Esta es la opinión de un hombre sobre la vida después del divorcio
Tal vez los conceptos que creamos alrededor de los hombres están totalmente equivocados.
Existe la creencia de que cuando el hombre se divorcia puede volver a vivir y disfrutar de la vida como un "alegre" soltero. Pero parece que esta idea generalizada se aleja de la realidad, según informa Encontrarse, compartiendo el pensamiento de Sergio Sinay.
Sinay cuenta que en realidad el hombre pierde mucho. Pierde su cotidianidad, sus escenarios, sus olores, pierde el compartir a diario con sus hijos, si los tiene. En realidad, Sergio asegura que el hombre intenta llenar todos sus vacíos después de separarse.
"Aunque ni lo digan ni lo hagan consciente, lo que buscan es "llenar" vacíos afectivos dolorosos y profundos y tratar de ratificar lo que muchos divorciados perciben como una herida en su identidad de hombres", escribió.
Existe una idea general de que el hombre está disociado de sus sentimientos, pero Sergio rompe con toda esa teoría y abre las puertas de la verdad.
Revela que en realidad lo que la sociedad espera de un hombre es totalmente erróneo, pues también tiene sentimientos, también sufre. Así lo explicó en su carta:
[El hombre] No aprendió (no le enseñaron, no tuvo modelos masculinos) a tomar contacto con sus sentimientos, a nombrarlos, a expresarlos.
En consecuencia se siente confundido, desorientado, sin patrones de comportamiento sensible, ante una situación emocionalmente dolorosa como es el divorcio. Y apela a lo conocido: escapa de lo "blando", lo "femenino", bloquea sus partes sensibles y redobla lo "masculino".
La consecuencia, no la anulación del dolor, sino un sufrimiento silencioso, que se manifiesta en conductas que vistas desde afuera -especialmente por las mujeres- pueden resultar insensibles, incomprensibles, "irresponsables".
Sin embargo un hombre recién divorciado es, en la mayoría de los casos, un hombre que sufre, que teme a la soledad, que carece de las redes de solidaridad que habitualmente suelen rodear a las mujeres (madres, amigas, compañeras e, incluso, la ley).
Que no sepa expresarlo, que no pueda hacerlo, no significa que no lo experimente. Así como la preocupación central de una mujer recién divorciada pasa por lo económico ("¿Cómo me mantendré?", "¿Podré sola?'", "¿No le faltará nada a los chicos?"), las del hombre -acostumbrado desde chico a trabajar para mantener y mantenerse- se centran en la paternidad.
El mayor temor masculino en estos casos suele ser el de perder contacto con los hijos, el de ser culpado por ellos u olvidado en la cotidianeidad.
Esto está reforzado por la tradición según la cual los hijos permanecen con la madre, lo cual si bien puede ser explicable en bebés de meses, no tiene sustento científico ni razonable en otras edades. La ley habla de que los hijos deben estar "con el más idóneo".
Y, fuera de las creencias y los mitos, nada dice que "naturalmente" esa es la madre. Depende de cada historia, de cada caso, de cada madre, de cada padre. Sin embargo, hijos y dinero suelen ser, de un lado y de otro, elementos de presión para continuar las disputas matrimoniales a través del divorcio.
En síntesis,un hombre divorciado enfrenta:
- Un cambio profundo y dramático de rutinas y escenarios, que lo desorienta, lo atemoriza y repercute en sus conductas, salud y estado de ánimo.
- Un desconocimiento del know-how doméstico para organizar su nuevo espacio y su vida cotidiana no laboral.
- Desconocimiento de sus derechos legales, en lo económico y, sobre todo, en cuanto a la paternidad, que lo lleva a "borrarse" antes de ejercerla o a elegir mal los abogados que pueden orientarlo.
- La presión del machismo social para que demuestre que "está en carrera", es decir que el matrimonio no le ha hecho perder "masculinidad". Esto se manifiesta a través de la expectativa de otros hombres que lo impulsan a sumarse a ellos (solteros) o a hacer lo que ellos quisieran y no pueden (casados). Y de las mujeres que lo convierten en un nuevo "soltero disponible".
Un hombre tiene que tener muy en claro sus búsquedas en la nueva vida para escapar a estas presiones.
- En la mayoría de los casos, una añoranza de sus hijos que lo lastima profundamente y sobre la que suele hablar y exteriorizar poco.
Es cierto que hay hombres que desaparecen, no se ocupan de sus hijos y no cumplen con obligaciones legales. Pero son una minoría, aunque se habla más de ellos que la de la mayoría silenciosa de divorciados que atraviesan su crisis de otra manera.
Esos hombres, en mi opinión, le hacen un gran daño a la mayoría de los varones, los convierten a todos en sospechosos y deben ser denunciados y rechazados en primer lugar por los propios hombres.
El resto, la mayoría de los hombres que se divorcian, sufren por el final de un proyecto amoroso, atraviesan la crisis con mayor o menor conciencia, algunos retoman proyectos, se encuentran con partes postergadas de sí mismos, se preguntan por su propia vida como varones.
Otros tratan, mientras viven momentos de confusión, de temor, de desorientación, de ser los mejores padres para sus hijos.