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Mujer rica se burla de un mendigo anciano y luego lo ve hablando con su hija - Historia del día

Vanessa Guzmán
27 oct 2021
14:00

Anna siempre tuvo dinero y solía despreciar a las personas pobres. Eso incluía a un anciano que siempre pedía dinero en una esquina de su vecindario. Un día, el hombre salvó a su hija de un secuestrador, y cuando Sara casi fue secuestrada nuevamente, descubrieron la verdad.

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Anna vivía en una prestigiosa zona de Santa Fe. Ella nació siendo rica. Siempre tenía dinero. Dejó a sus padres cuando se fue a la universidad. Decidió ser independiente y partió de su ciudad natal para estudiar.

Después de graduarse, comenzó una lucrativa carrera. Luego se enamoró de Daniel. La dejó embarazada y no estaba listo para el compromiso, por lo que se separó tan pronto como ella le contó sobre el bebé.

Anciano pidiendo dinero en la calle. | Foto: Shutterstock

Anciano pidiendo dinero en la calle. | Foto: Shutterstock

Anna estaba desconsolada, pero no quería sufrir por Daniel durante mucho tiempo. Tenía asuntos más importantes entre manos. “Está bien. Puedo hacerlo por mi cuenta”, pensó mientras acariciaba su vientre. Meses después, trajo al mundo a Sara, la luz de su vida.

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Su vida amorosa podría haber sido un desastre, pero Sara valía toda la angustia. Trabajó y crio a su hija lo mejor que pudo. La niña obtuvo siempre lo mejor.

Un día, Anna notó a un hombre mayor pidiendo dinero a la vuelta de la esquina de su urbanización. "Perdóneme. ¿Qué está haciendo aquí? No puede estar aquí. Esta es una comunidad privada”, le dijo al anciano que vestía ropa sucia y vieja.

"Señora, esta es técnicamente la parte comercial y es propiedad pública, así que puedo estar aquí", respondió el anciano.

"Le daré dinero para que te vayas", insistió Anna.

"No, señora. Mi trabajo es estar aquí. Pido donaciones para HelpHall. Es una organización benéfica que ayuda a familias de bajos ingresos”, explicó el hombre.

"¿En verdad? ¿Solo piden donaciones? ¿En la calle?", preguntó Anna mientras hacía pucheros.

"Sí, señora. Se agradece cualquier ayuda".

"Bueno, lo que sea", dijo Anna y se alejó sin donar. Ella todavía no le creía al hombre y decidió investigar el asunto. El presidente de la asociación vecinal le dijo que no podían hacer nada.

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Mujer de negocios. | Foto: Pexels

Mujer de negocios. | Foto: Pexels

Anna se quejó de que el valor de su propiedad estaba bajando con su presencia. Cada vez que pasaba cerca del anciano, se burlaba, y una vez, incluso pateó su caja de donaciones "accidentalmente".

Pero después de unas semanas, casi lo ignoró, especialmente porque estaba distraída por Sara. La niña había cumplido siete años ese año y comenzó a hacer preguntas sobre su padre. Anna intentó explicarle que no tenía papá.

“Pero todos en la escuela tienen un padre. ¿Cómo es que yo no?, preguntó Sara, confundida.

"Lo siento. Pero soy solo yo. Solo tienes una madre, y eso es todo ", respondió Anna, exasperada. Sara soltó el tema y salió a jugar al jardín delantero. Pero unos minutos después, Anna miró por la ventana y vio al hombre mayor sosteniendo la mano de su hija.

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“¿Qué está haciendo con mi hija? ¿A dónde la lleva? ¡Suéltela inmediatamente!", gritó Anna mientras salía corriendo de su casa y los alcanzaba. Apartó a Sara del hombre, que levantó las manos en un gesto de súplica.

"Señora, cálmese. Déjame explicarte la situación”, expresó.

"¡¿Qué situación?! ¡¿Que eres un pervertido tocando a mi hija?!”, replicó la madre enojada.

"¡Mamá, escucha al hombre!", suplicó Sara. Anna se calmó porque su hija no estaba angustiada. Finalmente, el hombre mayor habló.

