Mi mamá me llamó desde su luna de miel rogándome que la salvara de su nuevo esposo

Cuando mi madre me llamó desde su luna de miel, rogándome que la salvara de su nuevo marido, pensé que estaba en verdadero peligro. Nada podría haberme preparado para lo que me contó ni para cómo tuve que intervenir para arreglarlo.

Siempre he estado muy unida a mi madre, Diane.

Ha sido mi pilar, mi mejor amiga y la persona que me enseñó todo sobre el amor y la resistencia. Pero tras la muerte de mi padre, hace 10 años, las cosas cambiaron.

Se volvió callada y retraída, como una sombra de la mujer vibrante que solía ser. Apenas llamaba ni enviaba mensajes, y cada vez que intentaba ver cómo estaba, insistía en que estaba bien.

Pero yo me daba cuenta de que no lo estaba.

Un día, no pude soportarlo más.

La llamé y le dije: "Mamá, ¿por qué no te quedas un tiempo conmigo? Será divertido. Podemos ver esos programas de cocina que tanto te gustan y comer mucho helado".

Al principio se resistió, pero después de insistirle un poco, aceptó.

Una semana después, se mudó a mi habitación de invitados y me propuse alegrarle la vida.

Empecé a animarla a que saliera de casa, hiciera nuevos amigos y asistiera a los actos del barrio.

"Aún eres joven, mamá", le dije. "Te mereces divertirte y conocer gente. Papá querría eso para ti".

Para ser sincera, eso no era lo más fácil de hacer.

Suspiraba y ponía los ojos en blanco cada vez que le sugería ir a un club de lectura o unirse a un grupo de jardinería. Pero al final empezó a decir que sí.

Poco a poco, vi que la luz volvía a sus ojos. Empezó a reírse más, a hablar de sus nuevos amigos e incluso a retomar algunas de sus antiguas aficiones.

Me sentí muy aliviada de volver a ver esa faceta suya.

Entonces, hace aproximadamente un año, mamá me habló de Greg. Un día le invitó a comer.

"Es sólo un amigo", dijo, pero la forma en que sus mejillas se sonrojaron me dijo lo contrario.

Greg era un hombre alto, de pelo canoso, ojos amables y voz suave. Parecía dulce, el tipo de hombre que mantiene las puertas abiertas y siempre dice por favor y gracias.

Cuando se marchó, no pude evitar bromear con ella.

"Mamá, ¿Greg es sólo un amigo o hay algo más en la historia?"

Se ruborizó aún más.

"Bueno... es mi novio", admitió.

"Dios mío, ¿qué?". La miré con los ojos muy abiertos. "¡Mamá! ¡Nunca me habías hablado de él!".

"No sabía cómo...", dijo. "Quiero decir..."

"¡Me alegro mucho por ti, mamá!" La interrumpí y la abracé. "Es increíble".

"Pero...", empezó. "¿Crees que está bien? Quiero decir, salir con otra persona después de tu padre... ¿está bien?".

"Mamá, claro que está bien", le puse las manos en los hombros. "Mereces ser feliz. Piensa en papá. Él siempre quiso verte feliz, ¿verdad? Querría que siguieras adelante y que hicieras cosas en la vida. No puedes dejar tu vida en suspenso para siempre, ¿verdad?".

Sus ojos brillaron mientras asentía. "Tienes razón. Sólo... espero estar haciendo lo correcto".

"Lo estás haciendo", dije con firmeza. "Greg parece un gran tipo. Y puedes tener una segunda oportunidad de ser feliz".

A partir de ese momento, vivió plenamente su relación con Greg. Salieron durante un tiempo, y cuando él le propuso matrimonio, ella dijo que sí.

Su boda fue una ceremonia pequeña pero preciosa, llena de amor y risas. Mientras veía a mi madre caminar por el pasillo, pensé: " Tal vez este sea su "felices para siempre"".

Y durante un tiempo me pareció que todo era perfecto. Pero entonces recibí la llamada telefónica que me produjo un escalofrío.

Después de la boda, mamá y Greg se fueron de luna de miel a los Cayos de Florida. Era el viaje soñado de mamá, y se lo merecía con creces.

Me alegré mucho por ella.

