Mamá deja su casa al hijo menor, el hijo mayor recibe solo una caja pequeña - Historia del día
Eduardo regresó a casa después de una inversión fallida y, finalmente, obligó a su madre a cederle la casa. Mientras tanto, su hermano mayor, Jorge, recibió una pequeña caja de madera.
Francesca empezó a poner cosas en la mesa del comedor. Un plato, dos platos, tres platos, cuatro platos... Sacó la vajilla elegante que su difunto esposo le trajo de Suecia. Junto a cada plato puso los cubiertos de lujo. Era Acción de Gracias.
Al pavo le faltaban una o dos horas más. Tenía tiempo para preparar la ensalada y decorar el comedor. Era un día especial.
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La familia completa se reuniría para cenar. Jorge estaba en camino. Siempre llegaba a tiempo. En esta oportunidad visitaría a su madre con Carolina, su esposa.
A Francesca le gustaba compartir con ella y le alegraba que su hijo se hubiera casado con esa chica. Era una joven encantadora. Lo único que no le agradaba es que trabajaba mucho y se la pasaba ocupada.
La viuda también esperaba a Eduardo, su hijo menor. El más pequeño de la casa viajaría desde California para estar con su mamá y su hermano.
Todos estaban juntos. Se sentaron a la mesa y Francesca comenzó a repartir la comida que con tanto esfuerzo había logrado tener caliente para la hora de comer.
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Eduardo vio el reloj de Jorge y expresó su asombro por su elegancia. "Gracias. Obtuve una bonificación decente por mi trabajo el año pasado", respondió el hermano mayor.
Tras el argumento del esposo de Carolina, Eduardo bromeó diciendo que estaba experimentando un estilo de vida corporativo y el primogénito de Francesca expresó que esperaba que no fuera por mucho tiempo.
Ya estaban listos para cenar. La mesa estaba servida. Hicieron sus oraciones y procedieron a comer. La madre empezó a preguntar a cada uno de sus invitados por sus vidas. Los interrogó sobre sus trabajos y terminó diciéndole a Carolina que se cuidara y no trabajara tanto.
Llegó la hora del postre. El pastel de calabaza era el favorito de los hijos de Francesca cuando eran unos niños. Mientras disfrutaban el dulce, Jorge le preguntó a Eduardo sobre su vida en San Diego. "¿Cómo estuvo todo el asunto de Bitcoin?", le dijo.
Pero él simplemente se volteó hacia su madre y comenzó a hablar de cosas mundanas. Jorge pensó que a lo mejor no había funcionado para su hermano y no insistió.
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Ya casi terminando la velada, Eduardo le preguntó a su mamá si se podía quedar a dormir esa noche. Francesa le dijo que sí. Expresó que le encantaría tenerlo en casa y le comentó que hace poco había limpiado su habitación. Era el primer Acción de Gracias al que su hijo menor iba en cuatro años.
Jorge y Carolina se despidieron y al siguiente fin de semana, el mayor de los hermanos regresó a casa de su madre para cenar con ella.
Quedó sorprendido al ver que Eduardo todavía estaba allí. Pensó que había regresado a San Diego y él solo le respondió que tenía asuntos pendientes que resolver.
Cuando se sentaron a comer, la viuda sintió que algo andaba mal con Jorge y le preguntó qué le pasaba. Él le confesó que se divorciaría de Carolina.
Cuando Francesca le preguntó los motivos, su hijo solo argumentó que se habían dado cuenta de que querían cosas diferentes en la vida.
Más adelante en la conversación, Jorge manifestó que tendría que buscar dónde vivir porque la casa estaba a nombre de su esposa. Justo en ese momento le preguntó a su mamá: "¿Por qué Eduardo todavía está aquí?".
Francesca le contestó que las inversiones del Bitcoin no funcionaron para él. Además, le reveló que le había cedido su casa, pues ella quería mudarse.
El mayor de los hermanos manifestó a su madre que debía saber que Eduardo la vendería y se gastaría el dinero en otra cosa. Ella solo contestó que sabía lo que hacía.
“Puede que sea vieja, pero no estúpida. Sé de lo que estoy hablando (…) Aprenderá sus lecciones”, agregó la madre de dos.
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Pasaron algunos minutos y la mujer le preguntó a su hijo si ya había encontrado algún lugar para vivir. Él titubeó y acto seguido su mamá lo silenció y subió las escaleras.
Volvió a la mesa con una pequeña caja que sacó de su dormitorio y le dijo a su hijo que ella quería que tuviera eso.
No le dijo qué era, solo le pidió que la abriera. La caja era vieja y estaba tallada en el exterior. Jorge recordó haberla visto cuando era un niño, pero nunca supo qué había en su interior.
La abrió lentamente y se sorprendió al ver lo que había dentro. "Es de tu padre, bueno, lo era", dijo Francesca. "Pero sé que él querría que lo tuvieras".
Se trataba de un Rolex Paul Newman Daytona antiguo. Antes solo había visto el reloj en una revista. Nunca supo que su padre tenía uno.
Francesca le dijo que si quería lo vendiera porque valía lo suficiente para que se pudiera comprar una nueva casa. Jorge no tenía palabras.
"Creo que dejaré mi trabajo y me mudaré a algún lugar por un tiempo; de todos modos, tengo suficientes ahorros. Necesito algunos cambios en mi vida", manifestó.
Francesca le dijo que él decidía y que sabía que tomaría las decisiones correctas. Luego Jorge interrogó a su mamá: "Pero ¿qué hay de ti? ¿Dónde vas a vivir?".
Ella le contesto que se iría con su familia ceca de Williamsburg donde solía pasar los veranos cuando era una niña. Como está envejeciendo pensó que sería bueno estar en un lugar más tranquilo.
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Jorge se alegró por la ilusión de su mamá, pero le insistió en sí dejaría que Eduardo vendiera la casa. Su mamá le repitió que él aprendería de sus lecciones.
“Si necesita un lugar donde quedarse, siempre puede quedarse aquí sin gastar ni un centavo para poder recuperarse, pero si lo va a vender, tendrá que pagar los impuestos. Como dije, aprenderá sus lecciones", comentó.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La familia es lo primero, pase lo que pase.
- Atesora el tiempo con tu familia mientras puedas.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.