Laura Luelmo: Todo lo que sabemos meses después de su muerte
El cruel asesinato de la joven profesora conmocionó a toda España y cambió para siempre al pueblo en donde ocurrió el crimen.
Laura Luelmo se mudó a Andalucía desde Zamora, para comenzar a trabajar como docente en El Campillo, un tranquilo poblado de Huelva.
Pero tan solo una semana después de haber iniciado sus labores como profesora en el Instituto Vázquez Díaz, desapareció.
El día 13 de diciembre de 2018 el padre de Laura interpuso la denuncia por la desaparición de su hija en la comisaría de Policía Nacional de Zamora.
Días después, específicamente el 17 de diciembre de 2018, un vecino de El Campillo que paseaba por la zona boscosa que rodea el pueblo encontró el cadáver de Luelmo.
El cuerpo de la maestra apareció a unos 15 kilómetros de distancia de su residencia.
Luego, se supo que Bernardo Montoya, un exconvicto de 50 años recién salido de prisión tras pagar condena por asesinar a una mujer e intentar violar a otra, la secuestró, forzándola a entrar en su propia casa, que se encontraba a diez pasos de la de Laura.
Allí, la golpeó y la agredió sexualmente. Luego, se deshizo del cuerpo en un paraje a las afueras del pueblo. Los forenses señalaron que la víctima murió horas luego de la agresión.
Meses después del brutal crimen, la vida de los involucrados cambió para siempre, incluyendo la de los residentes de El Campillo.
“Este pueblo ya no es el mismo. Sabemos que Bernardo ya no está, pero hay una sensación de miedo instalada aquí. Ya no verás a un niño solo ir por la calle. Fue una pena lo que le pasó a esa chica”, explicó Rosa una vecina.
La mujer es madre de dos menores. Su hija de 15 años se negó a visitar el pueblo durante las semanas posteriores al crimen e inclusive evitaba pasar caminando por delante de la casa de Montoya.
Tanto la residencia donde vivió Laura como la de Bernardo, permanecen cerradas siete meses después de lo ocurrido.
La dueña de la casa que Luelmo alquiló, no ha vuelto a arrendarla y sólo la visita de vez en cuando.
Por su parte, los Montoya pusieron el domicilio familiar en venta y desde que la Guardia Civil culminó sus pesquisas en el inmueble nadie volvió a ingresar.
Sin embargo, semanas después del crimen algunos vecinos arrojaron piedras sobre el cristal del portón de entrada y alguien rompió el precinto que habían dejado los investigadores.
Una porción del techo amenaza con derrumbarse y las paredes de la fachada se encuentran agrietadas por la humedad.
Con respecto a Bernardo Montoya, aún permanece detenido en la prisión de Morón de la Frontera en Sevilla, donde espera la fecha de celebración del juicio.
El hombre quien confesó el asesinato de la joven en un primer momento, luego trató de inculpar a su exnovia, Josefa, a la que conoció en la cárcel de Huelva.
Pero los investigadores y el juez descartaron la participación de ésta en los hechos ya que la relación entre ambos había culminado hacía tres años.
En abril de 2019, la defensa de Montoya solicitó libertad provisional para el detenido debido a errores procedimentales, pero fue rechazada por el juzgado y el acusado se mantiene en prisión.
En junio de 2019, se conoció que la Fiscalía de Huelva está estudiando la posibilidad de solicitar la prisión permanente revisable para Montoya.
El fiscal jefe de Huelva, Alfredo Flores, indicó que “razonablemente se puede pensar que esta petición es una opción muy probable”.
A pesar de que el paso de Laura por el Instituto Vázquez Díaz de Nerva fue efímero, dejo una huella imborrable en los profesores y alumnos.
El director del centro, Isidoro Romero, contó que la joven estaba alegre y feliz desde su primer día. “Enseguida empatizó con el alumnado, quienes la han echado mucho de menos”, señaló.
Tras la tragedia, la corporación municipal quiso rendir un pequeño homenaje a la maestra, al rebautizar el centro multifuncional de la localidad con su nombre.
Pese al paso del tiempo, los residentes de El Campillo no olvidan lo ocurrido y expresan su molestia con las autoridades por no haber informado que Montoya, un exconvicto, se había mudado al pueblo.
“Hay tragedias que son evitables. Y esa era una. Mató a Laura Luelmo, pero podría haber muerto otra persona. Y quienes vivimos aquí, y más en un pueblo tan pequeño como este, tenemos derecho a saber quién es ese con el que nos cruzamos cada mañana si estamos hablando de un monstruo”, expresó un vecino que prefirió mantenerse en el anonimato.