Una mujer rica le enseña una lección a su hija que hacía bullying a una joven pobre - Historia del día
Anne Rider, una exitosa autora, se sorprendió al descubrir que su hija Emily se había convertido en el tipo de chica que una vez la atormentó durante su propia adolescencia.
Gianna era la única hija de Anne y le había prodigado todo el amor y los recursos que le habían faltado durante su desarrollo, así como los beneficios de su considerable riqueza. Gianna nunca usó ropa usada ni fue a la escuela con zapatos gastados como había hecho Anne.
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Pero Anne descubrió con horror que para su hija la riqueza se había convertido en sinónimo de valor, y ahora la habían sorprendido por tercera vez agobiando a un estudiante becado. Anne sabía que tenía que ponerle fin a la situación. Pero para hacerlo debía revelar un secreto oscuro.
Todo comenzó con una llamada telefónica de la exclusiva escuela privada a la que asistía su hija de quince años. Su hermosa, brillante y atlética Gianna era popular, pero también era una abusiva despiadada e implacable.
El director había decidido que, dado que ni él ni la escuela habían logrado frenar el acoso de Gianna, era hora de que su madre interviniera. Anne condujo a casa después de la reunión repasando las acciones de su hija.
La principal víctima de Gianna era una niña a la que le habían ofrecido una beca debido a su potencial académico, proveniente de una familia disfuncional que vivía al borde de la pobreza.
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Gianna se había centrado en la ropa de la niña, su timidez y su miedo a no encajar, y convirtió su vida en un infierno. Tanto, que Lois estaba a punto de dejar la escuela y renunciar a un futuro brillante.
El director explicó que a pesar de que Gianna era una excelente estudiante y una de las atletas estrella de la escuela, estaba influenciando a otros estudiantes con su comportamiento. Si no cambiaba, tenía que irse.
Anne pensó en doloroso pasado que había evitado que su hija conociera. Así que tomó una decisión difícil. Hizo una llamada telefónica al director, otra a su esposo y empacó dos maletas con lo necesario para pasar una noche fuera de casa.
Cuando llegó su hija, sonriente y rebosante de energía, Anne la estaba esperando. "¡Hola, mamá!", dijo Gianna abrazando y besando afectuosamente a su madre. "¡Estoy hambrienta!", exclamó la niña.
Anne dijo: "Lo siento, Gianna, no hay tiempo para un bocadillo. Tu equipaje está listo, nos vamos las dos el fin de semana. Ahora. Deja tu teléfono en la mesa del comedor, por favor".
Gianna nunca había visto a su madre tan fría y eso la asustaba. Dejó su teléfono sobre la mesa y la siguió hasta el auto. Durante las primeras dos horas, condujo en silencio, y Giana tenía demasiado miedo de este nuevo lado de su madre y no quería hablar.
Pero se aventuró y le dijo: "Mamá, tengo mucha hambre". Anne respondió: "Gianna, no sabes lo que es el hambre. Pero si tienes apetito, hay sándwiches y agua en la parte de atrás". Recuperada la confianza, la chica le preguntó a su madre de que iba todo.
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La madre le explicó a la adolescente lo que había dicho el director de ella y de Lois, la chica víctima de abuso escolar. El relato sacó a relucir la verdadera actitud de Gianna.
"¡Oh, por favor! ¡Esa chica es una completa perdedora! ¡Es una basura, no va a ninguna parte! No necesitamos a alguien así en nuestra escuela. Deberías ver a sus padres", comentó la adolescente.
La joven trató de justificar el maltrato diciendo que Lois vive en un lugar de baja categoría. Anne le preguntó cómo había obtenido esa información. La pregunta al parecer puso nerviosa a Gianna, cuya respuesta sonó poco convincente.
"Bueno... Sabes que Sharon tiene su licencia. Solo queríamos ver", dijo la adolescente, obteniendo la indignación de su madre, quien no podía creer lo que estaba escuchando. Molesta, Anne le preguntó: "¿Ver qué? ¿O fuiste a gritarle, humillarla?".
