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Médico ve tatuaje en el hombro de la paciente, luego decide pagar su costosa cirugía - Historia del día

Diego Rivera Diaz
15 nov 2021
12:45

Una joven se hizo un tatuaje en el hombro para honrar la memoria de su querida y difunta abuela. Lo que no sabía es que esa decisión terminaría salvando su vida.

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Cuando Gemma Olmos tenía 6 años, sus padres murieron en un accidente vial. Quedó al cuidado de su abuela materna, Carina Antonelli. La Sra. Antonelli no tenía buena salud, y se había retirado joven por eso, pero aceptó la responsabilidad.

Carina no era rica, pero los padres de Gemma le dejaron un poco de dinero que la abuela reservó para su educación. Estaba decidida a darle a su nieta una infancia feliz a pesar de todo, y lo logró.

Abuela consolando a nieta. | Foto: Shutterstock

Abuela consolando a nieta. | Foto: Shutterstock

La Sra. Antonelli y Gemma eran muy parecidas en personalidad y temperamento, por lo que se entendían de maravilla. Sin embargo, la abuela era rubia y de ojos azules, y Gemma tenía el cabello y los ojos castaños, como su papá.

Eran más unidas que una madre e hija, y más cercanas que las mejores amigas. Ambas entendían que lo único que tenían en este mundo era a la otra.

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Sin embargo, no todo era un jardín de rosas. La salud de la Sra. Antonelli iba de mal en peor. Su salud empeoraba con el paso de los años.

Cuando Gemma tenía 20 años, la Sra. Antonelli tuvo una crisis de salud. Los médicos le explicaron a Gemma que su abuela sufría de una enfermedad degenerativa.

Eran muy malas noticias. Según los doctores, en esta etapa de su vida era poco lo que podían hacer por ella. Tendría que conformarse con aliviar su dolor e incomodidad en sus últimos días de vida.

Sabiendo que les quedaba poco tiempo juntas, Gemma se tomó un descanso de la universidad. Pasó cada momento de sus días y noches junto a su querida abuela.

La señora Antonelli se aferró a las manos de su nieta en los últimos momentos y le dedicó una última dulce sonrisa. Cuando cerró los ojos, Gemma supo que finalmente estaba sola en el mundo.

El funeral fue una tortura para ella. Se sentía obligada a sonreír ante una interminable procesión de personas que acudieron a darle un último adiós a su abuela.

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Urna funeraria. | Foto: Shutterstock

Urna funeraria. | Foto: Shutterstock

Lo único que quería hacer era gritar y llorar. Quería estar a solas con sus recuerdos, atesorar cada detalle, asegurarse de que nunca olvidaría ni un solo instante con ella.

Esa noche encendió la radio para matar el silencio de la ausencia de su abuela. Se sentó en el piso de la sala y abrió varios álbumes familiares.

Una a una, miró todas las fotos de su infancia, especialmente aquellas en las que estaba con su abuela. Hubo una en particular que le encantó. Era una foto tomada por un amigo.

En la instantánea, la Sra. Antonelli y Gemma estaban cara a cara, mirándose y sonriendo. Aunque el color de sus ojos y cabellos era tan diferente, parecían copias al carbón una de la otra.

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Gemma sonrió. "¡Ay, abuelita, ojalá nos hubiéramos quedado así para siempre!", pensó. Y entonces, algo extraño pasó. Captó parte de la letra de la canción que sonaba en el fondo, algo sobre un hombre tatuándose el nombre de una mujer.

"Eso es para siempre, dijo ella... Eso es para siempre, me dijo... ¡Eso es para siempre!", cantaba el hombre de la radio.

"¡Para siempre!", susurró Gemma, mirando la foto. Al día siguiente, entró a un estudio de tatuajes y pidió que le plasmaran el retrato de su abuela en el hombro. Así, ese momento perfecto con su abuela sería parte de ella para siempre.

