El gerente de un restaurante echa a una anciana que pide cobijo, al día siguiente la ve sentada con el dueño - Historia del día
Un día, una anciana quedó empapada por una fuerte lluvia tras un repentino chaparrón. Decidió buscar refugio en una famosa cafetería, sólo para ser echada de muy mala manera por el gerente del restaurante. Lo que ocurre a continuación deja atónito al arrogante empleado.
Linda Meyers se dirigía a cenar cuando de repente empezó a llover a cántaros. No llevaba paraguas, así que su cuidado pelo quedó hecho un estropicio de repente y le cayó por toda la cara. Su blusa y su chaqueta también parecían un desastre con el agua.
El establecimiento más cercano a ella en aquel momento era una famosa cafetería que frecuentaba la gente rica y famosa. Al llegar a la entrada, el portero la detuvo de repente.
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"Señora, éste es un café exclusivo. Necesita una reserva para entrar", empezó, antes de mirarla de pies a cabeza. "Parece que usted tampoco puede permitirse cenar aquí", murmuró.
Ofendida por el grosero comentario, pidió al portero que llamara al encargado del restaurante. Pero en vez de dejarla entrar, el encargado se hizo eco de la opinión del portero y le pidió que se marchara.
"Señora, en este momento estoy recibiendo a más de cien personas dentro. No perdamos el tiempo aquí. Voy a tener que pedirle que no moleste y se vaya de una buena vez", le dijo a Linda el encargado, en cuya placa ponía "Simón".
"Sólo necesito un sitio donde quedarme hasta que amaine la lluvia. Se lo ruego", insistió ella.
"No puedo dejar que entre con ese aspecto. Va a asustar a todos nuestros clientes", negó Simon con la cabeza. La mujer se marchó y buscó otro lugar donde esperar.
Al día siguiente, cuando Simon llegó al trabajo, el dueño del café ya estaba allí. Inmediatamente llamó a Simón. "Hoy es un día muy especial. Tenemos invitados importantes, un amigo y su esposa. Son compradores potenciales de este café. Dicho esto, todo debe estar en plena forma".
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Simon orientó a los camareros sobre lo que debían hacer ese día, asegurándose de que todo estuviera bien preparado para la llegada de sus invitados VIP. Aquella noche, el propietario llamó a Simon a su mesa.
"Deja que te presente a nuestro gerente. Es un excelente miembro de nuestro equipo. Conoce su trabajo y es muy amable, sensible, simpático y servicial", dijo el propietario. Al oírlo, la mujer se volvió hacia él con una sonrisa en la cara.
"Muy amable. Veo que es exactamente como lo has descrito", dijo la mujer, que resultó ser Linda.
El gerente no pudo ocultar la expresión de horror que se le dibujó en la cara al darse cuenta de que la mujer era la persona a la que había echado groseramente la noche anterior. Tras ver la expresión de su cara, Linda se volvió hacia el dueño del café.
"Tienes un restaurante estupendo y un personal tan entrañable. Mi marido y yo estamos encantados de comprar el café", dijo.
Al día siguiente, Linda y su marido fueron directamente a trabajar. Querían observar cómo funcionaba el café a diario y conocer a sus nuevos empleados.
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Cuando Linda vio a Simon, le dio una mala noticia. "Simón, mi Esposo y yo hemos tomado la decisión de degradarte como camarero. No creemos que el modo en que me trataste la otra noche sea forma de tratar a un cliente", le explicó.
Inmediatamente, Simon recibió un delantal y una bandeja, y empezó a trabajar como camarero. Se sentía humillado, pero no podía darse el lujo de perder del todo su trabajo.
Un par de días después, una pobre mujer entró en el café. Se sentó en una mesa y pidió un bocadillo y té caliente. Cuando terminó de comer, Simón le dio la cuenta.
"Vaya", dijo la anciana mientras miraba en su bolso. "Me habré olvidado la cartera en casa. Lo siento mucho. Puedo lavar los platos o limpiar el restaurante, lo que sea para compensar", dijo.
Simón negó con la cabeza. "No se preocupe, señora. Por esta vez, corre por mi cuenta", dijo con una sonrisa.
La mujer procedió a dar las gracias a Simón, a lo que él respondió: "No hay problema. La gente debe ayudarse mutuamente. Hace un par de días, la nueva propietaria de este restaurante me dio una segunda oportunidad porque es una persona amable. Quiero ser como ella. Al fin y al cabo, creo en el karma".
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"Creo que volverás a ser gerente", respondió la mujer. Simon se sintió confundido sobre cómo la mujer sabía de su descenso de categoría. En ese momento, Linda se acercó a la mesa.
"Esta mujer de aquí es mi amiga. Quería ponerte a prueba y ver si habías aprendido la lección. Me alegra saber que has superado la prueba. Puedes reincorporarte a tus funciones directivas con efecto inmediato", dijo Linda, dándole un golpecito en la espalda.
Simón estaba encantado. Nunca había visto tanta amabilidad en nadie, y agradeció que Linda le diera otra oportunidad de hacerlo bien en su trabajo.
Desde aquel día, Simon iba a trabajar con una sonrisa en la cara. Le encantaba su trabajo, y todo gracias a la inyección de confianza que le dieron los nuevos dueños de la cafetería. Atendía pacientemente a su personal y a los clientes, y eso hizo que la cafetería tuviera aún más éxito.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No debemos juzgar a los demás por su aspecto exterior. El portero y Simón se apresuraron a juzgar a Linda por su aspecto, sin saber que acabaría siendo la dueña del negocio en el que trabajaban.
- La gente merece una segunda oportunidad. Linda tuvo la amabilidad de darle una segunda oportunidad a Simon, sabiendo que disfrutaba con su trabajo.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.