Anciana pobre corta su largo pelo para comprarle un regalo de Navidad a su marido, pero todo es en vano - Historia del día
Agnes decidió cortar su larga cabellera para comprarle un regalo de Navidad a su esposo. En un emocionante giro de los acontecimientos, Juan planeó algo similar para ella, pero lo que comenzó como un simple regalo, se convirtió en algo hilarante.
Agnes y Juan estuvieron felizmente casados durante 60 años, aunque Dios nunca les bendijo con hijos. En sus años de juventud, la pareja solía quedarse en Miami, donde Juan trabajaba como profesor de escuela.
Desafortunadamente, un incendio arrasó con la casa de la pareja, unos años después de que se jubilara, y tenían que trasladarse al campo.
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La vida era difícil en el campo, y todo lo que tenían era una pequeña granja para llegar a fin de mes, pero Juan y Agnes estaban contentos mientras se tuvieran el uno al otro.
Como la Navidad estaba a la vuelta de la esquina, Agnes decidió sorprender a Juan con un costoso regalo.
El hombre había heredado un antiguo reloj de bolsillo de su abuelo y llevaba tiempo buscando una cadena adecuada para él.
Agnes tomó la decisión de comprarle una cadena de platino y empezó a ahorrar dinero de inmediato.
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Por desgracia, el rendimiento de su granja no fue muy bueno ese año, y tuvieron que invertir más de lo que ahorraron. Cuando Agnes contó sus ahorros, descubrió que solo le quedaban 18 dólares.
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Agnes podría haber pensado en vender algo y ganar dinero, pero no había mucho en su pequeña casa de dos habitaciones, salvo algunos muebles viejos y herramientas de labranza. Así que la mañana de Navidad se cortó el pelo para ganar dinero. Una amiga le sugirió vender su cabello en una página web.
Juan siempre había admirado lo guapa que estaba su mujer con el pelo suelto, y Agnes también adoraba su cabello, pero solo pensaba en el regalo de Juan cuando decidió seguir adelante con la idea. En pocas horas, su precioso pelo castaño que le colgaba hasta la cintura, estaba corto.
Cuando llegó la Nochebuena, Agnes lució un bonito vestido y planeó una encantadora cena a la luz de las velas para los dos. Estaba preparada para recibir a su marido, que volvía de la ciudad después de comprar su árbol de Navidad.
Sin embargo, cuando Juan entró en la casa y la vio, se quedó helado. "¡Agnes!", gritó Juan. "¿Qué te ha pasado en el pelo?".
"Bueno, ya sabes que hacía mucho tiempo que no me cortaba el pelo, ¡así que se me ocurrió hacerme un cambio!, dijo Agnes. "Por cierto, ¿qué te parece?".
"¡Pero cariño! Tenías un pelo tan bonito. Ahora el regalo ya no tiene sentido!", gimió Juan.
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Espera, ¿cómo se enteró del regalo? ¿Me siguió mientras iba a cortarme el pelo?, Agnes estaba perpleja.
"¿Y ahora qué?" Juan entró y la interrumpió. "¿Por qué me miras así?".
"Nada, cariño, solo me preguntaba cómo es que ya sabías lo del regalo. Quiero decir, nunca lo mencioné".
Juan la miró con desconcierto. "¿Qué quieres decir con eso? Estaba hablando de esto", dijo, entregándole el regalo al que él se refería.
"Oh, ¿también me has comprado un regalo? ¡Es precioso, cariño! Gracias". Agnes estaba encantada. "Por cierto, yo también tengo un regalo para ti. ¿Te importa si los abrimos juntos?".
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"¡Claro, de todas formas qué sentido tiene!", refunfuñó Juan. Al abrir el obsequio de su esposa, su cara se descompuso aún más.
La reacción de Agnes tampoco fue la mejor. Su rostro, que había estado radiante de felicidad al pensar en el regalo sorpresa de su querido marido, tenía ahora una expresión de abatimiento. "¡Oh, Dios mío! ¡No tenía ni idea de que me ibas a regalar esto!".
"¡Y yo tampoco!", exclamó Juan mientras sostenía la cadena de platino en sus manos.
Irónicamente, Agnes recibió de su querido marido un juego de magníficos cepillos de plata para el pelo. La dama se enteró de que Juan había vendido su antiguo reloj para poder comprar los cepillos, por lo que el regalo de él tampoco tenía sentido.
Mientras ambos compartían sus historias sobre cómo planearon los regalos de cada uno, no podían dejar de reír. "¡Dios mío! Tendríamos que habernos preguntado simplemente lo que queríamos. Nunca volveré a planear sorpresas", se echó a reír Agnes.
"¡Bueno, no estoy en desacuerdo! Pensé que apreciarías mi regalo, pero supongo que tendrás que esperar un tiempo para usar los cepillos. De todos modos, en cuanto a mi regalo, ¡no sé qué hacer con él ahora que no tengo el reloj de bolsillo!".
"Lo devolveremos, cariño", sugirió Agnes. "Devolveremos los cepillos. Era el reloj de tu abuelo, después de todo; ¡no deberías haberlo vendido en primer lugar!
"¡Pero quería regalarle algo especial y único!", afirmó Juan. "¿Quién iba a saber que iba a resultar así?".
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"¡Bueno, lo hecho, hecho está! Primero, vamos a recuperar tu reloj".
"¡De acuerdo!", asintió Juan. "Por cierto, cariño, tengo algo que decirte".
"¿Sí?".
"Antes me preguntaste si te quedaba bien ese peinado. Debo decir que estás impresionante".
"Oh, basta", dijo Agnes, sonrojada. "¡Siempre eres generoso con tus cumplidos! Ahora date prisa y cámbiate de ropa. La comida se está enfriando".
Agnes puso una música agradable y relajante en el viejo tocadiscos que tenían, y la pareja pasó un rato encantador en Nochebuena. Se rieron de cómo sus sorpresas y reacciones ante los regalos resultaron muy diferentes de lo que habían esperado.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las cosas no siempre salen como se planean: Tanto Juan como Agnes esperaban que su media naranja estuviera encantada de ver sus regalos, pero cuando los abrieron, sus reacciones dijeron lo contrario.
- Si alguien se preocupa por ti, hará todo lo posible por hacerte feliz: Juan y Agnes se querían tanto que renunciaron a algo valioso para hacer feliz al otro.
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