Mujer empieza el trabajo de parto en pleno vuelo y el piloto cambia de ruta a un lugar sin aeropuerto - Historia del día
Una mujer embarazada entró en trabajo de parto cuando estaba a bordo de un avión comercial. Esto obligó al piloto a desviar la aeronave. Sin embargo, no se dirigió al aeropuerto.
Rosa odiaba volar. Era una mujer joven que había viajado en avión muy poco a lo largo de su vida. De hecho, solo había empezado a montarse en una aeronave cuando comenzó a visitar Maturín desde Mérida.
Allí trabajaba su esposo, Guillermo, como minero. El trabajo le reportaba un salario decente, por eso lo hacía, pero los separaba durante mucho tiempo.
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Guillermo siempre pasaba fuera durante todo el año y solo tenía un descanso entre Navidad y Año Nuevo. Rosa se había cansado de tener que vivir sin ver a su esposo durante largos períodos. Por eso logró hacerle aceptar que ella hiciera un viaje mensual para verlo.
A él inicialmente no le entusiasmaba la idea. Pero los fines de semana que pasaba con ella en el apartamento donde se quedaba se convirtieron en algunos de los mejores de su matrimonio.
Rose quedó embarazada durante una de esas largas noches románticas. Su esposo sabía de su embarazo y estaba ansioso por conocer a su hijo. Incluso había prometido retirarse de la minería y comenzar una granja donde pudieran cultivar cosechas para vender.
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Todo el mundo sabía que los agricultores obtenían muchas ganancias en Mérida si tenían los conocimientos técnicos, y Guillermo descendía de una larga línea de agricultores.
Un día, la futura madre volaba a Maturín para ver a su esposo, a pesar de que él le había pedido que se quedara en su casa de su ciudad de origen.
Viajar para verlo los fines de semana se había convertido en un hábito y no podía soportar no pasar tiempo con él esos días. “Estás embarazada de nueve meses, Rosa”, le dijo la última vez que hablaron.
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“Gracias por hacérmelo saber, no tenía idea de que mi estómago había comenzado a hincharse hace nueve meses”, respondió la mujer secamente.
“No deberías moverte tanto ahora que estás tan cerca de dar a luz, pero ¿quieres hacer un viaje completo? Eso es absurdo, querida”.
“Necesito verte, estar contigo, te he echado de menos”, susurró ella. Él la había convencido de que se quedara en casa durante dos meses. Pero ella ya no quería seguir así.
“Lo sé bebé”, dijo. “Oye, es septiembre y llegaré a casa en diciembre y nunca más me iré, solo ten paciencia, cariño”.
La mujer le hizo creer que la había convencido, pero cuando llegó el viernes tomó un vuelo con destino a Maturín. Ella lo sorprendió y, aunque él había afirmado estar enojado por eso, disfrutaron de su tiempo juntos.
El domingo por la noche, cuando Rosa subió a un avión con destino a Mérida, estaba radiante. Realmente disfrutaba de la refrescante compañía de su marido.
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No fue hasta que el avión golpeó una turbulencia cuando ganó altitud que le recordó lo mucho que no disfrutaba volar. No era nada personal, solo prefería tener los pies en tierra firme.
Otro traqueteo sacudió la aeronave. Entonces ella puso a toda marcha su imaginación. Pensó en todo, desde un secuestro hasta un accidente, y eso la estresó. Fue mientras enumeraba mentalmente las cosas que podrían salir mal que su fuente se rompió.
Atrapada en sus pensamientos, la futura madre ni siquiera se había dado cuenta de que su fuente ya se había roto. Cuando notó la humedad, se puso roja y avergonzada al pensar que no podía controlar su vejiga.
Nunca se le había ocurrido que había iniciado trabajo de parto porque se suponía que no debía hacerlo hasta dentro de tres semanas. Entonces comenzaron las contracciones.
“¡Voy a tener al bebé!”, comenzó a gritar Rosa, llamando la atención de la azafata que se apresuró a averiguar qué pasaba.La aeromoza rápidamente le avisó al piloto, quien de inmediato se conectó con el aeropuerto más cercano para solicitar permiso para aterrizar.
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Mientras tanto, la mujer trató de calmar a la embarazada hablándole entre cada contracción. “¿Por qué viajas sola embarazada?”, preguntó la amable azafata. “Estaba con mi esposo e iba de regreso a casa”, respondió Rosa.
