Anciana solitaria escribe desgarradoras cartas a Dios pidiéndole que la acepte y recibe una respuesta en el buzón - Historia del día
A sus 87 años, Olivia Silverstone estaba cansada de la vida. Estaba sola y triste, así que se dirigió a Dios con cartas en las que expresaba su deseo de dejar este mundo y reunirse con sus seres queridos en el Cielo. Pero un día recibió una sorprendente respuesta que lo cambió todo.
Querido Dios
Hoy es otro día agotador y monótono en la vida de esta devota mujer. Echo de menos a mi marido y a todos mis amigos, que tampoco están ya aquí. Me despierto y miro las noticias, sólo para ver que el mundo se desmorona, y no sé por qué sigo aquí. Por favor, Dios. Es mi hora de irme. Estoy preparada para mi hora y para lo que venga después, aunque el cielo en el que he creído toda mi vida no sea como imaginaba. Estoy preparada para todo. Envíame lejos.
Atentamente,
Olivia
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
La anciana de 87 años dejó el bolígrafo, dobló la carta entre sus manos y cogió un sobre. Así era su vida, enviando cartas a Dios cada día y rogándole que la aceptara. En su mente, era hora de irse. Para ella, su vida en la Tierra había terminado. Ni siquiera le gustaba la nieve de Minnesota como solía agradarle en su juventud.
Olivia leyó quién era el remitente y se quedó boquiabierta.
Seguía teniendo una fe inquebrantable, pero ¿acaso importaba ya? Olivia no estaba segura. Sus días eran iguales, excepto los domingos, cuando suplicaba a Dios directamente en la iglesia que se la llevara de este mundo. Pero, por blasfemo que pudiera parecer, la mujer mayor empezaba a creer que Él no la escuchaba.
Pero tal vez, si seguía intentándolo, él podría prestar atención a sus preocupaciones y darle lo que quería. Así que empezó a escribir y enviar cartas.
Una vez sellado y dirigido su último mensaje, se dirigió a su buzón y, casualmente, el cartero, Sam, estaba allí mismo, haciendo su reparto cotidiano.
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"¡Sra. Silverstone! ¿Otra carta?", le preguntó con una sonrisa fácil que ella había llegado a reconocer.
Sam parecía el tipo de persona que miraba el mundo con la perspectiva del vaso medio lleno. Ella también solía ser así, debido a su fe. Pero ya no.
"Sí, estoy intentando que me escuche", respondió Olivia, dándole la carta a Sam.
"Bueno, mandar mensajes al cielo es un poco complicado, pero estoy segura de que el correo está haciendo todo lo que puede", dijo él, añadiendo un poco de humor a la conversación.
Ella sonrió y asintió al cartero, que probablemente tendría unos 30 años. "Sé que parece gracioso, pero cuando llegues a mi edad, quizá lo entiendas un poco mejor", respondió antes de despedirse de él y volver a entrar.
***
Aunque Olivia deseaba que Dios la escuchara, estuvo viva y bien durante muchos días. Pero siguió escribiendo cartas. A veces escribía sobre las cosas que más echaba de menos, como las hortensias que su marido compraba en sus aniversarios. Pero la mayoría de las veces, seguía suplicando que todo se acabara.
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También se acostumbró a Sam y a sus agradables conversaciones por la mañana. No era gran cosa, pero no tenía a nadie más en su vida. Era la única persona a la que veía casi todos los días.
Un día, Sam no apareció. Ella pensó que simplemente podría no haberlo visto pasar, así que sacó su correo y puso la última carta en el buzón para que Sam pudiera recogerla al día siguiente.
Una vez de vuelta en su casa, hojeó los sobres y frunció el ceño al ver algo nuevo. Olivia leyó quién era el remitente y se quedó boquiabierta. Era una carta de... Dios.
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Querida Olivia,
Aún no es el momento. He estado observando y escuchando. Pero no es tu hora. Aún te queda mucha felicidad por experimentar en la Tierra. Sólo tienes que estar atenta y abrirle la puerta.
Con amor,
Dios.
Olivia apenas había terminado de leer cuando llamaron a la puerta. Sam estaba allí. Pero sus ojos no se abrieron ante su presencia. Se abrieron ante el ramo de hortensias que llevaba en la mano.
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"Hola, señora Silverstone", empezó con una tímida sonrisa. "He estado leyendo sus cartas. Espero que no le importe que haya decidido contestarle. También he leído que su marido le regaló hortensias, así que he pensado en traerle algunas".
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Olivia seguía con la boca abierta, pero necesitaba preguntar algo importante. "¿Por qué?"
"No lo sé. Quizá porque nunca tuve abuelos. Quizá porque creo que hay que recordar a todo el mundo que hay muchas razones para seguir viviendo. De todos modos, no quiero que pases tus últimos días suplicando que llegue el final. Deseo que intentes vivir feliz y plenamente, sabiendo que tu tiempo aquí fue valorado y bien recordado", explicó Sam, encogiéndose de hombros al final.
La mujer mayor se tapó la boca con la mano ante la repentina oleada de sentimientos que la embargaban. Intentó contenerlos durante unos segundos y finalmente hizo un gesto a Sam para que entrara.
"¿Te apetece un café?", le preguntó sonriéndole ampliamente.
"Sería encantador", respondió él, inclinando cortésmente la cabeza hacia ella.
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Sam la visitó a menudo después e invitó a Olivia a su casa para que conociera a su familia, llegando a estar más unida a ellos de lo que nunca esperó.
Y cuando se iba a la cama cada noche, sabía que Dios había escuchado sus palabras, pero que él sabía más y le había enviado lo que realmente necesitaba.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Puede que Dios no responda a tus oraciones de la manera que esperas. Pero siempre será mejor. Olivia suplicó y rezó para que Dios la llevara al cielo, pero él sabía lo que realmente necesitaba.
- Siempre hay mucha más felicidad que experimentar. Sólo tienes que abrirle la puerta. Olivia no esperaba lo importante que Sam llegaría a ser para ella y sabía que era un regalo de Dios.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.