Después de que mi padre se volviera a casar, mis hermanastros me hicieron la vida imposible y me quitaron todo lo que tenía - Me harté y me vengué

Nathan tiene graves problemas. Su padre se ha vuelto a casar, y sus nuevos hermanastros invaden su espacio y arruinan sus preciadas pertenencias. Nathan se siente atrapado e ignorado en su propia casa. Cansado de todo, planea en silencio una agridulce venganza. Pero, ¿traerán las acciones de Nathan la paz que anhela?

Vivir con mis hermanastros era duro. Penny, de 16 años, Peter, de 11, y William, de 10, no entendían los límites. Siempre rebuscaban entre mis cosas e incluso rompieron mi Xbox.

El caso es que papá se casó con mi madrastra hace dos meses, y desde entonces nada ha ido bien. Tenemos una casa con tres habitaciones.

Antes, papá y yo teníamos cada uno nuestra habitación con baño, y la habitación más pequeña era el estudio de papá.

Ahora, Penny vive en mi habitación, y yo tengo que compartir la habitación pequeña con Peter y William. Todos mis libros, mi telescopio y otras cosas están metidos en el sótano porque no hay espacio.

Un día, me di cuenta de que me faltaba el reloj. No era un reloj cualquiera: fue el regalo que me hizo mi madre antes de morir de cáncer. Ese reloj lo era todo para mí.

Busqué por todas partes en nuestra estrecha habitación. Miré debajo de las camas, detrás de la cómoda e incluso en el armario. Nada. Mi frustración aumentó y un día, semanas después, decidí buscar en el sótano. Quizá, sólo quizá, los chicos lo habían llevado allí mientras jugaban.

Bajé las escaleras chirriantes, el sótano débilmente iluminado por una sola bombilla. El corazón me latía con fuerza mientras movía cajas y juguetes viejos. Y entonces, lo vi.

Mi reloj estaba en el suelo, pero ya no era el mismo. El cristal estaba agrietado y las manecillas congeladas. Lo recogí, sintiendo un nudo en la garganta.

¿Cómo podían ser tan descuidados? Esto era todo lo que tenía de mamá.

Apreté el reloj roto en la mano y subí a buscar a Penny.

Estaba en el salón, consultando el teléfono.

"Penny, tengo que hablar contigo", le dije con firmeza.

Levantó la vista, molesta. "¿Qué te pasa ahora, rarito?".

"Tus hermanos se llevaron mi reloj. Lo han roto". dije, mostrándole los daños.

"Pues no les des órdenes. Son MIS hermanos, así que no tienes derecho a decirles lo que deben hacer, y sólo son unos críos", dijo despreocupadamente.

Me quedé de piedra. "¡Este reloj era de mamá, Penny! Es todo lo que me queda de ella".

"¿Y qué? No me importa. Al fin y al cabo, sólo es un reloj", dijo sin levantar la vista del teléfono.

"No es sólo un reloj", murmuré, pero ella no me escuchaba. Sentía que se me llenaban los ojos de lágrimas.

No quería que me viera llorar, así que me alejé, sintiéndome más solo que nunca. Sentado en la cama de mi pequeña habitación, sostuve el reloj roto y lloré como un crío.

Esta casa no me parecía mi hogar, y echaba de menos a mamá más que nunca. Lo único que quería era un poco de respeto, un poco de espacio. Pero aquí, incluso eso parecía demasiado pedir.

Antes de que se mudaran mis hermanastros, tenía una paga de 100 dólares. Ahora, Penny recibe 75 $, yo 35 $ y Peter y William 30 $ cada uno. No me querían ni me respetaban, y me echaron de mi propia habitación. ¿Y ahora esto?

Sabía que tenía que hablar con papá y Charlotte sobre lo que estaba pasando. Esto no podía seguir así. Aquella noche, me encontré con ellos en el salón.

"Papá, Charlotte, ¿podemos hablar?", pregunté con voz temblorosa.

Papá silenció el televisor y me miró. "¿Qué pasa, colega?"

"Se trata de Peter y William", dije, con la cabeza gacha. "No paran de revisarme las cosas. Rompieron el reloj de mamá. Le he contado a Penny lo que ha pasado y no le importa".

Les enseñé el reloj roto, esperando que comprendieran lo mucho que significaba para mí.

Charlotte frunció ligeramente el ceño, pero no dijo nada, y papá suspiró.

"Nathan, sé que es difícil adaptarse a esta nueva situación. Pero en una familia todos tenemos que hacer sacrificios", dijo.

Sentí que aumentaba mi frustración. "¿Sacrificios? Papá, no se trata sólo del reloj. Se trata de todo. No tengo espacio personal. No respetan mis cosas y siento que no me escuchan".

"Nathan, son chiquitos", intervino Charlotte. "No entienden los límites como tú. Tienes que tener paciencia".

"¿Paciencia? ¡He sido paciente! Pero nada cambia. Estoy perdiendo algo más que espacio. Estoy perdiendo la conexión que solíamos tener, papá. Ya no hablamos como antes".

Papá se frotó las sienes. "Nathan, todos nos esforzamos al máximo. No es fácil para ninguno de nosotros".

"Lo entiendo, pero necesito que veas cuánto me está afectando esto. Echo de menos a mamá y ahora siento que también te pierdo a ti", grité.

La expresión de Charlotte se suavizó, pero permaneció callada.

Papá me miró con una mezcla de frustración y lástima. "Nathan, ahora mismo no podemos cambiar la situación. Tenemos que sacar lo mejor de ella".

