Hombre le prohíbe a su anciano padre sentarse en la misma mesa con su familia, pero su hija le enseña una lección - Historia del día
Felipe ya no podía vivir solo por su avanzada edad y se mudó con su hijo, Antonio. Sin embargo, su nuera no le tuvo paciencia y lo mandó a sentarse en otro lugar durante la cena hasta que su hija de 5 años les dio una lección.
"De acuerdo papá. Voy a necesitar acceso a tu cuenta bancaria para todas tus necesidades porque no puedo pagar a otra persona en este momento", le dijo Antonio a Felipe cuando llegó. Después de meses de discusión, finalmente accedió a que su padre se mudara con ellos.
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Felipe vendió su casa en Santa Cruz y viajó varias horas para llegar a casa de su hijo, quien vive con su esposa Karla y su hija Fiona. No fue una decisión fácil, pero el médico le explicó que estaba envejeciendo demasiado para estar solo.
"Aquí está tu habitación. Es la más pequeña de la casa porque Karla se negó a ceder su cuarto de pintura. Ojalá tuviéramos más espacio”, dijo Antonio.
"Está bien, hijo. No necesito mucho espacio. Estoy feliz de estar aquí contigo. No he estado bien últimamente y todo se está poniendo un poco difícil", manifestó Felipe a su retoño.
"Sí, bueno. Eres mi papá. Pero sugeriría no estresar a Karla. Últimamente ha estado de mal humor y no quiero molestarla más", explicó Antonio.
"¿Está enojada porque me mudé aquí?", preguntó Felipe algo preocupado.
"No en realidad no. Quiero decir... ella es una artista, papá. Entran en estas fases extrañas y eso los inspira. Solo dale espacio y todo estará bien”.
El anciano se dio cuenta de que su hijo le estaba mintiendo. No estaba feliz de imponerse en su vida de esta manera, pero era su única opción.
Sus ahorros y el dinero de la venta de su casa no fueron suficientes para pagar un centro de atención residencial o una enfermera privada que lo ayudara. Todo era demasiado caro en estos días. Mudarse con su hijo era la única opción.
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Karla no era la persona más fácil del mundo, y a Antonio le gustaba su privacidad, pero con suerte, todos se adaptarían pronto a su nueva normalidad. Afortunadamente, su nieta estaba encantada de tener al abuelo en casa.
Esa noche, Karla preparó espaguetis con albóndigas para la cena. Todos se sentaron a comerlo, pero la mano de Felipe comenzó a temblar. “¿Qué le pasa a mi mano?”, se preguntó. Trató de recomponerse sin alertar a los demás, pero no pudo.
Dejó caer una albóndiga y unos espaguetis en el suelo del comedor. "¡Ay Dios mío! Felipe, si no te gusta mi comida no tienes que comértela, ¡pero no la tires al suelo!", exclamó su nuera.
"¡No, no! Karla, lo siento. Mi mano comenzó a temblar y no pude evitarlo. ¡Lo siento mucho!", se disculpó Felipe.
"Uf, bueno, recógelo entonces", dijo con desdén. Pero el anciano tampoco pudo hacer eso.
"Siento molestarte de nuevo, Karla. Pero no puedo agacharme muy bien. ¿Me puedes ayudar?", preguntó Felipe con mucha cortesía.
"¿Qué? ¿Tampoco puedes limpiar tu desastre?”, gruñó Karla.
Antonio había estado distraído con su teléfono todo este tiempo, pero de pronto notó lo que ocurría. "Karla, no te preocupes. Lo recogeré. No es gran cosa", dijo su marido. La mujer resopló y frunció el ceño durante el resto de la cena.
Terminaron su comida lo mejor que pudieron y Felipe trató de ayudar a lavar los platos, pero Karla estaba irritable. "Lo hare yo misma. Vete a tu habitación”, le dijo.
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Más tarde esa noche, Felipe escuchó gritos desde la habitación de Karla y Antonio. No podía creer que esa mujer se pusiera tan nerviosa por una albóndiga y un cubierto en el piso.
Al día siguiente, Antonio le prohibió a su papá sentarse a la mesa del comedor. “Papá, Karla odia el desastre más que cualquier otra cosa. Incluso su cuarto de pintura está impecable. Entonces, necesito que comas en la cocina de ahora en adelante”, explicó Antonio con frustración.
