Hombre apuesta a que puede conquistar a una chica en una semana, pero su plan da un giro inesperado - Historia del día
Alex y Jake competían ferozmente por un ascenso. Jake propuso entonces una apuesta: si Alex conseguía ganarse el corazón de su rígida jefa, Megan, Jake se haría a un lado. Alex, siempre dispuesto a aceptar retos, aceptó. Lo que no sabía era que esta aventura amorosa se volvería inesperadamente en su contra.
Alex era un joven y ambicioso empleado de una gran empresa tecnológica. Todos los días llegaba pronto a la oficina y se iba tarde, buscando siempre la forma de destacar.
Le encantaban los retos que le planteaba su trabajo.
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Pero había un gran obstáculo en su camino hacia el éxito: Jake.
Jake era su rival, igual de motivado e igual de decidido a conseguir el próximo ascenso.
Una tarde soleada, durante un descanso, Jake se acercó a Alex con una sonrisa socarrona. Los dos estaban en la sala de descanso, rodeados por el murmullo de los compañeros charlando y el aroma del café recién hecho.
"Hola, Alex", dijo Jake, apoyado despreocupadamente en la encimera, removiendo su café.
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Alex levantó la vista de su teléfono, curioso. "¿Qué pasa, Jake?"
Jake miró a su alrededor para asegurarse de que nadie más le escuchaba y se inclinó hacia él.
"Tengo una idea para hacer más interesante esta carrera de promoción".
Alex enarcó una ceja, intrigado pero receloso. "¿Ah, sí? ¿De qué se trata?"
Jake sonrió, con los ojos brillantes de picardía.
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"¿Qué te parece una pequeña apuesta? Si consigues que Megan se enamore de ti en una semana, me haré a un lado y el ascenso será tuyo". Alex se quedó boquiabierta.
"¿Megan? ¿Nuestra jefa, Megan? ¿La Reina del Hielo?"
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Jake asintió, y su sonrisa se ensanchó. "Así es. ¿Crees que podrás con ella?"
Alex dudó, pues conocía la reputación de Megan de ser fría e inaccesible. "¿Y si fracaso?"
"Entonces te retiras y el ascenso es mío", dijo Jake con seguridad, dando un sorbo a su café.
Alex se lo pensó un momento, el fuego competitivo que llevaba dentro ardía con fuerza. La idea era una locura, pero el premio era demasiado tentador.
Le tendió la mano. "Acepto".
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Jake la estrechó con firmeza, con un brillo travieso en los ojos. "Buena suerte, Alex. La necesitarás".
Mientras Alex volvía a su escritorio, no pudo evitar sentir un poco de excitación.
"¿Cómo voy a conseguir que Megan se enamore de mí en una semana?", murmuró para sí. "Ella es todo trabajo y nada de juego. Necesito un plan... algo que me acerque a ella".
Durante todo el día en el trabajo, Alex se paseó por su despacho, barajando ideas.
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"Piensa, Alex, piensa. ¿Qué haría que Megan pasara tiempo conmigo fuera de la oficina?".
De repente, dejó de pasearse y una bombilla se encendió en su cabeza.
"¡Una conferencia! Eso es. Encontraré una conferencia a la que podamos asistir, compraré entradas y crearé una invitación falsa para que Megan vaya seguro. Tengo que convencerla de que es importante".
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***
A la mañana siguiente, armado con su plan, Alex llamó a la puerta del despacho de Megan. Megan levantó la vista de su escritorio, su expresión era tan gélida como siempre.
"¿Sí, Alex?"
"Hoy he recibido esto por correo", dijo él, entregándole un sobre. "Parece importante para la empresa".
Megan abrió el sobre y leyó el contenido, frunciendo ligeramente el ceño.
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"¿Una conferencia sobre clientes? Sí que parece importante. ¿Quién va a asistir?", preguntó Megan, escudriñando la invitación.
Alex asintió, intentando parecer lo más serio posible.
"Creo que repercutiría positivamente en el trabajo de nuestro equipo. Llevo tiempo interesado en esto para seguir formando a nuestros empleados".
Megan lo estudió un momento, su mirada helada hizo que el corazón de Alex se acelerara. Parecía ligeramente desconcertada, como si aquello fuera una sorpresa.
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"Esto es muy repentino. ¿Estás seguro de que es necesario?"
Alex asintió con seguridad. "Por supuesto, Megan. Conozco todos los detalles y puedo ayudarte a gestionarlo todo".
Megan respiró hondo, considerando su propuesta.
"De acuerdo, entonces. Te encargarás de todo. Espero que sea perfecto. Y ya que pareces saber tanto del tema, vendrás conmigo".
Alex asintió, con un atisbo de sonrisa en los labios.
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"Por supuesto, Megan. Yo me ocuparé de todo", respondió Alex.
"¡Y Ethan! Mi automóvil está en el taller. ¿Podemos llevarnos el tuyo?", preguntó Megan, ocultando su vergüenza tras un tono autoritario.
"Por supuesto. No hay problema" -asintió, ya que le había sugerido que llevara su coche para que lo revisaran. Formaba parte del plan.
