Mujer pobre abandona a gemelos recién nacidos, pero 15 años después se hace rica y corre a buscarlos - Historia del día
Una madre adolescente sin hogar abandonó a sus gemelos recién nacidos para darles un mejor futuro, pero años después regresa a sus vidas de forma inesperada.
Tamara Fernández tenía solo 16 años, pero ya sabía lo difícil que podía ser la vida. Nació en una familia disfuncional. Su padre bebía demasiado y no alimentaba bien a sus hijos, y su madre pasaba el día rezando en vez de criar a sus hijos.
La joven creció en el mundo incierto de las casas rodantes, parte de una extraña comunidad nómada de desesperados y desposeídos. Hasta que un día le quitaron lo poco que tenía.
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Al igual que tantas otras niñas en su posición, Tamara necesitaba afecto y aprobación. Por eso, cuando un chico alto y sonriente le dijo que la amaba en una cálida noche de verano, ella le creyó.
Tiempo después, cuando descubrió que estaba embarazada, se horrorizó. El concepto de Dios que le había enseñado su madre era un ser aterrador, que ofrecía condenación, no consuelo, por lo que ni siquiera pensó en orar.
Se ató bufandas alrededor de la barriga para tratar de esconderla de sus padres. Pero un día, su mamá súbitamente le dio un vistazo, y por primera vez en mucho tiempo, la VIO de verdad.
"¡Tamara Lucía Fernández Millán!", gritó la mujer, enfurecida. "¿Qué has hecho?". Estela Fernández era una mujer estricta que creía firmemente en el castigo corporal. Fue de una vez a tomar el cinturón de su esposo.
Avanzó hacia su hija, cinturón en mano. "¡Sigue callada! ¡Ya te voy a sacar respuestas! Te voy a enseñar a seguir pecando", dijo, amenazante.
Pero Tamara ya estaba retrocediendo hacia la puerta del remolque, con las manos sobre el vientre. "¡No, mamá!", dijo. "¡Le harás daño a mi bebé!".
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"¡Cómo te atreves, mocosa pecadora!", gritó Estela, enfurecida. Pero Tamara ya había avistado el bolso de su madre sobre el mostrador, junto a la puerta. En un movimiento tomó el bolso y echó a correr.
No dejó de correr hasta que llegó a la terminal de autobuses. Fue a los baños y se encerró en un cubículo antes de abrir el bolso de su madre. Había un sueldo entero de su madre.
No era mucho, pero sí lo suficiente como para llegar a Nueva York. Y había oído decir que en Nueva York, todos pueden ser lo que quieran ser, y si tenías talento, te podías quedar.
Eso dijo el viejo Sam. Él había sido cantante de country muchos años atrás. Le enseñó a Tamara a tocar guitarra, y le dijo que tenía algo especial. Quizás ese "algo" les daría mejores oportunidades a ella y a su bebé en Nueva York.
Tamara siempre había soñado con ser una estrella. Eran sueños más bien infantiles, pero ella realmente era solo eso; una niña. Perdida en un mundo duro y cruel.
Tamara aprendió rápidamente que no había magia en las calles de Nueva York, especialmente para una joven de 16 años, embarazada y sin dinero. Pero logró encontrar sitios donde era seguro dormir y donde podía comer gratis.
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Una vez entró en una clínica gratuita luego de que otra chica le contara sobre las vitaminas prenatales. Pero cuando la enfermera le dijo que necesitaba ver a un médico y someterse a algunas pruebas, salió corriendo.
Una mañana, se despertó y sintió que se estaba muriendo. La mujer que estaba durmiendo en la cama contigua llamó a la mujer que dirigía el refugio para pedir ayuda, y luego le robó la mochila a Tamara.
La directora del lugar la llevó al hospital, donde dio a luz no a uno, sino a dos adorables bebés, un niño y una niña. La enfermera puso los bebés en sus brazos. Tamara no podía creer lo hermosos y pequeños que eran.