“Te dejó viajar así, ¡qué irresponsable!”, exclamó la mujer. “Está bien, ¿tienes familia a la que podamos llamar? ¿Además de tu esposo?”.
“No, soy huérfana”, dijo la futura madre. La asistente de vuelo notó que la parturienta tenía fiebre y se estaba agotando por soportar las contracciones. Entonces le informó al piloto que el trabajo de parto podría volverse peligroso para Rosa sin la ayuda de un médico.
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Un despachador había informado al piloto, llamado Alejandro, que el aeropuerto más cercano no estaba listo para recibir su avión debido a las condiciones climáticas.
“Solicitud denegada”, dijo el despachador, “debido a la tormenta que se avecina”. Se estaba acabando el tiempo. En su estado, todo lo que Rosa atinaba a hacer era gritar el nombre de su esposo.“Mantenla estable durante treinta minutos más”, le dijo el piloto a la azafata. “¡Vamos a cambiar nuestra ruta!”.
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El hombre dirigió el avión hacia el único lugar lo suficientemente cerca para recibir atención médica. Pero no era un sitio ideal para aterrizar e iba a ser difícil. Este sitio estaba en Maturín.
Afortunadamente, Alejandro conocía el área, por lo que sabía de un aeródromo abandonado no muy lejos del aeropuerto. El único problema era que la pista era demasiado corta para aterrizar su gran avión.
Aun así, era la ciudad más cercana a donde Rose podía obtener ayuda médica. “Aterricemos en la pista de aterrizaje abandonada”, le dijo el hombre a su copiloto, un novato que se hacía llamar Samuel.
“Señor, con el debido respeto, aterrizar allí va en contra de las reglas”, dijo el joven piloto. “¡A veces, para salvar a un ser humano, es necesario actuar de acuerdo con tu conciencia, no con las reglas!”, respondió Alejandro.
Hizo que el asistente llamara al esposo de Rosa mientras rodeaban la pista de aterrizaje abandonada preparándose para aterrizar. El piloto sabía que cada movimiento tenía que planearse hasta el último grado.
Dieron vueltas una, dos veces, cada vez acercándose más al suelo. Mientras tanto, la embarazada comenzaba a perder el conocimiento debido a sus contracciones.
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El avión se acercó al suelo y con un acto de fe, debido a que no había una torre de control para navegar en su camino, Alejandro lo dirigió.
Su copiloto, que todavía era un novato, estaba a solo un paso de entrar en pánico, pero siguió el ejemplo del piloto más experimentado. Varios minutos tensos después, el avión tocó tierra.
Entonces abrieron la escotilla para sacar a la parturienta. En ese momento estaba llegando a toda velocidad una ambulancia que transportaba a los técnicos de emergencias médicas y al esposo de Rosa.
Era seguida por camionetas de medios de comunicación y algunos vehículos civiles que temían que hubiera un accidente y habían llegado a ayudar.
Guillermo cargo a su esposa hasta la ambulancia y se dirigieron al hospital. Todo lo que el hombre sorprendido pudo hacer fue rezar para que su ella estuviera bien.
En el centro de salud, los médicos le dieron una habitación privada. Una revisión rápida de sus signos vitales reveló que ya estaba demasiado débil para que tuviera un parto natural. Por eso, el bebé tendría que nacer por medio de una cesárea.
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Al esposo no se le permitió permanecer en la habitación. Pero después de largos momentos de espera, lo acompañaron a ver a su bebé recién nacido y a su esposa en recuperación. No podía creer lo cerca que había estado de perderlos.
Había renunciado a su trabajo ese día para quedarse definitivamente cuando regresaran a Maturín. Guillermo averiguó el nombre del piloto que se había arriesgado para ayudar a su esposa y le puso su nombre a su hijo. Rosa estuvo de acuerdo.
Ella, por su parte, no se subió a otro avión durante años.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La vida humana es muy valiosa. Alejandro tuvo razón cuando decidió aterrizar el avión en la pista de aterrizaje abandonada para salvar la vida de Rosa y la del bebé. La vida humana es muy valiosa y debe protegerse.
- Pensar demasiado no va a tu favor. Rosa pudo haber hecho el vuelo de regreso a Maturín sin problema si no hubiera comenzado a pensar demasiado después de las turbulencias. Pero se estresó mucho y eso la hizo que rompiera fuente. Esto demuestra que la mayoría de las veces, pensar demasiado no ayuda.
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