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Un abuelo y su nieto abrazados | Foto: Shutterstock
Un abuelo y su nieto abrazados | Foto: Shutterstock

Abuelo gravemente enfermo se convierte en el único que necesita a David tras el divorcio de sus padres - Historia del día

Mayra Pérez
08 ene 2022
06:45

Un niño que quiere ser el campeón de carreras de su nueva escuela aprende el verdadero significado del honor de su abuelo gravemente enfermo.

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David tenía 13 años cuando sus padres se divorciaron. Las cosas habían ido mal durante mucho tiempo, así que en cierto modo, era un alivio no tener que escuchar más las constantes y amargas peleas entre sus padres.

Por otra parte, su madre se estaba mudando a otro estado con un nuevo novio y no quería que David la acompañara. A su padre le habían ofrecido un trabajo en una plataforma petrolera, por lo que tampoco podía irse con él.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Terminaron enviándolo a casa de su abuelo, Roy. David no estaba nada contento con eso. Apenas lo conocía, tan solo lo había visto dos o tres veces en toda su vida, y parecía ser un hombre tranquilo, en contraste con su extrovertida y temperamental madre.

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Sin embargo, aquí estaba, en el autobús, de camino a algún pueblecito perdido en el mapa para vivir con un anciano. David esperaba que al menos hubiera una escuela secundaria decente, con un buen equipo de atletismo.

Si en algo era bueno el chico, era corriendo. Y eso era, posiblemente, porque cuando corría sus problemas se quedaban atrás, y únicamente existía la sensación del viento, el aire en sus pulmones y el poder a sus piernas.

Antes de que se diera cuenta, el autobús terminó su viaje y allí estaba el anciano, con un sombrero de paja en una mano y la otra levantada para saludarlo como si fuera un niño pequeño.

“¡David!”, gritó el abuelo. “¡Bienvenido a casa, muchacho!” Y le echó un brazo sorprendentemente fuerte sobre los hombros. “¿Dónde está tu equipaje?”, preguntó. “¡Vamos a llevarte a casa y a instalarnos!”.

Al final, resultó que su abuelo ya había entregado sus expedientes académicos en la escuela secundaria local, y todo estaba listo para que comenzara el lunes siguiente.

“Me tomé dos días libres. ¡Quería darte uno o dos días para que te acostumbres a la ciudad y a mí!”, dijo el anciano, sonriendo.

David simplemente se encogió de hombros. “¡Me da igual!”, murmuró y arrastró su maleta hasta el dormitorio que su abuelo le había dicho que había sido de su madre y ahora era suyo.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Esa noche, su abuelo trató de relacionarse con él cocinando una buena lasaña y no dejaba de preguntarle qué le gustaba hacer, cuáles eran sus intereses.

“Yo corro”, dijo David. “Eso es lo que hago, eso es lo que me gusta. Fui el más rápido en mi viejo distrito escolar y voy a ser el más rápido aquí”.

Su abuelo sonrió. “Bueno, muchacho, ¡puede que tengas una competencia bastante dura! El equipo ha estado enviando representantes al Campeonato Estatal todos los años”.

“Los superaré a todos”, dijo David con frialdad. “Ganar es lo que hago”.

“David”, dijo su abuelo en voz baja, “no se trata solo de ganar, sabes, sino también de cómo corres la carrera, se trata de honor y respeto entre camaradas…”.

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“Bien…”, dijo David con una leve mueca de desprecio en los labios. “Parece que sabes tanto acerca de ganar… ¿Es por eso que vives en este pueblo en el medio de la nada?”.

“Está bien”, dijo el abuelo Roy en voz baja. “Serví a mi país, y tal vez no fue una guerra en la que nadie ganó, pero teníamos nuestro honor, nos teníamos el uno al otro, y nada importa más”.

David se encogió de hombros, se levantó y subió las escaleras. Todo lo que quería ahora era dormir un poco. Entró al baño para lavarse los dientes y vio en un estante de vidrio una serie de frascos de medicamentos, algunos de ellos con nombres complicados.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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A la mañana siguiente le preguntó a su abuelo: “¿Entonces estás enfermo o algo así?”.

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Su abuelo imitó el encogimiento de hombros de David. “O algo… No tienes nada de que preocuparte, hijo. Solo necesito mis medicamentos para el corazón”.

“Entonces, ¿no hay como una operación o algo similar?”, preguntó David.

“Vaya, lo hay, pero no puedo pagarlo, y el seguro que tengo no lo cubre”, explicó Roy. David asintió. Sabía cómo funcionaba eso. Mucha gente que conocía se quejaba de los seguros.

Los siguientes tres días los pasó viajando por la región con su abuelo, yendo a pescar y viendo algunos de los puntos de referencia locales. Tenía que admitir que el anciano era bastante bueno.

Una o dos veces, David vio a su abuelo detenerse, hacer una mueca y meterse una pequeña pastilla blanca debajo de la lengua, mientras su frente se empapaba de sudor.

El anciano había rechazado sutilmente la preocupación de David con una sonrisa. “¡Estoy bien! ¡Solo es el corazón quejándose!”, decía.