Gemma retomó sus estudios y encontró un buen trabajo. Años después, las cosas comenzaron a salir mal. Tuvo problemas de salud, y cuando finalmente fue al médico, recibió malas noticias.

Mujer recibe malas noticias en consultorio médico. | Foto: Shutterstock

Mujer recibe malas noticias en consultorio médico. | Foto: Shutterstock

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"Señorita Olmos, me temo que padece una enfermedad degenerativa que suele ser hereditaria", dijo el doctor. "¿Alguien de su familia tenía una enfermedad similar?"

"Mi abuela", respondió Gemma. "Pero nunca pensé... Bueno, siempre me he parecido más al otro lado de la familia, a mi padre", explicó.

"Pues me temo que Ud. la heredó. Por suerte, la medicina ha avanzado mucho", dijo el galeno. "Hay un tratamiento, una cirugía combinada con terapia genética. Debería permitirle llevar una vida perfectamente normal".

El médico se puso en contacto con el mejor especialista de la enfermedad que padecía Gemma a nivel nacional. Su tratamiento comenzó poco después.

Gemma llamó a su operadora de seguros para indagar sobre la cobertura para este tratamiento. Una representante de la empresa le dijo que averiguaría los detalles y se pondría en contacto con ella.

La joven fue a su cita con el especialista. Mientras estaba sentada en la sala de examinación, con una de esas horribles batas sin espalda, sonó el teléfono.

"Señorita Olmos, lamentamos informarle que su seguro médico no cubre condiciones preexistentes", dijo la representante. "Dado que su enfermedad es genética, ya la tenía cuando contrató su seguro".

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Gemma colgó el teléfono con lágrimas en los ojos. Justo en ese momento, el médico entró en la sala. "¿Señorita Olmos?", preguntó.

Mujer con bata en consultorio médico. | Foto: Shutterstock

Mujer con bata en consultorio médico. | Foto: Shutterstock

"Sí", dijo Gemma. "Pero no quiero perder su tiempo. No puedo pagar la cirugía o los tratamientos. Mi compañía de seguros me acaba de decir que no los pagará".

Pero en ese momento, sucedió algo increíble. El médico vio el hombro de Gemma a través de la endeble bata de papel. "Ese tatuaje...", dijo, acercándose para verlo mejor. "¿Esa es... la Sra. Antonelli?"

Gemma quedó anonadada. "¡Sí! Es mi abuela. Carina Antonelli. Es un retrato de ella, de cuando era joven y yo era una bebé", explicó.

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"Señorita Olmos, la Sra. Antonelli fue mi maestra", dijo el doctor con una enorme sonrisa y lágrimas en los ojos. "Yo era tartamudo. Todos pensaban que era estúpido porque no hablaba bien, pero no la Sra. Antonelli", dijo.

"Ella me dijo que podía hacer cualquier cosa, ser cualquier cosa. Gracias a ella, me convertí en médico", agregó.

Gemma sonrió con orgullo. La hacía muy feliz saber que alguien más aún recordara con tanto cariño a su querida abuela. "Sí, así era mi abuela".

"Bueno, señorita Olmos, la cirugía y la terapia serán gratuitas", dijo el médico. "Le debo todo a la Sra. Antonelli, ¡lo mínimo que puedo hacer es salvar la vida de su nieta!"

Y así, la bondad de la abuela de Gemma se extendió desde más allá de la tumba y le dio a su nieta un último regalo.

Maestra de escuela. | Foto: Shutterstock

Maestra de escuela. | Foto: Shutterstock

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

Mientras recordemos a nuestros seres queridos, nunca estaremos solos. El recuerdo de Gemma de su abuela la mantuvo viva para ella.

Nuestra bondad perdurará mucho después de que nos hayamos ido. A pesar de que la abuela de Gemma estaba muerta, su amabilidad, que había cambiado la vida del médico, terminó salvando a su nieta.

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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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