Uno de los gemelos agarró el dedo de Tamara entre sus diminutos deditos. Apretó con todas sus fuerzas, y Tamara sintió que su corazón se derretía de amor.
Entonces, se imaginó a esos dos bebés en las frías y peligrosas calles de Nueva York, junto a ella. Supo que era imposible. Nunca sobrevivirían a esas condiciones de vida.
Cuando la enfermera se llevó a los bebés para hacer algunas chequeos, Tamara se levantó de la cama, se puso su ropa y salió del hospital sin mirar atrás.
Sobre la cama dejó una nota escrita de su puño y letra. Tenía la tosca caligrafía de una niña mucho más joven, quizás por la falta de práctica. Nunca tuvo la oportunidad de terminar sus estudios.
"Amo a mis bebés, pero no puedo cuidarlos ahora. Por favor, cuídenlos. Se llaman Pedro y María, porque son nombres sagrados y necesitan estar a salvo del pecado y del peligro", escribió la joven.
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"No puedo protegerlos ahora. Intentaré volver por ellos, pero si no puedo, por favor, díganles que los amo mucho. Los estoy dejando para que estén a salvo", concluyó la nota.
Tamara lloró por mucho tiempo. Después, comenzó a pensar en todos los sueños que había tenido camino a Nueva York y recordó aquel "algo" especial.
El viejo Sam era tan solo un viejo cantante borracho. Pero alguna vez, fue un músico capaz de tocar con el Grand Ole Opry en Nashville, Tennessee. Si el viejo Sam pensaba que ella tocaba bien, quizás tenía razón.
Tres días después, Tanara encontró una vieja guitarra de 12 cuerdas en un contenedor de basura. Todas las cuerdas estaban rotas, pero lo tomó como una señal.
Ese día le pidió dinero prestado a una amiga, una joven prostituta que trabajaba en una esquina cercana al refugio. Con el dinero, compró cuerdas de guitarra nuevas.
Tamara le puso las cuerdas a la guitarra, la afinó, y comenzó a tocar. Al principio sonaba muy mal, y le sangraron los dedos por falta de callos. Pero mejoró rápidamente. Tocaba guitarra en el metro, intentando ganar unas monedas.
Al principio tocaba viejas canciones que aprendió del viejo Sam. Música country de antaño. Pero al tiempo empezó a tocar sus propias canciones, con letras sobre la amargura de la soledad, y la dulzura de la libertad. Y a la gente le encantó.
Un día, un chico se acercó a ella. "¡Oye, eres tendencia en YouTube!", le dijo el chico con una gran sonrisa, agitando su teléfono cerca de su rostro. Tamara lo miró atónita.
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"¿Yo? ¿En YouTube?" preguntó desconcertada. Él le dio su teléfono, y era cierto. Un video de ella, cantando, con millones de visitas. Ese día, un canal de televisión la entrevistó. Dos días después, una famosa cantante fue a hablar con ella.
"Cariño", dijo la mujer, con su icónica y famosa voz, "me encanta tu canción".
"¿Cuál?" preguntó Tamara, y comenzó a tocar una después de otra. A la diva le encantaron todas, y dijo que Tamara era una compositora nata, y que quería comprar sus canciones.
Fue una oportunidad increíble, pero no fue ningún milagro. Luego de eso, a Tamara le tomó mucho tiempo poner su vida en orden. Cuando tuvo varias pistas dominando las carteleras, decidió que tal vez era hora de buscar a sus hijos.
No fue muy difícil encontrarlos. Pasó largo tiempo mirándolos. Pudo ver que era felices y bienamados. Los vio correr hacia su papá cuando el hombre llegaba a casa, y jugar con su mamá en el jardín.
Vio que sus hijos tenían algo que ella nunca había tenido. Pensó que si entraba en sus vidas en ese momento, probablemente les haría más mal que bien. Decidió en vez mantenerse alejada.
Tomó su decisión sola, en silencio, sentada en un banco frente a la escuela de los niños. Gruesas lágrimas corrían por su rostro. En ese momento, escuchó una voz. "Señora, ¿se siente bien?".