"Entonces, ¿tengo que aguantarme y lidiar con ello?".

"Sí, Nathan. Eso es lo que significa a veces formar parte de una familia".

Se me encogió el corazón. "De acuerdo. Pero no esperes que me alegre por ello", dije y salí de la habitación enfadada.

De vuelta en mi estrecho dormitorio, me quedé mirando el reloj roto. Parecía que nadie comprendía ni se preocupaba por lo que estaba pasando. Echaba de menos a mamá y echaba de menos los días en que papá me escuchaba de verdad.

Había llegado el momento de darles una lección a mis padres y hermanastros.

Decidí escribir sobre lo que estaba pasando y compartirlo en Internet. Quizá, sólo quizá, alguien lo entendería.

Puse todo mi corazón en el post:

Soy Nathan, tengo 15 años y me siento como un extraño en mi propia casa. Desde que mi madre murió de cáncer, todo ha cambiado. Ahora comparto una habitación estrecha con mis hermanastros, Peter y William, que no respetan mi espacio. Rompieron el reloj de mi madre, lo único que me queda de ella.

He intentado hablar con papá y mi madrastra, pero no lo entienden. Me dicen que tengo que hacer sacrificios, que eso es la familia. Pero me siento perdido y olvidado. La mayoría de las noches pienso en huir. Pero sé que la vida en la calle sería aún más dura. Estoy harto de sentirme solo y no escuchado. ¿Alguien más se siente así?

Pulsé "publicar" y esperé. A la mañana siguiente, revisé el post y me quedé de piedra. La respuesta fue abrumadora.

"Tus padres tienen que despertar y ver lo que te están haciendo", escribió uno.

"Nadie debería sentirse así de solo en su propia casa", había dicho otro.

Unos días después, decidí enseñarles el post a papá y a Charlotte. Ya no podía guardármelo para mí. Me dirigí a su habitación, sintiendo una mezcla de ansiedad y determinación.

"Papá, Charlotte, ¿podemos hablar?" pregunté con el teléfono en la mano.

Papá levantó la vista de su libro. "¿Qué pasa ahora, Nathan?".

"Necesito que leas algo", dije, entregándoles mi teléfono. "Por favor".

Empezaron a leer, y sus rostros se ponían más serios con cada línea. Pude ver cómo las emociones pasaban de la confusión a la preocupación. Cuando llegaron a la parte en la que yo pensaba en huir, a Charlotte se le llenaron los ojos de lágrimas. Papá palideció.

"¿Es así como te sientes, Nathan?" preguntó papá con voz temblorosa.

"Sí, así es. Siento que nadie me escucha. Estoy harto de sentirme solo" respondí, con la voz temblorosa.

Charlotte rompió a llorar. "No creíamos que fuese para tanto, Nathan. Creíamos que lo hacíamos lo mejor que podíamos, pero está claro que no nos hemos dado cuenta de por lo que estás pasando".

Papá la rodeó con el brazo y me miró con tristeza en los ojos. "Lo siento, hijo. Deberíamos haberte tomado más en serio. Haremos las paces. Hablaremos y veremos cómo mejorar las cosas".

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También les mostré los comentarios. "Mira lo que dice la gente. Ellos lo ven, ¿por qué ustedes no?".

Papá suspiró, profundamente dolido. "Nathan, estábamos tan centrados en el ajuste de todo el mundo que no vimos lo mucho que te dolía. Lo siento, de verdad. Lo haremos mejor".

Por primera vez en mucho tiempo, las cosas empezaron a mejorar.

Después de nuestra sincera charla, todos ayudaron a convertir el sótano en mi espacio privado.

Una tarde, mientras pintaba las paredes, Penny se me acercó. "Nathan, ¿podemos hablar?", me preguntó.

"Claro, ¿qué pasa?" pregunté, limpiándome la pintura de las manos.

Ella respiró hondo. "He sido muy hostil contigo, y lo siento. Supongo que nunca me enfrenté realmente a mis sentimientos sobre el matrimonio de nuestros padres. Sentía que me sustituías".

Sus palabras me sorprendieron. "No sabía que te sentías así, Penny. He estado tan metido en mis propios problemas que no vi los tuyos".

Asintió entre lágrimas. "Ha sido duro para todos. Sólo quería que supieras que siento cómo te he tratado".

Alargué la mano y la abracé. "Gracias, Penny. Eso significa mucho para mí. Todos estamos luchando, pero quizá podamos superarlo juntos".

Incluso Peter y William parecían comprender la importancia de respetar mi espacio. También tuvimos una charla sobre el reparto de la paga para hacer las cosas más justas.

Papá nos sentó y nos explicó el nuevo plan. "Penny, tú recibirás 60 $; Nathan, 50 $; y Peter y William, recibiréis 30 $ cada uno. Queremos que todos se sientan valorados y tratados con justicia".

Por fin el hogar volvía a sentirse como en casa.

¿Qué habrías hecho tú?

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Esta obra está inspirada en hechos y personas reales, pero se ha ficcionalizado con fines creativos. Se han cambiado nombres, personajes y detalles para proteger la intimidad y mejorar la narración. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia y no es intención del autor.

El autor y el editor no garantizan la exactitud de los acontecimientos ni la representación de los personajes, y no se hacen responsables de ninguna interpretación errónea. Esta historia se proporciona "tal cual", y las opiniones expresadas son las de los personajes y no reflejan los puntos de vista del autor ni del editor.

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