Mamá cuyo bebé se ahogó mientras ella lo cuidaba se cansó de que la gente la culpe
Juzgar al prójimo es una tarea que ha disfrutado la humanidad desde siempre. ¿Pero qué pasa cuando en instantes tú eres el protagonista de una de esas historias que antes criticabas a placer?
La vida de Jami Yeats-Kastner, de Western Cape, Sudáfrica, cambió para siempre el 8 de febrero de 2013. Su pequeño hijo Sam, de 18 meses, se ahogó trágicamente en la piscina de la familia.
Tan pronto su historia llegó a las redes sociales, la mujer fue víctima de las críticas más encarnizadas. Harta de los juicios, hace una profunda reflexión que AmoMama trae para ti.
“JUZGADA SOLO POR DIOS”
La supuesta clandestinidad que otorgan las redes sociales hace sentir a las personas una licencia para decir aquello que jamás expresarían a la cara. En muchas oportunidades sin medir las consecuencias de sus palabras.
Ese fue el caso de Jami y de tantas madres como ella, cuyos hijos han sufrido accidentes fatales en un "descuido" de apenas un par de minutos.
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Debió leer comentarios como “¿Quién no le presta atención a su bebé el tiempo suficiente como para que se ahogue?”, “¿Cómo es posible que no supieras que tu hijo estaba en la piscina?”, mientras sufría el dolor más grande.
Sin embargo fue la reflexión de una madre, cuyo hijo había sufrido un accidente similar, aunque con mejor suerte, la que la hizo reaccionar.
Esa mujer se dio cuenta en carne propia de lo terrible que es ser juzgada injustamente y se enfrentó al hecho de que en el pasado, había hecho lo mismo: criticar y juzgar a otras madres.
Eso le dio el valor para detener a todos aquellos que durante ocho años le han hecho sentir aún peor: “¡Que se j***, gente juiciosa! Seré juzgada solo por Dios y no por sus feos corazones”, afirmó Jami, según cita Love What Matters.
LECCIONES APRENDIDAS
Si algo tiene muy en claro Jami, es que su caso no es único. A diario lee en las redes sociales cómo los padres que sufren dolorosas pérdidas son atacadas en forma casi inhumana.
Y tiene varios mensajes para todas esas personas. El primero es que quien pierde un hijo tiende a ser su juez más implacable. Lo difícil es no culparse a toda hora y revivir en la mente lo que pudo hacer diferente. Sus comentarios solo hacen daño, no ayudan.
“He experimentado mucha crueldad, pero en lugar de endurecer mi corazón, lo ha ablandado. Sé lo que se siente al ser juzgado de la peor manera posible, y nunca desearía ese dolor a nadie más”, dice.
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La realidad es que los accidentes ocurren y en muchos casos son imposibles de evitar. La culpa y los juicios solo evitan que sigas con tu vida y castiga al resto de la familia, en este caso, sus otros dos hijos que merecen una madre amorosa.
“Mi mayor mensaje aquí es que necesitamos ser más amables unos con otros, menos críticos, más compasivos. Todos tienen sus propios desafíos, sus propias lecciones que aprender, sus propias cruces pesadas que soportar”, concluye la madre de Sam.