En funeral de esposo, mujer se inclina para besarlo por última vez y lo ve parpadear - Historia del día
Una esposa afligida se despidió de su joven esposo en su velorio dándole un dulce beso en el féretro. Pero al acercarse, se dio cuenta de que él estaba parpadeando.
Jenny Lamas estaba haciendo galletas con su hija de tres años, Mary, un domingo por la tarde. En ese momento sonó el teléfono. La niña se rio viendo a su madre tratar de limpiarse la harina de las manos antes de atender.
Era su esposo, Daniel. "Hola, señor papá sexy, ¿cuándo vas a volver a casa? Tenemos galletas en el horno", dijo. Pero la voz del otro lado no era la de Daniel. Las palabras que oyó la hicieron colapsar.
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"¿Jenny?", dijo un hombre. "Jenny, soy Guillermo. Mira, debo decirte... le pasó algo a Daniel".
"¿Guillermo?", exclamó Jenny. Sentía que su corazón se saldría de su pecho. "¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Daniel está bien? ¿Está herido? ¿Dónde está?"
"No, cariño", dijo Guille, mejor amigo de Daniel desde hacía años. "Lo siento, Jenny. Daniel está muerto", aclaró.
"¡NO!", gritó Jenny. "¡Detente, Guille! ¡Estás bromeando, dime que estás bromeando! ¡Por favor! ¡No!", gritó desesperada.
Al teléfono, Guillermo comenzó a llorar también. El gran y corpulento amigo de Daniel no pudo contener la emoción. "Lo siento Jenny... lo siento mucho", dijo una y otra vez.
Jenny llamó a su madre hecha un mar de lágrimas. Le pidió que cuidara a Mary, mientras ella iba con Guillermo a la morgue del pueblito donde él y Daniel estaban pasando un fin de semana pescando.
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Jenny estaba temblando de los nervios. Guillermo la rodeó con el brazo mientras el forense retiraba la sábana y exponía el pálido y frío rostro de Daniel.
"Lo siento mucho, Sra. Lamas. Su esposo falleció de un ataque cardíaco masivo. Fue una muerte instantánea, por lo que no sufrió. Pero le recomiendo una autopsia con el patólogo en la capital", dijo.
"No", dijo Jenny. "Nadie lo va a cortar. Déjenlo en paz". El forense asintió comprensivamente. "En ese caso, Sra. Lamas, emitiré un certificado de defunción, para que pueda continuar con el funeral".
Jenny asintió. "Sí, llamaré a la funeraria que se hizo cargo de mi padre. Daniel quería ser cremado. Quiero que todo sea como él hubiera querido".
La tarde siguiente, Jenny, su madre, la familia de Daniel y sus muchos amigos fueron a rendir un último homenaje al hombre enérgico y generoso que todos habían amado.
Jenny le había pedido al director de la funeraria que dejara el ataúd abierto para que todos pudieran despedirse. Uno a uno, los dolientes se acercaron al ataúd, dijeron sus últimas palabras y sus plegarias.
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El padre de la iglesia local se acercó al atril y comenzó a hablar sobre Daniel. "Aunque nuestros corazones están destrozados por su pérdida, recordémoslo a través de su hermosa hija", dijo el religioso.
"Regocijémonos de que aunque Daniel haya dejado este mundo, ahora está en las manos amorosas de Dios", agregó. Jenny no podía parar de llorar, y las palabras del cura la estaban enfureciendo.
"¿Dios? Si hubiera un Dios, Daniel estaría en casa ahora mismo, no en esa caja. ¡Dios! ¡Dios dejó a mi bebita sin padre!", exclamó la viuda.
Su madre trató de calmarla, y Guillermo se puso de pie y se acercó al atril para hablar de Daniel. "Danny y yo crecimos juntos. Amaba a ese hombre y no había nada que no hiciera por él", dijo.
Los ojos de Guillermo se colmaron de lágrimas. Alzó la mirada y vio a Jenny. "Ojalá fuera yo quien hubiera muerto, ojalá pudiera haber sido yo. No Daniel".
Después de que terminó el velorio, el director de la funeraria y su asistente se acercaron al ataúd de Daniel, pero Jenny se puso de pie de un salto. "¡Esperen!", dijo entre lágrimas. "Esperen, por favor".
Jenny se acercó al ataúd y se inclinó para acariciar el rostro de Daniel con ternura. Luego besó suavemente sus labios, pensando que sería su último beso, y lo injusto que era eso, pues debería quedarle una vida entera para besar al amor de su vida.
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Viendo a Daniel por última vez, Jenny notó algo increíble. Daniel parpadeó. "Estoy loca", pensó Jenny. "Lo quiero tanto de regreso que estoy teniendo alucinaciones".
Pero entonces los párpados de Daniel se movieron de nuevo y Jenny gritó: "¡Está vivo! ¡Dios mío! ¡Llamen a emergencias!".
El director de la funeraria pensó que Jenny se lo estaba imaginando todo por su dolor. Dio un paso al frente y vio que Daniel tenía los ojos abiertos. Corrió hacia su asistente y le ordenó que llamara una ambulancia.
Daniel fue trasladado de su ataúd a una ambulancia y llevado al hospital. Los médicos confirmaron que estaba vivo, pero que algo lo había sumido en un coma profundo, tan profundo que el forense había creído que estaba muerto.
Después de varias pruebas, concluyeron que Daniel probablemente había sido picado por una abeja, tras lo cual tuvo una fuerte reacción alérgica al veneno, tan fuerte que parecía estar muerto.
Por suerte para él, Jenny había rechazado la autopsia o un funeral tradicional, por lo que Daniel no había sido embalsamado. Bajo atención médica, se recuperó por completo de su horrible experiencia.
En cuestión de días, estaba de regreso en casa y estaba tan animado como siempre, pero Jenny nunca olvidó su angustia y el horror de verlo sin vida. Para Jenny, fue un milagro, una segunda oportunidad que un Dios compasivo le dio a su familia.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nada en la vida es constante. Lo único en lo que podemos confiar es en nuestra fe. Jenny se encontró repentinamente viuda y estuvo a punto de negar a Dios cuando sucedió un milagro.
- Las segundas oportunidades son raras, así que aprecia el amor que tienes hoy. Jenny y Daniel pasaron por una terrible experiencia, pero que fortaleció su amor y su fe en Dios.
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