algo y se dio cuenta de repente a qué quería dedicar su tiempo.
Cuando llegó a casa, sacó su vieja máquina de coser. En el pasado, cada vez que se sentía estresada en el trabajo, cosía ropa y enseres para su familia, pero era una afición olvidada desde hacía mucho tiempo.
Vio un baúl lleno de hermosas sábanas que no había usado y las lavó para poder usarlas para hacer vestidos y camisas para las niñas y niños de la escuela con la que trabajaba Amanda.
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Lucy prometió coser al menos una prenda sencilla al día. En la primera semana, le dio a Amanda siete hermosos vestidos para donar a los estudiantes.
La semana siguiente, duplicó sus donaciones, haciendo siete vestidos y siete pequeñas camisas. Lucy se dio cuenta de lo mucho que le gustaba coser y lo utilizaba como una forma de pasar el tiempo. Se levantaba motivada para coser y por las tardes le enseñaba alegremente a Amanda sus creaciones.
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Amanda estaba encantada de que Lucy hubiera logrado encontrar algo que hacer cada día. Vio cómo la pasión de su vecina encendía una chispa en ella, haciéndola más feliz y sociable.
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Un lunes en particular, Amanda decidió invitar a Lucy al colegio público para entregar la ropa en persona. Ella agradeció el gesto y no pudo evitar emocionarse al ver a los niños con sus creaciones.
Cuando llegaron al colegio, a Lucy se le iluminó el rostro al ver que algunos alumnos llevaban su ropa. "¡Las hice hace dos semanas!", señaló emocionada.
"Les encanta la ropa que les has regalado, Lucy. Gracias por hacer felices a estos niños", se entusiasmó Amanda. "Algunos alumnos revelaron que hacía años que no estrenaban ropa, ¡y gracias a ti pudieron conseguir hermosas piezas nuevas!".
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Lucy no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas al ver que sus creaciones eran apreciadas por otras personas. Le prometió a Amanda que seguiría confeccionando ropa para niños pequeños y que empezaría a colaborar activamente como voluntaria en la ONG.
"Gracias por emplear tu tiempo en ayudar a otras personas, Lucy", le dijo Amanda nada más oírlo. "Me entusiasma seguir trabajando contigo".
A sus 63 años, Lucy encontró de repente un nuevo propósito en la vida. No solo se reencontró con una antigua pasión suya, sino que también encontró una nueva vocación para ayudar a los necesitados, inspirada por su vecina Amanda.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca es demasiado tarde para reavivar la pasión por algo. A Lucy siempre le había gustado coser, pero dejó de lado esta afición por lo ocupada que estaba como secretaria de empresa. Años más tarde, se dio cuenta de que podía ayudar a su vecina Amanda en su causa confeccionando ropa para estudiantes.
- Si tienes la oportunidad de ayudar a otras personas, hazlo. Lucy no dudó en ayudar a Amanda desempolvando su vieja máquina de coser para hacer ropa para estudiantes pobres. Al final, consiguió ayudar a los niños y encontró un nuevo propósito que la motivaba a levantarse cada día.
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