Mi teléfono sonó al día siguiente de su llegada y vi su nombre en la pantalla. Naturalmente, supuse que llamaba para contarme lo increíble que había sido todo.

"¡Mamá!", contesté alegremente. "¿Qué tal el paraíso?"

Pero su voz temblorosa al otro lado me dijo que algo iba mal.

"Kayla", susurró. "Por favor. Ven y sálvame de él. Te lo suplico".

"Mamá, ¿qué ocurre?", pregunté mientras me incorporaba. "¿Estás bien?"

"Es Greg", dijo ella. "No es quien yo creía que era".

Mi mente se agitó con los peores escenarios.

"¿Qué quieres decir? ¿Ha hecho algo? ¿Es peligroso?". Ya estaba cogiendo las llaves del automóvil, dispuesta a conducir hasta Florida si hacía falta.

Ella respiró hondo.

"No me creerías si te lo dijera", dijo amargamente. "Pero se ha traído a sus hijos, y a los hijos de ellos, a nuestra luna de miel. Y espera que los cuide".

"Espera... ¿qué?"

"Ayer me dijo que tenía una sorpresa para mí", me explicó. "Pensé que iba a ser algo romántico, como una cena al atardecer o un masaje en pareja. En lugar de eso, aparecieron sus hijos adultos con sus hijos pequeños a cuestas".

No podía creer que Greg fuera capaz de hacer algo tan absurdo.

"Son cuatro, Kayla. Cuatro", gritó mamá. "Y ahora estoy atrapada haciendo de niñera mientras Greg pasa todo el tiempo con sus hijos".

"¿Quieres decirme que se ha traído a toda su familia a su luna de miel? ¿Sin preguntarte?"

"¡Sí!", gritó ella. "Y ahora dice que, como soy 'la nueva mamá', mi trabajo es ayudar. ¡Ayudar! ¡En mi luna de miel! ¿Qué se cree que está haciendo?".

Podía oír la frustración y el agotamiento en su voz.

A mi madre, la mujer que lo había dejado todo para criarme tras la muerte de mi padre, la trataban como a una niñera en lo que se suponía que era el viaje más feliz de su vida.

Sentí que una oleada de ira me recorría el cuerpo.

"¡Es una locura!", exclamé. "¿Quién se cree que es? No te preocupes, mamá. Ya voy y pondremos fin a esta tontería".

"Kayla, no tienes que...".

"No, mamá", interrumpí, con voz firme. "No voy a dejar que te trate así. Haz las maletas. Estaré allí por la mañana".

A la mañana siguiente llegué al complejo. Estaba en un lugar tan hermoso, pero, por desgracia, no estaba allí para relajarme. Estaba allí para luchar. Para decirle a Greg que no podía maltratar a mi madre.

Para dejar claro mi punto de vista, decidí apoyarme en lo absurdo de la situación.

Antes de dirigirme al complejo, me detuve en una tienda y cogí algunos accesorios. Un gorro de sol rosa chillón para niños, un babero y un chupete.

Si Greg quería convertir a mi madre en niñera, le demostraría exactamente lo ridículo que era.

Cuando entré en el salón exterior del complejo, vi a Greg inmediatamente.

Estaba tumbado junto a la piscina con sus hijos adultos, completamente inconsciente de lo que se le venía encima.

A mamá no se la veía por ninguna parte, y sólo podía suponer que se había quedado haciendo de niñera.

Me arreglé el gorro rosa, me metí el chupete en la boca y me acerqué a él furiosa.

"¡Papá!", grité, lo bastante alto para que todos me oyeran. "¿Dónde está mamá? Quiero mi jugo".

La cara de Greg no tenía precio.

Su risa desapareció en cuanto me vio.

"Kayla", dijo. "¿Qué haces aquí?"

"Salvar a mi madre", dije mientras me sacaba el chupete de la boca. "Y de paso llamarte la atención por tus tonterías".

Antes de que pudiera responder, me volví hacia sus hijos mayores, que ahora me miraban con los ojos muy abiertos.

"¡Hola a todos!", dije, esbozando una sonrisa falsa. "Soy Kayla, la otra hija de Greg, al parecer. La que olvidó mencionar cuando invitó al resto de ustedes a la luna de miel de mi madre y la convirtió en niñera".