Felipe estuvo de acuerdo de inmediato, aunque parecía un poco extremo. Esperaba que esto fuera suficiente para calmar a Karla y mantener feliz a su hijo. Él se dio cuenta de que Antonio también estaba un poco cansado de lidiar con sus problemas.
Pero esa noche en la cena, accidentalmente dejó caer su vaso de agua. Se hizo añicos en el suelo de la cocina. Así que Karla decidió que tendría que comer en platos de madera en mal estado y beber de las viejas tazas que usaba Fiona cuando era bebé.
"Si no hacemos eso, tu padre va a romper cada vaso en esta casa, Antonio", le dijo Karla a su marido mientras su suegro escuchaba todo.
"¿Qué quieres que haga? Es viejo y su salud está fallando", respondió Antonio. "¡No estoy para esto! Ocúpate de eso, o me voy", amenazó Karla.
Entonces Felipe comenzó a usar el peor tipo de cubiertos para evitar romper nada. Pasó la mayor parte del tiempo en su habitación y evitó hablar con Karla en absoluto.
“No puedo creer que Antonio se haya casado con una mujer tan despiadada”, pensó el anciano. Antonio también parecía ceder ante todas sus demandas, y eso era desgarrador para él.
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Un día estaba sentado en su patio trasero viendo a Fiona jugar con sus cosas. La niña había encontrado algunas tablas de madera viejas del cobertizo y trató de hacer algo con ellas. Karla y Antonio también salieron a disfrutar del sol. Ambos lo ignoraron en su mayor parte.
"Cariño ¿qué estás haciendo con esas tablas?", preguntó Antonio a su hija.
“Ella debe estar construyendo algo artístico. Se parece a mí”, agregó Karla alegremente. Fiona se volvió hacia ellos y los sorprendió.
"Te estoy preparando algunos platos y cucharas", explicó Fiona.
"¿Por qué? Tenemos mucho en la cocina”, dijo Karla con humor.
"Bueno, estás envejeciendo como el abuelo. Entonces ustedes dos necesitarán comer de estos platos pronto”, respondió.
Felipe sonrió para sí mismo, pero Karla y Antonio estaban con los ojos muy abiertos. Karla se puso de pie y volvió a entrar.
Antonio parecía enojado. “Está bien, niña. Es hora de entrar y tomar un baño”, le dijo a Fiona, quien entró corriendo.
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"Papá, lo siento mucho. Últimamente he estado estresado y no sé en qué estaba pensando", le dijo Antonio a Felipe.
“El trabajo está cambiando y ahora las cosas en casa han cambiado. Karla no puede ceder ni una pulgada. Todo me está matando".
El hombre mayor pudo ver lo desesperado que estaba su hijo. “Antonio no me hubiera mudado aquí si me lo hubieras dicho. No quiero estropear las cosas. Y estoy bien comiendo en platos baratos para no romper nada. Pero debo admitir que Fiona es una niña muy inteligente”, respondió.
"Eres mi papá. Ya no comerás con platos y cubiertos horribles. ¡Eso es suficiente!", expresó su hijo.
Esa noche tuvo una pelea muy fuerte con Karla, y ella se fue para la casa de su madre por un tiempo, dejando a Fiona con ellos.
"Antonio ¿cuándo vas a recuperar a Karla?", preguntó Felipe.
"No lo sé, papá. Ella se niega a disculparse y ha demostrado que no es el tipo de persona con la que quiero estar. Terminamos y es lo mejor", respondió su hijo. También le aseguró a Felipe que sus problemas comenzaron mucho antes de que él llegara.
"Estoy tan avergonzado de la forma en que te traté estas últimas semanas, papá. Eso nunca volverá a pasar. Ya no tienes que preocuparte por eso", continuó Antonio.
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Al final, él y Karla se divorciaron y obtuvo la custodia de Fiona porque ella decidió viajar por el país promocionando sus obras de arte. Mientras tanto, Felipe, su hijo y su nieta cenaron juntos todas las noches, pero nunca volvieron a usar cubiertos o platos de madera.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Cuida a tus padres o el karma se puede materializar: Fiona vio cómo sus padres trataban a Felipe y aprendió de ese comportamiento.
- No te quedes con personas que no tratan bien a tu familia: La forma en que Karla trató a su suegro dejó mucho en qué pensar. Si no le gusta tu familia, no te cases con esa persona.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.