Así son las pruebas clínicas de la vacuna contra el COVID-19, contadas en primera persona
Karina Fernández, una de nuestras investigadoras en AmoMama, fue seleccionada para ser parte de las pruebas clínicas de la vacuna de Pfizer-BioNTech. Conversamos con ella y nos contó los detalles de la experiencia.
El COVID-19 marcó las vidas de todo el mundo este 2020. La pandemia alteró no solo la salud de millones de personas y las vidas de familias que han perdido a sus seres queridos, sino también nuestra vida cotidiana, el funcionamiento de nuestras ciudades y hasta nuestra economía.
Jeringas de vacuna Pfizer-BioNTech | Foto: Getty Images
El faro de luz en esta larga tormenta es, para todos, la investigación científica. De las 212 vacunas actualmente en desarrollo, la primera en comunicar resultados de eficacia fue la de Pfizer-BioNTech: según las farmacéuticas, su vacuna experimental alcanzó un 90% de efectividad. Karina forma parte de esa estadística, y nos cuenta cómo fue su experiencia.
ASÍ SE ENTERÓ Y DECIDIÓ PARTICIPAR
Karina vive en el Gran Buenos Aires, la zona suburbana que rodea a la Ciudad de Buenos Aires, en Argentina. Se enteró del estudio clínico en su ciudad gracias a una publicación en Twitter, de parte de Télam, la agencia de noticias oficial argentina. Corría el mes de julio.
Karina Fernández. | Foto: AmoMama
Cuando supo que Buenos Aires sería el escenario de una prueba de este tipo, no lo dudó: buscó la manera de inscribirse y participar.
"Durante esta pandemia sentí muchas veces que, más allá de quedarme en mi casa y respetar la cuarentena y las indicaciones del gobierno, no tenía demasiado para hacer. No podía ayudar a nadie", cuenta.
"Cuando me enteré de la chance de participar en el estudio, me pareció una buena oportunidad para aportar algo en este momento tan difícil".
SELECCIONADA
Se inscribió a través de un sitio web, con la intención de convertirse en una de las 30.000 personas que la farmacéutica planeaba reclutar en un primer momento para el estudio. El momento de recibir el llamado, relata, fue uno de gran emoción.
"La verdad es que me emocioné bastante y me puse muy ansiosa por tener la vacuna YA", confiesa. "Pasaron algunas semanas desde que me anoté hasta que me llamaron así que me había olvidado un poco del tema y me sorprendió recibir el llamado".
Aguja de jeringa. | Foto: Pixabay
UNA VISITA AL HOSPITAL MILITAR
Desde el inicio de la pandemia, Karina había seguido al pie de la letra las indicaciones de aislamiento dispuestas por las autoridades. Por lo tanto, el viaje en remis hasta el Hospital Militar Central porteño, costeado por la farmacéutica, fue para ella el primero en mucho tiempo.
"Fueron los únicos viajes largos que hice durante toda la cuarentena", nos cuenta, riendo.
Aquel frío mediodía de agosto recibió la primera dosis. “Hasta ahora tuve tres visitas al hospital donde se está llevando a cabo el estudio”, relata. Y explica: “en total son 6 visitas a lo largo de 2 años”.
Persona recibiendo una vacuna en el brazo. | Foto: Pixabay
Su primera visita “fue muy larga, porque los primeros 40 minutos consistieron en una doctora explicando todos los detalles del estudio para que yo firmara el consentimiento sabiendo de qué se trataba”.
“También me hicieron muchísimas preguntas sobre mi historia clínica, me midieron y me pesaron. Después me hicieron un hisopado (no te dan el resultado), me sacaron sangre y me hicieron un test de embarazo”.
Le explicaron, además, los posibles efectos adversos que podía sentir: "son muy parecidos a los de la vacuna para la gripe: dolor o molestia en el área del pinchazo, dolor de cabeza, cansancio y quizás podía subir un poquito la fiebre". Aunque adelanta que a ella no se le presentó ninguno a lo largo del estudio.
Test de embarazo. | Foto: Freepik
¿VACUNA O PLACEBO?
Entre las cosas que le explicaron, estaba el funcionamiento del grupo de control. De los 30.000 participantes porteños y bonaerenses del estudio (número que después se amplió a 45.000), la mitad recibiría la vacuna, y la otra mitad un placebo, es decir, una sustancia inocua que no contiene el principio activo.
Esto sirve para tener un grupo de control, y conocer a ciencia cierta qué efectos son directamente los de la sustancia, contrastados con quienes no la han recibido y sin que medien otros factores. Los participantes no sabrán qué han recibido hasta el final del estudio, que dura en total dos años.
TEMORES, ESPERANZAS Y FELICITACIONES
“La verdad es que tenía un poco de miedo de que me diera COVID-19. Pero una de las primeras cosas que me explicaron el primer día es que esta versión de la vacuna no contiene al virus activo”, nos cuenta.
“Creo que era más un temor a que no funcionara y que todo el esfuerzo que veía que estaba haciendo un montón de gente fuera en vano”.
La reacción de sus conocidos y seres queridos ha sido muy positiva. “Algunas personas, cuando les conté lo que había hecho, me dijeron que era una heroína”. Pero ella quiere destacar a los otros héroes: “mucho más hay que agradecerle a los investigadores y médicos que trabajan a diario para salvarnos”.
Tras todos los preparativos, explicaciones, y un consentimiento escrito, recibió la vacuna (o el placebo) en el brazo, de forma intramuscular. Debió esperar 30 minutos en el hospital, para monitorear posibles reacciones adversas inmediatas. Oficialmente, era parte del estudio, y de la historia.
LO QUE SIGUE
Desde entonces, ya asistió a tres visitas de las seis que deberá realizar, espaciadas a lo largo de dos años. Y debe seguir una serie de protocolos: “una vez por semana tuve que completar un 'diario' digital contando si tenía síntomas de COVID o no”.
“Me dieron un teléfono celular que tiene una única aplicación y me tengo que conectar todas las semanas”, relata. “Además, si tenía síntomas (que hasta ahora no pasó) tenía que llamar a un número de emergencias del estudio para que ellos hicieran el seguimiento del caso, más allá del hisopado y seguimiento que hace el gobierno”.
En su segunda visita, semanas después, se repitieron el hisopado, el test de embarazo y el análisis de sangre. Luego le dieron una segunda dosis.
La última cita de 2020 fue un mes más tarde. “Me sacaron sangre, me hicieron el test de embarazo y me volvieron a hacer algunas preguntas sobre cómo estaba en general”, comenta.
“Ahora tengo que hacerme tests de embarazo una vez por mes hasta dentro de 6 meses (me dieron los tests) y debo seguir informando una vez por semana si tengo síntomas”.
SU NOVIO CONTRAJO COVID-19 Y ELLA NO
“Mi novio, con quien convivo, tuvo COVID hace muy poco. Así que, sí, estuve en contacto con él pero yo no tuve absolutamente ningún síntoma. Ni bien tuvimos su resultado positivo, llamé al número de la emergencia del estudio para contarles la situación y ellos hicieron un seguimiento”, nos cuenta.
Su novio, finalmente, recibió el alta, tras sufrir los síntomas de la enfermedad durante algunos días. Karina nunca se vio afectada por el virus.
“Como finalmente pasó el periodo de incubación y a él le dieron el alta sin que yo tuviera síntomas, ahora tengo la gran intriga porque no sé si me dieron el placebo y tuve pero fui asintomática o si me dieron la vacuna y gracias a eso estuve protegida”, explica. “¡Lo sabré cuando se apruebe y desde el estudio me lo digan!”
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