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Un camino de nieve | Foto: Shutterstock
Un camino de nieve | Foto: Shutterstock

Pareja discute durante una noche de invierno en el bosque y oye a bebé llorar bajo un árbol - Historia del día

Vanessa Guzmán
03 ene 2022
15:45

Una pareja sin hijos que está de luto por la pérdida de su único hijo sale a dar un largo paseo por la nieve y hace un descubrimiento increíble que cambia sus vidas.

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Es difícil decir dónde comienzan las historias, especialmente esta. Se podría decir que el comienzo de esta historia es el final de otra, pero no podemos seguir yendo y viniendo al principio, así que tenemos que empezar aquí: una mujer se bajó de un autobús en un pequeño pueblo hispano.

Tenía bastante peso encima. Salió de la unidad sosteniendo su pesado vientre con una mano, y uno de los pasajeros se adelantó para ayudarla a bajar las escaleras. "¡Suéltame!", ella gruñó, "¡No soy una lisiada!".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Y no lo era, sin embargo el conductor del autobús se dio cuenta de que su embarazo estaba bastante avanzado y que se acercaba su hora de traer al mundo a su bebé.

Entonces, la mujer posó sus pies en el poblado de Santa Cruz cuando finalizaba el invierno. La embarazada no llevaba equipaje, excepto una mochila verde descolorida. El pasajero que había intentado ayudarla le dijo: "Escuche, hay un hospital dos cuadras más abajo".

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Pero ella se volteó y comenzó a caminar. Al final resultó que, terminó en ese hospital más tarde esa noche, pujando y gritando. Estaba hinchada por el esfuerzo.

Las enfermeras sonreían y arrullaban al bebé, no obstante ella simplemente volteó la cara hoscamente. "¿Cuándo puedo salir de aquí?", preguntó. Le manifestaron que el médico vendría en unas horas para verla a ella y al bebé y que mientras tanto debía descansar.

Así que se volteó de costado y fingió quedarse dormida, pero tan pronto como se quedó sola en la sala, se levantó, rápida como un gato. Metió su ropa en la mochila y todo lo que pudiera robar de la habitación y se dispuso a marcharse.

Vaciló sobre el bebé que dormía en la cuna junto a su cama. Luego lo levantó y lo envolvió con brusquedad en una de las mantas de su cama. Empujó la puerta para abrirla. El área estaba despejada y en un segundo ella se había ido.

Una vez en la calle, caminó despacio. Ella miró al bebé en sus brazos. "No necesito esto...", pensó. Sin embargo, pasó junto a la comisaría de policía de la ciudad y el departamento de bomberos y se dirigió a la carretera que sale de la ciudad.

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A pesar de todo lo que había pasado, era una caminante rápida, y pronto pasó la última de las casas y entró en la línea de árboles del bosque. Fue allí donde se detuvo, dejó caer la mochila y se quedó un momento, dudando.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Sostuvo al bebé dormido y lo miró. Lo que sintió y por qué hizo lo que hizo es parte de otra historia, lo que nos importa es que dijo con una voz que no era desagradable: "Duerme ahora, bebé, no te dolerá, no como duele la vida".

Y colocó con cuidado al bebé bajo la sombra azulada de la luna de un abeto alto, le dio la espalda y se alejó, de esta historia y de otra. Ese bebé simplemente yacía allí, envuelto en esa manta, sin saber que estaba abandonado.

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Tal vez si lo hubiera sabido se habría despertado, gritando, suplicando que lo rescataran. ¿Quién sabe? Era tan silencioso en ese bosque, y tan pacífico. Solo una lechuza voló alrededor del árbol con alas susurrantes para investigar.

Pero no muy lejos, a una distancia de gritos, de hecho, otra parte de otra historia estaba llegando a su fin. Un hombre y una mujer estaban haciendo lo más difícil que puede hacer cualquiera que haya nacido con un corazón: decirle adiós a un niño.

Juan y Fabiana Sorrento llevaban diez años casados ​​y su mayor sueño era tener un bebé. Se alegraron mucho cuando Fabiana quedó embarazada y le dieron la bienvenida a un dulce niño al que llamaron Ricardo.

Por supuesto, Ricardo era perfecto, como cualquier otro bebé del mundo, y sus padres lo adoraban. ¡Creció muy rápido! Lo que sus padres y los médicos no sabían, era que algo más estaba creciendo con la misma rapidez.

Una pequeña vena en el cerebro del niño se estaba hinchando y creciendo como un globo, y luego un día el globo estalló, y así, Ricardo se fue. Solo tenía dos años.

Fabiana y Juan quedaron en estado de shock. ¿Cómo era posible que su bebé corriera por la playa en un momento y se fuera al siguiente? "¿Qué clase de Dios permite que esto suceda?", manifestó la madre.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Y claro, nadie le respondió, porque nadie lo sabía. Después de un rato, Fabiana dejó de llorar, pero Juan pensó que era aún peor porque ella se sentaría, sin moverse y sin hablar.

Entonces Fabiana comenzó a caminar. Se puso un abrigo y zapatos y desapareció en el bosque durante horas y horas. Ella siempre regresaba, sin embargo, Juan sabía lo fácil y peligroso que es perderse.

Una noche, Juan estaba viendo la televisión cuando Fabiana de repente se levantó y se puso el abrigo. "¿Adónde vas?", preguntó Juan, pero Fabiana no respondió, por lo que John tomó su propio abrigo y teléfono celular y la siguió.

En solo unos minutos, Fabiana ya era solo una mancha bajo la luz de la luna, por lo que Juan corrió para alcanzarla. "¡Detente!", gritó. "¡Esto tiene que parar!", la giró y la miró a la cara.

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"Ricardo está muerto, pero yo estoy vivo y tú estás viva", dijo Juan enojado. "¡Detén esto de una vez por todas!". Fabiana no lo estaba escuchando en absoluto. Tenía la cabeza inclinada y fruncía el ceño.

"Hay un bebé...", manifestó.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

"¡Estás imaginando cosas!", gritó Juan muy enojado. "¡NO. HAY BEBÉ AQUÍ!". Y fue entonces cuando el sonido distintivo e inconfundible del llanto de un bebé llenó la noche.

Fabiana apartó a Juan y echó a correr. Pronto se puso de rodillas bajo la sombra del abeto y tomó al niño en sus brazos. "Juan", gritó. "¡Llama a una ambulancia, está hipotérmico! Rápido, tenemos que salvarlo. Dios nos lo envió".

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Aturdido, Juan llamó a una ambulancia, y en poco tiempo el bebé estaba seguro, abrigado y siendo alimentado con fórmula en la unidad neonatal del hospital. Las autoridades intentaron encontrar a la madre del bebé, pero fue en vano.

Finalmente accedieron a la solicitud de los Sorrento, y Fabiana y Juan lo adoptaron. Lo llamaron Thomas. Fabiana todavía cree que Dios guio a Thomas a sus vidas, y es muy probable que haya sido así. El bebé abandonado consiguió a unos padres amorosos que le brindaron una familia.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

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  • Todo niño merece ser querido y amado: Afortunadamente, la vida o su ángel de la guarda pusieron a unos padres amorosos en el camino de Thomas.
  • El amor cura las heridas más profundas: Aunque nadie podía ocupar el lugar de su hijo, los Sorrento encontraron sanación y paz, amando a Thomas, que tanto los necesitaba.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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