Dueño de hotel ve a su hijo agredir a un niño cuya madre limpia inodoros - Historia del día
La historia de hoy trata sobre un hombre que decidió darle una lección a su hijo después de verlo burlarse de un niño cuya madre limpiaba los baños en su hotel.
Andrés Figueroa era un millonario hombre de negocios, dueño de una lujosa cadena de hoteles en Nueva York. Sin embargo, su vida nunca había sido fácil. Cuando la mayoría de los niños comienzan la escuela, Andrés comenzó a trabajar para mantener a su familia.
Su madre murió de cáncer, y su padre tenía una grave enfermedad y requería costosas medicinas. Por eso, si bien Andrés nunca pudo estudiar mucho, sabía cómo ganar dinero.
Niños trabajando en construcción. | Foto: Shutterstock
A corta edad entendía ya cómo funcionaba el mundo y cómo manejarse en él. Fue experiencia muy útil cuando decidió emprender su propio negocio. Años después, era dueño varios hoteles, algunos de los cuales eran los favoritos de los famosos.
Pero dicen que para poder ganar algo, primero tienes que perder algo. Y así fue el caso de Andrés. Para construir su empresa, el hombre había perdido algo importante.
Él y su esposa estaban tan concentrados en ganar dinero y darle una mejor vida a su hijo, que se olvidaron de la crucial tarea de moldear su carácter. Nunca le enseñaron el valor del respeto hacia el prójimo.
Por eso, a nadie debió extrañar el hecho de que a sus 10 años de edad, el pequeño Efraín despreciara a aquellos que no eran tan adinerados como él.
Una noche, tras darle la despedida a un grupo de huéspedes que iba de salida, Andrés vio a Efraín hablando con un niño al que no reconoció.
"¡Mantente alejado de mí! ¡No se te ocurra acercarte!", gritaba Efraín, altivo. "¡Mi papá es dueño de todo este hotel, y tu mamá solo es la mujer que limpia los inodoros!", espetó.
Niño furioso con traje y corbata. | Foto: Shutterstock
Cuando oyó a su hijo hablar de esa forma, el corazón de Andrés se hizo añicos. "¡Efraín!" ¿Qué estás haciendo aquí?", preguntó.
"¡Ah, hola papá!", dijo Efraín al notar su presencia. Dio la vuelta lentamente, y lo miró con una gran sonrisa. "¿Cómo estuvo tu día? ¡Mamá me dejó aquí porque tenía que trabajar!".
Andrés posó su mirada sobre el niño que estaba detrás de su hijo. Vio que sus ojos estaban cargados de lágrimas. Se arrodilló frente al chiquillo le y dijo amablemente: "Oye, si no es mucha molestia, ¿podrías darnos un minuto?"
El niño asintió y se fue corriendo. Andrés miró a Efraín de arriba a abajo. "Entonces, ¿qué le estabas diciendo a ese niño?", cuestionó el padre.
"¡Pues nada, papá! Su mamá es una empleada aquí en el hotel, y ella limpia los baños, así que le advertí que no se me acercara mucho, porque no quiero que me ensucie".
"Ah, ya veo. Entonces, ¿el niño está sucio porque su mamá limpia los inodoros del hotel? ¿Eso es lo que crees?", preguntó Andrés. Le costaba creer que esas palabras salían de la boca de su propio hijo.
"¡Pues claro, papá!", dijo Efraín sin pensarlo dos veces. "Y bueno, eso no importa, da igual. Hablemos de algo más importante, papá. ¿Cuándo me vas a comprar la nueva PlayStation?", preguntó el malcriado jovencito.
Consola de videojuegos. | Foto: Unsplash
"¿Lo dices en serio, Efraín? ¿De verdad crees lo que me estás diciendo?", dijo atónito Andrés.
"¿Qué? ¿Lo del niño y su mamá? ¡Sí, papá, claro que es en serio! Por favor, eso son cosas obvias, todo el mundo sabe eso. Ellos son personas que limpian lo que ensucian los demás. ¡Es asqueroso!", dijo el niño.
"Ya veo", respondió el padre con voz baja. En ese momento, tuvo una brillante idea. "¿Sabes qué, Efraín? Cambié de opinión. No te voy a comprar la PlayStation. Te la vas a tener que ganar", dijo con una sonrisa.
"¿Qué quieres decir con que tendré que ganármela, papá? ¡Somos ricos! ¡Me la puedes comprar fácilmente!", respondió el chico, confundido.
"No, Efraín. Vas a trabajar en el hotel después de clases por un mes. La primera semana vas a limpiar dos habitaciones al día. La segunda lavarás platos, y las últimas dos semanas, ayudarás a los meseros", dijo Andrés.
