Las quejas de una empleada de la boda de Sergio Ramos y Pilar Rubio

Luego de la que fue ‘la boda del año’, una presunta trabajadora del evento relató cómo los trató la empresa organizadora, dejando mucho qué desear.

El futbolista del Real Madrid, Sergio Ramos, recientemente contrajo nupcias con su novia de hace siete años, Pilar Rubio, quien se desempeña como periodista y personalidad de televisión en España.

El sábado 15 de junio, la pareja que comparte tres hijos se encontró en la catedral de Sevilla para intercambiar votos ante Dios y sus amigos y familiares.

Entre los invitados había muchas celebridades, entre ellas, David Beckham y su esposa Victoria, Jesús Navas, Álvaro Morata, Julio Baptista, Luka Modric, Betis Joaquín, Jordi Alba, Fernando Hierro, entre otros.

La novia llevó un vestido escotado repleto de brillantes y, para sorpresa de todos, lució un ramo de flores negras, siguiendo su confesión pasada de que no quería ser una novia “normal”.

No obstante, aunque se cree que fue un evento muy bien organizado y probablemente lo fue a los ojos de los invitados, desde la perspectiva de una trabajadora en la recepción de bodas, el trato hacia ella y sus compañeros por parte de los empleadores fue poco profesional.

En entrevista con Telecinco, la empleada -que prefirió mantenerse en el anonimato- soltó críticas desde el salario acordado con la empresa, hasta algunas condiciones que se incumplieron como el transporte hacia y desde el sitio del evento.

“El equipo de trabajo fatal. Pagan 10 euros la hora. Dijeron unas cosas que después no se cumplieron, como que nos iban a llevar en unos vehículos. Nos tuvimos que buscar la vida y para volver lo mismo”, explicó la persona.

La empleada también lamentó el trato hacia ella por parte del jefe de sala (metre): “Me trató como a un perro”.

Asimismo, contó que acudieron a la finca a eso de las dos de la tarde para preparar y limpiar algunas cosas, y que tuvieron que cambiar de ropa en el interior de una carpa de mujeres y hombres, todos juntos, mientras no paraba de pasar gente y los apuraban.

“Allí todos desnudos, una vergüenza (...) era la primera vez en mi vida que trabajaba en esas condiciones.”

La indignada trabajadora también explicó que, cuando por fin les permitieron cenar, fue a las tres de la madrugada y comieron los restos que dejaron los invitados.

El contrato laboral que los trabajadores firmaron fue un documento de carácter indefinido que establecía que no se podía hablar ni grabar y que, si lo hacían, podían llevarles a juicio e indemnizar hasta con 100.000 euros.

La mujer reveló que, hasta ese momento, todavía no le habían pagado por su trabajo y que ni siquiera confía en que la empresa lo haga.

Sin ánimos de atacar a Rubio o Ramos por lo sucedido, dijo:

“Si lo hubieran sabido (el trato y las condiciones) no creo que lo hubieran permitido.”