"Entonces conduciré yo", acabó riendo Megan.
Al salir de su despacho, no pudo evitar sentir una oleada de confianza. El primer paso de su plan estaba en marcha. Ahora sólo tenía que llevarlo a cabo.
***
Durante todo el viaje, Megan mantuvo una actitud gélida y dominante. A pesar de la presión, Alex mantuvo la compostura, recordándose a sí mismo la apuesta y la importancia de ganar el ascenso.
La conferencia fue interesante para Megan.
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Después, emprendieron el viaje de vuelta a casa, con Megan conduciendo. El tiempo empeoró rápidamente, con nubes oscuras y lluvia intensa. Las sinuosas carreteras forestales se volvieron traicioneras. Megan, normalmente segura de sí misma, mostraba signos de ansiedad a medida que la tormenta se intensificaba.
Perdida en el bosque, a Megan empezaron a temblarle las manos y paró el coche en medio de la carretera.
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Al ver que Megan se derrumbaba, Alex tomó el control. La guió suavemente fuera del asiento del conductor y tomó el volante.
"Salgamos de esta tormenta", dijo Alex, tomando las riendas.
"Vale", respondió Megan, con voz temblorosa.
Alex atravesó la tormenta con determinación. Mantuvo un ritmo constante, concentrándose en encontrar un lugar seguro donde esperar a que pasara la tormenta. Tras un corto trayecto en coche, vio una pequeña cabaña escondida entre los árboles.
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Sacó el automóvil de la carretera y ayudó a Megan a entrar.
"¿Estás bien?", preguntó Alex, guiándola hasta una silla.
Megan respiró hondo, intentando calmarse.
"Es que... Nunca se lo he contado a nadie, pero perdí a mi padre en una tormenta como ésta. Desde entonces, estoy aterrorizada".
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"Lo siento mucho, Megan. Debió de ser muy duro", dijo Alex en voz baja, con los ojos llenos de preocupación.
"Lo fue. Tenía grandes expectativas puestas en mí y siempre he intentado estar a la altura", confesó ella, con lágrimas en los ojos.
Alex la cogió suavemente de la mano. "No tienes que ser perfecta todo el tiempo. No pasa nada por mostrar tus emociones".
Megan lo miró, con las defensas por fin bajas.
"Gracias, Alex. No me había dado cuenta de cuánto necesitaba oír eso".
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A medida que avanzaba la noche, hablaron más, compartiendo historias y vulnerabilidades. Por primera vez, Alex vio a Megan como algo más que su fría jefa.
Para que la velada fuera aún más especial, Alex abrió una botella de vino que había guardado para un momento así y preparó unos aperitivos.
Megan se quedó muy sorprendida.
"¿De dónde has sacado todo esto?", preguntó asombrada.
"Oh, sabía que el viaje sería largo. Así que cogí algunos tentempiés. Y el vino... Siempre guardo una botella de repuesto en el maletero del coche" -respondió con una sonrisa.
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Alex se encogió de hombros modestamente. "Sólo quería que nos relajáramos y disfrutáramos de la velada".
Su conversación se alejó del trabajo y se adentró en un terreno más personal. Hablaron de su infancia, sus sueños y sus miedos. Era una faceta de Megan que Alex nunca había visto, y sintió que se formaba una conexión más profunda entre ellos.
A la mañana siguiente, al despertarse juntos, Alex supo que tenía que confesar. Sintió una profunda punzada de culpabilidad.
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Se dio cuenta de que había ido demasiado lejos y ahora no quería manipular los sentimientos de una mujer que le gustaba de verdad. Alex decidió que tenía que confesarlo todo y aclarar la situación tal y como era en realidad.
"Megan, hay algo que tengo que decirte", empezó, con el corazón latiéndole con fuerza.
Megan le puso un dedo en los labios. "Ahora no. Esperemos a volver a la oficina. Quiero que disfrutemos de estas últimas horas juntos".
Alex asintió, aunque sintió una punzada de culpabilidad. "De acuerdo, Megan. Hablaremos más tarde".
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***
Después de volver al trabajo, la relación entre Alex y Megan siguió desarrollándose. Compartían miradas cómplices y bromas internas que no pasaban desapercibidas para sus compañeros.
Jake observaba desde la barrera la creciente conexión entre ellos y se dio cuenta de que estaba perdiendo. Decidido a arruinar a Alex, decidió desenmascarar la apuesta.
Un día antes de que terminara la apuesta, Jake se acercó a Megan en su despacho, cerrando la puerta tras de sí.
"Megan, hay algo que tienes que saber sobre Alex" -empezó, con voz de fingida preocupación.
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Megan levantó la vista, desconcertada. "¿De qué se trata, Jake?"
"Alex hizo una apuesta conmigo", dijo Jake, sonriendo satisfecho. "Apostó que podía hacer que te enamoraras de él en una semana. Por eso ha estado tan... atento".
Megan palideció y sus ojos se abrieron de golpe. "¿Qué? ¿Hablas en serio?", exclamó, alzando la voz.
Jake asintió, disfrutando del caos que estaba creando. "Por supuesto. Pregúntaselo tú mismo si no me crees".