"Señora, estaba caminando por su casa porque tuve que cruzar para llegar a la otra parada de autobús cuando vi a un hombre extraño mirando a su hija. He estado aquí por un tiempo y conozco a la mayoría de las personas que viven en el área. Ese hombre no vive aquí”, contó el anciano.

Niña jugando con una pelota. | Foto: Pexels

Niña jugando con una pelota. | Foto: Pexels

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"Oh, Dios mío", Anna jadeó. "Cariño, ¿es eso cierto?".

"Sí mami. El hombre me llamó y se veía realmente aterrador”, agregó Sara.

“Así que empecé a hablar con tu pequeña e iba a llevarla a la puerta de tu casa cuando saliste corriendo”, continuó el anciano. “Pero también noté que el hombre se subió a su auto tan pronto como saliste. ¿No lo viste?”.

"No... estaba demasiado ocupada... ¡Lo siento mucho! Por favor, perdóname”, murmuró Anna, avergonzada. "Por favor, pase. Déjeme ofrecerle un poco de té". El hombre mayor aceptó la oferta.

Mientras tomaban té, Anna le preguntó sobre su vida y la organización benéfica para la que trabajaba. Se enteró de que se llamaba Mario Vargas y que era un hombre humilde que quería ayudar a otras personas.

Después de escuchar su historia, Anna se disculpó por la forma en que lo trató. El Sr. Mario aceptó la disculpa y se fue, deseándoles lo mejor.

Esa noche, Anna donó una cantidad significativa de dinero a la organización benéfica a través de su sitio web. Pero nunca imaginó que el hombre mayor volvería a salvar a su hija.

Dos días después, Anna escuchó gritos mientras estaba en la cocina. "¡Aléjese de esa niña ahora mismo!", gritó Vargas.

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“¡Esto no es asunto tuyo, viejo! Me llevo a esta niña", gritó el extraño mientras tiraba del brazo de Sara e intentaba meterla en su coche negro. Pero el señor Mario se mantuvo firme.

"¡Estoy llamando a la policía ahora mismo!", gritó Anna mientras salía de su casa con el teléfono en la oreja.

Anciano sonriendo. | Foto: Pexels

Anciano sonriendo. | Foto: Pexels

El hombre extraño se alarmó. “¡Anna, no lo hagas! ¡Por favor!”, suplicó. Los ojos de Anna se agrandaron al reconocer la voz. Luego miró más de cerca al hombre.

"No puedo creerlo", suspiró. "Señor Mario ¿puede llevar a mi hija a la casa un momento, por favor?”.

"Sí, señora. ¿Quiere que también llame a la policía?”, preguntó mirando al hombre con desdén.

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"No, yo me ocuparé de esto", respondió Anna con frialdad. No apartó los ojos del hombre mientras el señor Vargas y Sara entraban.

"¿Qué estabas pensando, Daniel?", dijo Anna en voz baja para evitar que Sara escuchara.

“Anna, por favor. Solo quería ver a mi hija, pero no sabía cómo acercarme a ella", respondió Daniel.

"¿Entonces pensaste que la mejor solución era secuestrarla?", exclamó Anna con sarcasmo. “¡Fuera de aquí, ahora! Hay imágenes tuyas merodeando por la zona. ¡Si alguien te ve cerca, presentaré cargos!".

"¡No te atrevas! ¡Tengo derechos! ¡Ella es mi hija!", precisó Daniel.

“Renunciaste a tus derechos tan pronto como desapareciste. ¡Ella no es tu hija, es mía! ¡Y sé que no tienes dinero para pelear conmigo en la corte porque todavía eres un perdedor! ¡Aléjate de nosotros y no vuelvas!".

Daniel gruñó, se subió a su coche y se fue. Nunca lo volvieron a ver. Mientras tanto, el Sr. Mario se convirtió en un elemento permanente en sus vidas. Anna lo invitó a cenar todas las noches después de su turno y se involucró activamente en HelpHall, la organización benéfica que el anciano representaba.

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Madre e hija. | Foto: Pexels

Madre e hija. | Foto: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

No juzgues a las personas por su situación económica: Anna trató horriblemente al Sr. Mario, sin saber que él sería el salvador de su familia.

Vigila más de cerca a tus hijos: Es mejor vigilar más de cerca a tus hijos, sin importar cuán seguro creas que es tu vecindario.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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