Era María, su niña. Estaba mirando a Tamara con gentileza y preocupación. "Sí, estoy bien", dijo la mujer.
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"¿Por qué está llorando?", preguntó la pequeña. "Creo que estoy triste porque tengo que perder a alguien", dijo Tamara. María se sentó a su lado y tomó su mano.
"Bueno, mi hermano y yo perdimos a nuestra mamá cuando éramos bebés. Ella tuvo que dejarnos para que pudiéramos estar a salvo", explicó la niña.
"Pero igual sabemos que ella nos ama, siempre. Entonces, yo creo que la persona que tienes que perder seguro sabe que ´tu la amas, y el amor es todo lo que importa", dijo la sabia pequeña.
Tamara se marchó ese día recordando las palabras de su hija. "El amor es todo lo que importa". Escribió una canción sobre eso, y fue su mayor éxito. Aceptó su decisión, aunque todavía iba a ver a María y a Pedro de vez en cuando.
Cuando los gemelos cumplieron 18 años, Tamara estaba parada frente a la puerta de su casa, tratando de dar un vistazo al interior sin ser detectada. En ese momento, la puerta se abrió y María salió corriendo, llorando.
Cruzó la calle, deambulando a ciegas entre lágrimas, Tamara la siguió. María se sentó junto a un lago, y Tamara se acercó a ella. "Cariño", dijo, "¿Todo bien?"
María negó con la cabeza. "No, nunca volveré a estar bien, nunca". "¿Por qué no?", preguntó Tamara gentilmente.
"Estoy embarazada", dijo María. "Quiero tener a mi bebé y casarme con mi novio, pero mis padres... dicen que soy demasiado joven para ser madre. Piensan que arruinaré mi vida".
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Tamara abrazó a María. "Oye, tus padres deben estar muy preocupados en este momento, así que, ¿por qué no te llevo de regreso a casa? Hablar de las cosas es la única forma de resolverlas".
María se mostró reacia, pero Tamara insistió. Llamó a su chofer y le pidió que las llevara a ella y a María de regreso a la casa de la chica. Tamara caminó hasta la puerta con ella y tocó el timbre.
La mamá de María abrió la puerta, y también estaba llorando. "¡Ay, cariño!", gritó, abrazando a María. "¿Dónde has estado?".
El padre de María miró a Tamara con una cara de pocos amigos. "¿Quién es usted, señora, y qué hace en nuestra casa?", preguntó. Ella respiró hondo y dijo: "Soy la madre biológica de Pedro y María. Estoy aquí para ayudar en todo lo que pueda".
Todos quedaron con la boca abierta. Tamara contó su historia, desde que escapó de casa hasta que tuvo éxito como compositora, sin saltar ningún detalle. Incluso les dijo que había vuelto por ellos cuando tenían 15 años y que se había ido de nuevo.
"Pero ahora, tal vez por fin pueda ayudar. Tengo una casa grande, puedo ayudarte a cuidar a tu bebé, María, si quieres tenerlo. No estás sola, como yo lo estuve. Tienes DOS familias que te apoyan".
Los padres de María aceptaron que su hija se casara con su novio, aunque todavía les parecía que eran demasiado jóvenes. María se quedó en la universidad, y ella y su esposo se mudaron a la casa de Tamara, que pudo cuidar de su nieta.
En cuanto a Pedro, se convirtió en un músico tan talentoso como su madre. Les encanta tocar juntos, comenzaron a escribir canciones para grabar un disco juntos. Tamara finalmente fue parte de una gran familia feliz.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Todos los niños necesitan crecer en un entorno feliz y capaz de apoyarlos. Tamara creció en un hogar disfuncional y no tuvo ayuda ni apoyo cuando estaba en problemas.
- El amor es todo lo que importa al final del día. Ya sea que puedas estar allí todos los días o no, si tomas tus decisiones basándote en el amor y en lo mejor para tus seres queridos, todo saldrá bien.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.