"¿QUÉ?", gritó Efraín. "¿Te volviste loco, papá? ¡De ninguna manera voy a hacer nada de eso! Prefiero no tener ninguna PlayStation. Olvídalo".
Andrés sonrió. "Como quieras, hijo. Pero no será solo la PlayStation. Si no aceptas, no te daré un centavo el resto de tu vida. Nada de dinero para salidas, regalos, fiestas, nada. ¿Estás de acuerdo con eso?", preguntó.
Faja de billetes. | Foto: Unsplash
Efraín se quedó callado por unos segundos, evaluando sus opciones. Tras una prolongada pausa, respondió: "¡Está bien, papá! Trabajaré en el hotel. ¡Pero solo por un mes!".
"Como quieras, hijo", respondió Andrés, con una gran sonrisa.
El día siguiente, tras la escuela, Efraín comenzó su primer turno de trabajo. Tras un par de horas, había apenas limpiado parte de una habitación, y estaba completamente forrado de polvo y mugre.
Andrés lo vio trabajar con muchísimo orgullo. Reía un poco cada vez que su hijo tenía dificultades, pero en el fondo estaba muy feliz de que el joven estuviera aprendiendo algo valioso.
Cuando el día llegó a su fin, Efraín salió al estacionamiento a buscar a su padre. "¡Dios mío, papá! ¿Va a ser así de agotador todos los días?", preguntó, mientras abría la puerta del auto.
"¡Espera, Efraín! ¡Estás todo lleno de polvo! Vamos a poner una manta sobre el asiento primero. ¡Si no, podrías arruinar el cuero de los asientos!"
Asientos de cuero. | Foto: Unsplash
"¡Papá!", exclamó Efraín. "Estoy aquí, tratando de contarte de mis problemas, y tú solo piensas en...", dijo. Pero entonces recordó cómo se había burlado del hijo de la empleada. "Bueno, da igual", dijo en voz baja.
Andrés simplemente sonrió. Puso una vieja manta sobre el asiento, le abrió la puerta a Efraín, y lo llevó a casa. Las cosas siguieron así por varias semanas.
Efraín trabajaba en el hotel todos los días después de clases, y luego iba a casa con su papá. Siempre se quejaba, pero cada día un poco menos. Al final, comenzó a ofrecer disculpas.
Un día, mientras iban camino a casa tras un largo día, Efraín comenzó a hablar. "Papá, no debí haberme burlado de ese chico, del hijo de la empleada. Se llama Samuel. Apenas trabajo dos horas al día y ya entiendo lo difícil que es", dijo el chico.
Andrés no respondió, pero una lágrima de orgullo recorrió su rostro. En vez de ir directo a casa, llevó a Efraín a una parte muy humilde de la ciudad. "¿Qué hacemos aquí, papá? Este lugar parece un poco peligroso", dijo el chico.
Niños jugando en vecindario humilde. | Foto: Shutterstock
"Bueno, Efraín, aquí es donde yo empecé. Yo vivía en la casa de la izquierda"; dijo Andrés, señalando una de las dilapidadas residencias de la cuadra. El chico no podía creer lo que veía.
"¿Sabes que comencé mi carrera como empleado de limpieza? Mi mamá murió cuando yo era niño, tenía que cuidar a mi papá. No pude estudiar, así que fue el único trabajo que pude conseguir".
"Antes de burlarte de nadie, recuerda que todo lo que tienes en esta vida es gracias a que tu papá aceptó cualquier trabajo que pudiese conseguir, y nunca menospreció nada. Me decepcionó mucho oírte burlándote del trabajo de alguien, hijo".
"¡Discúlpame, papá!", dijo Efraín, profundamente avergonzado. "¡Nunca lo volveré a hacer!".
"Bueno, no soy yo quien debe disculparte. ¡Tienes que pedirle disculpas a Samuel! ¿De acuerdo?", dijo Andrés.
"¡Eso haré, papá! ¡Lo prometo!", respondió Efraín. Al día siguiente, se disculpó con Samuel, y el chico jamás volvió a menospreciar el trabajo de nadie.
Jovencito con traje y corbata. | Foto: Pexels
¿Qué podemos aprender de esta historia?
Burlarte de alguien porque tiene menos dinero que tú es algo de muy mal gusto. La forma en que Efraín menospreció a Samuel y se burló de él fue algo reprochable.
A veces es necesario ser estricto con los hijos para enseñarles lo correcto. La forma en que Andrés le enseñó una lección a Efraín es el ejemplo perfecto.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.