Megan salió furiosa de su despacho, dirigiéndose directamente a la mesa de Alex.
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"Alex, ¿es verdad?", gritó, y su voz resonó en el despacho. "¿Hiciste una apuesta con Jake para que me enamorara de ti?".
Alex se levantó, con el rostro enrojecido por la culpa y el miedo. "Megan, puedo explicarlo...".
"¿Explicarlo?", interrumpió ella, con la voz temblorosa por la ira. "¿Explicar cómo jugaste con mis sentimientos por una estúpida apuesta?".
A estas alturas, toda la oficina había centrado su atención en el acalorado enfrentamiento. Los compañeros cuchicheaban entre sí, con los ojos muy abiertos por la curiosidad.
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"Megan, por favor", suplicó Alex, acercándose. "Sí, empezó como una apuesta, pero ya no es así. Me enamoré de ti, de verdad".
"¿Amor?", se burló Megan, con lágrimas en los ojos. "¿Cómo puedo creer algo de lo que dices ahora? Todo esto podría ser otro juego para ti".
"¡No es un juego!" Alex se sentó en la mesa más cercana, frustrado y desesperado. "Sé que me equivoqué, pero mis sentimientos por ti son reales. Me importas más que nada".
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"¿Entonces por qué no me lo dijiste antes?", exigió Megan, con la voz quebrada. "¿Por qué dejaste que me enterara así?".
"Tenía miedo", admitió Alex, ahora con voz más suave. "Temía que me odiaras y que te perdiera para siempre".
"Pues felicidades, Alex", dijo Megan con amargura. "Lo has conseguido. Ya no puedo confiar en ti".
Alex sintió que le invadía una oleada de desesperación. Tenía que hacer un último intento.
"Megan, sé que no merezco tu perdón, pero, por favor, créeme cuando te digo que te quiero".
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Megan negó con la cabeza, sus lágrimas caían ahora libremente.
"No puedo. ¿Cómo sé que esto no es sólo otra estratagema? ¿Otra apuesta?"
A Alex se le partió el corazón al ver el dolor en sus ojos. "Megan, por favor..."
Ella se apartó, incapaz de mirarle.
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"Habrías conseguido el ascenso de todas formas", susurró. "¿Por qué has tenido que estropearlo todo?".
"Megan, lo siento mucho", dijo Alex, con la voz entrecortada por la emoción. "Por favor, dame una oportunidad para arreglar esto".
Pero Megan se marchó, dejando a Alex de pie en medio de la oficina, rodeado por el silencio atónito de sus compañeros. Había perdido su confianza, y sentía como si lo hubiera perdido todo.
Mientras Megan se retiraba a su despacho, la sonrisa de Jake era lo único que Alex podía ver. El daño estaba hecho, y Alex sabía que tenía que vivir con las consecuencias de sus actos.
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***
Alex recibió el ascenso, pero la alegría se vio ensombrecida por el dolor que veía en los ojos de Megan cada vez que se cruzaban. No podía soportar trabajar junto a la mujer que amaba y a la que había herido tan profundamente.
La culpa era insoportable. Decidió dimitir, dejando una cajita de regalo en el escritorio de Megan junto con una sentida carta.
Aquella noche había tormenta y llovía a cántaros, golpeando rítmicamente las ventanas. Alex estaba sentado solo en su apartamento, con un vaso de vino en la mano, sumido en sus pensamientos.
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Los recuerdos del tiempo que pasó con Megan en la cabaña del bosque inundaron su mente: sus conversaciones, la risa de ella, la calidez de su conexión. Suspiró profundamente, sintiendo el peso de su arrepentimiento.
De repente, llamaron a la puerta. Sorprendido, Alex se levantó y la abrió, encontrándose a Megan de pie, empapada por la lluvia.
"Megan, ¿qué haces aquí?" -preguntó con voz preocupada.
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Megan entró y le miró a los ojos.
"Encontré tu carta", dijo en voz baja. "Me ha hecho darme cuenta de algo importante".
A Alex le latía el corazón en el pecho. "¿De qué te diste cuenta?"
Megan respiró hondo, con los ojos llenos de emoción.
"Me hizo darme cuenta de que no quiero enfrentarme a las tormentas de mi vida sin ti. Quiero estar contigo, Alex. Ya no tengo miedo".
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Alex sintió una oleada de esperanza y alivio. La cogió suavemente de la mano.
"Megan, lo siento mucho por todo. Nunca quise hacerte daño".
"Lo sé", susurró Megan. "Pero ahora necesito que me des ese regalo en persona".
Alex asintió, sus manos temblaban ligeramente al coger la cajita. La abrió para revelar un hermoso anillo que le había comprado antes de dejar el trabajo.
"Megan, ¿quieres casarte conmigo?" -le preguntó con una voz llena de amor y sinceridad.
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Megan sonrió entre lágrimas. "Sí, Alex, lo haré".
Se abrazaron mientras la tormenta seguía arreciando, pero eso ya no importaba. Juntos se enfrentarían a lo que fuera.
Alex y Megan encontraron algo real y duradero, algo que ninguna apuesta o malentendido podría arrebatarles jamás.
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