Demasiado pronto, llegó el lunes y David fue a la nueva escuela. No estuvo tan mal. Los niños eran amables y los profesores no eran demasiado terribles. Esa tarde, se acercó al entrenador del equipo de atletismo y le preguntó si podía probar.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

“Seguro”, dijo el entrenador Pereira. “Los chicos están entrenando, así que ¿por qué no calientas y te dejo probar contra Rafael?” David miró al chico que el entrenador señaló y sonrió.

“Así que ese es Rafael… Prepárate para comer el polvo”, pensó mientras comenzaba sus ejercicios de calentamiento. Pero le esperaba una gran sorpresa. Aunque era rápido, el otro chico lo era mucho más y, por más que lo intentaba, no lograba adelantarlo.

“No está mal”, dijo el entrenador Pereira haciendo clic en su cronómetro. “Pero tendrás que encontrar unos segundos más para vencer a Rafael. En cuanto a ti, Rafael, ¡tienes a David pisándote los talones!”.

Durante los siguientes tres meses, David entrenó día y noche. Tenía que vencer a Rafael, tenía que ser el mejor, ¡tenía que ganar! ¿Qué era él si no era un ganador? ¡Un perdedor, eso es!

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Entonces comenzó a levantarse a las 5:00 am para entrenar, y correr un mejor tiempo, pero Rafael seguía siendo más rápido. Faltaban días para la competencia más importante del año, y David estaba decidido a cruzar la línea de meta primero.

El día del gran encuentro, el abuelo estaba en las gradas para animarlo junto con cientos de padres, estudiantes y maestros que gritaban. Antes de irse, Roy había puesto gentilmente la mano en el hombro de David.

“David, recuerda que corremos por el honor, no por la gloria. ¡Recuerda eso!”, le dijo.

David se encogió de hombros. “Voy a ganar, ¿de acuerdo?”, dijo enojado.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Todavía estaba enojado mientras se alineaba en la pista, justo al lado de Rafael. Los otros ocho chicos no tenían importancia; David sabía que Rafael era a quien tenía que vencer.

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Sonó el disparo y partieron. David sentía que cada respiración ardía, mientras que cada golpe de sus pies en el suelo movía sus brazos. La figura de Rafael seguía más y más adelante de él. “¿Cómo lo hace?”, se preguntó a sí mismo enojado.

Entonces, justo cuando la línea de meta estaba a la vista, Rafael tropezó, su rodilla se dobló debajo de él y cayó al suelo con un grito. David aceleró y pasó corriendo a su lado, la alegría llenó su garganta, listo para el grito de victoria.

Pero luego se detuvo a tres metros de la línea de meta y dio media vuelta. Corrió de regreso y ayudó a Rafael a ponerse de pie. “¡Vamos, hombre, tenemos que terminar esto!”.

Con los otros corredores acercándose rápidamente a ellos, Rafael y David cruzaron la línea de meta con segundos de sobra. Dejó al jovencito lesionado en el suelo con suavidad y una ola de aplausos se escuchó en la pista.

“¡David! ¡David!” ¡Todos gritaban su nombre! David miró a su alrededor asombrado. Luego vio a Rafael cojeando apoyándose en el brazo del entrenador. “¡Podrías haber ganado!”, dijo Rafael. “¡Podrías haberme vencido!”.

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David negó con la cabeza. “Podría haber ganado, pero no habría sido una victoria. ¡Quiero vencerte en forma justa, con honor!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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De repente, David estaba rodeado de gente, que lo felicitaban y abrazaban como si fuera un héroe. Entonces, sintió una mano cálida sobre su hombro y escuchó la voz de su abuelo decir: “¡Estoy orgulloso de ti, muchacho, estoy orgulloso!”.

Se sentía mareado por toda la atención cuando se le acercó una bonita mujer rubia con un micrófono: “David, represento a la estación de televisión local, y tengo que decirte que lo que hiciste fue increíble, inspirador. Renunciaste a una victoria para ayudar a tu amigo a cruzar esa línea, ¡eso fue increíble!”.

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David negó con la cabeza. “No, ya ves, no habría sido una victoria en absoluto. Mi abuelo…”, señaló a Roy entre la multitud, “Mi abuelo me enseñó que no hay victoria sin honor, y él debería saberlo porque es un héroe, un veterano”.

La mujer dijo sonriendo: “¿Entonces el nieto de un héroe se convierte en héroe?”.

“No soy un héroe”, respondió, negando con la cabeza, “Él lo es. Todavía trabaja, ¿sabes?, y tiene mal el corazón y no tiene dinero para la cirugía…”

La entrevista terminó en las noticias en horario estelar y sucedió algo asombroso. La estación de televisión creó una página de GoFundMe y rápidamente recaudó el dinero para la cirugía del abuelo de David. En cuanto a Rafael, se curó rápidamente y él y David se hicieron mejores amigos y siguen entrenando juntos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Los deportes no se tratan de ganar a cualquier precio. David pensó que ser campeón era lo único que lo hacía especial, pero estaba equivocado.
  • Un acto honorable siempre es recompensado. David nunca imaginó que su ayuda a Rafael sería el camino para que su abuelo obtuviera la cirugía que necesitaba.

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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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