La madre continuó diciendo: "No sabes nada sobre esa chica, o el sufrimiento que soporta todos los días, y tu sufrimiento aumenta". Gianna indignada, le gritó a Anne que ella tampoco lo sabe.
"Te equivocas en eso. Crecí siendo pobre, tal vez igual que Lois. Sé lo que es, y sé lo que es ser intimidado por alguien que lo tiene todo, alguien como tú, Gianna", dijo Anne.
"Mamá, ¿de qué estás hablando? Fuiste a Harvard y Oxford", le respondió la hija que no esperaba escuchar lo siguiente: "Con becas, Gianna. Mi familia no tenía dinero, mi padre nos había abandonado, mi madre bebía. Tenía hambre la mayor parte del tiempo".
Habían conducido durante casi tres horas cuando llegaron a una pequeña ciudad bonita y con una imagen perfecta. Anne condujo por el pintoresco centro, hasta llegar a un camino de tierra, paró cuando llegaron a una vieja granja destartalada.
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Había montones de carros viejos oxidándose en el patio, y tres o cuatro perros de aspecto sarnoso durmiendo en el porche. Cuando el coche se detuvo, salió una mujer acunando a un gato.
"¡Bien!" —gritó con voz áspera—"¡Si es la mismísima pródiga! Viniste a ver los barrios bajos de Annie, ¿verdad?", continuó la anciana.
Anne salió del coche y le indicó a Gianna que hiciera lo mismo y le respondió a la granjera diciendo: "Hola, madre. Quiero que conozcas a tu nieta".
La mujer bajó los escalones, dejó caer al gato y extendió sus brazos hacia Gianna para exclamar: "¡Mi nieta! ¡Ven con la abuela, cariño!". La abuela orgullosa abrazó a la chica que no pudo evitar su olor a whisky barato y sudor agrio.
Gianna rápidamente dio un paso atrás. "¿Eres demasiado elegante para tu abuela?" —gritó la mujer con dureza—. ¡Al igual que tu elegante mamá! Veo que ella no te castiga como yo lo hice con ella. ¡Es muy blanda contigo, te consiente demasiado!".
Anne observó la triste escena en silencio. Observó la mueca de su madre mientras miraba a su hija de arriba abajo y le decía: "Bueno, al menos eres más guapa que tu mamá. Ella era una cosa fea y flaca".
"¡Mamá!", Gianna lloró desesperadamente, alejándose de la mujer, "Por favor mamá, vámonos". Anne pudo ver que estaba al borde de las lágrimas.
Anne asintió. "Sí, Gianna, vámonos". La mujer gritó: "¿Ya se va, señorita importante? ¡No olvide ese cheque! ¡Para eso es que sirves!". Anne se alejó de la casa en silencio. Gianna finalmente le preguntó susurrando: "¿Por qué no me lo dijiste, mamá?".
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Anne suspiró: "Quería dejar todo eso atrás. Me hice una nueva vida, no quería que mi pasado te tocara". La niña respondió: "Esa mujer terrible... ¿Le enviaste dinero?".
"Sí. Si no lo hiciera, se moriría de hambre. Todavía gasta la mayor parte en bebida, pero mi conciencia está tranquila", respondió Anne, para después contarle a su hija lo difícil que fue para ella superarse.
"Sabes, yo solía ir a la escuela con la ropa de mi abuela. Se reían de mí, se burlaban de mí, como tú lo haces con Lois. No es conmigo con quien debes disculparte, Gianna. Es con Lois", expresó Anne. Sollozando, la niña respondió: "Lo haré mamá, lo prometo".
Luego, la madre le dijo una frase que quedó en su cabeza grabada: "Solo recuerda una cosa, Gianna, puedes saber de dónde viene alguien, pero no sabes a dónde van. Creamos nuestro propio futuro".
Con la consciencia del duro viaje que su madre tuvo que emprender para llegar a ser la persona que es ahora, Gianna cambió. Hizo todo lo posible para hacerse amiga de Lois y la defendió cuando otros estudiantes intentaron intimidarla.
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