Esposo se pierde durante fuerte nevada: su esposa de 74 años sale a buscarlo - Historia del día
La esposa de Juan se preocupó cuando él salió al granero durante la peor ventisca del siglo, por lo que decidió ir a rescatarlo, a pesar del riesgo que corría.
Jenny Sánchez tenía 74 años y no estaba disfrutando de la jubilación tanto como había imaginado. De hecho, la odiaba. Había intentado convencer a su marido Juan de que comprara un apartamento en la playa para poder disfrutar del sol, pero él tenía otras ideas.
Sus abuelos habían sido granjeros y tenía buenos recuerdos de los veranos que había pasado con ellos. Así que Juan adquirió un pequeño rancho con un bonito granero rojo y un puñado de ovejas y se mudaron. Pero Juan nunca había pasado los inviernos en el campo.
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La primavera era preciosa y el verano glorioso, pero en cuanto llegó el otoño, Jenny supo que las cosas no iban a ser tan perfectas como las había imaginado su marido.
Por un lado, la cría de animales era realmente un montón de trabajo. Es cierto que solamente tenían cinco ovejas, tres cabras, un puñado de gallinas y un cerdo. Pero había que alimentarlos y cuidarlos. Era un trabajo de 24 horas al día.
Juan había querido tener cabras nodrizas para la leche: "¡Vamos a hacer nuestro propio queso!", había exclamado entusiasmado. Sin embargo, ordeñar implicaba que tenían que levantarse antes de que saliera el sol y había que volver a hacerlo al anochecer.
Las ovejas habían tenido corderos, pero tres de las pequeñas criaturas tenían que ser alimentadas con biberón. Más trabajo. Oh, los huevos frescos de la granja eran encantadores, pero alguien tenía que ir al granero y sacarlos de debajo de las gallinas malhumoradas.
No, la vida en la granja no era para nada lo que Juan le había dicho a Jenny que sería. Era un trabajo duro y repetitivo, una vida solitaria y aburrida. Así que, para entretenerse, Jenny empezó a ver todos los documentales sobre la naturaleza que podía.
Cuando esto ocurrió Juan se mostró irritado. Le dijo a Jenny que se había vuelto adicta a la televisión y que no le interesaba nada más. Ella estaba cansada de las ovejas, las cabras, los cerdos y las gallinas, que era lo único de lo que hablaba Juan.
Llevaban cincuenta años de casados, pero por primera vez se estaban distanciando. "¡No lo estás intentando, Jenny!", gritó Juan con rabia.
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"He hecho lo que querías, vivo donde quieres que viva, ¡qué más puedes esperar!", contestó ella.
"¡Quiero que seas feliz como antes!", replicó Juan.
"¡Tú no me haces feliz, Juan Sánchez, así que vete a ordeñar una cabra o algo así!", vociferó Jenny. Juan se puso muy rojo y se marchó dando pisotones. Esa noche durmió en el sofá y no le dijo ni una palabra a su mujer.
El día siguiente amaneció oscuro y Jenny vio el pronóstico del tiempo para su zona. "Juan", le llamó. "¡Dicen que nos va a caer la tormenta del siglo! Una enorme ventisca".
"Puedo escuchar bien", dijo él. "Me he enterado de lo de la ventisca y voy a poner las ventanillas para tormentas". Salió con su anorak y sus botas de agua y Jenny le oyó martillear por la casa.
Para cuando se puso el sol, caía una terrible tormenta de nieve. Jenny estaba ocupada preparando la cena cuando vio a su marido dirigirse a la puerta. "¿Adónde vas?", le preguntó.
"A ordeñar las cabras", contestó Juan con frialdad. "Alguien tiene que hacer el trabajo".
"¡Juan, es peligroso! Deberías quedarte dentro...", dijo Jenny, pero Juan ya estaba en la puerta. La mujer observó preocupada cómo su esposo desaparecía en la nieve arremolinada. Pasaron las horas y se preocupaba cada vez más.
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Ya era tiempo de que Juan hubiera alimentado a los animales y ordeñado a las cabras. Debería haber regresado calentándose los pies junto al fuego y refunfuñando porque la cena se había retrasado porque ella había estado viendo la televisión.
Jenny se asomó a la puerta trasera. Ni siquiera podía ver el granero, no podía ver nada más que una cortina blanca de nieve aullante. Y Juan estaba en el granero. "¡Nunca logrará volver solo!", se dijo a sí misma. "¡Tengo que ir a buscarlo!".
Jenny se puso el abrigo, pero entonces pensó que tal vez sería mejor hacer un plan o se perdería en la ventisca sin que nadie la rescatara. Se acordó de un documental que había visto hace poco sobre unos científicos que pasaban el invierno en la Antártida.
Tenían cuerdas tendidas entre los distintos edificios del campamento para no perderse. Tal vez Jenny podría adaptar su idea. Encontró un rollo de cuerda y se ató un extremo a la cintura y otro a la puerta trasera. Eso debería funcionar.
Se envolvió la cara con una bufanda y se puso en marcha. Jenny no podía ver nada, pero tenía una idea de la dirección general del granero. Hacía mucho frío y el viento era muy fuerte, pero se imaginó a Juan atrapado en el granero, con frío y hambre, siguió adelante.
Entonces, de repente, chocó con algo. Era el granero. Tanteó con cuidado hasta encontrar la puerta y la abrió de un empujón. Lo primero que vio fue a Juan con un aspecto muy miserable sentado en un fardo de heno envuelto en una vieja manta para caballos.
"¡Jenny!", gritó, poniéndose en pie de un salto. "¿Cómo has llegado hasta aquí?"
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"No regresaste y por eso vine a buscarte", dijo ella. "Te llevaré de regreso a casa para cenar".
"Pero nunca encontraremos el camino de vuelta con esta ventisca", aseguró Juan. "¡Ahora tú también estás atrapada aquí!"
"¡No!", manifestó Jenny con orgullo y le mostró a Juan la cuerda atada a su cintura. "¡Todo lo que tenemos que hacer es seguir la cuerda hasta nuestra propia puerta trasera!"
Juan se quedó con la boca abierta. "¡Debería haber pensado en eso!", gritó. "¡Es brillante!"
"Lo vi en uno de esos documentales inútiles que me gustan...", explicó Jenny con un guiño. "¡Venga, vamos a casa!".
Los esposos recorrieron el camino de regreso usando la cuerda como guía. Paso a paso a través de la terrible tormenta lograron llegar sanos y salvos hasta su cocina. Allí bebieron chocolate caliente. Estuvo cerca y Juan sabía que le debía su vida a Jenny.
El hombre no volvió a criticar a su esposa por ver documentales y le prometió que pasarían unas semanas en la playa y que otra persona podría ordeñar las cabras.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Pensar antes de actuar: Juan se fue al establo sin considerar en cómo volvería a través de la ventisca, pero Jenny trazó un plan y lo rescató.
- Todo el conocimiento que adquirimos es valioso: Nunca se sabe cuándo algo que se aprende va a ser útil, como cruzar al granero en medio de la ventisca.
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