Una de sus hijas tartamudeó: "Nosotros... no queríamos...".

"Ah, ahórratelo", interrumpí. "Déjame adivinar, te dijo que mi madre estaría encantada de cuidar de tus hijos para que pudieras disfrutar de unas buenas vacaciones, ¿verdad? ¿Mencionó que se suponía que era su luna de miel? Ya sabes, el viaje en el que se suponía que iba a relajarse, no a cambiar pañales".

En ese momento apareció mi madre, con un niño lloriqueando en la cadera y con cara de no haber dormido en días.

Me acerqué a ella y le quité suavemente al niño de los brazos.

"Aquí tienes", dije, devolviendo el niño a uno de los hijos de Greg. "Seguro que éste es tuyo. Intenta cuidar de tus propios hijos en vez de echárselos a una mujer que apenas conoces".

"¡Kayla!", gritó Greg. "Ya está bien. Estás haciendo una escena".

"¿Ah, sí?", respondí, cruzándome de brazos. "Has arrastrado a toda tu familia a lo que se suponía que era una escapada romántica con tu nueva esposa. Y la has tratado como a una niñera en vez de como a una compañera. ¿Qué clase de hombre hace eso?"

"¡Es un viaje familiar!", argumentó Greg. "Ahora forma parte de la familia. Ayudar es lo que hacen las familias".

"No", dije con firmeza. "Es tu mujer, no tu criada. No se anotó para pasarse la luna de miel haciendo de canguro. Y, sinceramente, el hecho de que te pareciera bien me dice todo lo que necesito saber de ti".

Fue entonces cuando una de las hijas de Greg empezó a disculparse.

"No queríamos causar problemas", murmuró. "Papá dijo que le parecería bien...".

"Claro que sí", dije amargamente. "Porque no se molestó en preguntarle".

La multitud que rodeaba la piscina estaba en absoluto silencio, observando cómo se desarrollaba la escena. Greg parecía querer desaparecer, pero yo aún no había terminado.

"Haz las maletas, mamá", le dije. "Nos vamos".

Ella vaciló, mirando a Greg. "Pero... ¿qué pasa con...?"

"No", la interrumpí. "No le debes nada. Te ha faltado al respeto y te mereces algo mejor".

Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero asintió. La cogí de la mano y la saqué de la zona de la piscina, mientras Greg murmuraba excusas.

De camino a casa, mamá permaneció callada durante mucho tiempo. Se quedó mirando por la ventanilla antes de hablar por fin.

"Gracias, Kayla", dijo en voz baja. "No sé qué habría hecho sin ti".

"No tienes que darme las gracias, mamá", dije, acercándome para apretarle la mano. "Siempre has estado ahí para mí. Sólo te devuelvo el favor".

Me dedicó una pequeña sonrisa llorosa. "Creía que me quería".

"Alguien que te quiere no te trataría así", le dije. "Te mereces a alguien que te ponga en primer lugar".

"Tienes razón", asintió. "He terminado con Greg".

Cuando llegamos a casa, bloqueó su número y empezó a buscar anulaciones.

Mientras tanto, el karma puso patas arriba la vida de Greg. A sus hijos no les hizo mucha gracia que los arrastrara a su plan de luna de miel, y dejaron de hablarle tras enterarse de lo que había hecho.

Lo último que supe es que pasaba los días solo, preguntándose qué había hecho mal.

No puedo explicar lo aliviada que me siento después de haber salvado a mamá de ser explotada por su bondad. Le agradezco que decidiera llamarme aquel día en vez de cuidar tranquilamente de los nietos de aquel hombre y seguir su lógica demente.

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Esta obra está inspirada en hechos y personas reales, pero se ha ficcionalizado con fines creativos. Se han cambiado nombres, personajes y detalles para proteger la intimidad y mejorar la narración. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia y no es intención del autor.

El autor y el editor no garantizan la exactitud de los acontecimientos ni la representación de los personajes, y no se hacen responsables de ninguna interpretación errónea. Esta historia se proporciona "tal cual", y las opiniones expresadas son las de los personajes y no reflejan los puntos de vista del autor ni del editor.