Sergio Mayer fue mordido por una serpiente cuando intentaba rescatarla
Sergio Mayer y su mujer, Issabela Camil, registraron el momento en el que un salvataje animal terminó en una mordida de víbora.
La naturaleza y los animales son recurrentes en las redes sociales de Sergio Mayer. El político suele registrar sus interacciones con la vida silvestre, como la vez que dejó a un periquito posarse largo rato sobre su hombro.
Él y su mujer también se preocupan por el bienestar animal. En este caso, habían encontrado una serpiente en un espacio por el que pasan coches, y decidieron intervenir para que no fuera atropellada.
El problema, claro, era que el ofidio no tenía particular voluntad de cooperar con su propio salvataje. Y que no resulta tan fácil razonar con una víbora para explicarle que el lugar que había elegido para echarse al sol no era el más seguro.
La estrategia fue, entonces, intentar quitarla de allí contra su voluntad. Issabela intentó primero acercarse, pero la serpiente amenazó con morderla. Tras esto, fue él quien intentó alejarla, esta vez con una rama.
"No muerden", se confiaba él. "¿Cómo sabes que no es venenosa?", dudaba su mujer.
En el video explicaron la operación. Intentaban llevar al animal hacia otro sector cercano, un pastizal en el que estaría más segura que en la calzada.
"Estamos tratando de llevarla al otro lado donde hay verde, porque aquí pasan coches", explicaba ella "pero no está cooperando, está muy difícil".
Confiado, Sergio Mayer intentó tomar la serpiente con la mano para alejarla de una vez. Pero la víbora le hincó los dientes en la mano.
Él se lo tomó con mucha naturalidad. La prioridad seguía siendo, para él, sacar al animalito de peligro. Aunque, claro, es de esperar que habrá necesitado atención tras esa mordida.
"Me lo merezco por burro", expresó en la descripción del video.
En el último tramo, se puede ver que pese a todo consiguió alejar a la víbora y volverla al verde. Él, por su parte, no se llevó consecuencias grandes del evento.
Sin embargo, aprendió una lección. La próxima vez que le toque interactuar con un ofidio, seguramente se confiará mucho menos a la hora de ofrecerle la mano.